Cuando me enteré que se había inaugurado la exposición Videojuegos en el Espacio Fundación Telefónica tuve claro que quería ir con los niños. Era una apuesta segura. Pero entre unas cosas u otras no hubo tiempo y los días pasaron volando. La verdad es que pensé que a estas alturas ya la habrían quitado, pero a finales de la semana pasada me llegó un email avisándome de que el 12 de enero finalizaba. ¡Pues ya teníamos plan para este finde!
Allá que nos fuimos el sábado por la mañana, a primera hora para pillas las horas de menos aglomeraciones. Si lo hubiéramos preparado con tiempo y calma, seguro que nos habríamos apuntado a alguno de los talleres que la complementaban, o las visitas guiadas, pero mis fieras decidieron desde el primer momento que ellos querían disfrutarla a su modo y con libertad de movimiento, traducción: jugar a los videojuegos que quisieran cuando quisieran. Y pudieron hacerlo con tranquilidad porque durante la primera hora sólo nos cruzamos con un grupo guiado, con lo que tampoco tuvieron mucho problema en jugar a sus anchas.
La exposición me pareció muy completa y visualmente muy atractiva. La luz era y su uso eran las estrellas de los espacios en semipenumbra o estratégicamente iluminados. Una hilera de cerebros con media parte iluminada te da la bienvenida ante una pantalla que reza que los jugadores enriquecen los videojuegos de una manera que sería imposible para una máquina. Unos pasos más allá nos adentramos en la zona de las pirámides holográficas que siempre triunfan.
Los dos siguientes espacios me llamaron mucho la atención, aunque mis hijos pasaron por ellos sin pena ni gloria. El primero hablaba de los estereotipos en los videojuegos y como reflejan las demandas de una sociedad superficial y frustrada. Todos queremos ser más guapos, más tonificados, más chulos y rebeldes... en fin, que nos dan lo que pedimos y luego nos quejamos de sexismo, machismo, etc. Al final nos habla de los tímidos intentos por tapar más piel y diseñar cuerpos más realistas de videojuegos de última generación, pero, evidentemente, los protagonistas y preferidos de los gamers siguen siendo las tías y tíos buenorros en su mayoría.
El segundo nos muestra una serie de fotos de personas reales en las que se superponen las imágenes de sus avatares como gamers. Debajos encontramos un texto en el que te explican por qué los eligieron así.
Las razones son de todo tipo, pero suelen confluir en la misma: aceptación en un grupo. ¿Por qué una chica coge un avatar masculino? Por que se ha dado cuenta de que el resto de los jugadores la toman más en serio. ¿Por qué una persona negra se hace un avatar al que sólo se le ven los ojos? Porque tras haber tenido que sufrir capítulos de racismo en sus propias carnes así se siente más aceptado. ¿Por qué un chico grueso elige a un tipo artificialmente perfecto? para vivir una vida a la que él nunca podrá optar, según sus propias palabras.
También hablan de lo que es estar enganchados peligrosamente a un juego, o cómo lo usan como herramienta de evasión de su día a día o para relajarse, para pertenecer a un grupo afín, como seña de identidad, como ocio con amigos o en pareja... ¡Vamo! Un crisol de lo más amplio.
La imagen cambiante de un ciudad era igual de flipante, pero mis hijos no le prestaron mucha atención. Hasta que no llegaron a la consola para hacer tu propio avatar no se pararon demasiado.
Daniel se hizo con los mandos y se dispuso a hacerse uno alucinante. Para que no hubiera peleas, le recomendé a iván seguir para ver si encontrábamos otra actividad igual de interesante y que cada uno estuviera ocupado por su lado. Le pareció una idea genial.
Así que dejamos al mayor atrás y no paramos hasta llegar a un videojuego curiosísimo. Para empezar no tenía pantalla. Era un joystick conectado a un tubo compuesto por un montón de leds que cambiaban de color. Tú eres el punto verde; los leds rojos son el enemigo, que hay que matar moviendo el joystick de una lado a otro rápidamente; los naranjas son lava que tienes que evitar y los blancos te empujan hasta el infortunio y tienes que empujarlos tú hacía el lado contrario. El objetivo es llegar al otro extremo vivo. Si te matan todo el tubo se ilumina de luces de colores y si ganas se ilumina de un sólo color. Le encantó.
Una vez, los peques conectados volví al principio para ahondar en las zonas que ya habíamos visto y en otras nuevas como un panel en el que controlabas el sonido y los colores de la pantalla. Los peques intercambiaron puestos en algún momento y siguieron a los suyo, con lo que yo proseguí mi visita con la calma que no tengo cuando ellos están pululando a mi alrededor y lo que quieren es descubrir rápidamente el siguiente punto.
Por eso fui la primera en descubrir la sala de los cuatro juegos reivindicativos. Les llamé y vinieron al punto. En uno de ellos tenías que lanzar misiles a terroristas intentando no dañar a ningún civil ni sus casas. Como eso era imposible los civiles se echaban a llorar y se convertían en terroristas. Con este juego querían hacer ver que los conflictos violentos nunca tienen buen final. En otro tenías que poner a producir a ratones en puestos mecánicos y de oficina, a la vez que lo alimentabas y los ponías a descansar de vez en cuando porque si se te ponían negros no producían y podían romper la cadena mecánica. La idea es que con el trabajo acababan construyendo una trampa para el gato que era su jefe explotador y se liberaban de sus cadenas.
Había otro que no les llamó mucho la atención sobre hacer zapatos que hablaba de la esclavitud y un cuarto que no entendimos cómo se jugaba, pero que intuyo qu iba de las desigualdades globales.
En la siguiente sala encontramos otro juego de visión nocturna, que tampoco pillamos como iba. Y eso que como era de PS4, que es lo que tenemos en casa, los niños estuvieron un buen rato investigando. En casi todos los juegos podías leer las instrucciones, pero en éste no las encontré por más que busqué.
En esta sala encontramos un montón de elementos interesantes, sobre todo para mí, porque las fieras iban con la idea fija de jugar, jugar y jugar. En los paneles se exponían libros, partes de pelis y extractos sobre obras de arte o creativas de muy diferentes tipos inspiradas o que han inspirado videojuegos.
Además, te explicaban como hacer un Storybook de un videojuego poniendo como ejemplo uno precioso. O cómo usaban personas para que los movimientos de los personajes fueran más realistas... Interesantísimo.
Pero a estos les gustó más el paintball que funcionaba a base de dibujos. Elegías algunos de los dibujos expuestos, lo ponías en la superficie y la máquina lo reconocía como fondo para tu juego. Lo proyectaba y a jugar. Una pena que el botón para mover el palo izquierdo y frenar la bola estuviera estropeado. Aún así estuvieron un montón de tiempo jugando por turnos.
Anda que no me tuvieron para alante y para atrás por la exposición para ver esto lo otro o repetir en este o en el otro juego. Y como loca para tener a los dos localizados. Supuestamente era casi imposible que se despistaran y se fueran solos porque sólo había una salida, pero oye... Yo si no los tengo controlados como que no puedo respirar bien. Cosas de mamá gallina, helicóptero o como me quieran llamar.
Ojalá la repitan porque nos encantaría volver a verla.
¡Qué buena pinta! si te sirve de consuelo, yo también tengo q tenerlos a la vista...
ResponderEliminarEs que te imaginas siempre lo peor. A que sí? Que angustia!!
Eliminar