sábado, 12 de mayo de 2012

En Peñaranda de Bracamonte

La prima de Raúl se casa en Peñaranda de Bracamonte, un pueblo de Salamanca que se encuentra a unas dos horas de Madrid. Hicimos las maletas lo más rápido que pudimos, pero con dos niños, entre pañales, biberones, ropita de verano (que había que buscar porque no nos esperábamos este cambio brusco de tiempo)... El caso es que se nos echó el tiempo encima. Al final salimos a las seis de la tarde.

Los niños no tuvieron a bien cerrar el ojillo ni cinco minutos, así que estuve poniéndome en peligro todo el camino para poner chupetes, alcanzar juguetes, dar agua... En fin, lo típico.

Llegamos pasadas las ocho. Nos encontramos a buena parte de la familia en la terracita de nuestro hotel tomando algo. Aprovechamos para pedir que nos calentarán el biberón de Iván, que ya estaba avisándonos que se acercaba su hora. Allí pasamos un buen rato. Los niños pasaban de mano en mano. Jugando con unos y con otros.

El padrino nos invitó a cenar a todos esa noche. El restaurante parecía un miniboda informal. Intenté convencer a Raúl de que era mejor que me quedara con los niños en el hotel paraque se acostarn temprano, pero mi marido estaba empeñado en que quería cenar con su familia. Así que allí fuimos los cuatro. Daniel flaqueó un poco, pero nos pusimos a jugar con él a juegos tontos de manos y se lo pasó en grande. Nos fuimos nada más terminar el postre porque nos temíamos que nuestro hijo mayor acabara roncando sobre la tarta.

En cuanto su padre terminó de ponerle el pijama el peque se fue al país de los sueños. Al bebé costó algo más dormirlo porque estaba sobreexcitado. Por fin, con todo en orden me metí en la cama. Me quedé dormida al instante, pero no pasó mucho tiempo hasta que oí sollozar a Daniel. me acerqué a su cama. le puse el chupete, lo calmé y se volvió a dormir. Al ratito volvía quejarse. Hice lo mismo y vuelta a la cama. Pero el chiquillo volvió a despertarse. Agotada decidí meterme con él entre las sábanas. Estoy segura que lo que le pasaba es que se despertaba, extrañaba la habitación y se asustaba. Efectivamente, conmigo a su lado no se le volvió a sentir, pero mi espalda sí que se hizo notar.

Por la mañana, mi chico mayor se despertó a las siete y mediia al grito de "Bibiiiiiii". Intentamos razonar con él que primero había que ducharse y vestirse, pero todo fue en vano. Sus gritos despertaron a Iván. Hicimos la rutina mañanera acompañados de sus gritos constantes. "Quiero bibiiiiiii, bibiiiiiii".

Bajamos al bar escopetados. "Un Cola Cao, por favor, en cuanto pueda" fue lo primero que pedí nada más ver al camarero. Nos tomamos unos churros que nos supieron a gloria y luego nos fuimos a la búsqueda de un parque infantil en el que Daniel pudiera quemar energías. En el camino se nos unieron más miembros de la familia. Daniel se lo pasó genial con sus primos. Sobre todo, cuando jugó con su padre a que era un pececito y que venía el tiburón a comerle. Cómo estaba rodeado de tío le cayeron muchos regalos a lo tonto, que si una pelota paraque el crío juegue en el parque, que si una moto con chuches porque él lo vale, que si unas anillas de esasa que bajan las escaleras solas que no sé ni siquiera quien se las compró, que si un pito muy colorido para despertar al hermano en el mejor momento...

A las doce me retiré a la habitación para dar de comer al bebé y aproveché para quedarme relajada en la cama. No dormí porque el peque estaba muy activo, pero al menos descansé un poco a la sombra. ¡Hacía un calor terrible!

Daniel se fue a dormir la siesta a la habitación de su abuela. No lo volví a ver hasta que fue la hora de prepararnos para la boda.

4 comentarios:

  1. Bueno con paciencia todo se va haciendo.. jeje
    y llegas tarde para las albomdigas, ya pasaron a mejor vida.. jejeje

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  2. Que buen dia familiar!!Aunque con 2 peques siempre hay tarea!! Besitos guapa y me alegro que hayais disfrutado del finde

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  3. Noe, Oooooh. ¡Tenían tan buena pinta esas albóndigas!

    Rocío, lo mejor del día fue cuando me retiré al frescorcillo de la habitación del hotel con Iván. En la calle no se podía ni respirar, ¡Buf!

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