lunes, 31 de enero de 2011

A dieta

Con esto de la gastroenteritis el pobre Daniel está a dieta. Después de ese día horrible en el que vomitaba todo, parece que su estómago se normalizó un poco. Al principio sólo le daba suero. Lo único que admitía su cuerpecito. Pero al día siguiente ya le pude dar alimentos basados en la dieta astringente (puré de patatas y zanahoria, puré de manzana y plátano, cereales de arroz, arroz y jamón de york). No se puede decir que sea un menú muy variado. Así que un tragón como Daniel se cansó pronto de él. Se notaba que el pobre se quedaba con hambre. Incluso se le agrió el caracter como me pasa a mi cuando me pongo a régimen.

Pero no me atrevía a darle nada fuera de lo prescrito por si se ponía peor. Al día siguiente me arriesgué con pollo a la plancha. Le supo a poco y me pedía más. Ese mismo día le llevé a casa de su abuela Chari porque su papi se iba de viaje de nuevo y se tenía que quedar con ella a dormir (yo no le puedo llevar por las mañanas a la guardería por incompatibilidad de horarios). El pobre babeaba de hambre, así que decidimos darle unas galletitas. Chari le ofreció la bolsa y le dijo que cogiera una. El pequeñajo se relamió encantado y le llevó un buen rato averiguar cuantas le cabían en la mano. Finalmente cogió cinco tan feliz. Nada más sacarlas se le cayó una. Intentando recuperarla se la cayeron todas las demás. Tras mucho trajinar decició que más valía cuatro en mano que cinco volando y se conformó con rechupetear las que le cabían en las manos. Después de ese festín de cereales pensé que ya no cenaría, pero se comió todo el puré e incluso pidió repetir.

El pobre va a seguir a dieta unos cuantos días porque no se acaba de curar del todo. ¡Qué mal lo va a pasar! Con lo que le gusta comer. Lo bueno es que creo que el hecho de que tenga hambre es buena señal. A ver si se recupera del todo y le puedo hacer unas croquetillas, que le encantan.

domingo, 30 de enero de 2011

La tecla

Esté niño es un revoltoso. Y además un cabezota. No me deja hacer nada porque enseguida quiere hacerlo él. Cuando veo que está entretenido con sus juguetes intento ponerme a trabajar con el ordenador, pero él se da cuenta enseguida y viene corriendo para darle a las teclas.

Al principio yo no veía el problema en dejarle. Le ponía el word y le dejaba teclear. Aunque a veces le diera a alguna tecla problematica de esas en las que el ordenador se pone a pensar y tu no tienes ni idea de lo que está pasando. O, de repente, el ordenador se duerme y me las veo y me las deseo para despertarle. Nunca he sabido cual es esa tecla, pero mis gatos y mis hijos son muy hábiles para encontrarla.

El caso es que un día, yo no sé cómo, me arrancó la tecla N del portatil. Asustada, porque es mi medio de trabajo en mi segundo empleo y no está el bolsillo para un gasto extra tan grande, comprobé que funcionara. Afortunadamente la letra N se reflejó en el documento de word. Alejé al chiquillo de su objeto de deseo en medio de una rabieta épica mientras le aseguraba que a partir de ahora tenía una orden de alejamiento con respecto a mi portatil. ¡Y más le valdría cumplirla!

Afortnadamente el peque se entretiene enseguida con otra cosa y se olvida de todo lo anterior. Una compañera del trabajo me dijo que al portatil de su hermano, padre de otro trasto parecido al mío, le faltaban ya cuatro teclas. ¡Qué peligro tienen las uñitas de estos pequeñines!

sábado, 29 de enero de 2011

El día que llevé a Daniel al parque en zapatillas

Soy una madre desastre. Siempre he sido despistada. Una vez entré a casa de mi abuela y me dejé la puerta de la calle abierta. Y otro día llegué a casa de una amiga y ella todavía estaba al teléfono a la espera de mi respuesta de si mi madre me había dado permiso para ir a o no a su casa. Menos mal que mis despistes con Daniel no son sangrantes. A veces se me olvida quitarle la tapita al biberón. Cuando me doy cuenta se la quito y ya está. Menos un día que se fue a la guardería sin desayunar porque no se bebía la leche y resulta que el pobre no podía porque estaba tapado. ¡Qué cargo de conciencia cuando me di cuenta! Otras veces le pongo las zapatillas de estar por casa del revés, pero me suelo dar cuenta enseguida y se las pongo correctamente. Le cambio el pañal y le pongo el pantalón si abrocharle el body... en fin. Cosas sin importancia.

El sábado lo levanté de la cuna como siempre. Se bebió su biberón, que no tenía la tapa puesta. Le vestí estupendamente porque hacía sol y pensaba sacarle de casa en un rato. Y le dejé las zapatillas de estar por casa puestas para que estuviera más cómodo. "Luego se las cambio por las playeras" pensé.

Cuando estuve lista para salir, entre que me vestía yo, cogía todo lo necesario, me peleaba con Daniel para ponerle el abrigo, lo metía en el carrito... ¡Ala! ya está. Por fin de camino al parque.

Una vez allí, saqué al chiquillo de la sillita tan feliz y cuando le salieron los pies del saquito me di cuenta de mi tremendo error. ¡Iba con sus zapatillas! ¡Y la arena del parque estaba bien mojada! ¡Horror! Qué hago, qué hago. Daniel se impacientaba entre mis brazos. Bueno, de perdidos al río. Así que le dejé en el suelo rezando para que no me emporcara demasiado el calzado. Todo en vano porque se estuvo rebozando en la arena tan feliz de la vida. Se lo pasó genial. Pero al final me lo tuve que llevar a casa porque se empapó la ropa en los charquitos.

Le cambié las zapatillas por unas playeras y las lavé a fondo. Las puse en el radiador para que se secaran a tiempo y poder ponérselas depués del baño de la tarde. Menos mal que en el parque no había nadie y no hubo quien se diera cuenta de mi despiste.

Guerra de globos


El día que me fui de rebajas con Daniel para comprarle la ropita del Día de la Paz Y volví a constatar que irte de tiendas con este niño es una misión imposible. Encima me fui con una amiga y su hijo no se quedó atrás en el concierto de gritos y lloros. En Chico nos vieron tan desesperadas que les regalaron un globito cogido a un palo a cada uno.
Funcionó, porque dejaron de dar la tabarra durante un rato. Se contentaban con mover el palito para ver como se bamboleaba el globo de un sitio para otro. Pero eso también se volvió aburrido. Se dieron cuenta de que podían montar una estupenda guerra de globos y se pusieron manos a la obra con entusiasmo. Los dos bebés se daban unos mamporrazos impresionantes, menos mal que los globos amortiguaban los golpes y no se hacían daño. Se lo pasaron bomba. Pero no se quedaron tranquilos ni dejaron que sus madres disfrutaran en paz de las rebajas, así que decidimos subirlos un rato al parque infantil de la terraza del centro comercial para que se cansaran un poco.


viernes, 28 de enero de 2011

El día de la paz

En esta guardería siempre están haciendo mil actividades. Esta vez había que vestir al niño de blanco con motivo del día de la paz y llevarle a clase con un globito del mismo color.

De donde saco yo ropa de invierno blanca. Para empezar no parece ser el color de la temporada. Además, a mi me gusta más vestirlo con otros colores: azul, verde, amarillo, rojo... Está más gracioso.


Las cuidadoras me sugiriero que lo llevara con un body y las medias gordas, pero yo decidí irme de rebajas. Cualquier excusa es buena para comprarle ropa a mi niño. Encontré unos pantalones casi blancos (gris clarito) muy mono, una camiseta blanca de verdad y una chaqueta gris oscuro, que no era lo que me pedían, pero que le iba perfectamente al conjunto.


Así de guapo se fue a clase el enano al día siguiente. Con su globito blanco, que me habían regalado en Eureka Kids porque lo tenían para una promoción. ¡Que suerte tuve! Con lo que nos gusta a los españoles todo lo que sea gratis.

Cuando fui a recogerle no quedaba nada blanco en él, por lo visto, se había pasado toda la jornada vomitando. Asustada me lo llevé a urgencias. Por el camino le di agua y me la vomitó. Lo que aumentó mis niveles de ansiedad. La pediatra me dijo que era gastroenteritis, que todos los niños estaban igual y que el mío no parecía ser un caso grave. Me mandó el suero, dieta astringente y me despachó sin más.

En casa puse en práctica lo que me dijo la doctora y afortunadamente no me vomitó el suero. Ya me he quedado más tranquila. A ver como pasa la noche.

jueves, 27 de enero de 2011

Las atracciones

Que bien se lo pasó Daniel montándose en las atracciones de un centro comercial. Al principio pensé que pasaría miedo, pero... ¡que vá! Le encantó. Que pena que la segunda vez que le monté se le bajara el gorro hasta los ojos y ya no le hiciera ninguna gracia. Cómo no podía ver acabó llorando el pobre. Ya sé que la próxima vez tengo que asegurarme de que no lleve ese verdugo.

Después de esa traumática experiencia no se le quitaron las ganas de seguir la juerga y me pidió insistentemente que le montara en un coche enorme que había por allí. Hasta tenía cinturón de seguridad. El coche del circuito también lo tenía. De otra manera no le hubiera dejado subir. Me hubiera arriesgado a que se bajara el solito en mitad del viaje.

Le monté en otro cochecito y dí por terminada la sesión porque se estaba haciendo de noche y ya se notaba demasiado frío para estar en la calle. ¡La que me montó porque no quería sentarse en el carrito! Por él hubieramos estado allí mil horas más. La verdad que fueron los cuatro euros mejor invertidos. Ya le volveré a llevar cuando haga mejor tiempo. Pero sólo de vez en cuando o corro el riesgo de arruinarme.

La araña del tobogan

Estábamos Daniel y yo a lo nuestro en el arenero, llenando y vaciando un cubito, cuando vimos que se armaba un pequeño revuelo alrededor del tobogán. Desde lejos puede apreciar que lo niños señalaban algo. Afinando el oído descubrí que se trataba de una pequeña araña. "No creo que pique cariño, es bastante pequeña", decía una madre. Todos los niños la señalaban emocionados.
Pesando en lo bien que se lo estaban pasando todos observando al bicho decidí acercar a Daniel. En un principio no le hizo ninguna gracia que le alejara del cubito. Cuando vio el tobogán se dirigió corriendo a las escaleras sin darme opción a llevarle donde estaba la araña. Se agarró con fuerza a unos asideros y no había manera de desengancharle sin usa la fuerza física. Así que, resignada, le ayudé a subir, le senté en le tobogán y le dije: "Mira, vida, ahí hay una ara..." "plchz", el enano ya se había tirado alegremente sin darme tiempo a agarrarlo y la había aplastado ante la espectación de los niños allí reunidos.

"Mamá, Daniel ha matado a la arañita" gritó Luis. "Ummm, pues sí", le replicó la madre. "No picaba ¿no?" añadí yo preocupada. Pero nadie me contestó, porque sin araña allí no había nada que ver y los pequeñajos ya se habían ido a jugar con otras cosas. Daniel tiraba de mi insistentemente para que le ayudara a subir de nuevo al tobogán. ¡Qué poca paciencia tiene este niño!

martes, 25 de enero de 2011

Los grititos de Daniel

El bebé ha aprendido a gritar de una manera especial cuando las cosas no salen a su gusto. Es un chillido, entre rabioso y quejicoso que me pone de los nervios. Lo que quiere decir que le funciona a la perfección. Lo aprendió mientras estuvo malo, én un momento así, hacía el doble de efecto. Supongo que la naturaleza nos ha hecho muy sensibles a los gritos de los bebés para que podamos atenderlos adecuadamente. A mí personalmente me taladra el cerebro y tengo que resistirme para no acatar su voluntad si creo que lo que quiere no es bueno para él, por ejemplo si quiere coger un cuchillo o toquetear algo frágil.

Este chico se ha convertido en pequeño manipulador y hay que tener mucho cuidado para no caer en su juego. Las cosas que aprenden estos bebés cuando se ponen malos. Cómo se aprovechan. Hay que tener mucha sangre fría para lograr educarlos adecuadamente, como sea que se haga eso, sin ceder a sus chantajes. Son tan adorables que a veces se me olvida lo egoistas que pueden llegar a ser.

Los guantes


¡Qué invento lo guantes que le compró mi hermana a Danielito en Toledo! Ahora ya no va con las manos moradas del frío por la calle. La gente me miraba mal. Seguro que pensaban: "¡Qué mala madre que no le calienta las manos a su hijito de ninguna manera!". Y el niño resistiéndose con todas sus fuerzas a meter sus manitas dentro de unas confortables manoplitas o, por lo menos, dentro de su saquito de la silla. No había manera. Hasta que cayeron en mis manos esos guantecitos de dedos. Ahora Daniel tiene libertad de movimiento. Y puede agarrarlo todo, comerse las galletas tranquilamente y decirle adios a los coches con toda tranquilidad. Ya no hay motivo para quitarse lo guantes y dejar las manitas a la interperie. Por fin vuelvo a ser una buena madre. No es que me importe lo que piensen los demás. La mayoría está opinando sin conocer el contexto. ¡Que puede saber un señor de la calle del caracter de mi hijo!

Lo importante es que el pequeñajo no tenga las manos congeladas cada vez que salimos a la calle.

lunes, 24 de enero de 2011

Daniel es un terremoto

Este niño puede conmigo... ¡Y con todos! No para la pata y siempre está haciendo alguna trastada. Cuando estoy liada con algo y no le oigo me pongo a temblar y corro a buscarlo. Seguro que está en medio de alguna de sus fechorías.
Lo que peor llevo es encontrarme la escobilla del baño en cualquier sitio. Me temo que los bebés no nacen sabiendo lo que es asqueroso y lo que no. Hay que enseñarles, pero éste se resiste a aprender.

Todo lo quiere coger, agitar, tirar, romper... Sobre todo las cosas frágiles y delicadas. No sé cómo sabe qué es lo que más fastidia a su madre, pero lo sabe y lo pone en práctica. Vaya trasto.

Hay que ver cómo escala hasta las cimas más peligrosas y los equilibrios que hace, cuando, otras veces, da dos pasos y se desestabiliza. Y lo rápido que crece. Ya llega a sitios que no me esperaba. La sorpresa ya me ha costado algún disgusto del tipo: "¡¡¡Suelta esas tijeras ahora mismo!!!".

Cómo le gusta pegar y morder, sobre todo a su pobre madre. Y no hay manera de hacerle entender que está mal. Si le riñes o le pegas tú se ríe (flojito). La única manera de castigarlo es inmovilizándole un ratito entre tus brazos. Pero aún así, me da la impresión de que no acaba de relacionar una cosa con la otra y que mas bien piensa: "Ya está mamá otra vez tocándome las narices".

Cuando voy a casa de alguien tengo que poner mis cinco sentidos para controlar a Daniel y evitar destrozos. Un estres. ¿A qué edad se vuelven buenos y responsables?

sábado, 22 de enero de 2011

De nuevo en Toledo

Otra vez hemos ido a Toledo. Esta vez por deseo expreso de mi hermana, que ha decidido pasar sus vacaciones en Madrid en plena ola de frío. Ha venido acompañada de José, su novio, y se han congelado los pobres. Si es que estos canarios no vienen preparados para el invierno.
El caso es que le apetecía ir a Toledo. Y, a pesar de haber ido reciéntemente por citas ineludibles y que ya no podíamos retrasar más, nos apetecía volver en plan turistas con el enano. Aunque, creo que hubiera preferido ir sin él. Vaya ejercicio hice corriéndo detrás del chiquillo todo el tiempo. Porque no ibas a dejar al pobre sentado en la sillita todo el día. Ni tampoco podías dejarlo corretear solo con tanto coche suelto recorriendo el adoquinado. La verdad es que yo no me encontraba muy bien porque estaba saliendo de una gripe, pero me apetecía que mi niño pasara el día fuera.
Lo único que puedo decir es que el pequeñajo aguantó el frío mil veces mejor que su tía. Lo mejor del día fue que Silvia le compró unos guantecitos con dedos y monigotes. Yo pensaba que le durarían medio segundo en las manos, pero al chiquitín le hicieron gracia y le duraron cinco. Se los volví a poner y le di la manita. Increíble. Se los dejó puestos. ¡Aleluya!


Recorrimos Toledo, que es una ciudad preciosa. Más bien se la recorrió Daniel y yo corría detrás de él. Se puede decir que todo es muy distinto con y sin niño. Estuve todo el día intentado que se durmiera una siestita en la sillita, pero el condenado se negó en redondo. Mantuvo los ojos bien abiertos todo el rato. Y finalmente los cerró cuando íbamos de camino al coche. Durmió durante el trayecto y luego lo tuvimos que despertar para que cenara. ¡Uf! de que mal humor se puso. Por fin lo tumbé en su cunita rezando para que no se me hubiera desvelado. Agortunadamente se dio media vuelta y volvió a quedarse roque enseguida.

viernes, 21 de enero de 2011

Que dificil es hacer fotos a Daniel

Es realmente complicado sacar una foto buena de mi peque. Si se da cuenta de que se la estoy sacando corre hacia mí para arrebatarme la cámara. Así es imposible. Si no se la doy se pone tontito hasta que llora.
De repente le veo en una situación cómica, conmovedora... que vale la pena retratar y en el poco tiempo que tardo en ir a buscar la cámara ya se ha estropeado la escena. Tendría que implantarme una cámara en el ojo para conseguir una instantánea buena.
Ni qué decir tengo que es imposible retratar al niño con complementos graciosos. Se quita los guantes, los gorros, las orejitas con diadema, la nariz de payaso, la corona de su cumple... y lo que le quieras poner para inmortalizar un momento único.

Nada. Que tendremos que seguir haciéndole fotos al natural. Así como es él. Menos mal que a mí me parece que sale siempre guapo.

jueves, 20 de enero de 2011

El otro cumpleaños de Daniel

Daniel llegó a esta guardería cuando su cumpleaños ya había pasado. Una pena porque les ponen una corona y se lo celebran con gusanitos.

Lo mismo debieron pensar sus cuidadoras porque un día llegué y me lo encontré con su corona de cumpleaños. En realidad estamos en enero y el cumple en septiembre, pero sus 'seños' decidieron que Daniel también se merecía ser el protagonista un día, así que se lo celebraron sin más.

La verdad es que es todo un detalle.

Que suerte tengo con este niño

Escuchando a mis compañeras en la maternidad me doy cuenta de la suerte que tengo con mi niño. Será muy movido y no me deja vivir. Pero está sanote. Él no conoce el ventolín y para mis amigas es un viejo amigo. Yo le tengo que poner la mascarilla a mi hijo y me da algo de la pena. Con lo sensiblera que soy.

La verdad es que comparado con otros bebés se pone malo pocas veces (para mí demasiadas) Y encima no es mal enfermo. Sonríe y, en la mayoría de las ocasiones sigue siendo un terremoto. Alguna vez que ha estado malito he pensado que se pasaría el día dormitando como otros niños, pero no ha sido así. Hace poco ha pasado una gripe que asola las guarderías ultimamente, pero el chavalillo no ha perdido el apetito ni las ganas de jugar. Aún con fiebre se agarraba fuertemente al carrito y gritaba como un poseso para exigirme que le llevara al parque. Y algún día que tenía poca fiebre lo consiguio porque ha estado haciendo días muy primaverales, incluso de máximas de 24 grados. Algo nunca visto en pleno invierno y había que aprovecharlo. Al poco de salir a la calle se le quitaba la fiebre y todos los males.

Con ese ánimo se pone bueno enseguida. Da gusto ver a este chico, aunque agota sólo de mirarlo.

miércoles, 19 de enero de 2011

Cómo cuidar de un niño enfermo cuando te encuentras fatal

Mi niño me pega todos los virus. En cuanto lo noto pachuchillo me pongo a temblar, porque sé que la siguiente soy yo. Y ¿qué pasa cuando estamos los dos a morir? Pues que la mami se fastidia se levanta de la cama y se arrastra detrás del pequeñín, que no suele perder ni un ápice de su energía a pesar de la fiebre. A no ser que esté el padre. Entonces intento pasar en la cama todo el tiempo posible e ignorar las esporádicas visitas de mi hijo (a veces es imposible).

El problema es que Raúl viaja mucho ultimamente, así que tengo que cuidar yo del pequeñajo esté como esté. Chari, mi suegra, trabaja, la abuela de Raúl tiene un brazo dolorido ultimamente y tampoco es plan de dejarle a cargo de mi energúmeno particular. Y menos si está malito. Así que me voy tumbando como puedo en la habitación que elige mi niño para jugar. Desde luego aprovecho al máximo su siesta para dormir yo. Aunque siempre me parece demasiado corta. Y nunca he estado tan mala como para no poder cambiarle el pañal o darle de comer. Si se diera el caso llamaría a Chari o a la abuela de urgencia para que me ayudaran con el pequeñín. El caso es que cuando una es madre te das cuenta de que ya no puedes liarte la manta a la cabeza y mandar todo a la porra como hacías antes. "¡Estoy fatal! Que se pare el mundo si quiere, pero yo me meto en la cama a sudar y dormir como una condenada". Pues no, eso es cosa del pasado. Ahora el deber te llama en forma de berreo infantil. Una llamada que no puedo ignorar. aunque, a veces, cuando sé que es por una rabieta tonta y que no necesita nada, lo intente.

martes, 18 de enero de 2011

Estos reyes no se acaban nunca

 Y otro regalo, y otro, y otro más. Cada día cae en manos de Daniel un nuevo regalo de Reyes. Que si ahora una abuela, que ahora otra, que ahora un tío y después su propia madre, que se ha pasado encargando juguetes a los Magos de Oriente y que ha aprendido la lección para el próximo año. El peque, por su parte, está encantado desenvolviendo paquetes, con ayuda de los adultos, y jugando cada día con un juguete nuevo. Porque yo soy de las partidarias en sacar los juguetes y jugar con ellos, en la medida de lo posible, en el mismo momento en el que se lo regalan. Si no lo hago así luego el chiquillo se pierde entre tanto juguete y no sabe ni qué hacer.

El caso es que aún me queda alguna cosilla por ahi, por ejemplo una moto genial con pita y todo, pero será mejor que se los dé más adelante. Creo que ahora está hasta arriba de regalos y no quiero que se mal acostumbre.




Errores que se cometen a sabiendas

Antes de Daniel pensaba que con los niños había que tener manos dura en todo momento por el bien de su educación y su futuro como personas adultas. Ahora que tengo al niño comprendo hasta cierto punto la dejadez de algunos padres. La falta de sueño, el agotamiento y los estragos que van causando los virus que te pega tu hijo te llevan a una situación en la que a veces te da igual si tu hijo está haciendo lo que no debe, siempre y cuando no conlleve un peligro real para él.

Yo tengo mucha imaginación y enseguida vienen a mi mente imágenes muy vívidas de los que le puede pasar a mi chiquitín si le dejo seguir jugando, por ejemplo, con esos tarros de cristal. Pero si se trata de algo que no quiero que haga porque puede romper algo o porque es de mala educación y habría que corregirlo, entonces todo depende del día, la situación y el cansancio.


También hago excepciones si es el niño el que está malito. No me gusta reñirle cuando sé que lo está pasando mal. Pero intento reñirle suavemente o alejarle del lugar prohibido para él.


Tampoco me considero una madre particularmente permisiva. Cuando se pone tonto yo también me pongo tonta. Y cuando le meto en el carrito o en la cuna en contra de su voluntad, le dejo allí el tiempo necesario. Sacarle sería darle demasiado poder a este peque. La verdad es que es muy difícil llegar al punto exacto y adecuado entre la permisividad y la disciplina. Yo diría que imposible, así que reconozco que hay veces que me paso y otras que no llego. Espero no estar haciendo un lío tremendo en la cabecita de Daniel.

domingo, 16 de enero de 2011

El caballito peludo ¡Por fin!

 Mi obsesión estas navidades era que los Reyes le trajera a Daniel un caballito balancín. Y si encima era peludo y suavecito mejor. pero que se lo trajeran a Madrid, que luego en el avión me ibana decir que el caballito peludo viajaba en barco, pero que ahí no cabía. Así que yo soñaba con el día en que mi niño se encontraría con su equino.

Los días pasaron y papa Noel le trajo una mesa de actividades que le encanta, coches y un garage con el que aún no sabe jugar, aunque yo le estoy enserñando con mucha paciencia (lo destroza alegremente). Los Reyes le trajeron muchas cosas en Las Palmas para gran emoción del pequeñajo. Y una vez en Madrid le fui entregando poco a poco lo que allí le habían dejado. Hoy los libros de colores y sonidos, al día siguiente los cubos para construir y almacenar... Pero no veía el día para darle el caballito.




El problema era que queríamos estar los dos progenitores presentes y, además, que el niño tuviera tiempo suficiente para jugar. Una misión imposible. Ayer, después de ir a recoger lo que le habían dejado los reyes en casa de su abuela Chari y su abuela Paca (un montón de cosas chulas: un coche que andaba y hacía pop pop con unas bolitas de colores, un puzle de un pez precioso, unos cubiertos de niño mayor y ropa de domingo), decidimos que ya no podíamos esperar más y se lo dimos aunque era un poco tarde.

Enseguida nos dimos cuenta que con tanto regalo el niño ya había aprendido a desenvolver el solito. Parece que le había gustado el balancín, pero ahora tocaba montarlo porque tenía mil piezas pequeñas y peligrosas. Daniel le tocó las orejas en las que habían botones para que el caballo relinchara y sonara música, abrazó el cuello del peluche y acarició la superficie suave con deleite. Y luego se lo quitamos para poder montarlo. Lejos de montarnos un pifostio, se dedicó a jugar con la caja. Descubrimos que también era un estupendo balancín. Se lo pasó bomba con el envoltorio.

Esa misma noche lo montó Raúl. Y al día siguiente ya pudo disfrutar Daniel de su juguete. Yo no estaba pero dice mi marido que se balanceó un rato y después lo que quería era recorrer el pasillo con él. Así que cambió la modalidad balancín por correpasillos. Le quedan un  par de centímetros para avanzar con comodidad, pero lo importante es que le gusta.

sábado, 15 de enero de 2011

Pobres Tapón y Apple

Lo que tuvieron que aguantar los pobres perros de mi madre y de mi hermana cuando estuvimos en Las Palmas. Carros y carretas. Daniel no se conformaba con perseguirles con gritos de guerra. Cuando les alcanzaba les hacía todas las perrerías posibles. Nunca mejor dicho.
Había que estar vigilando al pequeñajo para que no los torturara demasiado. En ocasiones encontrábamos mechones de pelo de perro en sus sádicas manitas.
Al principio los perritos se le acercaban con inocente alegría. Moviendo el rabito. Sin pensar en lo que les esperaba. Los últimos días le huían como alma que lleva el diablo. No me extraña. Incluso le gruñeron alguna vez.
Cuando Daniel volvió a casa se pensó que todo el monte es orégano y la emprendió con los gatos. Afortunadamente estos son más listos y más rápidos, con lo que anticipaban los movimientos de mi pequeña fiera. Aunque a Misi ya le ha arrancado más pelos de la cuenta. Es una gata demasiado maternal.

Madre trabajadora

¡Qué difícil resulta compaginar la maternidad con el trabajo! No es solo que el niño se te ponga malo cada dos por tres porque comparte virus con sus amiguitos de la guardería, es que yo no he estado enferma tantas veces en mi vida. Entre pitos y flautas tienes que hacer malabares para pedir días y recuperar horas porque lo de los "dias personales" suena a chino en muchísimas empresas. Tampoco puedes cogerte vacaciones porque las tienes que reservar para cubrir las épocas en las que cierra la guardería, que suelen superar con mucho a tus escasos 22 días laborables. Y en eso tengo suerte, porque en mi anterior día eran 30 días naturales, que, lo mires como lo mires, acaban siendo menos.
Entre la casa (menos mal que Yoli viene una vez a la semana a limpiar), cuidar al niño, el trabajo, el segundo trabajo porque no llegamos a fin de mes y las horas que hay que recuperar sólo se me ocurre una cuestión: ¿Vida? ¿Qué es vida?
Y eso que no me puedo quejar mucho porque tengo a mi marido que se implica mucho (aunque a su manera, claro), no como otros, que cargan a la mujer con todo el trabajo de la crianza. También tengo a mi suegra, que hace malabares en su trabajo para poder cubrirme de vez en cuando los días de entrega en el periódico chino, y, sobre todo, para cuidar a Daniel cuando Raúl se va de viaje. La bisabuela hace lo que puede, que es mucho a su edad. Vamos, que todos ponemos nuestro granito de arena para que funcione este cuento chino de "la conciliación".

Natalia y su primito

Parece que Natalia está encantada de tener un primo "de verdad", como ella misma dice. Lo cuida, lo mima y le permite muchos caprichos. Para ella es como un muñeco Nenuco un poco rebelde. Juega con él, a pesar de que ya la ha lesionado varias veces porque es muy brutito. Daniel también está loco por su prima. Le encanta jugar con ella.

En realidad, a Daniel le encanta estar con todos sus primos, la de Las Palmas y los de Madrid. Se nota que  ha ido a mucha guardería porque suele ser muy sociable. Aunque hay que tener mucho cuidado porque tiene la mano muy larga.

Ahora va a tener una primita nueva en Madrid. Supongo que será maravilloso para él, porque va a dejar de ser el pequeñajo. Habrá que vigilarle de cerca cuando se encuentre con ella porque no me fio ni un pelo de él. Normalmente está bien con bebés más pequeños que él, pero, a veces, alarga la mano... y ya tenemos un pequeñín berreando y a Daniel disimulando.
Si es que todavía es muy pequeño para entender que los bebés pequeñitos no son peluches.

En Las Palmas se lo pasó muy bien con Natalia. Hay que ver lo que corrieron y jugaron. Sobre todo, disfrutaron a tope el día de Reyes. Natalia le contagió su entusiasmo a Daniel y daba gusto verlos entre tanto papel de regalo, riendose, bailando y aplaudiendo.

Me alegro de que se lleve tan bien con sus primos. Yo al principio pensé que le tendrían pelusilla, pero nada de eso. Al contrario. Están deseando verle. Y cuando Daniel sea más consciente de las cosas, estoy segura de que el también estará ansioso por jugar con ellos.

La terraza de mi madre





La casa de mi madre es genial. Tiene una terraza enorme y en Las Palmas eso tiene gran potencial teniendo en cuenta que suele hacer buen tiempo.
Cuando no nos apetecía salir a la calle, soltábamos a Danielillo en la terraza, cerrábamos la puerta a cal y canto para que no se escapara y llenábamos todo de juguetes. Era la única manera de que me sentara tranquila.

Mientras, el enano hacía de las suyas. Y, a veces, había que defender a los pobres perritos de sus ansias de estrujar y arrancar pelos. Para el niño era lo mismo que ir de paseo a la calle. Y encima no me tenía que preocupar de los coches o de si se iba demasiado lejos. Cuando subíamos a la terraza era una de las pocas vecs que me podía relajar. Lo dicho, la mejor estancia de la casa.

viernes, 14 de enero de 2011

Fiebre

He ido a recoger el pequeñín a la guardería y me he dado de bruces contra la mala noticia. Daniel tiene fiebre. "Mañana sería mejor que no lo trajeras" me ha soltado tan tranquila una de sus cuidadoras. ¡Qué fácil! y quien me lo cuida. Porque yo tengo que ir a trabajar, Raúl también... Y mi suegra también. Aquí no se libra nadie.

Saqué el móvil para llamar a mi jefa y decirle que mañana no iba.No se lo tomó muy mal, pero estaba segura de que me iba a tocar recuperar las horas este fin de semana, que me tocaba trabajar ya de por si.

El niño me miraba febril desde su sillita. Sólo parecía enfermo por el brillo de sus ojos y la rojez de sus mofletes, por lo demás estaba muy activo. "Eso es bueno" pensé. A pesar del buen tiempo me lo llevé directo a casa. Allí jugó feliz con sus juguetes toda la tarde y se fue a dormir sin protestar. Estaba agotado.
Y entonces empezó a notarse de forma salvaje que estaba malito. No me dejó pegar ojo en toda la noche. Gemía, iba yo, le daba agua, le ponía el chupete, se giraba, se quedaba tranquilito y a los diez o quince minutos volvía a gemir. Ni el Apiretal ni el Dalsy pudieron salvar la noche. Al día siguiente estaba agotado, pero seguía muy activo. La que estaba hecha polvo era yo. Que mal enfermo es este chiquillo, que se resiste a pasar la fiebre en la camita como todo el mundo.

jueves, 13 de enero de 2011

Las vacunas de los 15 meses: ¡las peores!

Que mal lo he pasado. Durante la revisión de los quince meses pospusimos las vacunas porque le niño tenía fiebre, así que sólo lo midieron y pesaron. La pediatra dijo que estaba más alto y más flñaco que la media, pero nada preocupante. En definitiva todo normal. Antes de Navidades todo fue bien, pero cuando pasaron las fiestas y Daniel y yo nos enfrentamos a esos cuatro pinchazos las cosas no pintaban nada bien. Ese día estuve de mal humor todo el rato. Me presenté en la consulta con mi niño muy pegado a mi pecho. El pobre no sabía lo que le esperaba. Advertí a la enfermera que era muy probable que llorara yo más que el niño. La facultativa me amonestó asegurando que y debía dar ejemplo de entereza al niño. ¡Pero si casi sufría más yo que él!

El caso es que tuve que sujetar al pequeño cual judas mientras la enfermera la pinchaba los muslitos y los bracitos. Chilló como un energúmeno, pero esta vez, con razón. Yo le decía que era por su bien, pero se me estaba poniendo un cuerpo horrible. La chica que me atendió fue un encanto y llenó las manos de Daniel de juguetes en todo momento. Senté al niño todavía berreando en el carrito y le puse una galleta en la mano. Daniel la miró sin dejar de llorar, fue bajando el tono y finalmente se la metió en la boca y sonrió.

Menos mal que enseguida se le pasan las cosas. Como premio le llevé al parque porque hacía un día estupendo. Allí las otras madres se preocuparon por él y le hicieron muchos mimitos. Se lo pasó en grande corriendo de un columpio a otro. Ya se le había olvidado el mal rato, pero a mi no.

miércoles, 12 de enero de 2011

Vacaciones igual a mamitis y papitis






Uf. Que miedo cuando el chiquillo tiene vacaciones. Si ya del fin de semana se le nota más pegado a nuestras faldas, no os quiero contar después de una semana entera a nuestra vera. Encima ahora hay una nueva modalidad: nos quiere juntos. Tenemos que estemos los dos con él para estar contento. Si de repente uno de nosotros se va a hacer sus cosas se pone a chillar como un energúmeno. De repente se agita en los brazos de uno porque quiere ir con el otro y cuando logra cambiar de brazos vuelve a empezar la cantinela para volver con el otro. ¡Vamos! Que nos marea. Le encanta que mostremos cariño entre nosostros. A veces nos damos un beso y cuando le miramos se está riendo.

Si, de repente, como un milagro, logramos que se interese por otra persona, no nos quita el ojo por si nos vamos sin avisar. Eso es un punto en el que Raúl y yo no nos pusimos de acuerdo. Por un lado, yo pienso que hay que despedirse del chiauillo siempre, y por otro, Raúl opina que es mejor irse a la chita callando para que el niño no berree. Como mi suegra prefiere la modalidad "b" para que Daniel no le monte en cólera y es ella la que nos lo cuida cuando necesitamos canguro, así es como lo hacemos, pero hemos logrado que el pequeño adquiera una desconfianza hacia nosotros que no me gusta. Se cree que en cualquier momento nos vamos a ir. Así que ve necesario perseguirnos hasta el baño si es necesario. Si nos despidiéramos de él tendría una pataleta, pero sabría siempre cuando nos vamos a ir y se ahorraría el trabajo de supervisión.

A ver si ahora con la guardería se le quita algo de la papitis y mamitis aguda que tiene.

lunes, 10 de enero de 2011

De regreso a la guardería


Me echaba a temblar sólo de pensar en el primer día de cole de nuestro retoño. Cada vez que le daban vacaciones volvía con una mamitis y papitis tremenda. Además de con ganas de ensanchar pulmones. Encima, esta vez me tocaba llevarle a mi porque me había pedido el lunes también de vacaciones para descansar del fatigoso vuelo en avión y aprovechar para hacer cosas. Su padre es más duro para estas cosas. Le llevé resignada. Una vez allí repuso pañales en la estantería con su nombre y dejé sus cosas en su percha. Todo ello con el niño agarrado a mi como una lapa. Cuando llegó el momento intenté que fuera rápido, pero el chiquillo insistía en agarrarse a mi como si le fuera la vida en ello con lo que su profe tuvo que tirar de él y abrirle suavemente los deditos, mientras mi pequeñín se desgañitaba. Me fui de ahó con su llanto taladrándome los oídos. Después de un intenso día de no parar volví pronto a por mi pequeñín. Las profes me dijeron que había llorado un poquito, pero que por lo demás muy bien. Como siempre. Eso me tranquiliza.
Una pena que el día estuviera horriblemente encapotado. Después de estar casi todo el tiempo en la calle en Las Palmas, con el buen tiempo que allí hacía, el bebé se dió de bruces con el tiempo frío y lluvioso de Madrid. Así qie me lo tuve que llevar a casa para gran descocsuelo suyo. Menos mal que teníamos los juguetes que le trajeron los Reyes y se lo pasó muy bien de todas formas.

Una vuelta menos mala, pero mala

La vuelta en avión no ha sido tan infernal como la ida, pero tampoco ha sido un lecho de rosas. Afortunadamente me tocó al lado una experimentada madre de dos hijos, que lo comprendía todo y me ayudaba en lo que podía, pero, aún así, fue muy agobiante estar encerrada durante casi tres horas en ese mini avión con el niño.
Cómo el vuelo era por la noche el niño se durmió, pero al no estar acostumbrado a estar tanto tiempo en brazos muy pronto empezó a removerse y a quejarse porque no encontraba una postura cómoda. A pesar de que yo hacía el pino con las orejas para que mi hijo estuviera lo más cómodo posible, éste no dejaba de lanzarme patadas y puñetazos. El pobre daba muchísima pena porque se notaba que estaba agotado.
 Finalemente llegamos a nuestro destino y me las vi y me las desee para hacerme con el control de las bolsas sin soltar a Daniel. Tampoco abrir el carrito parecía fácil con tanto bulto como llevaba encima (uno de ellos removiéndose como una loco). Menos mal que un operario me ayudó a abrirlo siguiendo mis poco exactas indicaciones.
Por fin Daniel en el carrito y bien abrigadito, todo fue mucho mejor. El padre llevaba una hora esperando a que llegáramos porque el vuelo se había retrasado. LLegamos a casa bastante rápido, aunque yo con un humor de perros y deseando meterme en la cama. El día siguiente no tenía que ir a mi trabajo habitual, pero tenía quellevar a Daniel a la guardería a las nueve e ir a mi segundo trabajo a entregar las páginas. Vamos, que lo tenía liado de todas formas. E niño se quedó dormido nada más tocar con su cabecita la cuna. Y yo puedo decir que le imité a la perfección. Por fin en mi camita.

sábado, 8 de enero de 2011

Daniel conoce a su primito Miguel



Mi prima Cristina tuvo un bebé hace ya diez meses y yo no había tenido la oportunidad de visitarla. Así que he aprovechado las navidades para conocer al pequeño Miguel. Es un niño muy guapo. En mi opinión es el vivo retrato de su madre. No cómo Daniel, que parece un calco de su padre.
Mi enano enseguida tomó confianza y se apropió de los juguetes de Miguel. menos mal que el pequeñín no se lo tomó a mal. parecía que se iban a llevar bien, vuando, de repente, Daniel le soltó una torta al pequeñajo. Ya estaba tardando en salirle la vena brutota. Y eso a Miguel no le gustó un pelo.
Cristina me contó que el suyo también iba de camino de ser un Atila. Eso le preocupaba un poco, pero que lo que la tenía en vilo era lo mal que dormía el pequeño Miguel. Me preguntó acerca del tema. Yo la entiendo. A mi también me tiene amargada que Daniel no duerma las noches de un tirón. pero al final, mas o menos, te acostumbras y no necesitas dormir tantas horas como antes para estar activa. Aunque no deja de ser un verdadero infierno. De todas formas, estuvimos de acuerdo en que es más importante que coma bien a que duerma bien. El que no se consuela es porque no quiere.
El caso es que tanto Daniel como Miguel están gorditos y felices.

viernes, 7 de enero de 2011

Más playa




En vista del éxito, le volvimos a llevar a la playa. Esta vez nos acompañó su tía Silvia.

El niño se lo volvió a pasar genial. Esta visto que la playa es una sitio ideal para llevar al niño. Una pena que viva en Madrid y... ¡Vaya, vaya, aquí no hay playa!
De todas formas al pequeñajo le atrae el agua en casi todas sus vertientes, así que se conforma con la piscina cuando no tenemos playa cerca a la que llevarle. Digo en casi todas sus vertientes porque no soporta la ducha. En casa de mi madre no hay bañera y la hora del baño es un show de gritos, llantos y pataleos. De hecho, en esta ocasión intenté meterlo debajo de la ducha de la playa para quitarle la arena y se puso hecho un loco. Y eso que yo me metía con él.








Lo mejor de la playa es que es muy saludable. Sol y agua de mar era lo que venía necesitando este niño después de tantos días de invierno. A ver como se toma volver al frío después de los 25 grados de Las Palmas. Supongo que bien porque todavía no se entera mucho. Él sabe que algo cambia, pero se adapta lo mejor que puede y a guerrear, que es lo que mejor hace.



Y parece que su tía Silvia también se lo pasó bien. Eso es genial porque así querrá repetir. Aunque me da la impresión de que le agota estar mucho tiempo junto al terible Daniel. No me extraña. Le comprendo. Con el pequeño detalle de que yo soy la madre y me gusta que el niño esté cerca, aunque sea tocándome las narices.