lunes, 30 de noviembre de 2020

Barkham Horror. La intromisión de Miaulathotep

Están pasando cosas muy extrañas en Barkham. Para unos sabuesos investigadores de la talla de ....... es muy fácil darse cuenta de que los gatos están más revoltosos que nunca... nada les impedirá investigar este misterio y acabar con los horrores que se encuentren por el camino... siempre y cuando no se les cruce el delicioso olor de algo rico, sabroso y grasiento por en medio.

Éste, más o menos, es el inicio de Barkham Horror. La intromisión de Miaulathotep, una aventura de Arkham Horror el juego de cartas en la que los investigadores toman la forma de perros antropomorfos y los gatos de terribles monstruos. Con algunas excepciones...

Parecía hecha para nuestros hijos, que llevaban ya algún tiempo protestando porque no les dejábamos participar en nuestras partidas. Que es un juego de adultos... les repetíamos una y otra vez. ¿Y qué?, contestaban ellos, como si nunca hubiéramos jugado a un juego de adultos. Es cierto, juegan a todo lo que se les presenta, pero el juego que nos ocupa es especialmente complicado, tanto por sus mecánicas (demasiadas fases con sus propias reglas cada una), como por los efectos de sus cartas (algunas hay que leerlas dos veces para ver cómo se utiliza).

Pero el destino llamaba a nuestras puertas en forma de perritos adorables y gatitos malignos, era el momento del bautizo de los peques en el que se ha convertido en el juego preferido de sus padres. Así que el padre de familia nos hizo elegir entre los investigadores: Bau Harrigan, el perro de guerra; Jaqueline Canine, la lectora de patas; el bueno de Duque, con su humano amistoso; Kate Winthguau, la labrador de laboratorio y Babasombra O'Toole, el cachorro escapipista. Uno por cada grupo de investigadores del juego.

Elegimos el que más nos gustó y el padre se encargó de hacernos los mazos. Siempre delego en él, pero cualquier día me lanzo a hacerme uno yo misma, porque últimamente no me acierta tanto. Se ve que ya me voy aficionando a algunas cartas más que a otras.

Al final, hubo cambio de planes porque el mayor tenía el día tonto adolescente rebelde trágico y cómo todos estábamos contra él y éramos más malvados que el mismísimo Miaulathotep, no le dio la gana de sentarse a jugar, así que Raúl tomó su personaje para equilibrar mejor el grupo. Él se convirtió en Bau Harrigan, Iván en Duque (que tenía chollo con su humano amistoso) y yo en Kate Winthguau. 

La bolsa de caos se puso en mi contra desde el principio. De hecho, mi primera mano se me fue a la porra esa misma fase de mitos. Encima hubo cachondeito porque me negué a empujar a mi Milan hasta el borde la mesa como un gatito juguetón. Raúl casi se lleva un zarpazo al pedirme amablemente que por favor siguiera las instrucciones de la carta.

Iván se salva siempre porque es adorable si mismo. No paraba de pegar saltos, reírse y emocionarse con cada descubrimiento de gato monstruoso. Mientras su madre escalaba a la cima del cabreo sumo con cada fracaso total que salía de la $%&@# bolsa de caos. "Dejad que rolee mi personaje", nos pedía mientras olfateaba la bolsa de caos en busca de la ficha afortunada... La verdad es que se metió bastante en su papel.

La cosa se ponía feísima para los investigadores perrunos y, aún así, Raúl e Iván no perdían la calma, mientras yo ya me rasgaba las vestiduras y lo daba todo por perdido. Ese maldito primigato nos estaba haciendo pedazos.

Y así fue. El primero en caer fue Bau, pero yo no tardé mucho en seguirle. Se quedó Duque sólo ante el peligro, pero en un último turno logró hacerle el último punto de daño al maldito primigato y acabar con su vida llena de fechorías.

Así que acabó la partida dando brincos de alegría con la ficha, que le dio el triunfo, en la mano.

No le costó nada hacerse con la mecánica del juego, pero, eso sí, él jugó con su mano al descubierto para que pudiéramos explicarle los efectos de cada carta. Al principio Raúl le dirigía bastante su turno, pero, enseguida, comenzó a hacer sus propias jugadas maestras. Incluso, corrigió al gran maestro en alguna.

Daniel, mientras tanto, revoloteaba el rededor de vez en cuando, asegurando en voz alta que no tenía ningunas ganas de jugar al juego NUN CA. Evidentemente, le tranquilizó que contáramos con él para rejugarlo lo antes posible.

Cthulhu y Miaulathotep tan cuquis
Creo que este es el inicio del aumento de nuestro grupo de investigadores. Quien sabe. A lo mejor pronto los tengo a los dos luchando contra horrores innombrables codo con codo junto a sus padres...

Por cierto, si queréis introducir a vuestros peques a este juego, recomiendo que antes jueguen a otros menos complicados y más fáciles de seguir para ir calentando motores. Como por ejemplo, Mansiones de la Locura segunda Edición, en el que la aplicación te va marcando el camino.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Seres fantásticos de tierra, agua, aire, fuego y más allá

Violeta Monreal, con sus ilustraciones, y Ana alcolea con sus textos y poemas, han hecho el combo perfecto para plasmar en las páginas de Seres fantásticos el sentir y personalidades de unas criaturas muy especiales.

Estamos ante un precioso álbum ilustrado que llama la atención por sus imágenes y su estructura sencilla. La clasificación se divide en cuatro bloques principales: tierra, agua, aire, fuego y más allá, siete criaturas cada una. Las fichas de cada uno consta de un pequeño poema, una lista de cuatro o cinco características principales y un precioso relato para conocerles mejor.

Al final, se incluye una sección de curiosidades que vale su peso en oro por toda la información que logra reunir en unas pocas líneas.

Este libro lleva a los niños un poquito más allá de leyendas y mitologías, para intentar entender o empatizar con los protagonistas de sus páginas, únicos y con más personalidad que la que se les achaca en la imaginería popular. Aquí nos hablan los sentimientos y anhelos de cada uno de ellos. Es una búsqueda de la empatía del lector para derribar muros de estereotipos y ampliar los límites del pensamiento crítico.

Nada es como nos lo habían pintado. Los monstruos no son sólo malos, y los buenos no son tan buenos. Seguro que todos nos podemos poner en el lugar de alguno de ellos e intentar comprenderles en sus inseguridades, convicciones y deseos.

Las autoras han sabido aprovechar la oportunidad para plasmar de una forma natural y muy correcta situaciones muy reales y problemas vigentes en la sociedad actual, como son el encasillamiento a través de etiquetas que pesan como losas, el bullying, la discriminación, la esclavitud hacia los estereotipos que acortan mentes, los destrozos al medio ambiente por parte de los seres humanos, la incomprensión y el miedo ante lo diferente... Nos encontramos ante un compendio de criaturas que han sufrido acoso, manipulación, abuso, incomprensión... Todo desde la inocencia y gracia con la que puede contarlo un niño.

En los pequeños relatos y poemas han plasmado un punto de vista diferente y muy interesante que se apoyan a la perfección en preciosas ilustraciones que dan ganas de enmarcar para forrar una habitación con ellas. Sobre todo, me encantan esos ojillos redondos, que se abren mucho mucho, como si no quisieran perderse nada de lo que pasa a su alrededor. Igual que los de los niños pequeños.

Si queréis asomaros a sus páginas y echar un vistazo aquí os dejo un extracto del álbum ilustrado.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

El caldo de Navidad

El frío se cuela hasta mis huesos. Mal día para perderse en una montaña sin cobertura. Menudas Navidades. Peor de lo que pensaba. Salgo del infierno familiar, alegando un viaje a última hora, y me caigo directamente a una ladera congelada a pocos minutos del anochecer.

- Mira, ahí. ¿No ves algo?- Mi pareja actual (no me suelen durar mucho) me señala a lo lejos y distingo algo marrón entre tanta nieve. Con lo bien que estaba delante de la chimenea, ¿Cómo me dejé convencer para ir a dar una vuelta? A veces por no oírle hago estas locuras. 

El caso es que tiene razón. Ahí delante hay algo y puede que tenga calefacción o mantas en su interior. Sin contestarle, tengo demasiada ira concentrada en él ahora mismo, me encamino al lugar señalado.

Nos cuesta un poco llegar. Nadie se ha molestado en despejar el camino hacia la destartalada cabaña. Al acercarnos, un olor muy agradable se cuela en mis fosas nasales y hace que me suenen las tripas. Mi futuro ex novio se ríe bajito, pero no se atreve a comentar nada. No hace mucho que salimos, pero ya conoce de sobra mis explosiones de mal humor.

Golpeo la puerta con los nudillos con demasiada fuerza y me hago daño, lo que me pone aún de peor ánimo. Viva el espíritu de la Navidad. Yuju.

Afortunadamente, no tardan mucho en abrirnos. Tampoco creo que haya mucha distancia que recorrer dentro de esa casucha. Un personaje, que bien podría confundirse con el gordo de rojo, asoma su barba blanca por el dintel y se queda mirándome sin proferir palabra.

- Eeeh. Nos hemos perdido…- Comienzo, titubeando e intentando componer una sonrisa que no se vea demasiado falsa.

- Estábamos dando un paseo y nos hemos desorientado. – Toma la palabra mi acompañante. Dios, no sé qué pude ver en él. Es irritante.- ¿Podría indicarnos el camino correcto hacia el hotel rural o el pueblo?

- O podría dejarnos entrar para calentarnos un poco que ya no veo ni la punta de mi nariz, ¡moriré congelada si sigo un segundo más aquí fuera!- Dramatizo de forma exagerada, interrumpiendo a mi chico bruscamente. Me mira medio raro, pero me da igual. Donde las dan las toman.

El abuelo no dice esta boca es mía. Tan sólo se aparta y nos invita a entrar con un gesto vago. El olor se intensifica. Hace que me sienta extraña. Como en casa, pero no en la casa de ahora, en la que convivo con unos padres inaguantables y el molesto hermano que, como yo, aún no ha podido volar del nido por falta de recursos. 

Aparto esos pensamientos y me tiro como si no hubiera un mañana al lado de la estufilla que preside la habitación a la que accedemos. Cuando por fin entro algo en calor, me fijo en lo que me rodea. Todo está bastante desordenado, pero el conjunto da sensación de confort, con muebles viejos y cómodos colocados despreocupadamente allá donde miro, y montañas y montañas de libros por todas partes. Paz, silencio y millones de páginas que devorar. Yo sería feliz aquí. 

Hasta puedo entrever la cama en un rincón, sepultada también bajo gruesos volúmenes que prometen mil y una aventuras. A la estancia sólo dan dos puertas, que supongo que serán el acceso al baño y a la cocina. El chico que me acompaña no tarda en sentarse en un sofá de orejas altas, que no pega ni con cola con el resto del mobiliario, ni en color ni en forma. Se le ve tan a gusto que hasta se coge la confianza de curiosear ojeando páginas de aquí y allá.

Con una de las puertas he acertado de pleno porque, en ese momento, nuestro benefactor sale de ella con un humeante cuenco en cada mano. De nuevo, ese olor, que me llena de emociones encontradas. Un aroma que llega hasta mí y se posa en mis manos, cuando el personaje me da uno de ellos sin mediar palabra. Casi sin mirarme. Luego hace lo mismo con mi acompañante, que lo recibe encantado. Le da las gracias y lo sopla con una expresión de felicidad en su rostro. Corriente y sin nada que resaltar, como todo él.

Me concentro en mí misma y observo un rato el espeso caldo antes de decidirme a probarlo. En cuanto traspasa mi garganta un bombardeo de recuerdos me golpea sin piedad: risas se entremezclaban con villancicos cantados a voz en grito, ruidos de carreras por el pasillo, mi madre pidiendo calma, mi padre haciéndola rabiar, los olores de la cocina… y, entre ellos, ese olor, el del caldo que tengo entre mis manos. Justo ese mismo olor. ¿Cómo podía ser? Cada Navidad mi casa se llenaba de ese olor por todos los rincones y encendía..., ¿qué es lo que enciende? ¿Nuestro espíritu navideño? Pero yo ya no tengo ilusión por esas tonterías, ya no soy una niña… Ya no… 

Bruscamente, vuelvo a la habitación de la cabaña. Es tan repentino que me mareo. Menos mal que estoy sentada y sólo tengo que lamentar unas pocas gotas del caldo que van a parar a mi abrigo. Cuando llevo el cuenco de nuevo a mis labios me doy cuenta de que tengo las mejillas húmedas. ¿Estaba llorando? Avergonzaba echo un rápido vistazo a mi alrededor para comprobar que nadie se ha percatado de mi momento de debilidad. Y, entonces, me llevo la segunda sorpresa. Él también está llorando, el chico que hacía tan sólo un momento estaba pensando en dejar archivado en antiguas relaciones. Vuelve en sí dando un respingo y se pone colorado hasta las orejas cuando se da cuenta de que le estoy observando. Aparta la mirada y la clava en el cuenco.

Un impulso me lleva a apurar lo que me queda del caldo y a sentarme a su lado. Le cojo una mano con las mías y me aprieto contra su cuerpo buscando calor, pero no como el que pueda dar la calefacción, una chimenea o una estufa, sino uno más humano. Él también suelta el cuenco, ya vacío, en una mesita y me pasa el brazo libre por los hombros. No creo que tardáramos mucho en quedarnos dormidos.

Me despierta la luz que se cuela por las rendijas de las persianas. Alguien nos ha tapado con una gruesa manta. Me duele todo el cuerpo después de tantas horas en una postura tan extraña. Pero, por otro lado, a pesar de que la estufa parece llevar varias horas apagada, siento un calorcillo que viene de mi interior y que me hace sentir muy bien. 

Miguel abre los ojos en cuanto me siente removerme. No sé si ya estaba despierto o he sido yo quien le ha sacado de los brazos de Morfeo. Tiene las mejillas encendidas y sonríe con los ojos y la boca a la vez. Está distinto. O yo le veo distinto.

No encontramos a nuestro Papa Noel de anoche por ningún sitio, así que decidimos intentar volver por nuestra cuenta al hotel. Le dejamos un mensaje escrito en la nieve, aunque seguramente se habrá borrado antes de que vuelva. A saber dónde se ha ido. A comer con su familia seguramente.

Milagrosamente, aparece una línea en el móvil de Miguel y nos da la cobertura justa para orientarnos con su gps, con bastante dificultad, pero por fin estamos en el camino correcto. En poco más de un par de horas encontramos el hotel. 

- Oye.- le paro antes de entrar.- Estoy pensando… Aún me da tiempo de llegar a comer a casa…- Miguel se rasca la barbilla antes de contestar.

- ¿Sabes? Yo estaba pensando en lo mismo. ¿Te dejo en tu casa? Me han entrado unas ganas locas de abrazar a mi madre…

* Relato escrito para el Primer Certamen Literario Caldo Aneto Natural: Cuentos de Navidad

* Aunque uso fotos propias el relato no tiene nada que ver conmigo ni con mi vida jajajaja


martes, 24 de noviembre de 2020

Espías en Pocket Ops

Este fin de semana nos convertimos en espías y estrenamos Pocket Ops, un juego para dos altamente entretenido, de esos en los que hay que pensar muy bien cada paso. Las reglas son muy fácil y se prepara en un pis pas. Las fichas y cartas rojas para uno y las azules para el otro, el tablero en medio y la tarjeta de acceso para el jugador al que le toca intentar colocar ficha. ¡Y a por el dispositivo del fin del mundo! chan chan chan chan chan chan tiruriiiiiii tiruriiiii (aquí música de Misión Imposible).

Estamos ante un tres en raya con mucha chicha. Se juega al mejor de tres rondas. Al principio de cada una cogemos dos fichas de especialistas al azar y elegimos la que más nos convenga según sus habilidades especiales (que podemos leer en las reglas). Uno de los jugadores elegirá una carta de posición intentando jugar al despiste con su contrincante, que tendrá que deducir dónde va a intentar poner y elegir la misma carta de posición. Si ambas cartas coinciden el jugador que debería poner ficha se queda sin ponerla y le toca al otro intentar colocar sus fichas estratégicamente. Si lo logras, puedes poner una ficha de espía o el especialista que te haya salido al inicio de la ronda (debes anunciar antes lo que vas a poner). Si optas por el especialista se ejecuta su habilidad especial (muy útil para no quedar en tablas).

Cuando ganas una ronda te llevas el diamante, que hará funcionar el dispositivo. Cuando ganas la segunda ronda te llevas el mismísimos dispositivo del fin del mundo y te conviertes en el equipo de espías más alucinante de la historia.

Lo mejor de este juego es que son reglas sencillas y componentes y caja pequeños, así que lo puedes llevar a cualquier lado y ponerte a jugar en cuestión de minutos. Cómo sólo necesitas otro jugador, enseguida encuentras un voluntario para ponerse en la piel de jefe del equipo de espías. Aunque lo malo es cuando somos más los deseosos de cumplir la misión, como pasó el sábado. Lo que hicimos fue turnos. El que ganara jugaba la siguiente partido y el que perdía cedía el sitio a otro (como se hace de toda la vida con los juegos de dos).

Por cierto, te partes cuando ves jugar otro y te fijas en su cara de concentración y cómo observan al contrincante. Cuando te leen la mente te da una rabia... Y cuando logras despistar ¡un triunfo!

P.D: Soy un libro abierto snif.

Aquí os dejo una pequeña ficha técnica:

Edad: + 8 años

Número de jugadores: 2

P.V.P recomendado: 14 euros

Componentes:

- Instrucciones

- 9 Cartas Rojas de Plan

- 9 Cartas Azules de Plan

- 7 Marcadores Rojos de Espía

- 7 Marcadores Azules de Espía

- 8 Marcadores Rojos de Especialista

- 8 Marcadores Azules de Especialista

- 2 Cristales de Poder

- Dispositivo Fin del Mundo

- Tarjeta de Acceso

- Tablero de Instalación


lunes, 23 de noviembre de 2020

Los piratillas de Refuerzo Divertido

Tanta sequía de jornadas de juegos de mesa está haciendo mella en las fieras (y en los adultos, pero lo llevamos con más resignación). Con el virus malvado campando a sus anchas hay que extremar las precauciones al máximo, así que por aquí nos dedicamos a evitar aglomeraciones y lugares cerrados. Cuando me enteré que Refuerzo Divertido iba a dirigir emocionantes partidas de rol a 8 tesoros para peques inquietos tuve sentimientos encontrados (quiero, pero ¿puedo? ¿debo?). Afortunadamente, tengo hilo directo con la maravillosa Paloma y me dejó muy claro que las medidas de seguridad eran rígidas, efectivas y no ponían cortapisas a la diversión. Para mayor tranquilidad, la partida se iba a desarrollar al aire libre, en una terraza protegida por toldos y con mucho espacio.

Así que hice lo único que podía hacer, dejar la decisión en manos de las fieras. Se ve que estaban deseando una oportunidad de salir de sus rutinas (y del barrio) desde hacía tiempo porque no se lo pensaron dos veces. Su grito de júbilo se debió oír hasta en Rivas.

Pues allá que fuimos el Sábado al CMRI Rayuela de Rivas, un lugar muy chulo que encima tiene unos toboganes gigantes muy tentadores en la entrada. Como iban a ser desinfectados de los pies a la cabeza con gel hidroalcoholico les permitimos jugar con ellos un poco (la tentación fue demasiado grande para los pobres).

En breve estaban los cinco niños que iban a jugar desinfectaditos, colocados en sus aros de posición (con la distancia de seguridad entre unidades familiares o de burbuja) y listos para correr emocionantes aventuras.

Y muy emocionantes tuvieron que ser, porque, una hora y media después, salieron entusiasmados. Mientras jugaban, los papis nos fuimos a dar una vuelta y hasta solucionamos una par de cosas pendientes.

Como decía, los peques salieron de su partida dando brincos y contando sus hazañas a voz en grito. Que si Daniel había sido Sicario y se había cargado a todo el que se le hubiera puesto por el camino, que si Iván, se había convertido en un gato de mar que se encargaba de pescar truchitas para dar de comer a toda la tripulación y acaba formando su propia banda de gatos piratas... Todo ello salpicado de un montón de momentos épicos como cuando se enferman todos de un virus y tienen que buscar quien les cuide, o cuando hacen sitio en el hospital para que les curen a ellos acabando con la vida de los enfermos hospitalizados o cuando en una batalla épica uno de los malos malosos apartó al gatito con el pie con mucho cuidado y cargó contra el resto de los piratas mientras el minino se dedicaba a explorar.

Estaban encantados porque Paloma les había dejado tomar las riendas de la historia con total libertad, aunque, claro está, sujetos a los designios del dado de 8, que decide la suerte de los jugadores de 8 tesoros, un juego ideal para los peques por contar con un sistema sencillo y lleno de posibilidades de alucinantes aventuras piratas.

Ya en el coche no paraban de preguntarme cuándo era la próxima partida que iba a organizar Paloma. Tendré que estar muy atenta porque como se me pase no me lo van a perdonar en la vida. 

Aquí tenéis la crónica que ha escrito Refuerzo divertido en su blog: 8 Tesoros – Por los derechos de la Infancia. Me encanta como lo cuenta. Paloma tiene mucha chispa y hace unos post muy divertidos y dinámicos :)

viernes, 20 de noviembre de 2020

El cómic de Among us de Iván

 

Muerto por chivato

Cuando eres el único testigo es mejor dejar las cosas como están. Es su palabra contra la tuya. Y luego vienen las represalias...

Cuando te das cuenta que sólo quedáis dos


Si yo soy inocente, entonces el... oh oh

Cuando te olvidas de que hay dos impostores


Cuando te confías... mueres.

Inocentes torpes

Cuando los inocentes son torponcillos, todo son accidentes y la victoria del impostor viene sola.

Ellos sólos mueren haciendo las tareas.


Hay que saber disimular

Cuando se mata de una forma tan descarada es imposible que los impostores ganen.
Atentos a los primeros planos de las reacciones de los inocentes al ver al impostor en acción.


miércoles, 18 de noviembre de 2020

Shikoku, la carrera de peregrinos en la DAU Barcelona

De nuevo Refuerzo Divertido nos invitó a jugar online. Esta vez a Shikoku, un juego editado por GdM en el que nos convertimos en peregrinos sin ganas de destacar, porque la virtud está en el equilibrio y el punto medio. Aquí solo ganan los que llegan en segundo lugar y los penúltimos. Atentos, que la mecánica del juego es muy fácil, pero las estrategias requieren de mucha materia gris.

Encima, uno de nuestros contrincantes, Pak, tenía experiencia de juego sobrada como para darnos la paliza de nuestra vida, pero Paloma, Inés, Raúl y yo no se lo íbamos a poner nada fácil (o sí, porque nosotros sufríamos con cada decisión y para él todo era como un paseito por el templo).

Nos colocamos en la línea de salida, la suerte determinó el orden de los turno y Go! a subir escalones sin prisa, pero sin pausa, aunque a veces apretando el paso, pero sin pasarse. Uy, qué emoción, qué tensión, los errores se pagan, párate a pensar que le regalas la partida a Pak (Nota mental: No hacer caso de sus consejos que siempre le benefician).

Y cuando ya lo tienes todo atado y bien atado... aaaarg, te empujan hacia atrás o hacia adelante y te hacen la puñeta bien hecha. Diossss, necesito sandalias, que noooo, que necesito no moverme. Lo que de verdad es vital es colocar carta el último. En realidad, lo que de verdad importa es ¡Todo! Hasta controlar las cartas de tus enemigos, las descartadas, las que están presas en la mesa... procesando, procesando.

Allí estábamos todos, en busca de la jugada perfecta, con las neuronas trabajando a tope, mientras Pak lo tenía todo clarísimo y movía los hilos dejando caer un comentario por aquí, un consejito por allá... ¡Y destrozandote tus magistrales estrategias! Y el resto también. Todos a fastidiarme las jugadas y hacerme avanzar a grandes pasos. ¡Que prisas! Que yo no quería llegar la primera, gracias.

Y de tanto frenar me pasé y acabé la última uy uy uy... si es que no te puedes despistar. Otra vez a correr. Dejo esta carta, cojo esta y me aseguro un buen puesto para el  siguiente turno... o no.

Entre empujones, zancadillas y adelantamientos nos echamos unas buenas risas. El juego mola un montón y es de esos ganan a mayor número de jugadores. Nosotros, siendo cinco, no lo hemos pasado genial con los piques y desarrollando y pinchando estrategias, con lo que ya con ocho nos imaginamos que será un despiporre y un abarrotamiento de escalones escacharrante.

Ver como los cinco intentábamos arrimarnos al penúltimo escalón, el 32, y buscar la vueltas para no tener que movernos en el siguiente número es todo un espectáculo. La tensión se podía mascar mientras hacíamos nuestras jugadas, que, por cierto, la mía no resultó y fui de los primeros en llegar al templo. Los ganadores indiscutibles, por quedarse los segundos, fueron Paloma y Pak, llevándose la victoria en el último segundo. Hasta ese momento cualquier cosa podía pasar y nadie sabía quién sería el ganador. Excepto Pak, que estaba muy seguro de su éxito.

Por cierto, que nos contó un dato muy curioso. Si algún día tenéis la suerte de visitar el camino de los 88 templos de Shikoku podréis encontrar este juego en los puestos de venta de los templos. Eso sí, estará en japonés. Pero aún así, a nosotros nos han entrado unas ganas de locas de ir hasta allí y comprarlo. Queda pendiente ese pedazo de viaje, que encima hemos investigado por google y la zona es una pasada.



martes, 17 de noviembre de 2020

Pelotas Hacky Shack

Parecen calcetines doblados pero son nuestras Hacky Shack
Un día llegó Iván muy emocionado con una propuesta que le habían sugerido en el colegio para hacer con la familia. Se trataba de una manualidad para hacer unas chulísimas pelotas de malabares Hacky Shack. Papi Primerizo ya me había hablado de ellas, pero en cuanto vi que había que coser me desinflé bastante. Lo de la aguja no se me da.

El tema es que al peque le brillaban los ojillos y ya casi podía saborear todos esos momentos de disfrute con su Hacky Shack, así que su madre hizo tripas corazón y desempolvó su kit de costura de los chinos (como lo odio). Los peques se sentaron expectantes para comenzar su producción en masa de pelotas de tela rellenas de arroz. ¡Que ingenuos!

Tras cortar el calcetín siguiendo las instrucciones del vídeo que nos facilitó el profesor de Iván llegó lo más tedioso: mirar como su madre cosía y juraba en arameo. En el tutorial parece muy fácil, pero la calidad del hilo influye y la mía es lo siguiente a baja. No paraba de desenredar malditos nudos que se formaban de la nada. Y se rompía de mirarlo, con que tocaba volver a enhebrar (que se me da fatal) rematar, empezar de nuevo... ¡otro nudo! ¡Noooo!

Total, que para verme sufrir, se fueron a entretenerse con sus cosas hasta que yo acabara. Momento culmen y emocionante en el que les tocó dar la vuelta al calcetín y rellenar su interior de arroz con un embudo. Cuando ya estuvieron bien gorditos, se suponía que sólo era tirar del hilo para cerrar y rematar. Error. Fue imposible tirar de ese hilo, que, de repente, se había llenado de nudos imposible. No me preguntéis cómo. Así que me tocó recoser por fuera, aunque no quedara tan bonito. 

Más juramentos y maldiciones después, llamé a los churumbeles y les presenté sus pelotas de malabares Hacky Shack un poco deformes. ¡Les encantaron! Se pegaron toda la tarde jugando con ellas y les han cogido una cariño tremendo. Se prestan la de cada uno para hacer malabares con dos pelotas (me niego a hacer más. Que se las pidan a los reyes), les han cogido tanto cariño que les han puesto nombre, se las llevan por donde van para estrujarlas a gusto tipo bola antiestrés...

¡Vamos! Que valió la pena cada sufrimiento y pinchazo. Eso sí, mi casa se está convirtiendo en una arrozal porque, no sabemos por dónde, pero pierden relleno de vez en cuando y a cuentagotas.

En fin, que a día de hoy (cuatro días han pasado), es su juguete analógico favorito por encima de los carísimos muñecos de Fortnite o el mogollón de superzings, pero no las quieren compradas porque no es lo mismo (ainsss). Me niego a hacer más.