miércoles, 22 de enero de 2020

I Maratón de Juegos Doganzo

Este domingo nos dimos el salto a Daganzo para asistir a unas jornadas chulísimas, el I Maratón de Juegos Doganzo. La finalidad era solidaria, pero no cobraban entrada fija, el sistema me pareció más chulo y original. Pagabas un euro por persona con cada partida, por lo que sólo pagabas por lo que jugaras, y cada partida daba derecho a cada uno a una tirada en la torre de dados.

Cada hora se hacía un sorteo de un pack de juegos y juguetes que ganaba el que hubiera hecho la tirada más alta durante ese tiempo. El suertudo de Iván ganó dos packs, no nos lo podíamos ni creer.

Y de todo lo que se llevó lo que más ha triunfado ha sido un conejito muy mono que enseña los dientes si aprietas un mecanismo que tiene en la cabeza. Estos dos son tremendos.

Pero el caso es que nosotros habíamos ido allí a jugar y ayudar a los animales en situación de riesgo. Lo pasamos de maravilla gracias a los voluntarios de allí, entre los que estaban Jugando por ellos, que de juegos y causas solidarias saben un rato.

También se pasó la Legión 501, que se ve que no se pierden ni un evento friki solidario. ¡Ole por ellos y la gran labor que hacen!

Eran majísimos y los peques alucinaban. No se dejaron ni una mesa por visitar, comentando esto o lo otro, tirando dados, chocando manos y...claro, haciéndose muchas muchísimas fotos.

También encontramos una mesa para jugar al rol, dirigida por Alfredo, de Rol gratis. ¡No conocéis rol gratis! pues si os gusta este tipo de juegos ya estás tardando porque en su web ofrecen un montonazo de aventuras y juegos gratuitos y de libre distribución.

Participar en esta mesa también era gratis y el máster se adaptada a cualquier situación: con niños, sólo adultos, duración que les venía mejor a los jugadores... ¡vaya crack! Nosotros no nos sentamos porque los peques estaban cegados con los juegos de mesa.

Querían coger éste y éste y el otro y el de más allá. Al final el padre salió medio tristón porque no había podido echar una partida a un juego "más serio". Pero no nos engañaba, que sabemos que se lo pasó tan bien como el que más con los juegos que fueron desfilando por nuestra mesa.

El primero lo eligió Daniel, que ya estoy viendo que tiene debilidad por los que tratan sobre comida e incluyen cartas con dibujos Kawaiis. Se llama Catchup & Mousetard: Fast Food Battle! y nos lo hizo pasar muy bien elaborando menús que nos dieran puntos y más puntos.

Maldecía mi mala suerte millones de veces cada vez que sacaba un maldito pan de perrito, la carne o los inservibles condimentos, ya que si no hacías el combo principal no podías usarlos para nada. En cambio Daniel no había más que sacar perritos calientes de todo tipo con condimento y salsas, hamburguesas deliciosas y jugositas, ¡incluso patatas con extra de salsa! Que injusticia.

Es juego es para un mínimo de dos jugadores un máximo de cuatro y recomendado a mayores de 8 años, aunque yo creo que menores también pueden porque la mecánica es muy sencilla y encima incluye un modo junior más fácil todavía. Nosotros jugamos al normal y no nos pareció nada difícil. Sólo tiene que saber sumar porque el menú con las instrucciones para preparar los platos está lleno de imágenes.



Cuando volvimos a por otro juego, Iván se encaprichó del Tragabolas de toda la vida e ignoró la expresión de su padre de "¡¡¡¿¿¿Me estás tomando el pelo???!!!". Nos fuimos con los míticos hipopótamos a la mesa y el ceño de Raúl esculpido en piedra. Pero luego tuvo que admitir que se lo pasó muy bien volviendo a su infancia por un rato y dando mamporros sin piedad a la palanca para comerse el máximo número de bolas posible. Sólo se nos oía a nosotros en toda la sala. Lo dejamos porque nos daba miedo:

a) Cargarnos el juego con tanto ímpetu.
b) Perder alguna de las bolas que salían volando.

Es de dos a cuatro jugadores y está recomendado para niños a partir de cuatro años, aunque yo creo que desde que controlan los mamporros ya pueden darle a la palanca que activa los hipopótamos.



Raúl se las prometía muy felices con el siguiente juego, pero su gozo se quedó en un pozo cuando sus hijos señalaron todo sonrisas a La cucaracha, un divertidísimo y escacharrante juego en el que tienes que ir cerrando o abriendo paso a una nanocucaracha que va a pilas para que caiga en tu trampa y no en la de tus compañeros de juego.

Cuidado que hay que seguir las instrucciones del dado que te dirá si puedes mover un cuchillo, un tenedor, una cuchara o lo que tú quieras. Hay que ser muy rápido para que no se lleve otro el punto. Es de dos a cuatro jugadores y recomendado a partir de 6 años. Pero también creo que pueden jugar menores dependiendo de la rapidez y habilidad de los niños.



El siguiente juego también era de cartas monas, como el primero, pero en vez de comida, de gatitos y perritos, que también triunfan entre mis niños. Es el Miau Guau Galletas, que consiste en robar galletas en quince pasos echando cartas en una pila delante de cada jugador.

El que logre sumar quince puntos entre las cartas superiores de todas las pilas se lleva una galleta, si te pasas te llevas una amonestación y se pueden usar cartas especiales. Muy entretenido. Es de 2 a 6 jugadores y recomendado a partir de los 6 años, supongo que porque tienen que saber sumar.



Íbamos a coger un juego que nos habían recomendado cuando una madre nos preguntó si ella y su hijo podían jugar con nosotros. ¡Pues claro! Así es más divertido. Como el que nos habían recomendado era para cuatro jugadores, cogimos King of Tokyo, que es de dos a seis jugadores y siempre triunfa.

Lo pasamos muy bien intentando conquistar Tokio, sumando puntos de victoria y curtiendo sin parar. Aunque Daniel, como siempre que juega a este juego iba en plan pacífico y a amarrar cartas con efectos especiales (parece increíble, pero es así. Con los burro que es para unas cosas y mira). Yo como siempre, iba en plan Kamikaze a conseguir puntos de victoria a saco y palmé de las primeras. En fin, que me quiten lo jugado. Lo recomiendan para mayores de 8 años, pero los míos llevan jugando con él desde hace muchos años. eso sí, cuando eran más pequeños jugábamos sin el tema de las cartas, con lo que los rayitos y los cubitos verdes no servían para nada.



Tras la cruenta batalla de monstruos en Tokio, decidimos sacar el juego que nos habían recomendado: Kiwis Voladores, que hizo que soltáramos muchas carcajadas y juramentos. No era nada fácil controlar a los kiwis para que cayeran donde queríamos. Jugamos muchas partidas intentando que alguien ganara al menos una formando un cuadrado con sus kiwis. Estuvimos cerca varias veces, pero no lo conseguimos. Al final Iván nos convenció para que jugáramos una variante que se había inventado que consistía en que cada uno teníamos cuatro espacios que formaban un cuadrado y el tema era ir eliminando rivales ocupando sus cuatro cuadrados con kiwis de colores enemigos.



Y ese fue el último juego que cogimos porque ya se hacía tarde y al día siguiente había colegio. Nos lo pasamos genial y esperamos que se haya ayudado a muchos perritos y gatos con la recaudación de las jornadas. ¡Ah! Y que haya una segunda edición.






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