lunes, 31 de agosto de 2020

Escuela de maternidad para mamá bolachas

Mamás bolachas descansando
Antes de empezar con esta tontería de post hay que explicar que los bolachas son perros muy grandes y peludos que viven en la imaginación de mis hijos. Llevamos casi un año conviviendo con estos seres que corren mil y una aventura, lloran lastimeramente cuando se creen atacados verbalmente, son incapaces de parar la pata, se te tiran encima aprovechando cualquier ocasión y son grandes amantes de la música ruidosa.

Entre los más importantes tenemos a bolacha con nata, bolacha salchicha, bolachitos (niños), boliches (bebés) y mamás bolachas.

El caso es que el otro día estaban jugando a esto y Daniel le indicó a Iván que iba a ser el profesor de una clase de maternidad llena de mamás bolachas.

"Muy bien", aceptó el reto el más pequeño, "Vamos a ver... Estáis en un sitio muy grande, lleno de gente y se os pierde un bolachito. ¿Qué hacéis?"

El mayor lo tenía claro, "Muy fácil, nos ponemos a tocar música muuuuy alto: pam tan chun chun pam. Y el bolachito vendrá antes o después.

"Pero...¿Y si no viene?"

"Siempre viene."

"Tienes razón. Y si vienen más bolachitos."

Por supuesto, Daniel, tiene respuesta para todo: "Montamos una fieeeeeesta"

"Eeeexacto. Muy bien mamá bolacha"

"Guau guau"

"Siguiente pregunta, ¿Qué pasa si vuestros bolachitos se ponen tristes en la noche, lloran y no pueden dormir".

"Que los montamos en el lomo y les damos una vuelta hasta que se ponen contentos. Ser mamá bolacha es muy difícil y cansado, por eso tenemos esas graaandes ojeras y cara de cansadas todo el día. Luego sólo queremos dormir en el lugar que sea."

"Muy buena respuesta. Y qué hacéis si alguien pone triste a vuestros bolachitos"

"Zzzzum, ñam, gruaaaarl, ñaca, aaaaarg, uaaaaaaaaaaaa...DEP."

"¿Y si alguien intenta atacarlos?"

"GRUAAAARL rasga, zaja, mata, grauuuuur Uaaaaaaaaaaaaaa.... DEP"

"Muy bieeeeeeen. Sois una mamás bolachas que saben mucho de maternidad. Ahora podéis dormir un poco.

"Guau guau"

En fin, flipo en colores.


viernes, 28 de agosto de 2020

Camino a Redonda

Desde Covarrubias salen mucho caminos chulos en los que disfrutar del campo con seguridad. Eso sí, llevamos la mascarilla a mano y en cuanto vemos u oímos a alguien nos las ponemos corriendo. 

Nos gusta salir tarde cuando el sol baja a recorrer alguno, así hacemos hambre para la cena. El otro día nos fuimos hacia redonda aunque no llegamos porque encontramos algo que nos tuvo muy interesados todo el camino e hizo que se nos hiciera tarde. De hecho, llegamos de noche al pueblo de noche.

Estábamos andando tranquilamente, bueno, en realidad, discutiendo acaloradamente con el pequeño porque no quería venir, pero tampoco quedarse en casa y que nosotros nos fuéramos, cuando el mayor llamó nuestra atención.

"Mirad, mirad", señalaba insistentemente muy emocionado, "Esos puntos se están moviendo, ¡¡Se están moviendo!!" Fue la señal para que los dos churumbeles salieran disparados hacia el lugar indicado brincando cual cabritas por un campo segado. 

Los puntos levantaron la cabeza, presuponemos que miraron a las fieras y pensaron "mira esos flipados de la vida" y, tras un par de mordisquitos más a la hierba, se fueron dando gráciles saltos. Porque sí, ¡era ciervos! O algo similar porque con el zoom del móvil poco se apreciaba, la verdad. Lo justo para identificar la cabeza, el cuerpo y las patas, massss o menossss.

Los peques volvieron muy desanimados para enfrentarse al rapapolvo de sus padres: no se corre por los campos de cultivo, no se asusta a los animales que salen para comer, no se reacciona sin pensar... etc, etc. Aún así y todo, estaban muy contentos porque se habían acercado lo suficiente para que los puntos se percibieran como animalitos monos y peluditos.

El resto de puntos que fuimos identificando por el camino se tuvieron que conformar con verlos desde el zoom del móvil. ¡Vimos unos cuantos! Y, claro, había que pararse un rato a observarlos desde la distancia. Tan lejos que estaban y desde el móvil se notaba como levantaban la cabeza de vez en cuando para ver que hacíamos. pero ya no molestamos ninguno más. Teníamos a los revoltosos churumbeles concienciados de la importancia de dejar cenar tranquilos a los animales.

Por el camino me estuvieron contando muy entusiasmados que habían visto ciervos mucho más cerca cuando iban en bicicleta con su padre, pero que había que ser muy rápido para verlos porque enseguida desaparecen.

El camino, el paisaje y las vistas, todo maravilloso, pasaron a segunda plano con seres tan monos brincando a los lejos. Eso sí, tocó correr un poco a la vuelta que por el campo no hay farolas y me veía apañándonoslas con la linterna del móvil.

martes, 25 de agosto de 2020

Ermita y Fuente Azul

¡No paramos de hacer excursiones! Pero es que es una manera divertida de que nos dé el sol y el aire. Además, miedo nos da lo que se viene encima en septiembre y se nos ha metido en el cuerpo la idea de que hay que aprovechar espacios abiertos (muy abiertos) con seguridad (con poca o ninguna gente). A mí, últimamente, hasta me da miedo pasear por el pueblo (En fin de semana no asomo un pie que se llena de visitantes).

En esta ocasión hemos ido a dos parajes maravillosos, uno que no habíamos visitado nunca (impresionante y un pelín peligroso), una ermita; y otro ya muy conocido, pero que siempre triunfa, Fuente azul. Ambos enclaves están muy cerquita uno del otro y dan para hacer una pequeña ruta con chapuzón incluido para refrescarse.

Primero nos encaminamos a la ermita, todo cuesta arriba. Pero valió la pena porque las vistas eran impresionantes... y los riscos también, que por eso decía lo de peligroso. Con niños saltacabras hay que andarse con mil ojos y ser resistente a las emociones fuertes. Acabé sacándolos de allí más pronto que tarde en beneficio de mi salud mental. Claro que protestaron, de otra manera no serían ellos, pero la promesa de un bañito en Fuente Azul les quitó todos los males.

Pero antes de irnos tuvieron tiempo de desatar su imaginación ayudados por las ruinas de la ermita y unas formaciones rocosas que parecían una fortaleza de piedras y árboles.

El paseo hasta fuente azul también fue muy bonito y lleno de aventuras. Sorteamos ramas que parecían garras y troncos caídos hasta que llegamos al vergel que es Fuente Azul.

A los peques les faltó tiempo para meterse en el agua. A nosotros nos dejaron su ropa y el encargo de asentarnos en algún lugar solitario. Como era bastante temprano sólo estábamos dos familias y con muchísima distancia de seguridad. Pero poco a poco fue llegando más y más gente, así que nos fuimos temprano también, pero no sin antes un bañito bien largo y reparador. Es lo bueno de madrugar, que da tiempo a todo y sin agobios.

Los peques y el padre se lo pasaron genial trepando a la roca enorme, que había plantada en medio del agua, y nadando y chapoteando de aquí para allá. 

Yo no soy tan de estar metida en el agua, pero disfruté de meter las piernas en el agua para estar fresquita (el agua estaba helada, pero fuera de ella hacía bastante calor). Así estuve, observando a los niños, hasta que a los peces les dio por regalarme un tratamiento de spa antipieles muertas en los pies y acabé por irme a la toalla para evitar sus mordisquitos. No dolían, pero tampoco eran muy agradables.

Cuando ya vimos que el número de visitantes ponía en peligro la distancia de seguridad decidimos que era la hora de volver a la seguridad del hogar. Pensaréis que tuvimos que sacar a los peques a rastras de ahí... ¡Pues no! Raúl sacó una bolsa de patatas fritas  y mano de santo. Mucho más efectivo que el flautista de Hamelín.


















domingo, 23 de agosto de 2020

Los puestos del patio

Un día en el que el mayor estaba especialmente contestón y faltón se convirtió en uno de los más interesantes del verano. Como es lógico, a Daniel le cayeron los castigos a pares y sus opciones de ocio quedaron drásticamente limitadas. Ni tele podía ver de tan mal que se portó. Pro lejos de desanimarse empezó a urdir un plan maestro.

Recogió las pipas de la calabaza del puré que íbamos a comer, cascó almendras con paciencia usando una tabla de madera y un martillo, se metió a cocinillas para freír las almendritas con sal (con ayuda de su abuela) y se montó un puestito la mar de chulo en el patio. 

Al rato se debió dar cuenta que los adultos estábamos a nuestra bola y se vio en la necesidad de poner en marcha una campaña de marketing un pelín agresiva. A mí, por ejemplo, me sacó de la cama, en la que estaba echándome una maravillosa siesta, para llevarme de la mano hasta el puesto. Antes de que me diera cuenta tenía 50 céntimos menos en el bolsillo y una servilleta con almendras fritas en la mano.

Para mi descargo, el granuja intentó que el pago fuera que le quitáramos castigos, pero no coló.

Su hermano, viendo el éxito, se apuntó al carro y vino a pedirme ayuda para su puesto. Entre los dos pensamos, que lo que complementaba mejor con el de Daniel era uno de limonada. Así que se puso manos a la obra para hacer limonada y naranjada. 

En muy poco tiempo montaba otro puesto al lado del del mayor, que enseguida se convirtió en su primer cliente. Si es que cuando quieren son taaaan buenos hermanos... Iván puso precios timantes por chupitos de sus bebidas (¡50 céntimos por vasito!), pero le presentaron tantas quejas que tuvo que ofrecer vasos más grandes. Eso sí, subió un poco el precio (70 céntimos el vaso, ainsss).

Para colmo de bienes, ¡llegó una visita! Y allá que fue Daniel a captarla para que visitara el mercadillo gastronómico. Eso sí, con las medidas de seguridad que dicta el protocolo Covid-19. Los peques corrieron a pos sus mascarillas y se lavaron muy bien las manos para atenderla.

Total, que Iván casi se sacó cuatro euros con la tontería y Daniel menos de dos porque de vez en cuando usaba sus ganancias para tomarse una limonada fresquita en el puesto de su hermano. Cuando le propuse a Daniel comprarle lo poco que le quedaba por la diferencia se negó. "Si lo divertido ha sido hacerlo mamá. No te preocupes", me dijo. 

Como se nota que tiene todas las necesidades cubiertas, pero también me gustó que se lo tomara como el juego que es. En cambio el otro puso en marcha su personalidad Midas y ahora está todo el tiempo tratando de convencerme para participar en nuevos proyectos para ganar más y más dinero, que quiere ahorrar y esconder en algún lugar seguro para que "no se pierda... O me lo robe alguien, ejem".

Le he dejado claro que como juego de un día está bien, pero que se deje de historias y juegue sin ánimo de lucro. Por supuesto su propuesta de recibir una paga diaria ha sido denegada ipso facto.

Por cierto, en premio a su espíritu emprendedor esa tarde merendaron helado. Al final, a Daniel le vino de lujo el supercastigo para pasar una tarde divertidísima.

viernes, 21 de agosto de 2020

El pinar de Covarrubias

Los guardianes de los ents
La verdad es que no sé el nombre real del lugar la que fuimos a pasear el otro día. Nosotros lo llamamos el pinar y sabemos que es un lugar en el que te encuentras a muy poca gente, o a nadie, como pasó el día que fuimos. ¡Ideal!

Todas estas piñas... ¡para jugar!
Ni siquiera hizo falta madrugar mucho porque escogimos un día con la temperatura perfecta para caminar. Como siempre que nos echamos al campo encontramos muchas curiosidades y vivimos mil aventuras. 

Los ents nos muestran el camino
En esta ocasión, los pinos brillaban a la luz del sol, así que no tenían mucho de tenebrosos, pero sí de mágicos ents que simulaban dormitar mientras nos vigilaban sin perder detalle de nuestros avances.

La mejor piña para batear
Los indómitos guerreros que viven en nuestros hijos no tardaron en hacerse con un palo arma por si los orcos, pero pronto le vieron una utilidad mejor: bate de beisbol. Así que estuvieron jugando un buen rato a golpear piñas a ver quien la mandaba más lejos (o simplemente, a ver quien lograba acertar el golpe).

¿Qué esto?
Al rato se cansaron y volvieron a la senda, para encontrar una alfombra de musgo mullidita y bastante grande a uno de sus lados. Daniel lo tuvo claro desde que la vio. Se trataba de un gatito de musgo en plena hibernación estival. 


¡Un gatito de musgo durmiendo!
Por lo visto, sólo asoman los bigotes en otoño, invierno y primavera, porque en verano se secan demasiado, así que duermen bajo la tierra para permanecer húmedos y fresquito. Este especimen en concreto siguió roncando tranquilamente a pesar de los sobeteos de mis churumbeles en su musgoso lomo.

Jo con las termitas
Un poco más allá pudimos ser testigos de la devastación que iban dejando a su paso las termitas. Encontramos muchas casitas de gnomos abandonadas y agujereadas como coladores. Incluso agujeros totalmente vacíos que antes se podía presuponer que estaban ocupados por troncos de árboles. 

La cruenta batalla contra Nyarlathotep
En esas estábamos cuando, en medio del camino, nos encontramos de repente con el mismísimo Nyarlathotep sembrando el caos a diestro y siniestro y rompiendo la realidad a su antojo. Claro, como por ahí no había nadie luchando contra horrores innombrables... Pero se la había acabado el chollo al primigenio que no contaba con mis guerreritos armados de palos armas. No tenía tentáculos para correr. Ya volverá con ansias de venganza, ya. Pero buscará otros investigadores más tranquilitos.

Se les escapó el primigenio
La de juego que nos dan los paseos por el campo... Que pena que agosto se esté acabando y septiembre asome de esa manera...
Donde pongo el ojo...





La casita de los gnomos destruida por las termitas