martes, 16 de julio de 2024
Sweet Space Museum Madrid
miércoles, 5 de junio de 2024
Lassie, una nueva aventura
Cuando me invitaron al pase de prensa familiar pensé en ir sola para recordar viejos tiempos, porque mis hijos ya están dentro del rango adolescente y estaba segura que me mirarían como sólo ellos saben hacerlo cuando les propones un plan que piensan que les infantiliza. Así fue con el mayor, él se lo pierde, pero al pequeño, de doce años, se le iluminaron los ojillos. Lo noté enseguida. Las películas sobre animales siempre han sido su debilidad. "¿Y dices que esta perrita lleva desde que eras pequeña corriendo aventuras? Pues estaría bien verla, que yo no la conozco".
Así que nos fuimos al cine, yo a reencontrarme con un icono perruno e Iván a presentar sus respetos formalmente. La película es una producción alemana que cumple con todos los cánones de película familiar divertida, estereotipada, con grandes dosis de ternura y conflictos internos que giran alrededor del lucimiento de la perrita en la que derrochan planos a diestro y siniestro para que el público se derrita con su belleza y estilo.
Para mí fue simplemente entretenida y a Iván le encantó, porque aún es un niño que no busca dobles lecturas, ni argumentos profundos, ni dramas universales en las películas que va a ver. Él disfruta con los tropiezos de los personajes, las situaciones ridículas a las que se enfrentan los malos malísimos y, sobre todo, el despliegue de perritos de todas clases y tamaños que desfilaron en la pantalla grande mostrando toda su adorabilidad.Es evidente, que la nostalgia es una carta ganadora porque los padres estamos deseando mostrar a nuestros hijos los grandes hitos de nuestra infancia y ellos se dejan llevar por nuestro entusiasmos.
Salimos de la sala con una gran sonrisa y la promesa de ver alguna de las pelis antiguas, aunque sé que es probable que esas le aburran porque siguen el lenguaje cinematográfico de otra época y otra generación, la nuestra.
jueves, 28 de marzo de 2024
La resurrección del conejito de Pascua y la búsqueda de huevos de chocolate
Una vez esclarecido el misterio del asesinato del conejito de Pascua y encontrado el cadáver del mismo junto con las instrucciones para su resurrección, nos pusimos manos a la obra con los huevos de chocolate caseros que exigía el ritual.
Seguimos las instrucciones y usamos los moldes que nos vinieron en un juego para hacer cosas de chocolate que le trajeron los reyes unas navidades a Daniel. Las fieras pusieron mucho interés y ganas en sus creaciones. Se suponía que tenían que ser huecos, pero no nos la jugamos ni un poco y procedimos a meter chocolate a saco en los moldes para que no se nos rompieran al desmoldarlo.
Seguimos las instrucciones, aunque las variamos un poco. por ejemplo, puse mantequilla para suavizar, tal y como nos enseñaron en un taller para hacer bombones al que asistí durante la Semana de la Ciencia de 2023. Terminamos pegando ambas partes con más chocolate y metiéndolo de nuevo en la nevera para que se endureciera.
Entonces llegó lo mejor: limpiar los utensilios a lengüetazos. Esa parte la disfrutaron muchísimo las fieras.
Al día siguiente, pusimos el cuerpo del conejito de Pascua en un baúl para que nos hiciera las veces de altar. Las fieras les dieron los huevos de chocolate caseros de ofrenda y el conejito revivió muy feliz con sus regalitos. Que por cierto, nos hemos comido finalmente los padres. ¡Menudos mazacotes de chocolate!
Ahora sólo quedaba que el conejito escondiera los huevos de Pascua y que los chicos se mataran buscándolos.
Estuvo bien porque hubo muchos niveles de dificultad, desde lo más evidentes a los ultra escondidos. Los peques (ya no tan peques) se entregaron ala tarea con jucho entusiasmo y gula. Estuvieron la mar de entretenidos con los primeros 26, pero el último, el número 27, no había manera de encontrarlo.
En vista de que el tiempo pasaba y el huevo no aparecía, Daniel ideó un malvado plan para amenazar al mismísimo conejito para que les diera una pista de su paradero. Total, ya sabían como resucitarlo en caso necesario...
Pues el conejo no se lo tomó muy bien, pero como Iván era totalmente inocente y, además, había intentado rescatarlo de las garras de su malvado hermano, le dio a él la pista y acabó encontrando el esquivo huevo, que no estaba tan difícil, pero bueno.
Logré rascar tres para el padre y para mí, pero los agonías de mis hijos no soltaron ni uno más de los doce que decidieron que tocaban por cabeza. ¡Menudos egoístas glotones!
Pero menudas sonrisas llevaban. Y lo bien que se lo habían pasado con todo el montaje de este año. Ese era el objetivo :)