martes, 30 de junio de 2015

Experimentos con huevos

Hacía días que Daniel me pedía hacer un experimento, pero yo no tenía tiempo ni de pensar. Me crucé con él en el pasillo y le leí en la mirada lo que iba a decirme. "Déjame pensar, déjame pensar..." le pedí... Y de repente me vino a la mente uno que había hecho La Jirafa y que me había llamado mucho la atención. Elementos necesarios: Un huevo, un recipiente y vinagre. Más sencillo imposible. Cogí dos tuppers que usaba para envasar sus purés cuando eran bebés y animé a mis churumbeles a llenarlos con el vinagre. ¡Me gastaron todo! Pero bueno. Todo sea por la ciencia. Luego saqué los huevos de la nevera y les pedí encarecidamente que los depositaran suavemente en el recipiente. No sería la primera vez que los estrellan sin remedio. Pero esa vez los dejaron muy delicadamente. Y luego levantaron su mirada hacia a mí y soltaron: "¿Y ahora qué, mami?"

"Pues ahora hay que esperar unos días..." la ilusión fue desapareciendo poco de su ojos. ¿Esperar? ¿Esperar? Eso les sonaba muy rollo.

Menos mal que otra bombillita se me encendió en el cerebro. y me vino a mi mente un vídeo que vi hace la tira de años en el que explicaba como freir un huevo sin aceite hirviendo. era de lo más curioso, sólo tienes que cascarlo en un plato con alcohol y va tomando la apariencia de huevo frito poco a poco y es visible desde el primer segundo. Así que dije adiós a un tercer huevo en pro de la ciencia, pero ya un poco mosca con el derroche. Aqui sí que tuvimos un pequeño accidente e Iván rompió la yema con el bote de alcohol, pero yo ya no estaba dispuesta a sacrificar más huevos.

Enseguida la clara trasparente empezó a tornarse blanca y la yema rota a endurecerse. Los niños observaban alucinados. "¿Y por qué pasa esto mami?" Touché. Ya me había pillado. Una cosa es que recuerde el proceso y otra la explicación. Pero salí al paso con la típica explicación farragosa sobre reacciones químicas al mezclar dos elementos. No la entendí ni yo, pero a sus ojos crecí dos centímetros por lo menos.

En cuanto a los huevos del vinagre, era evidente que algo pasaba, pero no sabíamos qué. A la mañana siguiente observamos que la cáscara parecía desprenderse de un forma un tanto asquerosa. Eso y el olor no ayudaba a que mis valientes se acercaran mucho. Aunque Daniel me preguntaba todos los días si podíamos sacar el huevo ya. Hasta que no vi que se había desprendido toda la cáscara de uno no le dejé sacarlo, más o menos al tercer día. En realidad, lo saqué yo y lo lavé bien porque decía que no soportaba el olor.

Tenía un tacto elástico y terso. Daniel estaba muy emocionado con el huevo entre las manos. Le pedí que lo acercara a la luz de una ventana para ver si veíamos la forma de la yema tras la fina piel que le había quedado y el susodicho salió volando para aterrizar en el ordenador de Raúl pegando horripilantes botes que nos heló la sangre a mi benjamín y a mí. Finalmente se paró sin el más mínimo daño. "Menos mal ¿eh, mami?" me dijo Daniel tan blanco como yo. Recogimos el huevo y a su compañero y decidí que lo mejor era que lo manipularan en el bidé para evitar más sustos. Los peques aprovecharon para comprobar cuanta presión podían resistir y los estallaron en el segundo uno.

Por cierto, estos huevos ya no se pueden comer. Tras el experimento van directos a la basura.

lunes, 29 de junio de 2015

Hoy bizcotaza para merendar

Hay una merienda para niños (y mayores) que es muy fácil de hacer y muy resultona. Lo mejor de todo es que lo pueden hacer ellos casi solitos desde que son muy pequeños y les encanta. A mí me lo chivó Merengaza que de esto sabe mucho. Fue un éxito en su día y lo sigue siendo cada vez que la hacemos. "Mamiiiii, ¿podemos merendar biscotaza, porfiiiiii?" me repiten los niños muchas veces. Y como es divertido y fácil muy pocas veces les digo que no.

Para hacerla sólo hay que coger un tazón y meter en ella los siguientes ingredientes:

- 1 Huevo

- 2 cucharadas de azúcar

- 2 cucharadas de harina

- 2 cucharadas de leche (o lo que caiga)

- 2 cucharadas de cacao en polvo como el que le ponemos a los peques en la leche todas las mañanas

- 1 cucharada de aceite (y de nuevo: o lo que caiga)

- 1 poco de levadura a ojo de buen cubero

Y con esta lista tan precisa nos concentramos en remover a conciencia toda esta mezcla. Empiezan ellos con mucho ímpetu, pero mamá suele rematarlo.

Después metemos las tazas uno o dos minutos dependiendo del microondas (lo vas mirando y hasta que no este hecho no lo sacas) y ¡tachán! Bizcocho de chocolate exprés listo para saborear en el momento. 

Cuidado. No lo dejes para otro momento que pierde mucho. Y si ya le añadimos un chorretón de nata montada los peques enloquecen de felicidad.

domingo, 28 de junio de 2015

Pelea de sombras

"Mami, ¿nos haces sombras, porfiiiiiii?" me pidió el mayor un día. Al segundo el pequeño se sumó a la petición y ya me veis cerrando persianas, encendiendo la lámpara de la mesilla y consultando el libro que nos regaló Arahí, del blog  Pensamiento Divergente.

Los chiquillos elegían la figura y mamá intentaba hacerla lo más fielmente posible, porque las hay fáciles, pero hay otras.... Hay otras que hay que tener bien ejercitadob los dedos para ponerlos en semejante posturas. Menos mal que mis hijos son estupendos y aplaudían todo lo que se reflejaba en la pared. "¡Claro que se parece, mami!" me animaba Daniel en las más difíciles, aunque he de confesar que no le creí.

Cada vez se iban animando más. Incluso intentaban hacer alguna figura. Sobre todo la de la araña que es muy fácil y puedes corretear alegremente por toda la pared alegremente.

De ahí no pasó mucho tiempo hasta que se dieron cuenta de que no sólo se reflejaban las manos sino que también estaba ahí el resto del cuerpo. Entonces se pusieron a hacer posturitas que derivaron en lo que ellos denominaron en "batalla de sombras". Se empujaban, se tiraban, se achuchaban, se aplastaban... Muchas risas, muchas risas, pero eso cada vez iba tomando peor camino.

Intenté calmarlos varias veces, pero el juego les resultaba demasiado divertido... Hasta que plom tortazo de rodilla de Daniel en nariz de Iván y empezaron los lloros.

Consolé al pequeño, mientras si hermano me miraba sin saber si le iba a caer una gorda o no. No le reñí porque no fue queriendo, pero paré el juego pese a las protestas de los chiquillos.

La próxima vez será mejor que corte ese ímpetu infantil antes de que hayan heridos.

sábado, 27 de junio de 2015

Composiciones y collares de pasta

Hace poco leí en el blog de Naikari, Manualidades con mis hijas, una idea muy chula y muy sencillas para jugar y seguir ejercitando la psicomotricidad fina. Se trataba de insertar macarrones en un cordón. Fácil. ¿Verdad? Pues dejé al mayor de la familia con los macarrones y el cordón y cuando vuelvo me lo encuentro pegando la pasta en un folio. Le saqué más tipos de pastas para que diera rienda suelta a su creatividad y se le sumó el pequeño.

Le pregunté si no le había gustado la actividad y me contestó que sí, pero que el cordón no pasaba fácilmente por el macarrón y que se había cansado de intentarlo. Efectivamente, era imposible pasar el cordón por el macarrón, pero como yo no me rindo nunca, me puse a pensar y a pensar mientras los peques hacían cuadros a base de pasta de colores y pegamento.

Por fin di con la solución. Saqué unos palillos chinos y empujé el cordón por el agujero del macarrón. ¡Funcionaba! En cuanto Daniel me vio quiso hacerlo él también. Al final hizo dos collares de pasta: uno para mí y otro para él. Los lucimos durante todo el día y me costó horrores convencerle de que era muy peligros irse a dormir con él.

En cuanto a los cuadros, Iván se pegó un buen rato con ello y al final sólo había pegado tres: "Es un pasadizo secreto con un tesoro" me explicó. Me encantó.

Daniel, por su parte había hecho un planeta en un folio y un robot en otro. Ya tengo las tres obras de arte colgadas en mis paredes aunque mucho me temo que va a ser efímera.

viernes, 26 de junio de 2015

El buhito de la piscina

"Mamáaaaa, un buhooooo" gritaban mis niños y sus amigos muy excitados. "Claro, claro..." les contestamos mi amiga y yo sin darle mucha más importancia. Pero tanto insistieron que tuvimos que levantarnos a ver que habían encontrado. Pensábamos que era un juego de su imaginación, pero no. En el cesped había una cría de búho pasándolo bastante mal. Con el corazón encogido por la pena fui a informar a la socorrista del hallazgo. Seguramente se había caído del nido y no sabía ni volar.

La socorrista, avisó a alguien por su walkie talkie y enseguida llamaron a los de protección de animales. Llegaron rapidísimo y se hicieron cargo de la situación en un santiamen. Mientras tanto habíamos conseguido que los niños dejaran en paz a la cría y volvieran a sus juegos.

La metieron en una caja y se la llevaron a que la viera algún veterinario, supongo, mientras otro se encargaba de localizar el nido de la madre.

Poco después, Iván se acercó a visitar al buhito y se quedó muy decepcionado por no encontrarlo. "Su mamá vino a buscarlo" le dije yo para que se quedara contento, "Que no mamá. Que se lo han llevado al médico porque estaba fatal" me contestó Daniel con cara de "Es que no te enteras de nada". "Pues sí", le di la razón, "Justo eso es lo que ha pasado, pero en unos días se lo van a devolver a la madre" aclaré con más esperanzas que convencimiento.

Para los chiquillos fue toda una aventura de la que aún hablan.

jueves, 25 de junio de 2015

La fiesta de fin de curso

El primer año de Daniel no recuerdo nada curioso el último día de clase, el segundo año cayó tras un jueves de fiesta y empezamos antes las vacaciones, así que se perdió la fiesta de fin de curso. Y este año, cuando llegué a recogerles al cole, aluciné. Nada más doblar la esquina que da a las entradas de infantil, me encontré con un castillo medio deshinchado muy grande. Y poco más allá, un tobogan gigante al que le estaban sacando litros y litros de agua. Luego me contaron que el castillo es para infantil y el tobogan para primaria. ¡Pedazo de fiesta! ¿Y a mí por qué no me invitan?

Encima, eso no fue todo. Porque también tuvieron unos títeres divertidísimos en el que le roban todo a una bruja menos un trocito de cesped hasta que se lían a garrotazos. O eso me contaron los peques entre risas con sus caras pintadas de pirata, el mayor, y perrito el pequeño.

Cuando íbamos a salir por la puerta, les endosan unos flashes helados gigantes ¡Pero que suerte! Se los fueron comiendo hasta casa, pero les sobró la mitad cuando llegamos. Los guardé en el congelador porque tenían que comerse la comida.

Una de las profesoras me advirtió que se habían hinchado a zampar en la fiesta para que no les obligara a comer, pero no hizo falta porque se ve que les quedaba un huequito y no tuve que insistirles mucho para que acabaran con todo lo que tenían en el plato. Con el ejercicio que habían hecho dando brincos no me extraña.

miércoles, 24 de junio de 2015

La graduación de Daniel de Infantil

Daniel acaba un ciclo y comienza otro totalmente diferente. Termina Infantil. Y en el cole les han preparado una fiesta de graduación preciosa. Nos pidieron a los padres que les hiciéramos unos birretes con cartulinas y las profes les dieron el toque final con unas corbatas muy chulas que mi hijo llevó todo el rato casi por la cintura.

Recitaron, cantaron, bailaron y lo pasaron muy bien mientras los papás y las mamás babeaban al ritmo de los flashes y los vídeos, porque estos momentos son únicos y hay que inmortalizarlos. El pobre Daniel lo pasó un poco mal con su birrete porque se lo hice un pelín grande y cuando bailaba se le caía, pero parece que eso no le amargó ni un poquito su fiesta.

Yo estaba aguantando el tipo con los ojos medio llorosos, pero cuando la profesora de mi niño no aguantó más me hizo soltar a mí alguna lagrimilla indiscreta también. Y es que las despedidas siempre son tristes. Y además, estaban todos tan guapos y sonrientes...

Les entregaron un diploma que Daniel me mostró muy orgulloso. Son tan mayores ya...

Cuando le dimos su regalo a la profesora, una preciosa pulsera de plata grabada con el nombre de todos los niños escritos por ellos mismos se acabó la ceremonia y todos los peques corrieron a abrazarla. La van a echar muchísimo de menos.

martes, 23 de junio de 2015

Campamento vikingo en Covarrubias

Gracias al Hotel Doña Sancha y un A un clic de la aventura, que son muy activos en twitter, me enteré que iban a montar un campamento vikingo en Covarrubias y eso había que verlo. No nos los pensamos dos veces y nada más llegar nos presentamos en el lugar del "desembarco" vikingo para alucinar con lo bien montado que estaba.

Los propios vikingos te explicaban cómo se hacía una cota de mallas, cómo teñían la ropa (los de mayor rango con tintes y por eso tenían colores vivos y los campesinos cociendo castañas), como la protegían porque era un bien valioso que se heredaba de padres a hijos, que los clavos eran muy necesarios y había gente que se pasaba toda su vida fabricándolos con jornadas laborales interminables, cómo usaban las fíbulas como imperdibles y una largo etcétera.

Daniel pecaba de entusiasmo y había que vigilarle todo el tiempo para que no lo tocara todo ni se metiera por donde no debía, pero para Iván fue demasiado tanta explicación y clamaba por volver a casa. Al final le dimos el gusto porque se nos echaba encima la hora de comer, pero regresamos a la tarde para ver las luchas y el entrenamiento militar. Eso les gustó más.

Los dos querían participar en las peleas, pero los guerreros sólo te dejaban las armas para hacerte una foto. Para actividades más bélicas tenías que tener una preparación específica que te impidiera hacerte daño a ti mismo o a los que te rodean, así que se conformaron con imaginar que las piedras eran escudos, los palos espadas y luchar entre ellos a base de gritos y risas. Todos pensabamos que la cosa iba a acabar muy mal, pero milagrosamente no fue así y jugaron hasta que se cansaron.

Estuvimos un buen rato observando cómo los guerreros vikingos peleaban con cuchillos, lanzas, espadas... incluso sin armas. Pero los peques acabaron por cansarse y me los llevé "al bosque" a "Caza lobos". Estuvieron muy entretenidos lanzando piedras a unos lobos invisibles que decía "Auuuuu" cada vez que les daban. Allí nos fue a buscar Raúl cuando se acabó el espectáculo.

Tenían un programa mucho mas extenso, pero el calor pudo con nosotros y volvimos a la casa fresquita a descansar el resto del día.








lunes, 22 de junio de 2015

El estrés en la maternidad

Cuando me preguntaron desde  Boirón si pensaba que la propia maternidad producía estrés me dio la risa floja y creo que con eso lo dije todo. A mí, desde luego, sí. Cada caso será diferente, pero desde que tuve en brazos al primero de mis hijos hasta hoy me han salido todas las canas que tengo, ojeras de vampiro y un genio terrible. Los ataques de nervios se han multiplicado por mil y son pocos, muy pocos los momentos de relax. Eso sí, suelen estar muy bien aprovechados.

Según esta empresa si el estrés alcanza límites exagerados, el afectado puede verse aquejado de "dificultad para relacionarse, hiperactividad, falta de organización, baja autoestima, descenso de la líbido, nerviosismo nocturno, consumo excesivo de sustancias nocivas: alcohol, tabaco, café, etc. Además de  dolor de cabeza, alteraciones digestivas, contracturas musculares, palpitaciones, cansancio persistente…" Uh oh, todo esto me suena. Glups. Y yo que pensaba que la maternidad me había hecho envejecer prematuramente. ¡Pero todo es culpa del estrés!

Desde Boirón me dieron una serie de recomendaciones para acabar con él y con la ansiedad que me producen los momentos más rebeldes de mis churumbeles. Lo primero y muy lógico se basa en llevar una vida llena de buenos hábitos: alimentación sana, deporte, una higiene correcta... Mmmmm... La alimentación que llevaba hasta ahora no era de las mejores, siempre masticando a toda mecha para seguir con mis tareas, comiendo cualquier cosa si no estaba la familia por no cocinar y mucho mucho chocolate y café para recargar pilas. Lo dicho, un asco. Pero con los niños de vacaciones la cosa cambia y mis comidas dan un giro de 180 grados. Ahora toca exprimirse el coco para hacer comidas equilibradas y sanas para los peques, y de paso para mí. Haremos un esfuerzo por reducir el consumo de porquerías varias, que por otro lado, suelen darme la sensación de que me calman la ansiedad. El deporte me sale por la orejas: carreras contrareloj de recoger, levantamiento de peso de chiquillos lagartijos o cartones de leche de seis litros estáticos, los 100 metros lisos para alcanzar el metro antes de que se me escape... Incluso hago entrenamiento nocturno. Salto de cama y llegar a la habitación de los niños antes de que el que berrea me despierte al otro y se monten la fiesta del siglo. Superado. La higiene no es problema. Aquí nos encanta el agua. A estos bichillos a veces demasiado y toca lidiar con pequeñas inundaciones. El verano es lo que tiene. ¡Ah! ¿Que no se referían a eso? Pues tendré que esperar que vuelvan a empezar las clases para intentar desestresarme porque con los chiquillos todo el día alrededor no lo veo claro. A cambio de la revolución infantil que me regalan cada día tengo horas de contar cuentos entre risas, descansos relajantes en la piscinas cuando están entretenidos y mucha comida sana para darles ejemplo. ¡No queda otra!

Otro consejo que nos da Boiron es la conversación: Hablar relaja. Aunque no creo que se refiera a las charlas a tres bandas con los niños en las que gana el que más grita (yo, por supuesto jejeje). O las que tenemos mi marido y yo sobre la educación de los niños que acaban en peleas de boxeo a tres asaltos (y aquí no gana nadie. Cada uno se queda con su idea). Otra recomendación, cuando la cosa se sale de madre es acudir a un psicólogo, pero yo ya tengo dos círculos muy efectivos que hacen labores de psicólogos: Las mamás de cole y las mamás del 2.0. Oye como relaja sentirte comprendida y acompañada por personas que te comprenden y no te toman por una loca histérica. ¡Eso sí que es terapia de grupo! Así logro tener una actitud positiva ante la vida unnnn... mmmm... ¿25% de las veces? Bueno, hay que trabajar un poquito más en este punto. Lo admito. Y seguro que mi marido lo confirma enérgicamente.

También hay muchos productos homeopáticos que nos pueden ayudar a relajarnos y tomarnos las cosas con más calma. Pero si vemos que lo nuestro va más allá lo mejor es acudir al médico y que un profesional nos aconseje.

Yo, por ahora, me quedo con los tres consejos más importante para mejorar mi vida ante el estrés: Una dieta sana, practicar actividad física y mantener una actitud positiva. Y me aplico lo que me cuentan en este post sobre el estrés en vacaciones

viernes, 19 de junio de 2015

Plastilina con Boolino

Boolino regala de vez en cuando actividades para hacer con los niños por el twitter. Cuelga los PDF's para que te los imprimas. Y la verdad es que están muy bien. Un día, les saqué una de las actividades que tenía muy buena pinta.

Ellos estaban jugando con plastilina y, de repente, me acordé que tenía unas instrucciones para hacer figuras con palillos y plastilina muy chulas que me había descargado gracias a Boolino. Las saqué y se las puse delante. Luego me senté a hacer una de ellas. Les pregunté cual querían que hicieran y como ya me figuraba eligieron las más difícil: el pentágono.

Me puse a hacerlos tranquilamente con bolas de plastilina y los palos de brochetas que tenía guardados para manualidades. No me quedaba palillos. Hubiera sido más fácil con los palillos. Seguro que la figura hubiera tenido más estabilidad. Pero no estaba quedando nada mal. Daniel se animó y se puso a construir el cuadrado con mucho ahínco. ¡Y le salió muy bien! Tanto que quiso ponerlo de adorno en algún lado de la casa y se le acabó escacharrando cuando lo movió.

Iván siguió haciendo polos y helados de plastilina con los vasos y palitos y no se animó ha hacer las figuras. Puede que aún sea un poco pequeño para esta actividad, pero se divirtió mucho viendo cómo las hacíamos nosotros y cómo se caían después.

jueves, 18 de junio de 2015

Cocinando en inglés en Fun & fit

Cuando me enteré de que me había tocado un mes gratis de clases en Fun & Fit en el sorteo que organizaba Historietas de Mamá me llevé una gran alegría. Podía elegir el centro y el taller que quisiera y no dudé ni un segundo en apuntarlos a Cooking fun, unas clases de cocina en inglés en la que no sólo aprenden el idioma anglosajón y habilidades de pequeños chef, sino que también les enseña a prepararlo todo ellos y recoger al final. ¡Eso me encanta!

Las chicas del centro fueron encantadoras y me permitieron apuntar al hermano sin pagar matrícula. Es muy de agradecer. Así, que el papá se plantó el primer día de clase con dos niños muy emocionados y con muchas ganas de meter las manos en la masa.

He de confesar que no les habíamos dicho que las clases eran en inglés, porque todo lo que les huele a cole les echa para atrás. Y cuando vieron que la profe se dirigía a ellos exclusivamente en este idioma les chocó muchísimo. "¿Por qué hablas en inglés?" le preguntaba Daniel una y otra vez. Afortunadamente no tuvieron ningún problema en seguir el ritmo de la clase y enseguida se lavaron las manitas, se pusieron los delantales y a trajinar con el instrumental de cocina y los ingredientes.

Me encanta cómo da la clase la profesora. Lo sé de primera mano porque a la segunda clase les llevé yo y pude verlos con mis propios ojos. Charla un rato con ellos, les ayuda a prepararse, los reúne alrededor de una gran caja, la abren y les va presentando los ingredientes. Luego les va dando instrucciones y los niños permanecen toda la hora muy atentos y concentrados. Cuando acaban de cocinar, prueban lo que han hecho, recogen, limpian todo y salen con una gran sonrisa y mostrando a los progenitores sus creaciones culinarias. El primer día hicieron garbanzos machacados con limón y pimentón, el segundo patatas al microondas con jamón, el tercero creps de distintos rellenos y el cuarto... El cuarto aún no lo sabemos, porque es la única clase que nos falta por ir. Estamos deseando descubrirlo.

miércoles, 17 de junio de 2015

El mercadillo solidario de la embajada de Indonesia

El domingo pensábamos quedarnos en casa tranquilamente para que los dos agotados de la familia se recuperaran del todo, pero de repente el padre de familia nos propuso un plan muy tentador. En la embajada de Indonesia organizaban un mercadillo solidario con muestra gastronómica a muy buen precio incluida y espectáculos folklóricos. Me encantan estos planes porque les enseñas a los peques otras cultura muy diferentes a la española y les haces plantearse muchas cosas.

Una compañero de trabajo de Raúl es Indonesio y nos hizo de perfecto anfitrión. Nos acompañó en todo momento, nos aconsejó sobre los platos más deliciosos (y acertó de pleno), nos invitó a unas patatas con frutos secos increíbles que engancharon a Iván desde el primer bocado y a los postres: unos coloridos vasos llenos de sorpresas deliciosas. Daniel hasta repitió de los pinchitos de tanto que le gustaron y el más pequeño se empleó a fondo con los vasos de colores.

Como no llegamos muy tempranos nos quedamos sin sitios en las mesas y nos sentamos en el cesped. Muy cerca del castillito hinchable que habían puesto para gran alegría infantil. mis hijos estuvieron el 80% del tiempo allí metidos haciendo el bestia a placer. Desde el lugar en el que estábamos no se veían muy bien los espectáculos, pero se oían muy bien las canciones y la música.

Raúl se hizo cargo de los peques un ratito para que me pudiera dar una vuelta por el mercado. Había muchas maravillas: pulseras, pendientes, ropa exótica, figuras, aceites... Aunque al final, lo único que compré fueron unas mariposas artesanales para los peques (siempre pensando en ellos). Les encantaron. Jugaron tanto con ellas que hubo que recomponerlas mil veces.

Cuando vi que los peques empezaban a estar cansados y que la estaban liando más de la cuenta en el castillito, le pedí a Raúl que volviéramos a casa. Una pena porque el lugar estaba de los más animado, pero al día siguiente había cole y nos quería que empezaran la semana cansados.

Los tuvimos que sacar a rastras de su lugar de deseo. Nos despedimos del amigo de Raúl que les regaló sendos bolígrafos artesanales preciosos, que ya me he agenciado para el escritorio de los adultos. Aunque como los vean un día seguro que me los vuelven a pedir porque les gustaron mucho.

Fue un día diferente, muy divertido y lleno de sensaciones Indonesas.