Me siento un poco culpable porque, por un lado, estoy deseando que llegue el momento para poder descansar un poco del "terremoto", pero por otro lado le echaré de menos cada minuto que estemos separados. Yo también me he acostumbrado a su constante compañía. Seguro que estaré tecleando en la oficina preocupada por mi pobre niño. ¿Estará llorando en este momento? ¿Se sentirá traicionado? ¿Se llevará bien con el resto de los bebés? Espero que le toque una profesora cariñosa, porque es muy mimoso.
Le cojo y le doy un abrazo muy fuerte. Se debate un poco, pero se deja querer. ¡Madre mía! Lo que voy a echar de menos a la "bestia parda".
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