jueves, 2 de septiembre de 2010

El primer día de cole



Esta vez tengo que contar los hechos de oídas, porque, por suerte o por desgracia, yo no estuve allí. Me levanto muy temprano para ganarme el pan con el sudor de mi frente y le toca a mi marido llevar al pequeñajo a la guardería todas las mañanas porque entra más tarde (excepto cuando está de viaje por cuestiones de trabajo, que lo lleva mi suegra).

Esta mañana eché de menos no estar allí cuando Daniel se despertara para darle el desayuno, cambiarle el pañal, vestirle y sacarle a pasear. Me costó muchísimo levantarme, porque el chiquitín, no sé si se olía algo, pero pasó una noche infernal. Raúl dice que esa mañana se levantó tan contento como un día normal. Siguieron la rutina diaria por primera vez en un mes. LLegaron al a puerta de la guardería, dónde les recibió un coro de lloros poco coordinado. La chica que les abrió la puerta parecía estresada y agobiada. La verdad es que debe ser difícil volver de las vacaciones y encarar a una horda de niños histéricos y asalvajados por los excesos veraniegos.

Según la versión de mi marido, Daniel estaba tan tranquilo e, incluso, sonrío a su cuidadora cuando la vió. La cosa cambió en cuanto se encontró en las manos de la "seño". No tardó en unirse a la banda de llorones. La chica se lo metió rápido al interior para acomodarlo y seguir recibiendo bestias pardas.

La verdad es que no estaba muy preocupada con el tema, porque Daniel suele llorar en el momento de la separación materna o paterna, pero luego se resigna enseguida y trata de sacar lo mejor de la situación.

Cuando fui a recogerlo tuve que esperar un buen rato porque, justo en ese momento, había vomitado toda la merienda. Me lo sacaron muy limpito y sonriente. "Todo estupendo, hasta ahora mismo", me aseguró la cuidadora con un deje de sorpresa ante la rápidaaclimatación de mi pequeñajo. "Ha comido bien, ha jugado muchísimo, ha llorado muy poco, pero casi no ha dormido". No me extraña, con la emoción del cambio no habrá podido pegar ojo para poder cotillearlo todo. En la agenda ponía que sólo había dormido una hora y eso se dejó notar enseguida. Lo llevé a los columpios porque en un principio parecía en buena forma, pero nada más empezar a balancearlo comenzó a cabecear. Intenté meterlo de nuevo en el carrito, pero se puso histérico, así que lo devolví al columpio. Cuando veía que se le caía la cabeza volvía a intentar sacarlo, pero se ponía a llorar inmediatamente y se agarraba con fuerza a la cuerda. Al final se quedó frito en un postura muy poco ortodoxa. "¡Esta es la mía" pensé, cuan equivocada estaba. En cuanto notó que le movía volvieron los lloros y las contorsiones. Me costó un poco encajarlo en el carrito, pero al final se quedó dormido de nuevo y pude poner rumbo a casa.

Una vez en el hogar se despertó lloriqueando un par de veces con cara de pocos amigos, así que le enchufé el biberón a eso de las ocho y directo para la cuna. Me va a dar mala noche seguro, porque lleva durmiendo desde las seis de la tarde, pero entre que anoche durmió mal y que de día tampoco a descansado el pobre está derrengado. Creo que lo mejor es que tenga una cura de sueño maratoniana y mañana será otro día.

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