Escuchando a mis compañeras en la maternidad me doy cuenta de la suerte que tengo con mi niño. Será muy movido y no me deja vivir. Pero está sanote. Él no conoce el ventolín y para mis amigas es un viejo amigo. Yo le tengo que poner la mascarilla a mi hijo y me da algo de la pena. Con lo sensiblera que soy.
La verdad es que comparado con otros bebés se pone malo pocas veces (para mí demasiadas) Y encima no es mal enfermo. Sonríe y, en la mayoría de las ocasiones sigue siendo un terremoto. Alguna vez que ha estado malito he pensado que se pasaría el día dormitando como otros niños, pero no ha sido así. Hace poco ha pasado una gripe que asola las guarderías ultimamente, pero el chavalillo no ha perdido el apetito ni las ganas de jugar. Aún con fiebre se agarraba fuertemente al carrito y gritaba como un poseso para exigirme que le llevara al parque. Y algún día que tenía poca fiebre lo consiguio porque ha estado haciendo días muy primaverales, incluso de máximas de 24 grados. Algo nunca visto en pleno invierno y había que aprovecharlo. Al poco de salir a la calle se le quitaba la fiebre y todos los males.
Con ese ánimo se pone bueno enseguida. Da gusto ver a este chico, aunque agota sólo de mirarlo.
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