miércoles, 31 de julio de 2019

El campamento en el salón

Como cada verano, hemos tenido nuestros días con un campamento montado en le salón. Este año se han ocupado de casi todo ellos porque yo no tenía tiempo y les ha quedado muy chulo. ¡Hasta le han puesto ático! O desván como se quiera ver.

Lo han hecho tan cómodo que hasta el gato quería entrar... siempre y cuando no hubiera niños a la vista, claro. Se ve que a Fantasma no le gusta compartir.

Hemos tenido que calzar un poco las patas porque Daniel ya no cabe, el pobre. Ha crecido muchísimo. El próximo verano no sé cómo lo vamos a hacer. Voy a tener que poner biblias y quijotes bajo las patas.

Los chiquillos han llenado su lugar especial de juegos y libros. Se han hecho con linternas y han vivido mil y una aventuras bajo la sábana que cubría la mesa.

Hemos tenido que comer en mesitas pequeñas, pero eso también ha formado parte del juego. Aprovechamos que el padre estaba de viaje para poner el salón patas arriba durante tres días.

Como siempre tuvimos lloros y lamentaciones el día que lo desmantelé, pero en esta ocasión entraron en razón mucho antes y entendieron que necesitamos la mesa del comedor libre para poder usarla.

martes, 30 de julio de 2019

El juego de pistas

Un día vino a buscarme Iván porque había hecho un juego de pistas y quería que yo lo probara. ¡Me encantan estas cosas! Pero me pilló liada y tuvo que esperar bastante hasta que pudiera probarlo. ¡La comida no se hace sola!

Cuando por fin estuve disponible la había dado tiempo a hacer otro y todo. Empezamos por el primero. El juego consiste en averiguar como podemos derrotar al monstruo observando un escenario lleno de pistas.

Resulta que me encuentro con un escenario en el que una gran nevera rota y restos de sangre. También vemos cubitos de hielo y una charco de sangre al lado. Encima de la nevera hay un montón de marcas de balazos en la pared y... más sangre, por supuesto. Al lado de los cubitos de hielo hay un gran horno abierto, sobre él un mechero, a su lado una mesa con una pistola y, finalmente, la puerta.

¿Ya habéis averiguado cómo acabar con el monstruo?

Este escenario no me costó mucho.

Solución: Evidentemente, tirándole el hielo. El monstruo abre la puerta de la nevera y el frío le hace daño, por eso rompe la puerta de un puñetazo y sale huyendo. las balas en la pared, el horno, la pistola y el mechero están ahí para despistar.

Segundo caso. Nada más entrar por la puerta nos encontramos con unas teas apagadas y una bazooka en el suelo. Sobre las teas hay un agujero de misil de bazoka, al lado hay una trampa que se abre y se cierra y tras ella una tea encendida colgada de la pared y coronando un charco de sangre. ¿Cómo acabamos con el monstruo?

Después de dar mil ideas para parar la trampa y poder pasar al otro lado para hacerme con la tea encendida, que hasta usaba al propio monstruo como obstáculo para que las puertas no se cerraran, me rendí sin ser capaz de encontrar la solución. Y cuando me la dijo se me quedó una cara de tonta...

Solución: Resulta que le ganamos dándole un bazokazo y listo. El agujero de la pared está porque alguien apuntó demasiado alto y no le dio al bicho. El resto de elementos está para despistar. ¡Y tanto! A mí me despistaron totalmente.

Muy chulo el juego que se inventó. Una pena que sea de un sólo uso jajajaja pero ahí queda la idea para un juego muy divertido: cada jugador se hace con un folio y lápices. Se monta un escenario de pistas y luego por turnos el resto de jugadores tienen que resolverlo entre todos. Fácil, rápido de montar y muy creativo. Para qué queréis más.

lunes, 29 de julio de 2019

Cuando los padres pierden los papeles...

Estaba tranquilamente charlando con una amiga mientras nuestros hijos jugaban en una fuente de chorros cuando de repente oímos a una madre a gritos soltar algo así como: "¡Sois uno abusadores! Que ya tenéis pelos en los cojones, joder", palabra más, palabra menos. Sorprendidas nos giramos a ver que había suscitado tal torrente de cultas palabras. Y resulta que iban dirigidas a nuestros retoños, de entre 10 y 7 años, y que la ignoraban sabiamente yendo a lo suyo.

Por supuesto, les llamamos al orden porque quitando que las maneras de la progenitora en cuestión no nos parecían las adecuadas, tampoco nos hacía ni pizca de gracia que nuestros hijos fueran haciendo abusos de poder por ser más grandes y más fuertes.

Empezamos por pedirles su versión de los hechos y juraron y perjuraron que los niños pequeños, unos cinco o seis años les calculo yo, les perseguían mojándoles y pegándoles hasta que ellos se hartaron y les mojaron también, supongo yo que sin muchos miramientos. Lo que desencadenó en que uno de ellos fuera a informar a su madre, que, por lo visto se presentó en el lugar de los hechos hecha un basilisco y procedió a compartir generosamente y sin ningún tipo de flitro su prosa más cuidada.

Mi amiga y yo nos miramos y decidimos dar el beneficio de la duda al otro bando. Nuestros peques no son ningunos santos. Les sugerimos con nuestros tono más marcial que jugaran lejos de los otros niños y que no causaran ningún tipo de conflicto en pro de la venganza.

Los chicos se dispusieron a proseguir con sus juegos en la esquina más alejadas a los niños pequeños, pero a estos les faltó tiempo para ir corriendo a su encuentro y mojarlos sin contemplaciones. Nuestros tres peques se giraron a nosotras con una mirada que parecía indicar "Veis, veis" y no hicieron ni amago de devolver el golpe (evidentemente, con sus madres mirando era jugársela, y mucho).

A voz en grito, les dije a los chiquillos que mis hijos y su amigo no querían jugar con ellos y que por favor les dejaran jugar a lo suyo. Como yo ya sabía, los niños, que al fin y al cabo niños son, no me hicieron ni pajorero caso, pero mis gritos llamaron la atención de la quinqui... digoooo... de la madre defensora de los derechos de sus dulces angelitos, que se vio obligaba a llamar al orden a sus retoños, evidentemente con un lenguaje mucho menos soez que el usado con los nuestros. Que ganas de te dan de ir directamente a preguntarle por esta muestra de desigualdad y favoritismos tan evidente, pero como esa señora no me toca nada, ni me va ni me viene, y probablemenete no la vuelva a ver o si la vuelvo a ver ni la reconoceré, pues preferí dejar las cosas así.

Total, conque sus hijos dejaran en paz a los míos, y a los míos no les diera por empezar de nuevo el conflicto me conformaba. Porque nuestros hijos tenían resquemor, pero no hacia los niños, sino hacia la madre a la que de vez en cuando llamaban vieja abusadora en un tono de voz un pelín demasiado elevado.

Así que hubo que llamarles de nuevo al orden. "¡Pero ella empezó!", "¡Pero ella nos llamó a nosotros abusones primero!", "Vino a atacaaaaarnos!", se desgañitaban los tres para justificar su comportamiento. Pero no hubo compasión por parte de sus progenitoras, que nos esforzábamos en hacerles entender que si esa madre se había conducido mal y ellos la imitaban, básicamente caían en el mismo error. Y que si le hacían caso le daban poder sobre ellos porque les afectaba. Si no les afecta ya puede decir misa que a ellos plim pilarín.

Los chiquillos nos miraron poco convencidos, pero aceptaron que esa guerra no la iban a poder ganar y se fueron a seguir jugando a sus juegos.

Una vez en casa, Daniel me soltó lo que repite mucho muy a menudo: "Mamá, esa forma de pensar tuya es muy bonita, pero hace que nosotros siempre salgamos perdiendo".


viernes, 26 de julio de 2019

Cuenta nueve estrellas

¿Alguna vez has sentido que no encajas? ¿Que no estás dónde deberías? En Cuenta nueve estrellas, eso es lo que le pasa a Quepi, una niña que hay que proteger y ocultar porque es la diferente. Y ya se sabe que todo lo diferente suscita sospecha, miedo, interés... Su abuelo y su hermano han conseguido mantenerla en una burbuja de seguridad durante nueve años, pero una monísima bola de pelo bastante destructiva se cruza en su camino y hace que todo su pequeño mundo explote en mil pedazos.

Comienza una inquietante aventura en la que nada es lo que parece y parece que un destino incierto y muy peligroso se cierne sobre los protagonistas que tendrán que enfrentarse a la sociedad preestablecida y a sus propias dudas e inquietudes interiores sin olvidar nunca que el infinito existe para seguir soñando y que es maravilloso que siempre exista algo que nos haga diferentes mientras no olvidemos que todos provenimos de un mismo, enorme y único latido.

Me ha parecido una historia preciosa de desarraigo, miedo, intolerancia e imperialismo. Muchos niños se sentirán identificados con la niña protagonista que se siente monstruosa e inútil a causa de unas diferencias a las que no les encuentra sentido.

Dar una oportunidad al pequeño animalillo que está considerado en toda la galaxia como la peor de las plagas a las que hay que perseguir y exterminar romperá los límites que la encerraban hasta ese momento.

El apoyo de la familia y los amigos cobra una enorme importancia en esta historia en la que la protagonista es a la vez frágil y fuerte. Necesita de los demás para conseguir sus sueños. A veces es muy difícil dejar de lado tus prejuicios y creer ciegamente en la persona que más te importa del universo.

Los dibujos que acompañan al texto  son preciosos y delicados, llenos de tonos pastel que nos sumergen en un mundo futurista casi sin alma en el que la etérea Quepi resalta como una diamante entre un montón de carbón.

No me extraña que este libro, escrito por Andrea Maceiras e ilustrado por Xavier Bonet, haya ganado el premio Lazarillo de creación literario 2018.


jueves, 25 de julio de 2019

Cata de helados

Miren me dio una buenísima idea para hacer con los niños. Me comentó que uno de sus hijos quería hacer una cata de helados. ¡Que buena idea! Así que me apunté la actividad para desarrollarla en casa. La oportunidad se nos presentó cuando una amiguito los invitó a su casa, padres incluidos. Me fui al hiper y compré cuatro sabores diferentes que sabía que iban a gustar en mayor o menor medida. No me arriesgué mucho.

Al final, como Raúl se llevó Las Mansiones de la Locura y nos llevó muchísimo tiempo intentar salvar el mundo (cosa que no conseguimos), la merienda cena prevista se convirtió en cena con todas las de la ley y se nos hizo un pelín tarde para la cata. Reduje la actividad a que los allí reunidos probaban un helado con los ojos cerrados, lo paladeaban un poquito y a la de tres decían el sabor que pensaban que era.

Nos reímos un montón porque de paladar vamos un poco regular. Es un sentido que usamos apoyándonos en otros como la vista o el olfato. Si cerramos los ojos nos cuesta mucho más acertar, que fue lo que pasó. Sobre todo con el de Turrón, que mi familia detectó a la primera porque están acostumbradísimos a comerlo, pero la otra familia confundió con chocolate o café. La vainilla con nueces de macadamia les sonaba familiar a todos, pero les costó bastante identificarla. La nata con limón y piñones fue la más difícil de todas, porque el consenso general fue limón y les fue casi imposible notar el sabor de la nata. Con el chocolate belga nadie tuvo problemas: "¡Chocolate!", gritaron todos a la vez.

Fue un debate muy divertido, pero el mayor me confesó luego que se lo esperaba mejor. Admití que lo había acortado por la hora que era, pero que la idea era que cada uno tuviera al lado un folio, probara un sabor y anotara una serie de cuestiones antes de pasar al siguiente. Finalmente tendríamos el debate de las conclusiones de los anotado, pero eso nos hubiera llevado muchísimo tiempo.

Como vi que al peque se le iluminaban los ojos decidimos repetir la actividad con el modo largo y otros sabores.

Las preguntas de la ficha eran:

Color (Sin mirar, de qué color creen que es el helado).
Sabores (Principal y secundarios).
Título (Darle un nombre al helado):
Puntuación (del 1 a 5).

En esta ocasión confundieron el helado de turrón con el de caramelo por culpa del sirope. El de Caramelo, Daniel dijo que era de leche merengada, y la verdad es que se daba un aire, y el de tres chocolates ambos pensaron que eran de chocolate y nata. Los nombres que les dieron eran de lo más más originales.

La verdad es que los segundos helados que compré tenían demasiado toppins y siropes y la cosa fue más difícil, pero no restó diversión al juego. Hay que repetirlo con otro tema, por ejemplo... ¡zumos y batidos!

miércoles, 24 de julio de 2019

De repente, un día, llegó a mi casa una caja...

De repente, un día, llegó a mi casa una caja...

Que qué había dentro decís. Eso es irrelevante.

Lo importante era su tamaño, lo importante eran sus inmensas posibilidades, lo importante eran las pedazo de burbujas imposibles de explotar que encontramos dentro y que envolvía su contenido, que como ya he dicho es totalmente irrelevante.

Los niños vieron esa inmensa caja y... ya no vieron más. Se lanzaron en plancha en busca de la aventura, la magia y el desenfreno hecho cartón.

Pero la caja era muy grande y no había rincón dónde dejarla en el que no estorbara a los adultos. Así que los muy malvados planearon deshacerse de ella.

Los niños lloraron, gritaron, se desgañitaron... Y la caja fue indultada un día. Se convirtió en una nave espacial. Y otro día... Fue un coche de carreras. Y otro día... la casita ideal. Y otro día... el escondite perfecto...

Y sí, aún está dando vueltas por aquí y de esto ya hace un par de meses. Pero algún día, algún día tendrá que irse. Porque en esta casa no cabemos todos. Es ella o yo.

Si algún día escucháis golpecitos en vuestra puerta, puede que sea yo pidiendo cobijo porque estos fieras hayan elegido la caja, pero no so preocuparéis, la visita será breve. Justo hasta que tenga hambre...


martes, 23 de julio de 2019

A la caza de la cereza

Con el tiempo que ha hecho se han helado todas las cerezas y pocas han sido las supervivientes que han llegado a la mesa. A pesar de las bajas expectativas, no dudamos en dirigirnos a una hora tempranera a los cerezos de la madre de Raúl para recoger lo que pudiéramos encontrar.

Bueno, uno de nosotros sí dudó, porque a Iván no hubo manera de levantarlo de la cama. Se dio la vuelta y me gruñó que le dejara dormir, así que le hice caso y me fui con el resto a las labores recolectoras.

Como yo ya me temía, el pequeñajo luego me lo tuvo en cuenta con mucho rencor porque, según él, le habíamos abandonado en la casa. Tranquilos, que lo dejamos con su bisabuela para que lo cuidara, no es que lo dejáramos solo, pero por lo visto no le despertamos a posta.

De nada sirvió que le jurara y perjurara que le zarandeamos con saña hasta que nos bufó. Aún teniendo de testigos y cómplices del zarandeamiento a su padre y su hermano me estuvo mirando con resquemor un buen rato. Afortunadamente sólo hasta que nos fuimos todos al río y ya se le olvidó el tema.

El caso es que estábamos nosotros en los cerezos y ya veíamos que de ahí íbamos a sacar poco, así que nos esforzamos al máximo para al menos llenar una bolsa. Habíamos llevado un bastón y un paraguas para alcanzar las ramas altas, pero ni aún así llegábamos a las cerezas con mejor pinta, así que le pregunté a Daniel que si le apetecía escalar el árbol y él encantado, claro.

Con mi ayuda se encaramó hasta la mitad del tronco, dónde las ramas tenían el grosor adecuado para soportar su peso. Y desde ahí se estiró todo lo que pudo para alcanzar las más jugosas ayudándose con el paraguas.

Así logramos algo más, pero vamos, que el botín fue bastante escaso. Los pájaros se habían puesto las botas con casi todas las que habían sobrevivido a la helada. Aún así volvimos felices a la casa porque nos lo habíamos pasado muy bien en la recolección. Alí nos esperaba un ceñudo Iván.

Menos mal que le cambió la cara con el plan del río, que si no...

lunes, 22 de julio de 2019

Trenes históricos en la Estación de Chamartín

Desde que visitamos la Estación 0 de Chamberí, mis peques me están pidiendo ir a la Nave de Motores en Pacífico, pero como queda muy lejos me daba pereza. Investigando un poco por internet descubrí la exposición Trenes históricos en Chamartín. ¡Justo lo que mis churumbeles querían! Trenes antiguos en los que poder entrar a cotillear.

Y encima me quedaba muchísimo más cerca. Allá que nos fuimos. Es una exposición gratuita, aunque hay que entrar dentro del metro con lo que tienes que pagar el billete. osotros como ya teníamos que viajar en él nos salió genial porque con un sólo billete tuvimos la ida y la vuelta porque no hay que salir por los torniquetes.

Los peques estaban entusiasmados. Entraban y salían de los trenes a la velocidad de la luz, casi no me dio tiempo a ver nada, pero veía que ellos necesitaban ese vistazo rápido antes de tomárselo con más calma. Daniel no hacía más que repetir: "Ahora volvemos, eh. Volvemos y lo vemos mejor".

En diez minutos ya habían entrado a todos y quisieron regresar a empezar desde el primero, pero yo les convencí para ver primero la exposición de fotos, planos y objetos curiosos que acompaña a los trenes antiguos.

Nos enteramos de un montón de cosas de la historia del Metro muy interesantes. Como, por ejemplo, que los trenes de la línea de Pacífico se usaron como ambulancias para traer a los heridos del frente.

Además, nos sentamos a ver el vídeo que se proyectaba usando tres pantallas a la vez. Nos gustó muchísimo a los tres. La verdad es que se lo han currado para que sea muy entretenido. Los niños se lo vieron entero sin ni siquiera removerse. Eso sí, aseteándome a mí a preguntas sobre lo que veían. ¡Como si yo fuera una experta en el tema!

Cuando terminamos de ver la última vitrina volvimos a visitar los trenes por dentro fijándonos en los detalles, en las cabinas de los conductores, los asientos, los carteles...

Evidentemente, les acabaron llamando la atención por correr, pero de una forma muy amable. Es que estaban muy emocionados.

La verdad es que nos alegramos mucho de que la hayan dejado permanente, aunque en un primer momento estaba pensada para exhibirla unos meses por el centenario de Metro de Madrid. Es ideal para visitar con los niños.