Así que la bronca de la cuidadora se la ha llevado su padre. La pobre tenía razón. "¿Y ahora que le digo a la madre?" Este daniel es muy brutito. Y eso que estamos intentando que suavice sus maneras utilizando a los gatos para ello. "Suave Daniel, acaríciales suaaave", mas le vale hacerme caso o acabará con un arañazo o un mordisco un día de estos. Por ahora no hemos consegudio mucho y sigue aporreándolos. Pero ya se sabe que con los niños todo es cuestión de paciencia y repetición hasta la saciedad.
Por la noche llegué a casa agotada, pero me ofrecí yo a darle de cenar, ya que Raúl había estado con él el resto del tiempo. Fue un horroro. No quería comer, lloraba y me tiraba la comida a la cara. Me llenó el pelo con el yogurt y se quedó tan ancho. Ahora la que lloraba era yo. Lágrimas de desesperación. Raúl intentó hacerse cargo de la situación, pero no le dejé. Agarré al chiquillo y me fui a la cuna con él. Sin piedad. Con lo mal que se habia portado no merecía mi compasión. Así que lo metí en la cuna a pesar de su resitencia y lloros. Y ahí nos quedamos hasta que se durmió... unas dos horas después.
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