martes, 29 de junio de 2010

La paja en el ojo ajeno...

Ahora que me he convertido en una madre veo las cosas de otra manera y me fijo en detalles que antes pasaba por alto. Cuando voy al centro comercial y veo a las madres con sus bebés pienso "No habrán parques para que los niños puedan jugar y pasárselo bien en vez de estar de tiendas aburridos como ostras". Luego recapacito. A lo mejor la madre tiene algo urgente que comprar o, justo a ese niño le encanta engordar culo sentado en su carrito y viendo la vida pasar. Ya sé que no hay que medir a todos por el mismo rasero, porque cada uno tenemos nuestras circunstancias, pero una cosa es saberlo y otra aplicarlo.

Otras veces, las menos desde que Danielito está con nosotros, salgo a las calle después de la nueve y me asombro de la cantidad de chiquitines que puedo ver. ¡Vaya papo el de sus padres! Si ya deberían estar en la cama. Descansando como bebés que son. Y en cambio, allí están en las terrazas de verano, en las galerías comerciales, lo bares... y un sinfín de lugares en los que no deberían estar.

El otro día en el supermercado no pude evitar fijarme en cómo las mamis llevan a sus cándidos infantes por la sección de congelados con total despreocupación. Sin ni siquiera echarles una mantita sobre las piernecitas. ¡Y vestidos de verano María! Si hasta yo tengo frío. Una de ellas, incluso, llegó a dejar el carrito cerca de uno de esos estantes generadores de frío un buen rato... ¡con el crío dentro!

La gran mayoría de la gente dice que me preocupo demasiado por estos detalles y que el niño se queja si está incómodo. De lo contrario presuponemos que está a gusto. Incluso Raúl me ha sugerido alguna vez que imitemos a esos padre que llevan a sus pequeños bebés, incluso recién nacidos, a tomar algo por las noches estivales. En respuesta tuerzo el gesto porque no me hace ninguna gracia. A pesar de todo alguna vez he cedido, aunque no creo que le haga ningún bien a Daniel.

Afortunadamente, la gran parte del tiempo mi niño sigue unos horarios aptos para su corta edad.

Seguramente el resto de los padres me mirarán mal a mí por otras cosas. Quizá desaprueban que le deje gatear libremente por el cesped del parque o que le lleve a la piscina porque piensan que es demasiado pequeño... Incluso censuren que conviva con dos preciosos gatos. Como ya he dicho, la percepción de cada situación es algo muy personal.




La espalda me está matando

El dolor de espalda se está convirtiendo en algo crónico. Nunca imaginé cuando me quedé embarazada que tener un hijo repercutía tanto en la salud de los riñones, pero es una realidad desde el primer día.

Ahora que no quiere más que le cojas de los bracitos para echarse a andar se agudiza el problema. Yo lo dejo en el suelo con la esperanza de que gatee y él viene directo a mis piernas para que le ayude a ponerse de pie y guiarme por toda la casa en una posición poco anatómica.


Pero eso no es todo. Por las noches, a la hora de dormir, la mayoría de las veces no se queda dormido al instante, sino que está un ratito llorando porque se resiste a cerrar los ojitos. Berrea con tanto sentimiento que normalmente acabo recostándome sobre la cuna para acariciarle la carita hasta que se duerme. Eso también pasa factura.

Cuando hay que bañarle también me agacho. Lo más cómodo es meter su bañerita en la bañera normal, así que ya hay que arrodillarse para quedar a su altura. Si además el niño te ha salito movidito ni te cuento las posturas que hay que adoptar para que no se te descalabre.

Jugar con él es muy divertido, pero la espalda puede llegar a crujirte de tanto que te levantas, le sientas, lo coges el vuelo, lo levantas a él, lo sigues gateando por toda la casa, le mantienes de pié mientras curiosea algo y un sinfin de posibilidades, todas malas para los riñones.

Por no hablar de las veces que no hay manera de evitar coger el carrito a peso para subir o bajar unas escaleras. O cuando el niño está mimoso y quiere que le tengas en brazos todo el rato. A veces ni siquiera le gusta que te sientes y te lo hace saber a su manera. Con lo que hay que mecerle de pié. Mecer más de nueve kilos de peso. Aunque, eso sí, con mucho gusto, porque es tu hijo, le quieres, y te encanta que se ponga mimoso.








lunes, 28 de junio de 2010

Qué pereza la belleza

Cuidar de un bebé es algo que puede acabar siendo muy absorbente. El peque chupa todo tu tiempo y, en mi caso, yo se lo doy gustosa, aunque a veces noto que me falta mi rincón personal. La vida de Daniel casi es un reflejo de la mía.

También se da el caso de que yo soy una persona muy exagerada y no tengo término medio, así que seguramente debería dejar que el niño se entretenga sólo durante un rato. Pero lo veo tan chiquitín que me da la impresión de que necesita de mí en todo momento. Aunque los bebés son más duros de lo que nosotros creemos.

El caso es que cuando se trata de preservar la juventud, o lo que queda de ella, me entra una pereza mortal. Cuando el niño se duerme, me enfrento a las cremitas, alineadas en su estante y cogiendo capas y capas de polvo, y sin tocarlas me meto en la cama o me dedico a hacer cosas que me parecen más urgentes. Una compañera del trabajo me dijo una vez que sus hermanas (todas madres) tiene un mismo lema: nunca descuidarse. Ni siquiera después del parto.

La verdad es que creo que te tiene que gustar mucho el mundo del potingueo o ser muy presumida para sacar las ganas de untarte el cuerpo para mejorar la imagen. Supongo que cuando Daniel sea más mayor y autónomo la cosa será diferente. Seguramente mis arruguillas ya no tendrán arreglo, pero seguro que me dan una aire más interesante.

sábado, 26 de junio de 2010

Autoridad paterna

Me temo que Raúl impone mucho más que yo. Por lo menos en cuanto el niño se refiere. Y eso que yo tengo infinitamente peor genio que él. Cuando el bebé está haciendo maldades (el 99% del tiempo) su padre sólo tiene que chistarle y él detiene su actividad de inmediato. Su madre intenta hacer lo mismo y le hace oídos sordos. Ya puedo desgañitarme gritando su nombre que si está entretenido en el desmembramiento de lo que sea, hace como quien oye llover.

No sé a qué se debe porque yo pongo un tono autoritario en mi voz y puedo asegurar que no se me escapa ni una sonrisita, pero aún así no me toma en serio. Cuando le riño me sonríe y sólo llora si lo cojo y lo alejo de el objeto de su deseo. En cambio Raúl le suelta "¡Eh!" y el bebé se queda quietito y lo mira serio. Así, sin más. Sin esforzarse en absoluto y ya tiene a Daniel dominado. Y yo que me mato por conseguir hacerme la dura y pasa totalmente de mí. Es un poco frustrante. Tendré que perfeccionar mi técnica.

miércoles, 23 de junio de 2010

La degustación del bebé

Que gusto da ver comer a Danielín. Y que risa, a veces. Me encanta cuando se tira a por la cuchara con ansia e incluso intenta cogerla con manitas para darse de comer él solito. Nunca acierta con la comida en su boca, pero el esfuerzo es lo que cuenta. Claro, que en otras ocasiones se cierra en banda o se hace el loco ante mis intentos de meterle a presión algo que no le guste.

Al principio, seguía a rajatabla las instrucciones de la pediatra sobre la comida que había que darle al bebé. Cómo si fuera algo de vida o muerte. Ultimamente me he relajado un poco y le doy a probar nuevos sabores que puede que no contaran con la total aprobación de la pediatra si algún día se llegara a enterar. Yo no se lo voy a decir. Desde luego.

Son cosas puntuales y no creo que le hagan ningún daño. De otra manera, nunca lo haría. El caso es que desde que le compramos la redecilla en la que se mete todo tipo de alimentos y el niño no corre peligro de atragantamientos me dan gana de que lo pruebe todo para que vaya descubriendo lo que se estaba perdiendo hasta ahora. Y le suele gustar muchísimo la comida para adultos. Claro, la suya es taaaan sosa...

El otro día le di a probar un poco de salmorejo y creo que fue un poco fuerte para él, en cambio la patata frita le encantó.

Que conste que su dieta diaria sigue constando de aburridos purés y papillas de todo tipo. Y ultimamente está comiendo menos. Debe ser este horrible calor.

El polo de fresa

Hacía tanto calor que mi compañera de emocinantes aventuras meternales y yo decidimos tomarnos un helado mientras los niños jugaban en la hierba.

En teoría la idea era buena, pero en la práctica imposible. Ya lo normal es que los niños reclamen nuestra atención todo el tiempo con lo que con una cosa rosa brillante en las manos fue imposible quitarme a Daniel de encima.

Yo me había pedido un polo de fresa y el niño lo miraba estasiado, así que no pude resistir la tentación de dárselo a probar. Le faltó tiempo para abrazarlo y pringarse completamente. Luego se lo llevó a la boca ansioso para, acto seguido apartarlo de si poniendo unas muecas muy raras. Pero no le debió de parecer del todo mal porque volvió a rechupeteralo, a partarlo, a rechupetearlo de nuevo y así un buen rato poniendose pringoso todo él y su ropita.

Su compañero también quiso probar, pero a él le gustó desde el primer momento. Estuvo regodeándose con la fresa helada un ratito y después se giró con la rápidez del rayo hacia su madre para dejarle marcadas dos manazas rosas en su pantalón blanco. Menos mal que las toallitas del culete de bebés obran milagros con este tipo de suciedad.

La madre del otro niño se pidió el helado de chocolate y también se lo dio a probar a Daniel, que hizo su mueca habitual y dejó la boca muy abierta para que el poquito helado que le habían dejado en la boca cayera lentamente hacia su camiseta, ya asquerosa de por si. ¡Vamos! Toda una experiencia.

lunes, 21 de junio de 2010

Profesiones de futuro


A veces te preguntas que profesión adoptará Daniel en el futuro. Ahora mismo despunta en ciertas areas. La más destacable es la de peluquero. En cuanto puede te agarra de los pelos, y sólo con sus manitas, te hace unos peinados de lo más 'fashion'. Unos tirones por aquí, unas babitas por allá y ya puedes disfrutar de un auténtico 'look' de loca único en el mundo.


Otra opción que parece atraerle sobremanera es la de dentista. Muchas veces le coges en brazos y echa sus manitas hacia tu boca para manipular tu dentadura con mucha maestría. Incluso hace que te salten las lágrimas del dolor como los dentistas de verdad.



Ser jardinero también le gusta. No veas como arranca las malas hierbas (y las buenas y lo que pille). Que maña se da.


Los aparatos electrónicos le pirran. Los aporrea con entusiasmo y luego se los lleva directamente a la boca. Los cables son uno de sus juguetes favoritos. Por mas que le riño cuando tira de ellos con su 'delicadeza' habitual y lo alejo del peligroso lugar sin contemplaciones, el sigue volviendo a tirar de sus adorados cables en cuanto me despisto.



Aunque puede que se decante por la cata de todo tipo de alimentos (o de lo que sea), porque tiene una tendencia casi obsesiva de rechupetearlo todo (a su mami incluida).

Vamos que por ahora va despuntando en muchos sectores laborales. Mientras no se haga periodista como su madre todo va bien.

domingo, 20 de junio de 2010

Terremoto


El domingo quedamos en casa con los primos y el hermano de Raúl y su novia para jugar a juegos de mesa, porque a veces también hay que invertir algo de tiempo en ocio propio.

Los primos trajeron a sus dos hijos, los dos de corta edad. Además, Pilar está esperando el tercero. ¡Que valiente! Me dijo que se había creído eso de que el cambio de dos a tres era casi imperceptible. Yo sólo de pensar en tres Danieles me echo a temblar. Si mi niño cuando más guapo está es cuando duerme. El resto del tiempo no hay quien lo pare quieto.

Así que mi casa se llenó de niños de todas las edades y lloros de distintos niveles, turnos de comidas, cambios de pañal... Saqué juguetes para que se entretuvieran, pero siempre iban a lo más peligroso. De hecho tuvimos un accidente. Uno de los gatos, nadie me aseguró cual, arañó a traición al pequeñajo de quince meses. Supongo que sería Fantasma porque Misi está acostumbrada a que Daniel le arranque pelos. Aunque ya tuvimos un episodio de arañazo en la cara de la niña de un amigo por parte de la gata.

La verdad es que los gatos se asustan con los movimientos bruscos de los niños y a estos últimos les encanta apretar a estos peluches en movimiento. Una combinación peligrosa de difícil solución. Ahora que Danielito cada vez tiene más movilidad tendremos que andarnos con ojo para que no se mutilen mutuamente.

El caso es que la conclusión que saqué de esta timba de juegos de mesa que organizamos eldomingo es que... ¡Los papis tiene mucho morro!... y las mamis mucho sentido del deber. Pilar y yo sólo pudimos jugar una partida. Y encima angustiada porque le tocaba baño al niño y si se le retrasa mucho nos la monta para cenar. Así son los niños. Si les cambias los horarios te lo harán pagar muy caro.

sábado, 19 de junio de 2010

El milagro de la cebolla

Al final he caído como Daniel. Estoy resfriada y me da la impresión que el niño está pasando por lo mismo que yo, así que si tengo sed le doy agua, si tengo frío le tapo y si tengo calor le destapo. Me guío por mi estado de ánimo para proceder con él. El pobre debe pensar que estoy loca porque me levanto cinco veces por la noche a quitarle y ponerle la manta según vayan mis sudores.

Mi madre y mi hermano me han insistido que use con le niño el truco de la cebolla para que pasemos mejores noches (consiste en cortar una cebolla por la mitad y dejarla en la mesita de noche). Le he hecho caso y la verdad es que parece casi milagroso. El niño ha tosido mucho menos y yo he podido descansar mejor. Aunque sigo levantándome de vez en cuando para ver como está, pero al menos duermo algunos intérvalos de tiempo. Eso es una gran mejora.

Daniel tose menos, pero sigue con ríos de moquitos que le dificultan la respiración. Si no fuera porque sigue jugando y riéndose tan tranquilo estaría preocupadísima. Que truquito habrá para la congestión nasal.

viernes, 18 de junio de 2010

Tosiendo toooda la noche

¡Buf! Que pesadilla. El pobre Daniel se ha puesto malito. No em extraña con el tiempo tan cambiante que tenemos. Ahora frío, ahora calor, sin ninguna consideración. Lo raro es encontrar a alguien que no tosa o moquee o estornude. Daniel hace las tres cosas. Al menos no tiene fiebre y está bien de ánimo. Es de agradecer.

Los moquitos y la tos no le deja dormir por las noche. A veces llora un poquito y otras no, pero mami siempre tiene los ojos abiertos como los buhos porque su tos no me deja dormir. Me angustio con la preocupación. pensando en lo molesto que tiene que estar el pobre. A mitad de la noche acudo a su lado para quitarle los moquitos, cosa que no le hace mucha gracia, y darle agua. La mayoría de las veces amanece tumbadito en mi cama.

Tengo tanto sueño y estoy tan cansada que me dormiría de pie. Todas las noches pienso que me voy a desmayar en la cama, pero en cuanto el pequeño empieza a toser me desvelo. Espero que se mejore pronto porque si no la que se va a poner mala soy yo.

jueves, 17 de junio de 2010

Chucherías para bebés

Dando un paseo por el parque con la chica que me suele acompañar últimamente sucedió una cosa curiosa. Su hijo se emperretó porque quería bracitos (a quien se me parece...) y la madre, ni corta ni perezosa sacó una especie de gusanito de toda la vida, pero en enorme y se lo dió al niño que procedió a rechupetearlo con gran deleite. "¿Tú hijo come 'Aspitos'?". "¿Ein? ¿As qué?".

Me explicó que su pediatra le había dicho que eran una especie de golosinas aptas para bebés que les ayuda a aprender a aspirar y absorber.

A lo que hemos llegado. ¡Chucherías para bebés! Plastico y petróleo para tiernos infantes. Antes de que me diera cuenta de los que hacía ya le había dado a Daniel el trozo de guarrería sintética que me había dado mi compañera en la maternidad. Le encantó. Se lo comió en un tiempo record. Toda su carita y parte de la ropa estaba llena de una sustancia pegajosa y amarillenta.

Esto tiene que ser malo para su dientecito. Aún así me informe al instante de dónde se adquiría tamaña porquería porque, la verdad, es que su niño se calmó en cuanto vio la golosina.

Me faltó tiempo para comprar cuatro sobres en una tienda. Pero se los pienso dar con cuentagotas. Sólo cuando la perreta adquiera dimensiones estratosféricas y exclusivamente durante el paseo, porque no veais como ensucian los 'Aspitos'. Si es que ya no saben que inventar.

miércoles, 16 de junio de 2010

No me da la vida

Que dura es la vida de las madres. No entiendo como mi madre y mi suegra pudieron dominar a tres energúmenos. A mi sólo me toca lidiar con uno y hay veces que lo dejo por imposible.

Ahora le ha dado por toquetear los cables de los aparartos electrónicos del mueble de la tele. Y no hay pocos. Ya le puedes dar en el culete y gritar energicamente "¡No!", que el enano te toma por el pito del sereno. Lo único que puedes hacer es desengancharle al fuerza mientras berrea con todas sus fuerzas. En cuanto lo vuelves a soltar regresa a su posición frente a la televisión.

Ya no le gusta nada la cunita de viaje que usamos a modo de parque. Por lo visto ahora quiere ampliar horizontes y se le hace pequeño lo que antes era suficiente.

Cuando él está en casa olvídate de hacer nada más que no sea vigilarle estrechamente. Y cuando no está hay que preparar la casa para cuando llegue. Ventilarla, limpiar lo que se pueda, prepararle el saquito en su cuna con vistas a la hora de dormir... y un sinfín de detalles que me hacen perder muchísimo tiempo. También hay que aprovechar para comprar, para ducharse tranquilamente sin peligro de que un berrido te haga salir precipitadamente del baño.

Luego corre a buscar al pequeñajo a la guardería y llévale al parque para que le dé el aire. Por supuesto una vez allí te va a exigir atención absoluta, que los cojas en brazos, que lo ayudes a caminar, que estés atenta de que no se vaya gateando muy lejos de ti. Niño arriba, niño abajo, riñones machacados... Y vuelta casa a tiempo para darle el baño, limpiarle los oídos, sacarle los moquetes, darle el biberón (sobre el que se tira como un desesperado), con ayuda de Raúl.

Juega otro ratín con él intentando que no se lastime con todos los potenciales peligros que encierra la casa y, por fin, llévalo a la cuna (el momento que estabas esperando para dejar descansar a tu espalda un rato). Reza para que se duerma enseguida porque si no toca hacer excursiones al cuarto del bebé cada vez que se ponga a berrear hasta que se duerma por agotamiento (tuyo y suyo).

Luego solo queda hacer la cena, comértela y meterte en la camita de cabeza. Probablemente el enano se despertará un par de veces por la noche para hacerte saber que él sigue ahí. No te has dado cuenta y ya ha empezado un día nuevo. Aunque por las mañanas (entre semana) le toca a papá atender a Daniel.

martes, 15 de junio de 2010

Daniel, el travieso

Me han repetido hasta la saciedad que ponerle Daniel de nombre al niño era una mala decisión porque no hay ningún pequeñajo con ese nombre que no salga travieso (por eso de los famosos dibujos animados de 'Daniel el travieso' que me temo que nuestros hijos no conocerán por culpa de los archifeos 'Gormitis', por poner un ejemplo).

Yo me reía y pensaba: "¡Vaya tontería! Éste se va a parecer a mí, que sólo comía, dormía y engordaba como una cerdita". Pero no, los genes me jugaron una mala pasada, probablemente por ponerle el nombrecito de marras (cada vez me creo más eso de que encierra una maldición). Y el chiquillo no sé a quien se parece, pero a mí no, desde luego.

En realidad, el nombre me encanta. Se lo repito mucho porque me suena muy bien. Aunque hasta que no me quedé embarazada no sabía que un hijo mío se llamaría así. A veces de pequeñas elegimos nombres para nuestros supuestos futuros hijos. No recuerdo que Daniel se encontrara entre mis posibilidades.

Durante un tiempo barajé Áticus si era niño (del libro 'Matar a un ruiseñor') o Sofonisba si era niña (del libro 'Botones de soltero'. Dos lecturas muy recomendadas, aunque éste último es imposible de encontrar hoy en día). Supongo que Daniel ha salido ganado con mi cambio de opinión.

La verdad es que si pudiera volver atrás no se lo cambiaría por otro (quizá Morfeo, que dicen que dormía mucho), pero a partir de ahora tendré en cuenta las connotaciones que tiene los nombres, porque a la vista está que a veces se cumplen.

lunes, 14 de junio de 2010

Puntos de vista


Hoy se ha levantado el niño con un ojo hinchado y plagado de legañas amarillentas. Le oí removerse a eso de las cuatro de la madrugada y empezó a quejarse sobre las cuatro y media. Así que me levanté a atenderle y me llevé un susto morrocotudo.

Le lavé el ojito con mucha suavidad, aunque él lloraba como si lo estuvieran matando. Luego lo llevé a mi cama, donde se durmió entre hipiditos abrazado a Raúl. Entre los dos decidimos que hoy se quedaba él a cuidar de nuestro retoño y mañana me cogía el día libre yo en la oficina.

Me fui a trabajar con el alma encogida pensando en mi niñito. Mis compañeras se solidarizaron conmigo y me intentaron dar soluciones. Finalmente cambié un fin de semana de turno de trabajo para poder librar mañana y trastoqué a dos compañeras por el camino. Me toca trabajar diez días seguidos esta semana, pero todo es poco cuando estamos hablando de mi pequeño.

En medio de las negociaciones llamaba a Raúl y al centro de salud alternativamente y ninguno me cogía le teléfono. El primero en cogermelo fue el centro de salud. Pedí cita para esta misma tarde sin problemas. Pero Raúl seguía sin contestar y yo me estaba poniendo de los nervios.

Cuando ya tenía todo atado y bien atado para estar junto a mi Danielito convaleciente, por fin me cogió el teléfono su padre. "Espera un momento, que estoy dejando ahora mismo al niño en la guardería" Me suelta. Me quedé de piedra. "Qué ¡Cómo! ¡Mi bebé con ojo hinchado! ¡¿No te ibas a quedar con él?!" Creo que en ese momento me salía humo de las orejas.

Según él, Daniel se despertó feliz y con el ojo mejor, así que no veía el problema en llevarlo a la guardería ese mismo día. Y yo volviéndome loca y volviendo locas a mis compañeras. Ya no me atrevía a deshacer el cambio. Sobre todo en prevención de lo que me podía encontrar cuando fuera a la guardería a por el niño.

Cuando fui a por él me encontré con dos ojos hinchados, aunque menos que el de esta mañana, y una nota de la chica que le cuida preguntándome si quería que el medico de la guardería viera al bebé. No hacía falta porque le llevaba yo a la consulta esa misma tarde. La pediatra me dijo que, como yo ya sospechaba, nos encontrábamos ante un caso de conjuntivitis y que le pusiera una cremita en los ojos cada ocho horas. Una misión imposible si tenemos en cuenta como se retuerce cada vez que le tengo que sacar los mocos o limpiar los ojos con el suero.

Qué diferencia en la forma de pensar y actuar del padre y de la madre. Si no fuera porque pensaba que hoy libraba una compañera y que sería una faena dejar tiradas al resto con el volumen de trabajo que tenemos, ese mismo día me hubiera quedado en casa cuidando del enano. Y va Raúl y en cuanto puede me lo descarga en la guardería. A ver si es que me estoy preocupando demasiado.

domingo, 13 de junio de 2010

No mates al padre

Criar un niño entre dos es algo que aparentemente resulta de los más normal. Incluso puede parecer que es la opción más deseable en la que la pareja se ayuda una a la otra y todo es felicidad y armonía.

Nada más alejado de la realidad. En mi caso Raúl y yo tenemos conceptos muy diferentes de la vida en general, así con respecto a la forma de educar y cuidar al niño la cosa empeora.

La mayoría de las veces intento que participe conmigo en el cuidado de Daniel, pero acabo perdiendo la paciencia. Y supongo que a él le pasa lo mismo conmigo. Al final prefiero ocuparme yo sola del niño en la medida de lo posible. Tengo amigas que dicen que no me fío del padre. Incorrecto. Sí que me fío, pero no comparto sus métodos. Ni que decir tiene que él tampoco comparte los míos. Así que... ¡Para qué discutir!

Cuando le toca cuidarlo a él yo no estoy allí para presenciar lo que hace (Ojos que no ven, corazón que no siente) y viceversa. El problema surge cuando estamos los dos presentes. Por ejemplo, un día preparó Raúl el baño y vino muy contento a decirme que ya podía desnudar al niño. Cuando meto su cuerpecito en el agua, ésta estaba demasiado fría, pero a él no le entraba en la cabeza que esa temperatura fuera fría para el bebé. El niño estaba tan feliz cogiendo su resfriado tranquilamente y yo estaba bufando por dentro. Seguro que él piensa que escaldo a su niñito.

Otra vez que el niño nos dio mala noche, trajo al pequeñajo a nuestra cama y justo cuando estaba quedándose dormidito abrazado a mi, Raúl decidió darse la vuelta en la vama dando brincos y haciendo que temblase el colchón. Lógicamente, Daniel se despertó procedió a no dejarme dormir a mi a base de manotazos y pataditas.

Hasta que comprendió que no había que espachurrar las botellas de plástico durante la siesta del bebé si no quería que yo muriera de un ataque al corazón pasaron al menos seis meses. Su teoría era que el niño tenía que acostumbrarse a dormir con ruido y la mía que había que aprovechar al máximo los momentos de tranquilidad.

La verdad es que es todo un reto ponerse deacuerdo a la hora de proceder con el enano, pero a veces lo logramos y todo. Supongo que es ley de vida darte de tortas con tu marido (en sentido figurado) para lograr que entienda tu postura.

viernes, 11 de junio de 2010

El diente

El otro día estaba jugando con Danielito cuando de repente le entraron unas ganas trrmendas de rechupetarme la mano. A veces le pasa. Pero esta vez fue diferente. Noté un cambio sustancial. Algo muy pequeño, duro y afilado como un diamante picudo me taladró la carne.

Mira que bien. Al niño le salido un diente. Ya nada volverá a ser lo mismo. A partir de ahora, cada vez que se acerque mi mano a la boca, salivando anticipadamente, tendré que preparame para el dolor. No es que duela mucho, pero molesta. Y encima toca aguantar con disimulo porque a él también le toca lo suyo.

Todo el mundo asegura que el pobre lo está pasando muy mal con esto de los dientes. Que le duele mucho. Aunque yo me pregunto: cómo demonios saben eso. ¿Les han preguntado a 100 bebés y el 99% de ellos han rellenado la casilla de "Sí, me duele mucho cuando me empiezan a salir los dientes". Porque a este bebé no se le vé muy molesto. A lo mejor es que todavía no ha llegado al momento culmen de salida de dientes a porrillo con dolor en abundancia y noches en blanco para los papás. Me echo a temblar sólo de pensarlo.

Puede que sufra en silencio mientras machaca mi mano. El caso es que como lo hace de una manera muy simpática yo me dejo cómo una pelele. Si es que hay veces que hace de mí lo que quiere.

jueves, 10 de junio de 2010

Ya se pone de pié

Este niño no para. Hace unos días comenzaba a arrastrar su pancita por toda la casa causando estragos a su paso y ahora lo que más le gusta es mantenerse de pie agarrado a lo que le pille más a mano, normalmente su madre (¡Ay! Mi espalda ¡sigh!).

Ojala se estuviera quieto un ratito para poder hacerle mimitos con tranquilidad, pero... ¡que va! El se retuerce como un energúmeno y se agarra con todas sus fuerzas para escapar de tus brazos y arrastrarse a hacer perrerías. Si lo dejas en el suelo tampoco hay paz porque va directo a los rincones más peligrosos, a tirarle la comida a los pobres gatos, a ponerse de pie justo enfrente del pico de un mesa... ¡Quién dijo miedo! Desde luego Danielito no.


martes, 8 de junio de 2010

Daniel quiere guerra toda la noche


No sé que le pasa a este niño que hay noches que las duerme del tirón (eso sí, a las seis de la mañana , mas o menos, en pie) y otras que no pega ojo. Ni él ni sus sufridos padres que tienen que estar atendiéndole e investigando que demonios le pasa esta vez.

"¿Querrá agua?". "No sé, ¿probamos?". "Pues no, no parece que se calme". "Dámelo a mí". "No, espera que le voy a mecer un poco". "¿Tendrán hambre?". "Voy a calentarle el biberón"... Y así hasta que damos con el asunto y lo volvemos a introducir con sumo cuidado en su cunita o hasta que nos rendimos y se viene con nosotros a la cama de mayores.

Cuando sucede ésto último, pueden pasar dos cosas. Una, que se duerma feliz entre los dos con una sorisa triunfadora o, dos, que siga dando guerra un rato más para desesperación paterna. En este caso suele arrear patadas t manotazos a diestro y siniestro, además de menearse como una lagartija y llorar como un loco. Y las horas van pasando. Si es un día de entresemana resulta horrible ver como se acerca la hora en la que va a sonar el despertador y que el pequeñajo sigue cantando en do mayor. Si es fin de semana, hagas lo que hagas, Daniel te despertará a una hora en la que aún no han puesto las calles con ganas de jugar, pero al menos tienes la esperanza de poder aprovechar su siestecita mañanera para recuperar una poco de sueño.

Cuando te vas a trabajar y estás delante de la pantalla no puedes avitar pensar en una cosa: "Qué le pasaría a mi pobre niñito. ¿Estará bien en la guardería? Pues claro que está bien. Roncando a pierna suelta en su siesta mañanera, mientras yo estoy dejándome los somnolientos ojos en este ordenador".

lunes, 7 de junio de 2010

El secreto de los tres meses

Cuando me quedé embarazada nadie me explicó lo de los tres primeros meses y eso que hablé con muchísimas madres. Todas estuvieron de acuerdo que eran horribles hasta decir basta cuando el niño ya había venido al mundo y yo ya lo estaba probando en mis propias carnes.

Realmente son tres meses fatales de estar encadenada a un niño que hace más que exigir su alimento y, en mi caso al que le cuesta mucho dormir (eso todavía le pasa hoy en día).

Supongo que depende del niño y de si le das biberón o teta. A lo mejor alguien lo ha pasado estupendamente y se ha tomado su baja como unas vacaciones, pero lo dudo.

Yo lo pasé muy mal. Y las personas que me rodeaban no dejaban de repetir los mismo: "Es que los primeros tres meses son muy malos". Y si son tan malos y ellas los sabían por qué no me lo dijeron antes para que me fuera haciendo una idea.

Me he dado cuenta de que no es a la única a la que le ha pasado. una chica me dijo una vez que para ella también fue una sorpresa y que pensaba que a lo mejor lo de los tres primeros meses es un secreto que mantiene oculto las madres para que no se te quiten las ganas de tener hijos.

Por mi parte, yo le comento a todas las embarazadas que me encuentro que los tres primeros meses son un infierno en vida. Por la cara que me ponen no sé si les estoy haciendo un favor o les estoy haciendo la puñeta, pero encuentro un deber el prevenirlas de lo que les espera para que estén preparadas cuando les llegue el momento.

domingo, 6 de junio de 2010

Ese oscuro objeto de deseo

Es increíble la destreza que tiene los críos para dirigir sus esfuerzos, y sus manitas, justo donde tú no quieres que lo hagan. Y que rápidos son de repente.

Giras un segundo la cabeza y ya están desparramando la comida de los gatos por el suelo del salón.

Yo cuando veo que le brillan los ojillos a Daniel me echo a temblar. Qué habrá visto.

La primera vez que lo ví gatear cual fitialdi iba directo y de cabeza a una fuente con chorro de un centro comercial. Menos mal que lo agarré a tiempo, aunque vaya perreta se cogió porque le había arruinado la diversión.

Ahora que se arastra como una culebrilla y que, en ocasiones, hasta alza una ratito el culete y da algún que otro gateo hay que estar ojo avizor las venticuatro horas del día para evitar accidentes y destrozos. Porque los niños son muy brutitos. Eso de la ternura es un cuento chino. Sólo te enterneces tú, mientras que él te patea, araña y arranca pelos con toda la tranquilidad del mundo.

En cuanto le dejo en el suelo enfila a mi zapatilla para rechupetear la sucia suela, o hacia los gatos para hacerles la vida imposible o, lo peor de todo, hacia el mueble de la tele para cogerse los deditos con el cajón que abre y cierra con mucha soltura.

El baño de los gatos, incomprensiblemente, también se ha convertido en objeto de su deseo. Sólo el olor debería echarle para atrás, pero ahí está él, erre que erre, siempre maquinando para acercarse.

En definitiva, la movilidad del bebé es el comienzo de una nueva era para sus madres. Y no pinta nada bien. Me temo que mi pobre retoño se va a dar cabezazos, tortas, culazos y piñazos para aburrir.

sábado, 5 de junio de 2010

La palabra mamá no está en su vocabulario

Realmente a Daniel le está costando decir "ma". Alguna vez se lo he oído, pero "ma má" jamás de los jamases. Supongo que con soltar una "buaaaaaaaaaa" tiene suficiente. Su madre acude ráuda y veloz.

En cambio "paaaaa", "baaaa" y una especie de "uaaaaaaaa" que más parece un chillido le salen bordados.

El otro día una amiga le intentó enseñar a decir está sílaba en cuestión y para ello usaba a su pequeño, tan sólo un mes mayor que Daniel. "Venga cariño. Di "ma" para que Daniel lo pueda aprender" Y su hijo soltaba un "prrrrrrrtz" salivoso muy gracioso. Por fin el niño se puso a cantar alegremente "ma, ma, maaaaaaaaaaa, ma, maaaaaaaaa, ma". Las dos miramos a Daniel espectantes para ver si había dado resultado el plan. Daniel nos devolvió la mirada y muy serio dijo "prrrrrrrrrrrrrtz". Así que mi hijo ya ha aprendido una cosa nueva. A escupir.
¿Quien dijo que los niños eran facilmente moldeables? Ese señor no tenía hijos.

jueves, 3 de junio de 2010

Conflicto generacional




Los tiempos cambian, la forma de educar a los hijos el medio que nos rodea... Todo. Cambia tan rápido que no me extraña tanto que falle la comunicación entre generaciones. Incluso entre gente con la que me llevo no más de diez años. De hecho, entre mi hermana y yo sólo hay quince meses y hay veces que noto de forma imperiosa el conflicto generacional.

Esto influye enormente en tu vida cuando de repente en tu hogar conviven tres personas en vez de dos, porque todo el mundo adora al chiquitajo y quieren poner su granito de arena en su cuidado, educación, seguridad, etcétera.

Unos te aseguran que lo mejor es que beba mucha agua, otros que con la del biberón ya es suficiente. Unos te dice que le dejes llorar, otros que necesita mucho cariño, que le cojas, que le sueltes, que le abrigues, que le desnudes, que le des de comer, que le dejes de dar de comer, báñalo ahora, mejor más tarde, esto, lo otro...¡Una locura! Luego vas a la pediatra en busca de respuestas y te suelta. "Ummmmmm.. si le ves molesto le das apiretal y si no, pues como siempre". Y ¿cómo es "como siempre"?, si yo no tengo ni idea del tema y la información que me viene de fuera es tan contradictoria. Ni siquiera puedo acudir a internet porque ahí se junta el conflicto generacional, con el cultural. Te encuentras opiniones de gente de muchas nacionalidades, razas, religiones, culturas... Y todo influye. Incluso en las páginas que se venden como pediátricas encuentras contradicciones.

Hay gente que me asegura que sólo me puedo guiar por mi instinto, pero yo no lo veo tan claro. Creo que me vendría bien una pequeña ayudita de vez en cuando, pero sin exigencias. Porque te encuentras de todo cuando estás insegura con un tema: desde la persona que no admite réplica, a la que te aconseja sin esperar que le acabes haciendo caso. Y, entre medias, todas las gamas de gente con opinión que pueda existir en el mundo.

Afortnadamente muchas veces logro suplir mi inseguridad con una profunda cabezonería.

miércoles, 2 de junio de 2010

Confidencias entre mamis

Ultimamente me junto cun una madre que he conocido en la guardería para dar el paseo al niño. Parece una tontería, pero por las semejanzas entre ambas (madres primerizas, jóvenes relativamente, hijo bebé con diferencia de un mes...) me siento un poco comprendida. Otras madres con hijos más mayores parecen haber olvidado sus inicios o les tocó otra época con métodos diferentes.

Mi madre, directamente, pasa de los detalles y se va al grano. "¿Tú estas bien?, ¿El niño está bien? ¿Raúl está bien?... Pues genial, ahora cuentame anécdotas de Danielito". Mi suegra el otro día me soltó que ella veía que hacía muchas tonterías, pero que me dejaba hacer si con ello me veía más contenta. Mi hermano asegura que me paso tres pueblos con mis cuidados, cuando él era un padre pegado a una niña. Pero ya no se acuerda de eso (el resto sí nos acordamos, Fernando).

A esto me refiero cuando digo que me siento un poco incomprendida, aunque le cuente mis cuitas a padres jóvenes como mi hermano y su mujer. Con esta chica con la que paseo es distinto porque le puedo contar cualquier nimia preocupación y ella me contesta "A mí me pasa lo mismo" y viceversa. Una conversación puede ser "¿No crees que a Daniel le lagrimea mucho el ojo?", "Un poquito sí, pero no parece muy grave. Mi chico no gatea todavía, creo que voy a ir al pediatra a ver si me dice algo", "Si te sirve de consuelo el mío tampoco, pero no está de más que vayas al pediatra" y así todo el rato intercalado con otros temas como las vacaciones, el tiempo y, el mejor de todos, nuestros maridos (jua, jua, juaaaaa). Además, es genial saber que no estás aburriendo a tu interlocutor con una charla interminable sobre tu hijo.