jueves, 30 de septiembre de 2010

Angustia vital

Hoy llegaba Raúl de su viaje, así que yo estaba contenta como unas castañuelas porque Daniel se quedaba a dormir en casa. Por la mañana me imaginaba un día perfecto, primero en el parque con el niño, luego en casa con el reencuentro entre el padre y el hijo... Todo muy bucólico. Pero que va. Nunca salen las cosas como uno quiere.

En primer lugar el niño salió un poco malo de la guardería. Me dijeron que no había comido muy bien, que había vomitado, que había estado llorón... Mi primer impulso fue correr a ver a la pediatra, pero la cuidadora me recomendó esperar hasta mañana y observar la evolución del niño. En el parque recuperó fuerzas y se puso a jugar tan feliz, así que me tranquilicé un poco.

Me lo llevé a casa y cuando iba a darle el baño sonó el timbre de la puerta. "¡Raúl!" pensé yo muy contenta (me suelo dejar puestas las llaves de casa por dentro y al pobre no le queda más remedio que tocar a la puerta). Pero cuando abrí me encontré cara a cara con mi suegra. Venía a por el niño. Yo pensaba que Raúlle había dicho el día que volvía y raúl que se lo había dicho yo,así que ahí estaba ella... y como caída del cielo, la verdad. Al final fue una feliz casualidad la equivocación porque Raúl me avisó de que estaba teniendo problemas con el vuelo, así que para curarnos en salud, decidimos dejar una noche más al chiquitín con su abuela.

Cómo llevaba todo el día pensando que se quedaba conmigo a mi me dio un bajón anímico - psíquico tontísimo. Así que me despedí de mi enfadadísimo hijo y me dediqué a llorar el resto de la noche pesadas lágrimas de cocodrilo y diciéndome en todo momento lo irracional que estaba siendo.

La desconfianza de mi hijo

Con esto de que Raúl se ha ido toda una semana y el peque se va a dormir a casa de su abuela,todas las noches para que lo lleve a la guardería por las mañanas, tengo a Daniel un poco ñoño. En cuanto me ve se abraza a mis piernas. Si ve algo interesante corre a por ello, pero al minuto ya está buscándome de nuevo y si no me ve se echa a llorar. Cree que ya le estoy haciendo otra vez el lío.

Por mi parte, le abrazo todo lo que puedo, se deja, y más. A veces creo que hasta llego a ser cansina. Le doy un montón de besitos y juego con él todo el rato. Tengo que aprovechar bien el tiempo que estamos juntos. La verdad es que mi suegra se lo lleva a la hora de dormir y no debería echarlo mucho de menos, pero se nota su ausencia muchísimo. Yo sé que no está en su cuna cuando me meto en la cama por las noches.

En realidad, se lo está pasando bomba con la abuela, que le mima muchísimo y le dejará jugar mucho más que yo antes de meterlo definitivamente en su cunita. Y yo aquí echándole de menos.

martes, 28 de septiembre de 2010

Me quedo triste

Cada vez que veo a mi suegra desapareciendo con el carrito y el niño me entra una tristeza aguda y una desazón terrible. Cómo Raúl no está, es la pobre Chari la que aguanta a Danielito en sus noches más trerribles. Yo en cambio duermo como una bendita.

Debería estar contenta porque soy yo la que le va a buscar a la guardería, le llevo al parque, juego con él toda la tarde, le doy el baño... ¡Vamos! La parte divertida. Pero cuando le siento en el carrito para que se lo lleve la abuela me da la absurda impresión de que el niño se siente traicionado y me dan ganas de llorar. Lo cierto es que se enfada muchísimo conmigo y ya no quiere que le dé besitos ni nada. Me aparta con su bracito y me mira muy mal. Cada mirada se me clava un puñal. Estoy segura de que él lo sabe y redobla su enfado sólo para hacerme sufrir. Si es que los niños son muy crueles.

lunes, 27 de septiembre de 2010

La revisión del año

Con el cumpleaños llega la revisión pediátrica. Afortunadamente no había que vacunarlo esta vez, pero dentro de tres meses habrá que pincharle cuatro veces. Seguro que acabo llorando con él ante la estupefacta mirada de la enfermera. Esta vez ha sido un revisión relámpago. El veredicto de la pediatra ha sido contundente: "sano como un manzano".

Pesarlo no fue fácil. El enano se quedó sentado en la báscula, se agarró muy fuerte a los bordes, y comenzó a zarandearlo todo. Desesperada la pediatra acertó a decir: "ummmmm, diez kilos maaaasssss o menosssss". Y ahí quedó la cosa.

La pobre tuvo que darle todos los juguetes que tenía por la consulta para calmar niños, e incluso su bolígrafo. La verdad es que Daniel se portó fatal. Se cogió un berrinche en la camilla. Sólo quería nadar suelto de un lado al otro de la consulta para jugar con cosas peligrosas. No quiero ni pensar la que va a liar con cuatro pinchazos dentro de tres meses.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Raúl, otra vez de viaje

Después de un día intensamente feliz. Vino uno un poco triste. Raúl se tenía que marchar de nuevo de viaje por trabajo. Pasamos una mañana estupenda los tres juntitos y luego se despidió de nosotros para coger el avión. Nosotros seguimos rumbo al parque de niños donde Daniel se lo pasa bomba. En el camino ma acordé de que ayer no le habíamos dado nuestro regalo de cumpleaños a Daniel (unos instrumentos musicales tipo sonajero, porquel e gusta mucho hacer ruido). Ahora tendremos que esperar al padre. No sería justo que se lo diera solo yo.

La tarde transcurrió normal, entre juegos, perretillas varias, la hora del baño,más juegos... Y al final llegó la hora de subir a Daniel a casa de su abuela. Lo monté en el carrito con resignación y enfilé hacia mi destino. Me costó muchísimo separarme de él. Sé que va a estar bien cuidado y que Chari le va a dar todos los mimos del mundo, pero es que le echo tanto de menos. Ahora me tengo que concentrar en hacer las mil cosas pendientes que tengo en mi lista Hay que aprovechar al máximo el tiempo que estoy sola.

Lo malo es que cada vez que paso delante de la habitación de Daniel, me asomo por la puerta, veo su cunita vacía y se me hace un tonto nudo en la garganta. Seguro que él está de fábula jugando y riéndose a mas no poder. ¡Qué madre más tonta soy!

sábado, 25 de septiembre de 2010

El cumpleaños de Daniel


¡Daniel ya es un niño mayor! A partir de ahora le podemos enseñar a decir su edad con la manita. Tendrá que levantar un dedo, porque ya ha cumplido sus doce meses de vida.
La verdad es que no tenía ni idea de cómo organizar una fiesta de cumpleaños para un bebé tan pequeño. En mi opiniónel pequeñajo no se entera de lo que está pasando y, en realidad, por mi parte ni lo hubiera celebrado. Pero su padre tiene otras ideas y cuando le sugerí que empezáramos con el lío de los cumpleaños a partir del segundo año me puso una cara que me lo dijo todo. Le hacía más ilusión al padre que al hijo. Así que me puse manos a la obra e inicié una exhaustiva búsqueda por internet para saber cómo podía proporcionarle al enano el mejor cumpleaños, dentro de mis posibilidades y de sus limitaciones.

Después de mil páginas se me ocurrieron otras tantas ideas, pero al final sólo adoptamos unas pocas porque el tiempo del que disponíamos hacía imposible organizar el despliegue que yo pretendía.

Por la mañana felicitamos profusamente a Daniel, le dimo su primer regalo, el de la abuelita Matilde. Un mando a distancia falso y unos coches (uno de los juguetes preferidos de los niños, no sé por qué, aunque la lista de juguetes codiciados la encabezan las cocinitas. Ya le caerá una cuando sea mayor). Fue todo un éxito porque estamos hartos de quitarle el mando de la televisión a cada segundo y ahora con el falso se entretiene un montón. Después de abrazarle hasta la saciedad, darle muchos besitos, darle de desayunar, asearlo y alimentarlo, se lo enchufamos a la abuela Charo para poder prepararlo todo. En la casa de la abuela paterna se encontró con el segundo regalo. ¡¡Un saquito de cochecito para el invierno!! Cuando llegue el momento mi pequeñín va a ir comodísimo y calentito. Un lujo de regalo.

Una vez sólos, Raúl y yo comenzamos a hacer la tarta y un gusanito de sandwiches ideal para cumpleaños de peques. sandwiches de pepinos, sanos y buenísimos, de queso y salami picados, para que Daniel se los pudiera comer con facilidad, los indispensables gusanitos, que los bebés comen a puñados, refrescos... ¡Vamos! Que preparamos una auténtica fiesta de cumpleaños infantil . Con yinkana para los niños y todo. Los primitos se lo pasaron muy bien siguiendo las pistas y pasando todo tipo de pruebas: Un jaque mate en el ajedrez que indicaba la habitación del mapa donde se encontraba la siguiente pista, encestar en la cesta de los juguetes, encontrar a Spiderman... Y Daniel persiguiendo a sus dos primitos sin enterarse de nada, pero disfrutando muchísimo. El resto de los regalos también fueron un acierto. Afortunadamente no se nos llenó la casa de cosas porque sólo invitamos a la familia más cercana. Y como la mía está a miles de kilómetros de distancia, sólo vino la política. Una caja de actividades, un enorme libro de trapo y un precioso marco con doce espacios para poner las fotos del niño mes a mes hasta el año y una masilla para plantar la huella de su pie... Todo desfiló por sus ansiosas manitas.

Cuando lo metimos en la cuna estaba tan agotado que se durmió casi sin rechistar. Mi niño ya es un chico mayor. ¡Cómo pasa el tiempo! Snif.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Tremendo susto

Casi me me sale el corazón. vaya susto nos dimos mi compañera de parques infantiles y yo. Llegamos cargadas de chiquillo, carrito y juguetitos varios para el arenero. Como siempre. Soltamos a las bestias para que la emprendieran con algún pobre columpio y nos pusimos a charlar sin quitar el ojo de nuestros hijos, que ahora les ha dado por degustar arena, tierra, piedras, hojas, ramitas y todo lo que se encuentren a su paso.

Llevamos a los niños a la casita del tobogan, a los columpios para bebés, a la tortuguita con muelles que les encanta zarandear. En una de estas Silvia metió a Hugo en una mariquita de madera con un muelle que le encanta. Yo por mi parte estaba remando a mi hijo en otro sitio cuando de repente me llegaron los "gritos de auxilio de Silvia". Me giré y allí estaba el pobre Hugo encajado entre el asiento y una barra. Me quedé de piedra y en un principio no supe reaccionar. Al momento cogí a Daniel en brazos, corri hacia la mariquita, solté a mi hijo de cualquier manera en la arena y la emprendí con el pañal del pobre Hugo. HUgo lloraba, Daniel lloraba, a mi me faltaba poco para soltar unas lagrimitas inoportunas. Me pareció que pasaba un siglo hasta que por fin logramos desencajar al pequeño. ¡Menos mal! casi se me sale el corazón del susto. Me imagino lo mal que lo debió pasar la madre.

Silvia abrazó al lloroso Hugo, yo a mi desconsolado daniel que no entendía lo que pasaba. Les hicimos unos mimitos y los metimos en el cochecito. Demasiadas emociones fuertes ese día. Era mejor evitar otra situación similar. Así que decidimos dar una paseito con los pequeñajos sentaditos y bien atados.

lunes, 20 de septiembre de 2010

La inconsciencia infantil

Hay que tener un cuidado tremendo con estos pequeñajos. Te despistas un segundo y ya están escalando el Everest. Y sin tu consentimiento. Tienen una habilidad especial para ponerse en peligro. Mi pobre chiquitín tiene dos golpes bien visibles en su tierna cabecita. Va como un loco y así se da as tortas que se da.

Por mucho que quieras estar a todo es imposible. Menos mal que se le olvida pronto y al poco está otra vez haciendo de las suyas. Le recoges del suelo, le haces unos mimitos, fijas su atención en otra cosa y vuelta a hacer el loco.

Lo que llevo muy mal es que intente comerse la tierra del parque en cuanto giro la cabeza. El caso es que no le gusta porque pone caras raras, pero sigue llevándose los puñados de piedrecitas a la boca con una obstinación sorprendente y luego me toca a mi hacerle un barrido de la lengua para intentar sacar todos los restos que pueda. Con el consiguiente mordisco, por supuesto.

Tampoco veo muy clqaro porque se empeña en escalar bancos y toboganes por el lado incorrecto o enfilar a la velocidad del rayo hacia un hermoso escalón. ¿Es que no aprenden con la experiencia? Son unos inconcientes y unos temerarios. Menos mal que allí estamos las mamis evitando males mayores en todo momento. Este trabajo de madre es muy estresante.

Mis niños otra vez conmigo

Ya tengo a mis niños otra vez alrededor mareándome. Y yo feliz. Los eché muchísimo de menos. Raúl se las apañó muy bien con el pequeñajo. Aunque hay que admitir que con la ayuda de mi suegra no le debió resultar muy difícil.

Se habían ido al pueblo con toda la familia política. Hasta sus primitos estaban allí. Así que se lo debió pasar bomba, porque le encanta jugar con ellos. Con su prima Natalia también, que le trata como si fuera su muñeco, pero como la tiene más lejos tiene menos trato.

El enano me dedicó una sonrisa de oreja a oreja cuando me vio y ya no se quiso despegar de mí. Se lleva bien con todo el mundo, pero tiene un poco de mamitis.

No perdió el tiempo y se dedicó a desordenar y tirar al suelo todo lo que se encontraba por la casa. Eso sí, sin despegarse mucho de mí. Eso significa que él también me ha echado de menos. Si es que mi niño es más guapo que un sol.

sábado, 18 de septiembre de 2010

De Rodríguez

Mi marido y mi hijo se han ido a pasar el fin de semana al pueblo y me han dejado sola en casa. ¡Qué paz! Cuando se han subido al coche y se han marchado me he quedado muy tranquila y muy triste. La casa no parece la misma sin el pequeñajo armando follón. Ves los juguetes tirados por el suelo y la cunita vacía y te entra una desazón...

Pero es sólo al principio, porque enseguida me puse las pilas y me puse a hacer todo lo que tenía pendiente: limpiar, recoger, las páginas del periódico chino que hay que entregarlas el lunes... ¡Vamos que no tuve tiempo ni para tomarmne un café relajadamente.

Me cundió muchísimo. No me extraña, aunque eché de menos los gritos de Daniel para reclamar mi atención o su manita en mi pantalón dando tirones. ¡Que ganas de que vuelvan!

¿Futuro matón de guardería? Espero que no


Lo que me temía. No ha pasado mucho tiempo desde que Daniel empezó a morderme todos los días y ya se ha extendido su afición a los compañeros de guardería. Ayer le metió un mordisco a su compañeros de juegos en el parque y hoy le ha tocado a su vecino de cuna. Ya no sé que hacer. Le riño, me pongo muy seria, incluso le doy un toque brusco en la boca para que le quede bien claro que eso que hace está mal, pero Daniel se ríe de mi y sigue a lo suyo. A veces incluso insiste e insiste en seguir hincándome el diente.

Espero que no se convierta en el típico matón de guardería. Hace unos días arañó la cara de una niña. Creo que va por mal camino. Una cosa es defenderse y otra atacar sin provocación. En mi entorno cuento la situación preocupada y hay detractores y defensores. Unos dicen que es una costumbre malísima que hay que corregir como sea y otros que ¡A ver que le estarían haciendo esos niños a él! Desde luego su compañerito de juegos en el parque nada. Doy fe porque yo estaba allí en ese momento. Eso sí, un poco después Daniel se tropezó, se cayó al suelo y Hugo aprovechó para pisarle la cabeza. Así son los bebés. Se quieren mucho y lo demuestran a tortazos. Hugo y Daniel hace aspavientos de alegría cuando se ven (en la guardería no están en la misma clase) y enseguida se quieren dar manotazos el uno al otro. Da risa verlos.

jueves, 16 de septiembre de 2010

El tiburon mordedor

¿Que tengo? ¿Un niño o un perrito? Ultimamente Daniel se tira a morder nada más verme. Le da mucha alegría. Agita sus bracitos como un molino y abre bien su boquita para arrearme el mordisco. Sus dientes nuevecitos se me clavan en la piel dolorosamente. Supongo que tiene que ver con el famoso dolor de encías con el que se explica todo desde que el niño cumple cinco meses.

Llora mucho, seguro que son los dientes. Qué mal duerme, lo tiene que estar pasando fatal con los dientes. ¡Uy! Hoy no quiere comer, claro, está con los dientes. Pues ahora le ha tocado masticar carne humana. Para ser más exactos la mía. Pero no creo que tarde en querer explorar otros sabores y le dé dentellazos a otras personas. Deja que coja confianza.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

La almohada

Desde hace unos días le hemos añadido una almohada en la cuna a Daniel. Veníamos observando que cuando lo soltábamos en nuestra cama y tenía sueño se acercaba raudo y veloz a la almohada y apoyaba su cabecita. Cómo no duerme bien últimamente pensé que, a lo mejor, esa podría ser la solución (en momentos de desesperación te agarras a un clavo ardiendo). Por supuesto, no lo era. pero sí que mejoró un poco la cosa. Y se nota que le ha gistado el cambio porque cuando se cansa de recorrerse la cuna y de tirar el chupete al suelo, busca la almohadita, se acomoda y se suele quedar dormido.

Anoche, estaba en plena carrera dentro de la cuna cuando se fijó que yo, que estaba sentada a su lado intentando conservar la paciencia, tenía un bonito cojín amarillo. Enseguida sacó sus bracitos entre los barrotes para alcanzarlo. Como ví que le gustaba se lo puse dentro. No tardó ni un segundo en apoyar su cabecita. Estuvo un ratito en esa postura mientras yo me regocijaba pensando que se iba a quedar frito en ese momento, cuando se volvió a incorporar para acomodarse en la almohada. Al poco volvió al cojín y así durante un buen rato. Mientras probaba uno u otro lanzaba grititos pensativos: "¡hum! ¡oh!". Mi gozo en un pozo.

Así siguió durante una eternidad. Hasta que se cansó y se dedicó de nuevo a tirar el chupete al suelo y a lloriquear para que yo se lo recogiera. Una noche de lo más entretenida. cuando la que se cansó fui yo, lo tumbé y lo agarré suavemente para que permaneciera en postura horizontal hasta que por fin se durmió. ¡Qué cruz!

Problemas

Algo le pasa a mi bebé. Duerme mal, come regular, ya no le gusta la hora de el baño... ¿Qué le está pasando a mi niño? ¿A qué viene esa transformación?

Leí en internet que se debía a que el niño tiene que asimilar muchísimas cosas a la vez en esa etapa de su vida y por eso algunas que ya tenía aprendidas las ha olvidado. Es que es muy difícil asimilar tantísimas cosas de una sola vez. ¡Que difícil es aprender lo básico!

Espero que se vuelva a regular pronto porque me tiene algo preocupada. La verdad es que el chiquillo tiene reservas en sus mollas para un tiempo y no pasa nada su algún día come mal. Las noches malas las entiendo. Es algo normasl en él. Pero... ¿ya no le gusta el agua? ¡Imposible!

Estoy segura de que volverá a ser el mismo en breve.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Grandes enemigos a la hora de dormir al bebé



Hay algo que temo más que al teléfono cuando llega la hora de meter a Daniel en la cuna. En realidad son dos factores que dificultan en gran medida que el pequeñajo coja el sueño. Las noches que cojo a Daniel en brazos para llevarle a su habitación y de repente oigo un sueve "hip" me echo a temblar. Rezo por que se le vaya el hipo pronto y le enchufo el biberón de agua en cuanto tengo ocasión. Cuando era más pequeñín se le quitaba mamando, así que supongo que con el biberón debería ser lo mismo. Aunque doy fe de que no tiene la misma efectividad.


El pobre Daniel da vueltas y vueltas por la cuna buscan un postura cómoda mientras hipa de una forma muy molesta. Cuando parece que ya se va a quedar dormidito, vuelve a hipar y cambia de postura. A veces lloriquea un poco y aprovecho para darle más agua y el chupete, que también parece que algo hace.


Peor resulta cuando el pobre tiene tos. Entonces sí que tenemos una larga e insómnica noche por delante. Tose, se despierta, llora, le consuelas, le das aguita, el chupete y vuelta a dormir hast el siguiente ataque de tos. Otras veces la que tose o estornuda soy yo y desbarato todo el trabajo que tenía hecho. A veces está a punto de caer y me viene un tos inoportuna. Trago saliva para evitarla, peromuchas veces no hay remedio y ya tienes un bebé con los ojos como platos mirándote molesto.

Gatear, caminar, correr, trepar

El otro día estaba en el parque y la madre de un bebé se fijó en Daniel. "¡Tan pequeño y ya corre!". Orgullosa saqué pecho como hacen todas las madres cuando alaban a sus hijos,pero enseguida lo desinflé en cuanto llegó la siguiente frase a mis oídos. "Bueno, ya se sabe la progresión: Gatean, caminan, corren y trepan". ¿Trepan?¡Cómo que trepan! ¿Dónde me encontraré a Daniel cuaLquier día? Si la cuestión de que corra ya es un problema.


Te despistas un segundo metiendo el biberón de agua en la bolsa y ya le puedes perder de vista. Los segundos que tardas en volver a encontrarlo trotando alegremente a demasiados metros de ti son angustiantes. Estoy pensando seriamente en comprarle una correa para niños. Coartaré su libertad, pero estará más seguro. En el parque no hay demasiado problema, porque hay mucho terreno con hierba que amortigua sus caídas. Lo más que le puede pasar es que le atropelle un perro.


Pero en la calle me da miedo que se suelte de mi mano y enfile directo ala carretera. ¡Este niño tiene mucho peligro! Muchas veces se suelta porque ya quiere ir solito. Supongo que su obsesión por cazar gatos han tenido algo que ver con que esté andando tan joven. por otr, muchas veces, o lado, no le da la gana de aprender las palmitas, dice adiós con la mano cuando le viene en gana y se niega en redondo a decir "patata", a pesar de que se sabe perfectamente los fonemas. Es un rebelde.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Experimento gastronómico







Navegando por internet encontré un video muy interesante que me abrió los ojos. Una niña de la edad de mi niño se comía la verdura troceada y directamente de la bandeja de su trona. Ultimamante Daniel me decía que el biberón para mí y luego berreaba de madrugada porque, evidentemente, tenía hambre. Así que vi el cielo abierto.


Cualquier novedad es un descubrimiento inmenso para el pequeñajo. Se lo pasa genial haciendo cosas nuevas. Así que no me lo pensé dos veces y, cómo no tenía tiempo de hervir verduras, usé lo que tenía en ese momento en la nevera: arroz que sobró del día anterior y jamón de york. ¡Madre mía! Cómo me puso todo. Y ¡cómo se puso él! Pero lo importante es que se lo comió. Después se bebió el biberón y no se despertó con hambre en toda la noche.


Se despertó sólo para no dejarme dormir, que ya es una tradición para él. Le encanta verme aparecer por su habitación con la legaña pegada y dando tumbos. Arrastrarme hasta su biberón de agua para buscar a tientas su boquita y enchufárselo. Ponerle el chupete y... ¡Ale! a la cama otra vez... con un poco de suerte.





sábado, 11 de septiembre de 2010

El tormento de los gatos

El tormento de los gatos se llama Daniel. Ahora que ya se mantiene solito, corre como un loco detrás de los pequeños peludos. Menos mal que aún no les gana en velocidad. Fantasma, que es muy listo, se sube a un sitio alto y sigue con su vida felina con toda tranquilidad, pero Misi, que es muy maternal, le espera y se deja torturar un poquito antes de decidir que lo mejor es huir.

Raúl y yo intentamos inculcarle el amor a los animales y enseñarle que no son juguetes, pero a esta edad es muy difícil: "Suave Daniel", "Despacito que los asustas", "No le tires de la cola", "¡No la aprietes!" "¡¡¡¡Ni se te ocurra tirarte encima!!!". Vamos, que cosecho fracaso tras fracaso en este tema. Pero... que puedo esperar si a mi también me maltrata. No sé como no estoy calva ya después de los tirones que me da.

Estos niños son terribles. Menos mal que nacen pequeñitos y desvalidos porque si no no sé que sería de nosotros los sufridos padres. Ni de mis pobres gatos.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Sensaciones termicas


Las madres que dicen que saben exactamente lo que quiere su bebé o son brujas o videntes. Para mí es imposible. Hay veces que acierto de casualidad. Y si llora con la boca bien abierta y berreando a todo volumen: o tiene hambre o se ha hecho daño con algo.

Lo que peor llevo es la climatología. ¿Tiene frío? ¿O calor? Lloriquea porque no le he puesto la ropa adecuada y está incómodo. Lo cierto es que las madres tendemos a pensar que el chiquillo pasa por lo mismo que nosotras. Eso por las noches y en esta época del año se puede traducir como una locura.

"¡Que calor tengo! La colcha sobra. ¡Buf! Fuera, fuera". Claro que... el niño también estará demasiado tapado. Sudando... Pobrecito mío. ¡Ale!, a levantarse a destaparlo para que no coja ningún mal. A la cama otra vez. "Ummmmm, parece que ha refrescado". Otra vez a echarse la colcha por encima. Así sí que se está bien. Es que las madrugadas son mas fresquitas. Claro, que... Antes destapé al niño. Habrá que levantarse otra vez a taparlo. A ver si se va a resfriar. O peor aún, a ver si se va a despertar y me va a dar la noche. Nada, nada... A taparlo. Con tanto ejercicio ahora tengo un caloooooor.. ¿Y si el niño también está acalorado? Después de todo, el también se mueve mucho en la cuna.

Y así me paso estas noches de paso del verano al invierno y que nunca sabes que tiempo te va a hacer. Cómo una madre idiota yendo de una habitación a otra tapando y destapando en concordancia conmigo y mi temperatura corporal. Por supuesto, el niño a veces se resfría y otras llora porque tiene calor y sed. Porque la cruda realidad es que no sentimos y padecemos igual, con lo que no siempre acierto.

Lo mismo me pasa cuando lo saco a la calle y nos lo pasamos muy bien quitando y poniendo jerseis. Hay que tener mucho cuidado porque si ha sudado demasiado ya no le puedes quitar la chaqueta así como así, porque puede venir una corriente de aire y resfriarte al bebé. Pero tampoco puedes dejarlo sudando como un pollo porque le puede subir la fiebre. Aunque no lo creais mantener al bebé a la temperatura correcta es toda una ciencia.

Daniel se porta mal


Vaya día me ha dado el pequeñajo. Se ha portado fatal. En la guardería le ha dejado marcada la cara a una niña con sus uñitas. Manos mal que no me tocaba ir a buscarle a mí. Tenía que ir a entregar las páginas al periódico en el que trabajo como freelance para sacarme un sobresueldo.
Así que la bronca de la cuidadora se la ha llevado su padre. La pobre tenía razón. "¿Y ahora que le digo a la madre?" Este daniel es muy brutito. Y eso que estamos intentando que suavice sus maneras utilizando a los gatos para ello. "Suave Daniel, acaríciales suaaave", mas le vale hacerme caso o acabará con un arañazo o un mordisco un día de estos. Por ahora no hemos consegudio mucho y sigue aporreándolos. Pero ya se sabe que con los niños todo es cuestión de paciencia y repetición hasta la saciedad.
Por la noche llegué a casa agotada, pero me ofrecí yo a darle de cenar, ya que Raúl había estado con él el resto del tiempo. Fue un horroro. No quería comer, lloraba y me tiraba la comida a la cara. Me llenó el pelo con el yogurt y se quedó tan ancho. Ahora la que lloraba era yo. Lágrimas de desesperación. Raúl intentó hacerse cargo de la situación, pero no le dejé. Agarré al chiquillo y me fui a la cuna con él. Sin piedad. Con lo mal que se habia portado no merecía mi compasión. Así que lo metí en la cuna a pesar de su resitencia y lloros. Y ahí nos quedamos hasta que se durmió... unas dos horas después.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Benditos columpios

Cuando ya no puedo más y me harto de correr detrás de Daniel por toda la casa para evitar que se haga daño con sus diabluras, lo meto en el carrito y me voy disparada a un parque juegos.

Una vez allí, localizo el columpio especial para bebés y rápida como el rayo lo coloco dentro. "Una piernecita por aquí, otra por allá. Agárrate bien chiquitín"... y empieza el balanceo acompañado por los grititos gozosos de daniel y mis comentarios tontos para atraer su atención.

Es la única manera de descansar de sus travesuras. Eso, o dejárlo al cuidado de otra persona.

A veces el niño está sonriente y expresivo todo el rato. Otras se va cansando de sonreir y se dedica a mirar todo lo que mueve a su alrededor con indolencia. A veces me parece que se está aburriendo, pero cuando intento sacarle del columpio protesta. Otras veces se deja sacar docilmente y empieza a correr hacia otra zona del parque en cuanto sus pies tocan el suelo. Entonces empieza de nuevo la lucha. "¡Cuidado!", "Si mamá no cabe tu tampoco puedes pasar por ahí", "¡Deja de morderme!". Un caos.

lunes, 6 de septiembre de 2010

El Capricho




Hemos decidido que Daniel cambiara hoy de parque. Le hemos llevado a uno precioso que hay por el norte de Madrid. Se llama El capricho porque está hecho según los antojos de los antiguos dueños, unos duques o condes, o algo así. Gente de la nobleza.La verdad es que no me enteré muy bien de la historia porque estaba atendiendo al chiquitín. Lo importante es que el parque es impresionante.

El niño iba tranquilito en su carrito con los ojos bien abiertos. Eso, en si, ya es milagroso. De vez en cuando soltada un "oh" o un "ah", sobre todo cuando llegamos al estanque de los patos. Con que alegría los señalaba y cómo se removía en la sillita.
La verdad es que sólo le sacamos de la silla al final del paseo. Cuando ya nos íbamos. Quiero que también se acostumbre a estar sentado un rato, porque en los viajes largos en coche siempre me la arma. A pesar de que hacemos paradas frecuentes para que estire sus piernecitas. Qué mejor manera de lograrlo que teniéndole entretenido admirando las peculiaridades de este parque.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Chari me salva una noche

Mi suegra se ha apiadado de mí. Me ha debido ver una cara demacrada y ojerosa que tira de espaldas. Así que se ha ofrecido a aguantar al pequeñín la noche del sábado. Yo he visto el cielo abierto. Al principio Raúl parecía con intenciones de decirle que no, pero he subsanado su error rápidamente contestando inmediatamente que estaría encantada de dejarle el bebé toooda la noche para ella solita. ¡Pobre Chari!

Menos mal que se lo toma con humor. Incluso parece disfrutar de la compañía del enano en la madrugada. Cómo dice ella: "es sólo una noche y ya descansaré mañana". Es cierto porque después me volverá a tocar a mi un día tras otro.

Si no fuera porque ella se lo queda de vez en cuando me quedaría dormida por las esquinas. la verdad es que disfruté de cada segundo de esa noche. A pesar de que me tenía de despertar temprano para aprovechar que no estaba ell pequeñajo y pegarnos la paliza a limpiar. Acostarte y poder desconectar del todo no tiene precio. Cuando está Daniel, aunque me dé buena noche, estoy toda la noche en el modo alerta por si acaso.

¿Adios chupete?

El otro día leí en un artículo que el mejor momento para quitarle el chupete al pequeñajo era por antes de los doce meses. Es decir, ahora. El caso es que aun le veo muy pequeño como para causarle su primer trauma infantil. La verdad es que no es un niño que lo eche de menos constantemente, pero para mi es una herramienta muy útil.

Cuando berrea como un loco se suele callar ipso facto en cuanto le metes el chupete a presión. Pero eso se puede suplir aplicando un poco mas de paciencia y derivando la atención del pequeño hacia otra cosa. El problema con el que me encuentro es a la hora de dormir. Recuerdo muy contadas ocasiones en las que se ha dormido sin chupete. Le enchufas el objeto más ansiado de los niños y "chup, chup, chup" se va quedando dormido.todo un invento.


Raúl y yo hemos decidido dejarle sin chupete por el día, salvo en excepciones de urgencia de rabietas hiper agudas, y devolverle el ansiado objeto por las noches. A lo mejor así, incluso duerme mejor. A ver si se va acostumbrando a la vida si él, porque dentro de poco sí que nos va a tocar retirárselo del todo y ya veremos como pasamos las madrugadas. Va a ser un infierno.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Con Daniel no pego ojo


Volvemos hacia atrás. Cuando por fin parecía que el niño le había cogido el truco a dormirse solo en la cuna y quedarse torrado mas o menos toda la noche, de repente llegan las vacaciones de verano y se fastidia todo. ¡Que mal le sientan los cambios a este chico!

Como hemos estado en los pueblos de sendos padres me daba pena dejar a Danielito solo en una habitación. Era como abandonarle en un ambiente hostil y poco conocido. Así que metimos su cuna en nuestro dormitorio. Con poco que se removiera yo ya me despertaba. Además, debía extrañar un poco la cuna de viaje porque no hacía más que despertarse y pedir mimos.

Pensé que todo volvería la normalidad cuando nos adentráramos de nuevo en la rutina, pero no ha sido así. Daniel me da unas noches de pesadilla. Y encima hay que añadirle que ahora hay que levantarse a trabajar. Mientras él se echará sus estupendas siestas en la guardería yo le doy a la tecla en la oficina. Soy una auténtica zombi. Además de un resquemor malhumortado constante, se me ha acentuado el despiste (ya de por si superlativo) y, encima, no me entero de lo que pasa a mi alrededor. Raúl asegura que me ha dicho cosas que yo juraría que no me ha dicho (¿se estará aprovechando de la situación?), se me olvida lo que tengo que hacer, dejo cosas a medias y así se quedan hasta que me encuentro con el desastre y las termino, me llaman y no contesto a la primera (a veces ni a la segunda, ni a la tercera o hasta que me peguen un buen grito).

Raúl intenta ayudarme, pero su instinto paternal no es tan fino como el mío maternal y cuando quiere llegar a la habitación de Daniel, normalmente, yo ya llevo allí un buen rato.

Espero que Daniel se normalice pronto porque si no, no sé que va a ser de mí.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Bebé motorizado


Qué cariño le ha cogido Daniel a su triciclo empujable. A veces hasta pone cara de velocidad. Se lo compramos este verano en Elda y le encanta.

Algunas tardes, le llevo al parque después de la guardería y cuando veo que se cansa corro a casa a por el triciclo. Así damos una vuelta más larga y el chiquillo se lo pasa genial manipulando los botnes que hay en el manillar.

Lo malo es que la música la han puesto un poco demasiado alta para mi gusto y cuando suena ese estruendo mucha gente se mira para intentar adivinar de donde viene la ambulancia (es peor aún, porque en realidad se trata de una de esas canciones infantiles chillones e inaguantables). Daniel se pone a bailar en su asiento feliz y ya vale la pena pasar un poco de verguenza por la calle.

El primer día de cole



Esta vez tengo que contar los hechos de oídas, porque, por suerte o por desgracia, yo no estuve allí. Me levanto muy temprano para ganarme el pan con el sudor de mi frente y le toca a mi marido llevar al pequeñajo a la guardería todas las mañanas porque entra más tarde (excepto cuando está de viaje por cuestiones de trabajo, que lo lleva mi suegra).

Esta mañana eché de menos no estar allí cuando Daniel se despertara para darle el desayuno, cambiarle el pañal, vestirle y sacarle a pasear. Me costó muchísimo levantarme, porque el chiquitín, no sé si se olía algo, pero pasó una noche infernal. Raúl dice que esa mañana se levantó tan contento como un día normal. Siguieron la rutina diaria por primera vez en un mes. LLegaron al a puerta de la guardería, dónde les recibió un coro de lloros poco coordinado. La chica que les abrió la puerta parecía estresada y agobiada. La verdad es que debe ser difícil volver de las vacaciones y encarar a una horda de niños histéricos y asalvajados por los excesos veraniegos.

Según la versión de mi marido, Daniel estaba tan tranquilo e, incluso, sonrío a su cuidadora cuando la vió. La cosa cambió en cuanto se encontró en las manos de la "seño". No tardó en unirse a la banda de llorones. La chica se lo metió rápido al interior para acomodarlo y seguir recibiendo bestias pardas.

La verdad es que no estaba muy preocupada con el tema, porque Daniel suele llorar en el momento de la separación materna o paterna, pero luego se resigna enseguida y trata de sacar lo mejor de la situación.

Cuando fui a recogerlo tuve que esperar un buen rato porque, justo en ese momento, había vomitado toda la merienda. Me lo sacaron muy limpito y sonriente. "Todo estupendo, hasta ahora mismo", me aseguró la cuidadora con un deje de sorpresa ante la rápidaaclimatación de mi pequeñajo. "Ha comido bien, ha jugado muchísimo, ha llorado muy poco, pero casi no ha dormido". No me extraña, con la emoción del cambio no habrá podido pegar ojo para poder cotillearlo todo. En la agenda ponía que sólo había dormido una hora y eso se dejó notar enseguida. Lo llevé a los columpios porque en un principio parecía en buena forma, pero nada más empezar a balancearlo comenzó a cabecear. Intenté meterlo de nuevo en el carrito, pero se puso histérico, así que lo devolví al columpio. Cuando veía que se le caía la cabeza volvía a intentar sacarlo, pero se ponía a llorar inmediatamente y se agarraba con fuerza a la cuerda. Al final se quedó frito en un postura muy poco ortodoxa. "¡Esta es la mía" pensé, cuan equivocada estaba. En cuanto notó que le movía volvieron los lloros y las contorsiones. Me costó un poco encajarlo en el carrito, pero al final se quedó dormido de nuevo y pude poner rumbo a casa.

Una vez en el hogar se despertó lloriqueando un par de veces con cara de pocos amigos, así que le enchufé el biberón a eso de las ocho y directo para la cuna. Me va a dar mala noche seguro, porque lleva durmiendo desde las seis de la tarde, pero entre que anoche durmió mal y que de día tampoco a descansado el pobre está derrengado. Creo que lo mejor es que tenga una cura de sueño maratoniana y mañana será otro día.