Agua y tierra = barro

Desde que llegaron los calores mis chicos no paran de liarla en el parque con el agua. En cuanto asoman la nariz a uno ya están buscando una fuente para asegurarse la diversión.

Eso sí, no se les siente en toda la jornada. Hasta puedo tener conversaciones de más de diez minutos con otras madres sin tener que lidiar en un conflicto. Las relaciones entre ellos y con sus amigos han mejorado al mil por mil. La explicación es muy sencilla. A la primera pelea las mamis les detectaremos y prohibiremos tajantemente que sigan con la actividad que tienen entre manos, que es básicamente rebozarse en el barro que acaban de crear con el agua y la tierra y dejar todo el parque hecho un asco.

Así que ellos hacen mutis por el foro mientras nosotras compartimos penas y alegrías sobre niños y maridos (aaaay lo maridos).

Hasta que alguna se da cuenta de lo que están haciendo realmente los chiquillos y nos pone en alerta. Para entonces ya los tenemos de barro hasta las orejas, las playeras empapadas y una sonrisa de oreja a oreja que se troca en ceño fruncido en cuanto les anuncio que nos vamos a casa volando para cambiarles de ropa y que no cojan una pulmonía. Porque hace calor, pero la ropa húmeda es el mal. Luego tenemos moquetes y tos para todo el verano.

Tras poner fin a los juegos de agua tengo que aguantar las quejas el resto de la tarde porque su madre es una aguafiestas. No se dan cuenta que su progenitora los ha ignorado a posta para dejarles hacer el loco como hacía ella cuando era pequeña y mi madre no miraba. Porque ahora las mamis ya no nos podemos relajar mientras los niños juegan. O por lo menos yo, que si no los tengo localizados se me para el corazón hasta que los vuelvo a tener a la vista. Y eso no es muy justo para ellos que siempre están haciendo lo que no deben.

Así que, a veces, sólo a veces, hay que hacerse la sueca y recibirlos rebozados o empapados, pero extremadamente felices.