jueves, 30 de junio de 2011

Tarde de juegos

Hemos comprado un colchón bueno para Daniel porque me parece importantísimo que descanse. Es un punto fundamental para su buena salud y la mía. Encontramos uno que nos gustó y lo encargamos al momento.


Cómo me lo tenían que traer esta tarde Daniel se iba a quedar irremediablemente sin parque o piscina, así que estimé que era un buen momento para preparale algunas actividades.


Me metí en internet y leí unas cuantas propuestas más que interesantes. Algunas en foros en los que las madres contaban sus experiencias. Siempre estupendas a la par que divertidas.


Qué pena que la realidad supere siempre a la ficción. Lo primero que me costó obtener fue la atención de mi hijo. Casi le tuve que arrastrar hasta la habitación de juegos porque estaba muy entretenido persiguiendo cruelmente a los gatos.

Una vez le tuve atento a mis palabras procedí a comenzar con el primer juego. Saqué todos sus zapatos, mezclados y revueltos. Cogía uno y le instaba a buscar la pareja insistiendo en que se fijara en los colores o detalles de cada zapato. Le encantó la idea por dos minutos, luego intentó escapar de mis garras. A lo mejor era un juego demasiado didáctico. No me desesperé. "¡Vamos a jugar al baloncesto de bebés!" me animé, "Eso le tiene que gustar más!". Cogí todas las pelotas que teníamos por casa, que no son pocas, y las metí en un cesto. "Mira Daniel" le expliqué, Tienes que intentar meter las pelotas en el cesto desde esta distancia". El chiquitín me miró un segundo antes de trotar hacia el cesto y tirar la pelota desde el borde. Después corrió a por la siguiente y así con todas. Luego las volvió a sacar desparramándolas por la casa, para volver a meterlas. Bueno, no era exactamente el juego, pero se lo estaba pasando bien, así que le dejé hacer.
Cuando se cansó también de las pelotas, procedí a preparar el siguiente juego, que no era otro que el de los tuppers, la pasta, los garbazos y las lentejas, que él ya conocía de otro día. En ese momento llegó el chico que nos traía el colchón. Cómo todavía era relativamente pronto decidí llevar al niño a la piscina. A toda velocidad comencé a preparar las cosas: toallas, crema solar, pañales, pañal-bañador, ropa de recambio... Me pongo el bañador a toda velocidad. Me visto. Y cuando voy a coger al chiquitín para meterlo en el carrito... Me lo encuentro la mar de entretenido con los tuppers. Le intenté convencer para que nos fuéramos, pero prefirió seguir a lo suyo, así que desistí.

Cuando se cansó de pasar comida de un envase a otro ya se había hecho la hora de su baño. Así que le metí en el agua y para variar le ofrecí unos vasos de plástico para que jugara. ¡Le encantó la idea! Luego no había manera de sacarle.

En definitiva, creo que se lo pasó muy bien y fue un día diferente.

martes, 28 de junio de 2011

Ducharse con tu hijo

Mi marido se ducha de vez en cuando con mi hijo. Y al pequeñín le encanta. Muchas veces me ha exhortado Raúl a que haga lo mismo, pero a mi da mucha pereza. La ducha es un lugar de relax, aunque sea solo por cinco minutos.

El caso es que un día que volví de la piscina me entraron unas ganas horribles de ducharme y quitarme el cloro. Normalmente la ducha es un lujo que me doy cuando Daniel está durmiedo o en la guardería. Mi marido me animó a meterme bajo el chorro tranquilamente mientras él cuidaba de del chiquillo.

Así que me metí en la bañera, abrí el grifo y allí tenía a mi pequeñín intentando escalar el solo el murete que le separaba del agua y protestando porque nadie le había avisado para la fiesta. Raúl intentó entretenerlo con otra cosa, pero no hubo manera, así que al final le desnudó y lo metió conmigo. Lo primero que hizo fue apoderarse del teléfono de la ducha mientras yo me enjabonaba y le enjabonaba. Me costó un mundo aclararme. Tuve que agacharme para ponerme a la altura a la que llegaba Daniel para poder quitarme el champú del pelo. A veces, cuando me hartaba de lo ridículo de la situación, le arrebataba el teléfono y me enjuagaba como podía, pero se ponía como un loco.

Cuando estimé que estábamos los dos bien limpitos procedí a cerrar el grifo ¡Qué lloros! Vaya ultraje por mi parte. "¡Agua! ¡Agua!" berreaba mientras yo me secaba a toda velocidad y le arrancaba e teléfono de sus garras para sacarlo de la bañera y secarlo a él también.

Puedo asegurar que no fue una experiencia relajante. La próxima vez esperaré a que se duerma.

lunes, 27 de junio de 2011

Noches desesperantes

Me temo que mi hijo tiene una vena sádica. Hay oches e las que me tortura sin piedad. le oígo llorar y acudo rauda, veloz y con el ojo pegado. Alguna vez hasta me golpeo contra alguna pared. Son muchas noches sin dormir lo suficiente.

Cuando llego a su habitación atiendo sus necesidades: le doy agua o el biberón, le doy la manos, le acaricio la cabecita... Lo que haga falta para que se tranquilice y se vuelva a dormir. Cuando, por fin parece que su respiración se normaliza me vuelvo a la cama. Al ratito de posar mi cabeza en la almohada le oigo quejarse de nuevo. Otra vez a darle agua, calmarle, acariciarle... vuelta a la cama. Más lloros. Paciencia. Atender al pequeñín. Parece que se calma... ¡A la cama de cabeza! Ahora sí, ahora sí. Noooooooooo. ¡¡¡Por qué llora ahora?!! ¿Es que tiene un sensor que le indica cuando estoy cogiendo elsueño de nuevo? ¡Es una pesadillla! Pero te vuelves a levantar porque o te queda ora. Con un poco de suerte Raúl se ha despertado entre lloro y lloro y se ofrece a ir él.

¡Qué vuelva el invierno! Con sus noches frías y largas en las que el niños duerme mucho. Y su madre también.

domingo, 26 de junio de 2011

Experimentos lúdicos

Queda relativamente poco para las vacaciones (a mí se me está haciendo larguísimo), así que ya hay que ir pensando en cómo vas a entretener a tu hijo todo el tiempo que no esté en un parque, piscina o simplemente callejeando.

Alguna idea me rondaba por la cabeza. Por ejemplo, estaba decidida a que hiciéramos tortitas de harina juntos. Es algo facilísimo de hacer. Sólo hay que mezclar agua y harina y amasar bien. Se hacen tortas y se fríen sin aceite. El resultado se puede comer con leche condensada, chocolate, nata, miel… o aceite y sal. Son las típicas tortitas del gazpacho manchego.

Yo las hacía cuando era pequeña. Mi madre nos sentaba a los tres hermanos. Nos daba un trozo de masa a cada uno y nos animaba a hacer nuestras propias creaciones: animalitos, flores, figuras geométricas… Todo en dos dimensiones, porque si no se queda crudo por dentro.

Daniel es demasiado pequeño para disfrutar de esto, pero no para experimentar la textura del agua, la harina y la masa. Cómo estuvo malito en casa vi mi oportunidad. Le puse harina en una tupper y le di un vaso de agua. Enseguida echó el agua en el tupper y metió la manita para guarrear. Por supuesto se puso perdido a el mismo y a todo lo que le rodeaba. Incluso a mí. Encantado me pidió más agua. Yo le expliqué que no se le podía echar más agua porque no nos saldría bien la masa. Pero como no tiene ni dos años es muy difícil que atienda a razones. Al final se conformó con aplastar y estirara la masa, pero enseguida perdió interés. No había estirado ni una tortita cuando ya quería levantarse e irse. Algo que yo no podía permitir hasta que no le quitara la capa blanca que le recubría y toda la masa pegada a sus deditos. Hubo que forcejear un poco, pero conseguí que no me manchara nada más.

Para que no se aburriera le di más tuppers de diferentes tamaños, pasta y garbanzos. Se lo pasó genial mezclando y pasándolos de un recipiente a otro. Y tirándome todo al suelo de la cocina, claro.

sábado, 25 de junio de 2011

Como una rosa

Daniel se levantó muy temprano el viernes. ¡Y con ganas de juerga! Yo estaba machacada con la noche que me había dado. Cómo no tenía fiebre y no había vomitado en toda la noche decidí llevarle el parque tempranito para evitarnos la ola de calor. A las nueve ya lo tenía montado en su motito de aquí para allá. El pobre estaba deseando salir. Se montó en todos los columpios y recorrió el parque de rincón a rincón. Lo malo es que cuando llegaba al lugar más alejado requería de mis bracitos para volver al carrito. Eso no puede ser bueno para mi embarazo.

Cuando le vi cansado lo metí en el carrito y, tras una paradita en casa para dejar la moto, me dirigí al centro comercial. ¡Habían empezado las rebajas! y quería ver que había para mi bebé. A Daniel le puse su tigre de peluche en los brazos para que se estuviera tranquilito, pero no hubo suerte y quería tirar y desordenar todo lo que le quedaba a mano. Aún así, con distracciones a cada segundo, le compré algo de ropita a buen precio. No mucha, que luego mi marido me riñe. Incluso compré una chaquetita preciosa para el hermanito que estaba en camino. Es lo primero que le compro.

Daniel ya estaba quejándose y lloriqueando para que le sacara del carrito así que le llevé a unos coches que hay por el centro. De esos que te timan un euro si quieres que se muevan. Me gasté tres euros y luego dejé que disfrutara de las maquinas paradas. Estaba encantado. Tanto que me costó la vida sacarle de allí. ¡Pero es que se estaba haciendo la hora de su comida! Con un bebé lloriqueante me planté en casa.

Se le pasaron todos los males en cuanto le embutí el puré de verduras en la boca. Comida suave por lo de su estomaguito. Luego intenté meterlo en la cama y empezaron los problemas. No quería dormir ni loco. Al final me tumbé a su ladito hasta que empezó a roncar plácidamente. Entonces me levanté a comer yo. Al ratito le oí llorar de nuevo. Entré en su cuarto, le di agua. Me quede a su lado hasta que se durmió y me volví a ir. Diez minutos después berreaba. Al final me acosté a su lado la hora y media que duró el resto de su siesta. De vez en cuando abría el ojillo para comprobar que yo segúía allí. En un par de ocasiones hasta se sentó en la cama, pero al ver que yo estaba a su lado se volvía a tumbar y se dormía. No pegué ojo entre las patadas y los empujones que me propinaba mi retoño, pero lo importante es que él descansara para que recuperara fuerzas.

Merendó muy bien, con lo que di por terminada su convalescencia por el virus de estómago. Cómo se le veía en forma le llevé a la piscina porque hacía un calor de mil demonios. Allí se lo pasó genial. Nos encontramos con un amiguito suyo, corrimos por la rampa y nos bañamos en la piscina grande con los mayores. Pensé que estaría agotado y que se dormiría al segundo, pero no fue así.

Otra mala noche para mis espaldas. Uf, estoy que me caigo.

La primera foto es de Carlos Martínez (http://www.cmtz.es/).

viernes, 24 de junio de 2011

Virus de estómago

Daniel está vomitando. No ha vuelto a tener fiebre, así que he suspendido el tratamiento con Dalcy y apiretal y lo he sustituido por uno a base de suero. El pobre come muy poquito por lo que necesita los nutrientes de esta medicina. Está bastante débil. No me extraña. Esta tarde lo hemos sacado un poquito para que le dé el aire porque está desesperado de estar en casa. No se podía ni mover. Lo hemos dejado en el carrito donde se le veía a gustito. Tumbado y mirando tranquilamente el paisaje.

A la vuelta le hemos dado un baño refrescante que ha parecido gustarle más que el de ayer. Otro síntoma de que se está recuperando. Yo, por si acaso, me he pedido el día de mañana en el trabajo. Tengo que doblar el finde para recuperar las horas, pero vale la pena si mi chiquitín se queda descansando en casa.

A pesar de haberse movido poco se ha dormido enseguida. No ha pasado buena noche, porque se ha estado quejando mucho, pero no ha vomitado más, que es lo importante. Me he tumbado un ratito con él para ver si dormía mejor. Tiene mimitis, pero es normal. Está malito.

miércoles, 22 de junio de 2011

Fiebre

Me temo que las corrientes de aire en la piscina han hecho su efecto. Hoy nos han llamado de la guardería para que vayamos a por él porque tenía 38,7 décimas de fiebre. Agobiada, he llamado a Raúl, pero me ha dicho que tenía reuniones o tutorías o cualquier otra cosa ineludible y que hasta la una no se podía pasar. Eran las once y media en ese momento.

Desesperada llamé a Chari, mi suegra, para ver si ella se podía acercar a por el niño, pero tampoco tuve suerte. Estaba metida de cabeza en un juicio y tampoco podría llegar a la guardería hasta la una aproximadamente. Me temía que tendría que ir a hablar con mi jefe de nuevo y ya llevaba nmuchos días cogidos para médicos por lo de mi embarazo. no es cuestión de tensar tanto la cuerda. Así que volví a llamar a la guardería para ver cómo se encontraba mi pequeño.

Una de las profesoras me aseguró que se le veía animado y que no pasaba nada por esperar hasta la una. Simplemente que el niño estaba más ñoño y llorón que normalmente. Un poco más tranquila, llamé a Raúl y le pedí que se pasara por la guarde en cuanto puediera.

Nada más salir del trabajo apreté el pedal del acelerador todo lo que pude para acudir al lado de mi chiquitín. Cuando llegué a casa mi marido todavía intentaba dormirle pero no había manera. Así que le dejamos salir de la camita y le entretuve un ratito hasta la hora de la merienda. Le di de comer enfrente de la tele. Se ha empeñado en ver un video una y otra vez. Si le pones otra cosa llora. Se trata de una presentación y un vídeo que nos regalaron en la reunión de fin de curso. Son muy bonitos y tiernos, pero estoy hasta las narices ya de verlo una y otra vez. ¡Me sé las canciones de memoria!

Daniel casi no comió. Se le cerraban los ojitos, así que decidí llevármelo conmigo a la cama. Nos tumbamos los dos y él enseguida se durmió. Gemía de vez en cuando y se movía mucho, pero estaba tan agotado que se quedó allí de cinco a siete. Yo no pegué ojo. Suele pasar cuando te acuestas con el niño. Se mueve demasiado. Le dimos apiretal y Dalcy cada cuatro horas, alternando y no volvió a tener fiebre. Le bañamos para que estuviera fresquito. Le dimos de cenar, aunque tampoco quiso comer mucho y le metimos en la cama. Se le veía con pocas fuerzas al pobre.

Raúl atiende a Daniel por las noches

Seguimos con el problemilla nocturno. Estoy tan cansada y Daniel berrea tanto que hasta su padre se está despertando y poniendo de su parte para atender al retoño. Menos mal. Pero aún así me muero de cansancio. "Vete a dormir" me dice mi marido mientras empuña un biberón recién calentado. Se agradece, pero sé que en una o dos horas el bebé volverá a quejarse. ¿Serán los dientes?

Estamos hinchando a Danielillo a biberones. Alguna noche se ha tomado dos. Siempre los acoge con alegría y suele dejarlo roque al menos por dos horas las peores noches. A veces, cuando se termina la leche y oigo como empieza a succionar aire exclama "ma, ma", "no hay más" le contestó yo. Normalmente se queda tranquilito y se duerme, pero, en ocasiones, redobla su imperioso mandato con lloros y lamentos "bibeeeeeeee, ¡bibeeeeeeee!, ¡¡¡¡bibeeeeeeeee!!!" y mamá corre a la cocina a ponerle un poquito más de leche.

Una de las noches vomitó. Me temo que lo habíamos cebado demasiado. Ahora intento engañarle un poco más con el agua, pero no es fácil . No es un niño tonto.

martes, 21 de junio de 2011

Besos para todos

Ultimamente Daniel está muy cariñoso. Lanza besos a todo el mundo. A veces, incluso alza sus bracitos para darlos en la mejilla de su objetivo. A veces, se trata de personas desconocidas completamente. Menos mal que hasta ahora la gente se enternece ante esta muestra de afecto babosa. Por que, encima, mi chiquitín está sufriendo de nuevo con los dientes y segrega babas a mas no poder, así que suele tratarse de besos pringosos.

Para colmo de males, con este tiempo de calor horrible y corrientes de aires traicioneras la nariz del pequeñajo gotea como un grifo mal cerrado, así que a veces un beso suyo es un sacrificio por parte del que lo recibe. Pero como te pone esa carita tan bonita, con esa sonrisa suya que parece que le va a partir la cara en dos de un momento a otro, es difícil resistirse.

Normalmente te das cuenta de tu error cuando sientes viscosidades en tu mejilla. Pero Daniel se va tan feliz que a mí me merece la pena. No sé lo que pensarán los que se encuentran en la misma situación que he descrito sin comerlo ni beberlo y pensando: "¿y este bebé besucón de donde ha salido?".

Mi niño se suele ganar el corazón de la gente con esas muestras de afecto espontáneasa. Por eso la mayoría le suele perdonar que sea tan brutote. Como dice una amiga, es peligroso acercarse a él por los arañazos, mordiscos, golpes y patadas que suelta de vez en cuando cegado por la emoción, pero es tan cariñoso que al momento se te olvida que es muy capaz de darte un doloroso tirón de pelo y te dan ganas de darle un abrazo de oso.

La primera foto está hecha por Carlos Martínez (http://www.cmtz.es/).

lunes, 20 de junio de 2011

Lloros nocturnos

Estoy agotada. Ultimamente no sólo nos cuesta un mundo que nuestro bebé se vaya contento a la cama, sino que además se despierta a horas intespestivas de la madrugada. Tres o cuatro veces.

El problema es que no sé ya que hacer para calmarle y que se duerma. Le ofrezco agua, bibe..incluso le he puesto el chupete. Hasta ese punto llega la desesperación.

Creo que es por el calor. El verano pasado también empezó a dormir peor de repente. El caso es que le dejamos con a ventana abierta para que no se asfixie e intento taparle para que no se refría proque entra aire fresquito, pero él se resiste y llora en cuanto nota la sábana, así que a veces le dejo destapado. También se despierta. Acabará por notar el frío. De hecho, y duermo con una colcha y eso me deja un regustillo a preocupación cuando lo dejo con las piernitas al aire. Aunque sea lo que él quiere. Uf, que dilemas.

Y mientras tanto, durmiendo poco y mal durante la noche y trabajando y sin para durante el día. Espero que se normalice pronto y vuelva a roncar dulcemente.

sábado, 18 de junio de 2011

Daniel no quiere irse a dormir

No sé que le pasa a este pequeñajo, pero desde hace unos días la hora de irse a la cama se ha convertido en un infierno. Tanto para él como para sus sufridos padres. En la guardería me dicen que ellas no tienen ningún problema, pero en casa, mentarle a Daniel la hora de irse a dormir es el detonante para lloros y más lloros.

En cuanto le coges de la trona para meterlo en su camita, ya sea para siesta o por la noche, se empieza a poner nervioso. Una vez en su habitación intenta escapar con cualquier truco, demostración de fuerza o pataleta. Y eso que la mayoría de las veces está agotado y no puede con su alma.

Una vez conseguimos que se acueste, llora y llora. Raúl opina que es porque quiere tenernos con él todo el rato. No lo entiendo, antes no era así. ¿Qué ha cambiado? A mi preocupa que se encuentre mal o le duela algo cuando se tumba. Cómo es tan pequeño no nos puede decir lo que le pasa.

Espero que se normalice pronto, aunque lo veo negro, porque dentro de nada son las vacaciones de verano y ahí sí que vamos a tener un bebé desestabilizado.

Reunión de fin de curso


Hoy hemos tenido una reunión con las tres profesoras de 1ºA para cerrar el curso. Nos han contado los maravillosos progresos que han tenido nuestros pequeñines a lo largo del curso. E incluso, nos han puesto deberes para los niños. Sobre todo a los padres, porque las tareas iban desde dejarles comer solitos, darles de beber en vaso, a seguir mas o menos los horarios ya establecidos por la guardería para que no se asalvajen. "¡Dígale eso a los abuelos!" ha exclamado una compugnida madre. Yo pensé lo mismo. De hecho se lo conté a las abuelas, pero cayó en saco roto, como yo ya sabía que pasaría.

Durante la reunión nos pusieron una presentación y un video muy tiernos de los que habían hecho nuestros hijos durante le curso. Daniel estaba guapísimo. ¡Qué voy a decir yo! Mientras nos contaban los que habían hecho y lo que iban a hacer nos invitaron a dulces, café helado y leche merengada. ¡Vaya detalle! huelga decir que me olvidé por un momento de mi curva del azucar.

Nos comentaron que para el próximo curso dos de las profes iban a seguir enseñando a los chiquitines. Eso me encantó porque ya las conocen y son encantadoras. Me apenó que la tercera no siguiera. Es una profesora de apoyo y la mandarían a otra clase donde hiciera más falta. Lo que me hizo temblar fue la fecha de inicio de clases: "el cinco de septiembre". !!!¿¿¿cómo???!!! ¿Y que hago yo con el niño del 1 y 2 de septiembre? ¿Me lo como? Esto supone un problemón. Habrá que pensar cómo lo hacemos.

Lo mejor vino al final. Nos regalaron el un DVD con el vídeo y la presentación, además de un marco con la foto y el pie modelado en pasta de nuestros hijos. La verdad es que se lo trabajaron muchísimo, así que estoy pensando pasarme por una tienda de jabones, cremas y potingues para hacerles un regalito. Se lo han ganado a pulso. Y no sólo por el detalle de la reunión, sino porque considero que han cuidado con mucho cariño de mi niño durante todo el curso.

viernes, 17 de junio de 2011

Error fatal

Estaba cambiándole en al guardería para llevarle a la piscina. Raúl le suele llevar con un pantalon largo finito y zapatos por la mañana. Y yo lo transformo en un bebé playero por las tardes. Normalmente, el chiquillo se retuerce como una lagartija en el cambiador y lo toca todo: peines, cremas, toallitas...

Ese día le dió por la colonia. Dejó el cambiador lleno de charquitos y él mismo atufaba. Menos mal que iba a llevarle a la piscina y se le quitarían un poco los efluvios. En un momento dado me acercó la colonía a la cara. "Ummmmm, que bien huele" le solté yo. No le hizo falta más. Su pequeño cerebro conectó "ummmmm" con "¡Comida!" y antes de que pudiera reaccionar se llevó la colonia a los labios. Enseguida la aparté de un manotazo y le reñí profusamente. Por mi mente pasaron las palabras "intoxicación", "cirrosis" y "coma etílico".

Agobiadísima, empecé a recoger todo a toda prisa con la intención de llevar a mi pequeñín a urgencias inmediatamente cuando, de repente,  apareció una de sus profesoras. "Se ha bebido la colonia", exclamé angustiada. La chica se acercó a Daniel con una sonrisa de oreja a oreja y acariciándole la cabecita le expetó dulcemente "¿Has hecho eso? Ay, Daniel, Daniel. ¿A que estaba mala? Ahora tendrás el sabor de la colonia un buen rato" y tan tranquila como entró cogió lo que venía a buscar y se marchó. Esta actitud me calmó un poco. Miré al niño, que aún conservaba el rictus de asco por el sabor, pero que se veía bien aparentemente, y decidí seguir con el plan piscinero porque realmente ese día hacía mucho calor.

Le dí de beber agua al pequeñajo y lo bajé del cambiador. Enseguida se puso a correr de un lado para otro dando palmas al aire con sus manitas. Sólo se detenía para dar besos a todo aquel al que se encontraba. Conocido o no. "Ya está" pensé "está borracho". De vez en cuando le paraba y le metía la botellita de agua en los morros a ver si así eliminaba alcohol por el pis. Me fue imposible sacarlo de la guardería. Las profes me ayudaron a llevarlo hasta el carrito cuando ya se iban para casa. Una vez en el carrito le di el sanwich que le había preparado, y como vi que no lo comía con mucho agrado le di galletas. Pensé que sería mejor que comiera lo más posible para acabar con los efectos de esas malditas gotas de colonia que había engullido. De camino le compré aspitos para rematar la afena.

Cuando llegamos a la piscina ya parecía encontrarse bien. ¡Menos mal! y ¡Qué susto!

miércoles, 15 de junio de 2011

El primer día de piscina

Por fin ha hecho un radiante día de sol y calor y yo he podido agarrar todas las cosas necesarias (toallas, cremas, cambios, pañal bañador...) para ir a a piscina con mi niño. Le he contado mis planes nada más llegar a la guardería y parecía incluso que me entendía porque salió disparado hacia el carrito y se subió a él sin discutir. Antes de llegar al polideportivo tuve que hacer una paradita técnica porque había elegido mal las sandalias. Esos zapatos no me habían hecho daño en años, pero ahora había sendas dolorosas ampollas en cada planta del pie. No podía decepcionar a mi chiquitín. Así que me puse un par de tiritas que mitigaban un poco las molestias, me cambié de sandalias y volví a dirigir mis pasos a la piscina.

Una vez allí cambié a Daniel con mas o menos esfuerzo, me quedé en bikini y le llevé de la manita a la piscina de bebés. ¡Qué ilusión le hizo! Correteaba de un lado a otro como un loco. Menos mal que le dejé puestas las chanclas de goma y así se resbalaba menos. Se tiraba en el suelo para que le cubriera el agua y sonreía todo el tiempo.

Afortunadamente no había mucha gente y resultaba muy cómodo estar allí. A los niños les llamó la atención un chavalillo tan pequeño y se acercaban a preguntarme y a jugar con él. Lo que más le gustó fueron las miniduchas que rodeaban la piscina, pero me parecía un poco vergonzoso que accediera todo el rato a sus peticiones para que le diera al botón que las hacía funcionar. Es tirar demasiada agua. ¡Que derroche! Al final le di una regaderita de juguete y le convencí para que fuera regando a los niños que se estaban bañando con él. Los compañeros accedieron encantados a prestarse como supuestas plantas.

Los malo, además de que las ampollas me estaban matando, era que de vez en cuando se levantaba un vientecillo incordiante que hacía temblar a mi chiquitín. Pero no había manera de sacarlo de allí.

Finalmente logré colocarle la toalla con capucha que le cubre todo el cuerpo. Le llevé a la piscina mediana para darme yo también un chapuzón, porque la de bebés sólo me llega poco más arriba de los tobillos, pero se removía como una lagartijilla. Quería tirarse de cabeza desde el primer momento... ¡Y sin esperar a su mamá! Conseguí la ayuda de otra madre que me lo sujetó un poquito mientras me metía yo y luego le cogía en brazos, pero seguía con el baile de san vito y era muy difícil sujetarle, así que me resigné y lo saqué del agua. Le volví a poner la toalla con capucha y me lo llevé a la hierba, donde estaban  nuestras cosas, dispuesta a cambiarle ropa para irnos ya porque no podía perseguirle como requería la situación a causa de las heridas que me habían causado las sandalias. Por supuesto, puso resistencia. Pero empezó a soplar otra vez el vientecillo y, por lo visto, decidió cooperar. Se ve que se estaba helando. Lo más rápido que pude le cambié el pañal y la ropa. Le puse pantalones largos e, incluso, los calcetines, porque no quería que me cogiera un constipado.

Al final estuvimos allí algo así como una hora y media, más que suficiente para Daniel. Me temo que es muy pequeñito y, aunque lo embadurno de crema, me da la impresión de que tampoco es bueno exponerlo tanto al sol.

Paseo nocturno

La otra noche estaba roncando tranquilamente en mi camita, cuando de repente, la parte de mi que siempre está atenta a cualquier movimiento, tos o lloro nocturno de Daniel oyó: "pata pata pata ¡pum!". Mi cuerpo pegó un salto nada apropiado para mi estado y salí disparada hacia la habitación de Daniel.

No tuve que correr mucho. Me encontré al chiquillo, tirado cuan largo era, a la puerta de mi habitación. Lo recogí del suelo con mucho mimo y me dispuse a llevarlo a su cama. Hasta entonces no había llorado, pero cuando vio que me disponía a meterlo otra vez entre las sábanas se puso como un loco.

Le expliqué que era de madrugada y que ahora tocaba dormir. Por supuesto, ni siquiera me escuchó y siguió insistiendo en irse a jugar. Menos mal que un biberón le suele convencer para que vuelva a cerrar los ojitos plácidamente. Lo malo es que entre pitos y flautas a mí se me hizo tardísimo y en el despertador vi que me quedaba poco más de una hora hasta que sonara reclamando mi presencia en el trabajo. ¡Qué cruz!

martes, 14 de junio de 2011

Jardinero en covarrubias

Nos hemos ido a Cova para que mi niño disfrute del pueblo de su padre. Y se lo ha pasado pipa. Paseos en bici, mimitos de las abuelas, el patio trasero... Una maravilla para él.
Raúl se puso manos a la obra cortando el cesped del jardín, podando y cargando con macetas de un lado a otro. La abuela y Chari se pegaron una buena paliza con la casa. Y yo hice una cura de sueño. Puede parecer que tengo mucho morro, pero de verdad que lo necesitaba. Llegué al pueblo hecha unos zorros.
El caso es que, mientras yo roncaba, Raúl se llevaba al chiquillo con la bici a recorrer la zona. Y luego se dedicaba al jardín, mientras yo cuidaba de Daniel con alguna intervención de las abuelas. Había que tener mucho cuidado para evitar que el niño se tirara en plancha sobre la cortadora de cesped. ¡Qué temerario! Quería hacer todo lo que hacía el padre. En cuanto Raúl soltó la cortadora no perdió ni un segundo en cogerla él. Eso sí: desenchufada.
Raúl se bajaba de la escalera después de podar la enredadera, pues ahí que iba él a emular a su padre. Todo un pequeño jardinerito. Incluso recogió hierba cortada para meterla en las bolsas de basura.
Cómo dice su bisabuela: el día que se lo pidamos no querrá hacerlo.

La única nota mala la dio una noche fatal que pasó el chiquillo. No dejaba de llorar y llorar. Lo intentamos todo: biberón, agua, mimitos... Pero no había manera. Hasta que vomitó y pareció tranquilizarse. Con los gritos vino su abuela Chari a preocuparse por él. Con tres personas bailandole el agua se despejó completamente. Menos mal que Chari se prestó voluntaria para jugar con él y quedárselo el resto de la noche.

Al día siguiente el pequeñajo estaba como si nada hubiera pasado. Pletórico de energía. Eso sí, se pasó roncando todo el viaje de vuelta a Madrid.

domingo, 12 de junio de 2011

Un nombre es para toda la vida


Raúl y yo tenemos que decidir el nombre del hermanito. Ya sabemos que es un niño, así que ahora tenemos que ponernos a pensar en serio. En esta ocasión le toca a él elegir, pero, afortunadamente, yo tengo derecho a veto. Lo hicimos así con Daniel. Yo elegí el nombre si era niño y Raúl si hubiera sido niña.

Si en esta ocasión hubiéramos tenido una bebita se hubiera llamado Sonia, que era el nombre que había elegido Raúl la vez anterior, pero el destino se ha decantado por el sexo contrario, así que hay que volver a estrujarse las neuronas.

Cómo nos íbamos de fin de semana a Covarrubias aproveché el viaje de ida para arrinconar a mi marido y exigirle un nombre. Conduciendo no se podía escapar.

Daniel no me lo puso fácil porque estuvo muy pesado todo el viaje y no se durmió ni un minuto. Aún así no me amilané.

"Cariño" canturreé, "He hecho una lista de nombres. Si quieres te los voy leyendo y vamos tachando a ver si sacamos uno para el hermanito". Sin darle tiempo a contestar empecé con la retaíla. "Más despacio" protestó. Estuvimos un buen rato tachando y tachando. Uno, porque no le gustaba, otro porque no sonaba bien junto al de Daniel, otro porque era muy largo... Al final me confesó que él ya había pensado en un nombre desde hacía unos días. Emocionada, aunque un poco mosca por no habérmelo dicho antes para ahorrarnos la historia de la lista, le rogué que me lo dijera de inmediato.

"Conan", mi expresión daba a entender un "¡¡¿¿Me estas hablando en serio??!!". "Es un nombre que existe", se defendió muy serio. Yo ya sabía que no era una invención del creador del bárbaro cimerio, sino un nombre irlandés, pero estaba fuera de toda duda de que esto era un grandísimo VETO estuviera de broma o no.

"Entonces, qué te parece si le llamamos como el más grande superhéroe de todos los tiempos" Ay, ay, me eché a temblar. "¡Peter Parker! Españolizado sería Pedro". Eso ya era más normal. No era un nombre que me gustara, pero no estigmatizaría a mi niño de por vida. Y nadie lo iba a relacionar con el hombre araña. "¿Pero realmente te gusta ese nombre?" inquirí. "No, mucho, pero es tampoco hay ninguno que me guste más que otro" me soltó tan pancho. "Pues busca uno que me guste a MI" le contesté ya un poco mosca. Puso cara de contrariedad, pero me aseguró que seguiría pensando. Me da miedo lo que se le pueda ocurrir. Ya le he advertido que tiene que ser sencillo y conocido- Ya tengo bastante con el mío, que en la península no lo conoce casi nadie y me cuesta mucho que la gente lo entienda a la primera.

Si dejáramos la cuestión en manos de Daniel, seguro que el hermanito se llamaría "¡bibe!", "moto" o "¡nononoyno!".

sábado, 11 de junio de 2011

Cremitas

A mi niño le llaman mucho la atención las cremitas. Yo creo que va a ser metrosexual. En cuanto ve un bote lo agarra y lo intenta abrir con ahinco. Si no puede se desespera y me lo da a mí para que lo haga yo. En cuanto cosigue que salga su contenido se lo extiende con un dedito con toda la delicadeza del mundo. Hasta que se cansa y se lía a manotazos.

A mi también me pone cremas, sobre todo en la barriga. Le debe llamar la atención verla tan abultada.

Recuerdo que, una vez que estaba especialmente rebelde, me resultaba imposible vestirle depués del baño, así que le alargué la crema que le pongo en el trasero. Mi chiquitín mojaba su dedito y luego dibujaba líneas blancas e mi barrigón. Estaba muy entretenido y le pude terminar de vestir en paz. Eso sí, cn uns posturas muy incómodas para legara a su objetivo. No es fácil maniobrar con los botones del pijama y dejar al alcance de sus manitas mi barriga a la vez.

Heridas de guerra

Mi pobre niño está lleno de golpes, magulladuras, arañazos y mordiscos. No sé si es cosa de la edad o que este niño es demasiado activo.

Hoy me he encontrado un largo y profundo arañazo en su frente cuando le he recogido de la guardería. "Una disputa por un juguete... No hemos podido llegar a tiempo..." farfulló una de sus cuidadoras. Otra herida de guerra. A veces las causa él y otras le toca sufrirlas. Cuando no se las hace el solito con sus imprudencias. Por ejemplo, el otro día me contaron que rebotó contra una de las columnas del patio interior porque iba corriendo hacia ella a toda velocidad mirando hacia atrás.

En el parque también tenemos luchas y conflicto de vez en cuando. Una vez, Daniel se agarró fuertemente de los mofletes de un compañerito, a la vez que el otro hacía lo propio. Nos chocó tanto verlos enganchados de aquella manera que la madre del otro niño y yo tardamos en reaccionar. Cuando los separamos, ambos tenían sendos mofletes rojos y abultados. Y todo por un jugute. Por supuesto. Suele ser el motivo principal de sus disputas.

De todas formas, este bebé no necesita a nadie para surcarse el cuerpo a marcas, le basta con empezar a correr a lo loco y aterrizar en lugares más o menos blandos y llenos de aristas. A ver si se tranquiliza u poco con la edad.

viernes, 10 de junio de 2011

Mamá pierde los nervios

Qué difícil es criar a los niños. Te sabes todas las torías, pero, a veces, es imposible llevarlas a la práctica. En muchas ocasiones son preceptos poco realistas.

Se supone que nunca puedes perder la paciencia con tu bebé. Que todo debe hacerse y decirse calmadamente, con suavidad y cariño. Pero cuando llevas toda la tarde soportando las rebeldías de tu hijo la más mínima cosa puede sacrate de tus casillas. Daniel se había portado mal en el parque y en casa tampoco se estaba luciendo. Encima la cena no le gustó y tuve que exprimirme el cerebro para sacarme otro plato de la manga. Si fuera mal comedor hubiéramos estamos allí hasta que hubiera engullido algo, pero como no es el caso levanté la mano. Me fui corriendo a la cocina para prepararle otra cosa sin darme cuenta de que le dejaba el agua demasiado cerca. Cuando volví el desastre ya se había consumados. la trona, el niño y el suelo estaban empapados. Empecçe a reñirle con seriedad, pero Daniel o dejaba de reirse. Supongo que eso fue la gota que colmó el baso. Dí un tremendo golpe en la bandeja de la trona con la palma de la mano y empecé a gritarle como una posesa. La reacción no se hizo esperar y el chiquillo torció la boca para, ecto seguido empezar a berrear. Eso fue suficiente para calmarme. Con delicadeza saqué a Daniel de la trona y me lo llevé al cambiador para ponerle otro pijama. Al principio quería irse con su padre, pero al ver que le hablaba otra vez dulcemente se me agarró como una lapa. Mientras le cambiaba le daba besos y caricias, así que empezó a reirse como un loco. Supongo que fue de alivio. Con voz calmada le fui explicando por qué mamá había perdido los nervios. No creo que se enterara de mucho, pero el menos nos íbamos tranquilizando los dos.

Le volvi a sentar en la trona para que cenara y Daniel se comió el nuevo plato como si no hubiera pasado nada. Estuve jugando con él un ratito y a la hora de irse a la cama todavía no quería despegarse de mi ni un segundo. Así que le dí el biberón y le acosté yo. Me sentía muy culpable por lo que acababa de pasar.

Dicen que si tu bebé te empieza a poer histérico te alejes de él unos segundos y luego vuelvas cuando hayas recargado tus niveles de paciencia. Intentaré contar hasta cien la próxima vez que Daniel se me suba tanto a la chepa como para que me dé un ataque de rabia.

miércoles, 8 de junio de 2011

La tarde parlanchina de Daniel

Daniel por fin ha hecho sus pinitos hablando. Lo malo es que no lo ha vuelto a repetir. Ocurrió una tarde de lluvia que opté por subir a casa de una amiga a tomar un café. Cómo también tiene hijos mi pequeñajo se lo iba a pasar mejor que en casa, con sus conocidos juguetes.

El pequeñín voló más que corrió hacia el rincón de los juguetes, cogió un coche con cada mano y sentenció "mío". Nunca se lo había oído decir, así que me chocó un poco. Mas tarde encontró una escalera de mano a la que se agarró con todas sus fuerzas y exclamóa animoso: "A subí". Mi amiga y yo alucinamos. Entre las dos conseguimos arancarle de la escalera con bastantes gritos y lloros de por medio.

Cuando ya me iba, mi amiga se despidió de él y Daniel emitió un clarísimo "Adió". "Para que vayas diciendo que tu hijo no habla" me espetó mi acompañante, "¿A que sí que hablas, Daniel?" A lo que mi hijo contestó con un rotundo "¡No!" Y ya no volvió a repetir la experiencia. Sigue con sus onomatopeyas ininteligibles. Aunque a veces suelta un perfecto "¡Bibe!" o "¡Caca!", pero lo normal es que siga llamando a las cosas por una sílaba nada más. Por ejemplo "Perrito" es "Pe", "Calcetín" es "Tin" y "Mano" es "Ma". Es muy vago este chiquitín.

Aunque a veces, a nosotros ya nos llama "Papa" y "Mamá". No "Pa" y "Ma" como antes. Es un gran avance.

martes, 7 de junio de 2011

Qué difícil es aguantar la risa


A veces resulta muy complicado explicarle al niño cuando hace una cosa mal, porque lo hace con tanta gracia que cuesta aguantar la risa mientras le riñes. Otras veces no te hace nada de gracia la broma, pero mientras intentas mantener la seriedad el chiquillo ha desplegado todas sus dotes de humoristas.

Hay ocasiones en las que parece que te contesta. A lo mejor me he encontrado el agua y la comida de los gatos tirada y mezclada en mi suelo. ¡Y él encima bailando un zapateado! Cuanto más le riño más me grita él en su media lengua. Cómo le he fastidiado la diversión...

Una vez, Raúl se hizo el dormido mientras yo animaba al pequeñín a que le hiciera cosquillas para despertarle. No me debió entender muy bien porque lo que hizo fue soltarle un cachiporrazo en toda la cara. Raúl se levantó como un resorte y fingió ponerse a llorar mientras yo reñía a nuestro pequeño agresor. Cuanto más gemía mi marido más se reía el sinverguenza. "¡Daniel! ¡Que le has hecho pupa!" bramaba yo, pero las carcajadas del chiquitín cada vez eran más altas e intensas. Al final me tuve que dar la vuelta porque a mi también se me escapaba la risa. Y eso que me solidarizaba al cien por cien con Raúl. A mí también me da unos golpes saladitos.

Las dos primeras fotos son de Carlos Martinez (http://www.cmtz.es/).

Adios chupete, adios

Ha llegado el momento de ponernos duros. Daniel se ha aferrado a su chupete con demasiada ansia y eso me preocupa. Cómo estuvo malito hace poco le permití demasiados excesos. pero ahora que está en plena forma hay que empezar a quitarle el vicio aunque nos dé penita. Sobre todo a mi.

La otra noche Raúl y yo decidimos de improviso meter al chiquillo en la cama sin el chupete. El pequeñín gimió un poquito por su tesoro, pero enseguida se le cayeron lo párpados y se durmió. Estaba agotado de correr y saltar todo el día. La noche siguiente también lo pidió, aunque tampoco con mucho exigencia. Y a la tercera noche ya no lo pisió en absoluto.

Parece que no lo echa mucho de menos. Sólo cuando termina con mi paciencia y le riño a gritos. Entonces, a veces, dice "peteeee, peteeeeeee", pero cómo le abrazo y le doy besitos se le olvida enseguida.

Esperemos que siga así y ya no lo piad más. a lo mejor entonces empieza a hablar de una vez. Porque dicen que el chupete produce problemas en e habla, además de caries.

sábado, 4 de junio de 2011

Daniel se quema con la vitrocerámica

Ya le estaba viendo venir. Mi pequeño trepador arrastra la silla de la cocina hasta el microondas en cuanto tiene la menor oportunidad y al ladito tenemos la vitrocerámica. Le encanta jugar a meter y sacar los imanes de la nevera, con lo que tenemos que tener mucho cuidado. Algún día nos vamos a querer calentar algo y si nos dejamos olvidado uno de esos imanes, con hierros entre sus componentes, nos quedamos sin microondas.

El caso es que un día estuve cocinando mientras el jugaba tranquilamente con sus cosas. Cuando terminé de cocinar me fuí a tender la ropa de la lavadora que había puesto con anterioridad. Cómo eran cosas del niño no se podían meter en la secadora, porque corremos el riesgo de que bajen una o dos tallas cuando las saquemos.

El caso es que me dirigía con la palangana al tendedero cuando una idea me cruzó como el rayo por la mente. No tengo a Daniel a la vista, será mejor que tome medidas por si acaso. Puse un paño de cocina mojado sobre el fuego aún caliente y me fui.

De repente oí, "rrrrrrrrrrrrrrsh", pin, pin, ¡buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!". Corrí a la cocina como una loca y ví a Daniel todavía sobre la vitrocerámica. Sin pensar en nada le metí los dos bracitos debajo del agua fría. Corrí a su habitación y le apliqué la crema del culito por las manos y parte de los bracitos. El chiquillo había dejado de llorar y se miraba con curiosidad sus extremidades blancas por la crema. Movía las manos cómo si estuviéramos cantando los cinco lobitos.

Se levantó como si tal cosa y corrió hacia la cocina con la intención de volver a subirse a la silla. Por supuesto no le dejé. Lo llevé a su cuarto de juegos y me quedé con él entreteniéndole con el garage, la granja y los cuentos. La colada tenía que esperar.

Cuando su piel absorbió bien la crema me fijé para ver donde se había quemado. Tenía una pequeña mancha en una muñeca, pero no parecía dolerle. Le he estado poniendo más cremita de culo en la marca porque parece que le hace bien. ¡Menos mal que no ha sido peor la cosa!

jueves, 2 de junio de 2011

Mi niño es un sol

Danielito es un niño muy bueno, aunque a veces sea travieso e inquieto. Cierto es que hace algunas maldades, pero todas son propias de su edad y, la mayoría de las veces, lo hace sin mala idea.

Cuando le pega a un niño suele darle un besito para pedirle perdón depués de que le eche la charla de que a los amiguitos hay que tratarlos bien. A mi me muerde y al segundo ya me está dando un besito para pedirme perdón. Empiezo a sospechar que se ha aprendido el truco. "¡Vaya! Si hago pupa y doy un besito después me libro de la bronca. ¡Que bien! ¡Ñam! ¡Muacs! ¡Ñam! ¡Muacs!

El caso es que es muy cariñoso. ¡Vaya abrazos que da! Y suele obedecer cuando le dices que ceda el paso en el castillitos de los columpios. Si le pides que comparta un juguete también suele consentir, aunque a veces se agarre al juguete como si le fuera la vida en ello.

Lo mejor es que le dan pocas perretas. Y cuando le dan se suele calmar rápido. Basta con que le meta en el  carrito y le enchufe una galleta o la chupa. O que le distraiga con otra cosa igual o más interesante que a lo que tiene que renunciar en ese momento.

Ultimamente se mete en la camita sin protestar y come estupedamente. ¿Qué más puedo pedir?

La primera foto es de Carlos Martínez (http://www.cmtz.es/).