Hasta en el más simple de los paseos los niños encuentran formas fascinantes de jugar. Una de esas veces que recorríamos la calle de la colegiata de Covarrubias por milésima vez en sus vidas, Daniel comenzó a recoger pieles de castañas. Decía que eran erizos, pero al final, entre su imaginación y la de una amiguita del pueblo acabaron convirtiéndose en pincholandia, una simpática ciudad, que luego se transformó en colegio y por último en tienda con banda sonora incorporada porque a la chiquilla le encantaba cantar.
Iván intentó sumarse al juego, pero su hermano no se lo puso fácil, así que entre él y yo fundamos Piedrolandia, otra magnífica ciudad ubicada muy cerca de la otra. Como el mayor tenía el día un poco tirano, hasta su amiga se acabó mudando a Piedrolandia.
Daniel se cansó de estar sólo en Pincholandia y vino a visitarnos y a comprar algunas cosas para su ciudad (porque volvía a ser una ciudad). Piedrolandia, por su parte, era ahora una tienda de mascotas pinchudas. A mí ya me tenían mareada con tanta imaginación y ya no sabía ni donde estaba.
¿Y al final que pasó con las dos ciudades? ¿Se fusionaron con un power rayo y se conviertió en una megalópolis navidña festiva? Jajaja...
ResponderEliminarLo que tengo en claro es que la frase "me aburro" no entra en casa de madre desesperada jajaja..
¡Un muackiles!
Quedaron expuestas al olvido por las inconstantes mentes infantiles jajaja
EliminarHola. sois una familia de lo más creativa e imaginativa... Me gusta esa idea de crear los dos pueblos a partir de recoger las pieles de castañas. Seguimos en contacto
ResponderEliminarTodo el mérito es de los chiquillos que ponen a prueba las neuronas de los padres cada dos por tres jajaja
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