viernes, 28 de febrero de 2020

Videojuegos "educativos"

Daniel: ¡Mami, papi! Hay un videojuego que quiero descargarme. Es gratis. ¿Eeeeh? Y lo están jugando todos mis amigos. Se llama Party Hard.

Papá: ¿Es educativo?

Daniel: Bueeeeno...

Mamá: Seguro que le podemos encontrar un lado educativo. Todo en cierta manera puede ser educativo. ¿De qué va?

Daniel: Pues va de que estás en una fiesta y tienes que matar a los que van. Puedes hacerlo de muchas maneras...

Mamá: Y en algún momento te dicen que si has matado a X invitados y en total hay Y invitados... ¿Cuántos invitados te faltan por matar?

.....

Daniel: Eeeer, no, no.

Mamá: Entonces, ¿cuando ya los has matado a todos te indican que tienes que meter un número igual de cadáveres en X habitaciones?

Daniel: ¡Que no, mamá!

Mamá: Pongamos que metes demasiados cadáveres en una habitación y se cae uno por la ventana. Teniendo en cuenta que la velocidad de caída es de 100 km/h y que es constante y que la ventana está a una altura de 5 kilómetros del suelo, ¿cuánto tiempo tardaría en caer?

Daniel: ¡¡¡Pero cómo va a estar a 5 kilómetros de altura!!! ¿Se te va la la olla?

Mamá: Si yo lo digo por ponértelo más fácil. Cómo te pones...

Daniel: ¡No me interrumpas más! El caso es que vas asesinando a la gente con venenos, trampas, armas...

Mamá: ¿Tienes que mezclar diferentes elementos químicos para lograr los venenos?

(Mirada asesina del churumbel)

Daniel: Y cuando descubren algún muerto llaman a la policía...

Mamá: Si la policía tarda unos 15 minutos en llegar y está a 25 kilómetros de la fiesta, ¿Cuánta distancia ha recorrido si la velocidad es constante?

Daniel: ¡¡Mamá!! Eres muy pesada Grumphf. Sigo, pues depende de cómo hayas matado a la gente, la policía te puede pillar, pero tú puedes escapar...

Mamá: ¿Eligiendo el camino más óptimo midiendo las líneas que recorren cada uno?

 Daniel: ¡¡¡No!!! Y hay escenarios muy molones. Por ejemplo, hay una granja en la que puedes utilizar animales para asesinar. Por ejemplo un caballo para que dé coces a los invitados...

Mamá: ¿Y entonces te preguntan que tipo de animal es y a qué reino pertenece?

Daniel: No, pero puedes matar al caballo también muahahaha

Mamá: Aaaaaah y una vez muerto ¿a qué eslabón de la cadena alimenticia pasa a pertenecer?

Daniel: Me estás fastidiando muchooooooo. Papiiiii, dile que se calle. ¿Me bajas el juego?

Papá: Buf, Daniel es que yo no lo veo. No me gusta mucho...

.....

Daniel: ¡Pero si es un huevo de educativo!

------

P.D.: La venganza de Daniel

Daniel: Mami, ya le he encontrado otro aspecto educativo a Party Hard.
Mamá: ¿Ah sí?
Daniel: ¿A Cuantas personas puede matar una trampa de electricidad en una hora si hay 20 que van a pasar por encima las próximas tres horas?
Mamá: A 10.
Daniel: Nooooo jajajaja. A una, porque sólo se puede activar una vez Muahahahaha MUAHAHAHA
.....



jueves, 27 de febrero de 2020

Museo de historia natural de Beijing

Hace mil años que no escribo sobre el viaje que hicimos a Beijing. Y eso que me queda por lo menos la mitad por contar. Con esto del coronavirus, está claro que no es momento de alentar a nadie a hacer este pedazo de viaje, pero quiero que quede registrado en mi blog porque muchas veces los niños y yo lo usamos como álbum de los recuerdos. Así que retomo nuestra aventura china donde lo dejé.

Otra de las visitas que teníamos pendientes porque sabíamos que iba a fascinar a mis peques era el Museo de Ciencias Naturales. El de Madrid lo tienen idolatrado, así que este tenía que gustarles muchísimo por lógica.

Y así fue aunque eso de que estuviera petado de colegios dificultó mucho la visita. Y cuando digo petado, digo extraultramasificado, porque en Pekín las multitudes llegan a otro nivel que en España no podemos ni soñar.

Costaba avanzar. Menos mal que a medida que pasabas salas y más salas la cosa cambiaba un poco. Se ve que los colegios tienen visitas que no abarcan todo el edificio. No me extraña porque es bastante grande.

Las primeras salas estaban dedicadas a los dinosaurios y eran impresionantes y muy divertidas. No me extraña que estuvieran hasta arriba de niños felices y asombrados. Mis hijos eran uno más aunque se expresaran en otro idioma, porque aquí no encontramos ni un solo occidental. Me temo que por eso llamábamos la atención incluso más que en otros entornos en los que nos habíamos movido. Se ve que no es un destino para el turismo extranjero.

Pero nosotros seguimos a lo nuestro ignorando los flashes y los móviles que seguían nuestros pasos, seguramente grabando nuestras interacciones, que ya habíamos pillado a más de uno inmortalizándonos de esa manera en sus móviles con mayor o menor discreción.

Huesos, estatuas, dioramas, fósiles... la verdad es que esta parte del museo era muy completa y tardamos muchísimo en recorrerla. También porque, como ya dije, había muchísima gente.

Pero al fin llegamos a los mamíferos, igual de interesante que la zona que dejábamos atrás. Y de ahí al área dedicada a la flora, en la que descubrimos muchísimas curiosidades y plantas que desconocíamos. Era imposible intentar acelerar la visita porque todo nos llamaba la atención, si no era uno era al otro y si no a todos en general. Es lo que tiene visitar un museo de ciencias naturales de otro continente.

¡¡¡Hasta contaban con un pequeños acuarios!!! Espero que esos peces fueran sordos porque con el follón que había no sé yo cual sería la calidad de vida. El caso es que ellos nadaban tan tranquilos y acostumbrados al bullicio y emoción que suscitaban entre la chiquillería, y no tan chiquillería, visitante.

Fue una visita muy curiosa y que te sumerge en la vida local de golpe y porrazo, ya que, aunque tenían todo en chino y en inglés, no parecían muy acostumbrados a los occidentales. ¡Lo pasamos genial!












miércoles, 26 de febrero de 2020

El cine club de los pequeños: Dragon Quest Your History

Esto de lidiar con los límites entre el mundo del mayor y del pequeño cada vez resulta más difícil. Al llevarse sólo  dos años las fronteras entre el espacio personal de uno y del otro muchas veces vuelve difusa. Es maravilloso que siempre tengan a su hermano para interactuar, pero el roce y la convivencia causa estragos en las relaciones. Lo normal es que no se soporten el 75% del tiempo.

Así que cuando vamos al parque y sólo hay amigos de uno y no del otro o cuando hacemos alguna actividad con alguien en la que tengo que llevar a los dos por narices, comienzan los dolores de cabeza. Uno no quiere jugar con el hermano porque quiere estar sólo con sus amigos, el otro se aburre y quiere participar en los juegos como sea... Luchas, peleas, lloros, protestas, rasgado de vestiduras... En fin. Lo típico. Me vuelven loca.

Y esto viene a cuento con el post como parte introductoria para exponer los hechos que me llevaron a inaugurar el cine club de los pequeños. Ya había comentado que un padre valiente había formado un cine club para su hijo y amigos, entre ellos Daniel, que está encantado con la idea.

El problema es que a Iván también le encanta el plan y que su hermano no quiere verlo por ahí ni en pintura. Ni a él ni a mí, para ser exactos, así que se me planteó un problema un pelín peliagudo con dos niños mirándome con desesperación.

Sólo me quedaba una salido y no era la más fácil, ni la más cómoda, pero sí la que mejor se adaptaba a las necesidades de ambos, así que me tiré a la piscina. Me puse en contacto con otra madre que sabía que se encontraba en mi misma situación y le expuse mi plan alternativo de Cine club junior. Le pareció una idea estupenda, así que quedamos en que el día D, los mayores se irían a casa de su amigo y los pequeños a la mía.

Para gran alegría mía, se presentó voluntaria para ir alternando las sesiones cada vez en la casa de una. No es que no me guste organizar el cine club. ¡Me encanta! Los niños viven estas cosas de forma muy intensa y mola. Pero es que es echarte más tareas sobre los hombros y si se reparte la cosa mejor para mí.

Lo cierto es que ambas pensábamos que el horario de la actividad era un poco tardía para niños de 8 años. De ocho y pico de la noche hasta las diez y media u once, pero los peques estaban entusiasmados y tan ilusionados... En fin, que hablamos de un viernes, al día siguiente no hay que madrugar... ¡al toro!

Entremedias Iván invitó espontáneamente a un amiguito que se apuntó entusiasmado sin contar con los progenitores, para qué. Menos mal que cuando hablé con su padre accedió encantado. Le pareció un poco tarde, pero en vista de lo feliz que estaba su hijo con la idea acabó concluyendo lo mismo que nosotras: Bueeeeno, es viernes...

Así que llegó el día y cuando hube entregado a uno y recogido a dos, los senté en el sofá delante de unas mesitas individuales y les preparé una opípara cena a base de pizzas, patatas de bolsa y croquetas que triunfó, evidentemente.

Mientras engullían, sin parar de charlar y reír, veían la película que había elegido Iván para la ocasión: Dragon Quest Your History, que encima está en Netflix. Todo facilidades. El tema de que estuviera catalogada para mayores de 13 años me hizo dudar un poco, pero el trailer mostraba un argumento lleno de aventuras épicas y monstruos mazmorreros. Encima con apariencia de videojuego, ya que se basa en uno del estilo de Zelda (o eso me pareció a mí).


A los peques les estaba gustando y eso es lo importante. Sólo callaban en las escenas más impresionantes y se pasaron un buen rato encima del gato que aguantaba sus mimos y caricias con estoicidad poco común en los felinos.

Alguna vez me pareció que no se estaban enterando de nada, pero cuando se metían en las escenas para jalear al protagonista, gritar horrorizados o entusiasmados o reírse a carcajadas no tenía precio. Eso sí, si organizáis una cosa parecida no esperéis que los asistentes permanezcan sentados y en silencio atentos a la película. Eso sería un milagro.

Hacia el final de la película entendí por qué ponía que era para mayores de 13. No era porque fuera demasiado violenta, hubiera escenas subiditas o lenguaje inapropiado, que vá. Sino porque plantea una serie de cuestiones abstractas que es muy difícil, o imposible, que estos fierecillas pillen. Afortunadamente, las cuestiones existenciales se plantean en medio de una batalla épica, con lo que los chiquillos siguen enganchados al devenir de los acontecimiento sin hacer ni caso al diálogo profundo entre los personajes.

Evidentemente, en cuanto salieron las letras del final se volvieron hacia a mí para preguntarme como rayos termina. No voy a plasmar aquí sus preguntas para no hacer spoiler, pero sí que se quedaron pensando.

Como la sesión de los "senior" aún no había terminado les dije que podían quedarse un jugando un rato, pero ellos prefirieron sentarse en el estudio a dibujar los monstruos que más les habían llamado la atención de la película. Ganó Patxi por goleada, que supongo que no se escribe así, pero así suena.

Con la tontería se había creado un debate posterior al visionado y una actividad complementaria de forma espontánea. Con estos peques nunca se sabe...

Aunque todo ello salpicado con sus burradas, claro. Sólo diré que tuve que apagar lo del ok, google para que dejaran de escandalizármelo.

Y así llegó el momento de ir a por los hermanos mayores. Por el camino dejamos al peque que no tenía a nadie en la otra sesión en su casa. Daniel había visto al Vida de Brian y se había reído muchísimo, pero no había entendido nada. "Es que la película es absurda, no tiene sentido", "¡Exacto!, mi querido primogénito. Lo has pillado", me miró sin entender nada y aseguró que, aunque se le había parecido divertida prefería las películas con un guión más coherente. A lo que le contesté que me prometiera que la vería de nuevo de mayor y ya hablaríamos. Me temo que para disfrutar del humor absurdo hay que tener la mayoría de edad.

martes, 25 de febrero de 2020

Los Perros Pirata ¡Adiós mendrugos!

Hoy vengo a hablaros de un libro encantador y tierno, con unos protagonistas peludos, graciosos, inocentones y los corsarios más temibles de los mares del Sur: Los Perros Pirata ¡Adiós, mendrugos!

Es la obra definitiva para la hora del cuento, perfecta para convertirse en uno de los tomos preferidos de los churumbeles. ¿Por qué estoy tan segura? Porque han mezclado todos los ingredientes para triunfar: protagonistas peludos e intrépidos, situaciones tiernas y divertidas, aventuras piratas y dibujos maravillosos. ¿Alguien duda de que es un álbum irresistible?

Encima está organizado por días para que cada día de la semana, así los niños se preparan para ir a dormir después de haber vivido un abordaje pirata de lo más hilarante y chocante, capítulo a capítulo.

Nuestros peludos amigos tienen una misión que cumplir, pero sus víctimas propiciatorias no se lo van a poner fácil. Para empezar... ¡no les tienen miedo! Cómo puede ser, a ellos, los más temibles piratas de los mares del sur. Pero, claro, es que también son taaaaan cuquis...

Pero tranquilos, que nada va a parar a estos intrépidos corsarios, ni siquiera una niñas juguetones y encantadoras. Abordarán su barco al precio que sea. Estos perritos tienen unos cuantos ases en la manga para conseguir la... ¡Victoriaaaa!

A mis niños les ha encantado, tanto por las historias como por los dibujos y la cuidada edición en sí. Daniel se lo leyó de una sentada, por algo tiene ya diez años, y el pequeño, de ocho, prefirió que se lo leyera yo. Y al mayor no le importó repetir, porque les encanta que sus padres les lean, aunque sea un libro que ya se han leído en soledad.

Pues no se volvía a reír el muy malandrín de las mismas situaciones jocosas. Eso sí, me costó dios y ayuda que no spoileara a su hermano. La tentación era demasiado grande a veces. Eso sí, nosotros no tardamos unas semana en leerlo porque Iván pedía más y en una sola noche nos leímos de lunes a domingo. Aunque el precio a pagar fue que se acostaron bastante tarde en un día de colegio. Los vi tan entusiasmados... en fin, que soy una blanda, ya lo sabéis.

Ahora, Los perros piratas están en la habitación de Iván, que se lo está releyendo con tranquilidad para revivir sus momentos preferidos. Sobre todo el de cierto baño. No sé por qué es la escena que más les ha gustado a ambos.

lunes, 24 de febrero de 2020

Carnaval mafioso

Desde que fuimos al rol en vivo de las Jornadas Lúdicas de Valdeluz, organizadas por Menos Lobos y Yebernalia, una idea iba tomando forma en mi cerebro en vistas al carnaval. Esos sombreros y tirantes tan chulos que les regalaron a los churumbeles son ideales para transformarlos en los periodistas del juego y para... convertirlos en los gangsters más fascinerosos de los carnavales del colegio.

Mira que Daniel odia ir vestido igual que su hermano y el año pasado ya me tocó improvisar para que cada uno fuera de una cosa diferente, pero en esa ocasión parece que dejó de lado el tema en pro de un disfraz chulo que incluía arma chula comprada en el todo a cien a última hora.

Les encantó la metralleta rara que hacía saltar chispas, tenía sonidito y también disparaba balitas con ventosa. Completísima.

Dos días antes de la fiesta carnavalera, les hice la prueba de vestuario. Estaban impresionantes con sus camisas, tirantes, sombreros y expresiones mafiosas.

Pero enseguida llegaron los problemas. No estaban de acuerdo con mis estilismos. Para empezar, decían que los tirantes eran incómodos. ¡Pero, pero, pero! Eran el toque principal, ¡No podían quitarse los tirantes! Pues ya pude esgrimir argumento tras argumento que los tirantes fueron fuera.

Y ya que estábamos el más pequeño quería la camiseta blanca como su hermano, porque quería ir de blanco. Tampoco sirvió de nada hablarle de contrastes, ni de combinaciones estrellas. ¡Nada! Que tuvimos que cambiar la camisa.

¡Ah! Y el mismísimo día de la fiesta, Daniel decidió que su chaqueta negra era demasiado larga y que eso le parecía un poco incómodo, con lo que quería la del hermano aaaaarg matarl matarl.

Menos mal que Iván se comportó como un santo y aseguró que le daba igual cambiarla por una del mayor que también quedaba bien para el efecto que queríamos. Si no hubiera sido así, Daniel hubiera tenido que elegir entre la larga o nada.

Los dos tenían mucha ilusión porque llegara el día y ponerse sus trajes de gangsters. Pensé que más el mayor que el pequeño, porque, a fin de cuentas, éste último llevaba toda la semana viviendo el carnaval con pequeñas cosas, que si un día un sombrero, que si otro una nariz de payaso, calcetines de diferente color, ir en pijama... Y anda que no iban emocionados los pequeños con estas cosillas.

Pero aún así eran ambos los que no paraban de contar las horas para ese viernes festivalero. Que al final llegó. Y se lo pasaron en grande corriendo de aquí para allá haciendo sonar sus pistolitas entre otros personajes de ficción.

Cuando acabó la fiesta, Iván iba casi como salió, pero Daniel parecía uno de esos chicos que llegan a casa después de la fiesta del fin de año con las camisas descolocadas y la corbata colgando a varios centímetros de donde debiera estar.