sábado, 27 de febrero de 2021

Carnavales 2021: Pelirrojos y exploradores

Con la que está cayendo pandémicamente hablando pensé que el Carnaval este año no pasaría de ser algo que está por el ambiente, pero sin más. Pero me equivoqué. La cosa empezó con el mayor cuando se fue a cortar el pelo. Salió contentísimo de la peluquería, aunque yo no tanto porque hubiera preferido que le cortaran más, sobre todo el flequillo. En fin, nunca llueve a gusto de todos.

El caso es que no habíamos dado dos pasos cuando Daniel empezó a lamentarse porque se le acaba de ocurrir que el rojo le iría genial a su pelo y no se le había ocurrido pedirle al peluquero que le tiñera. Enseguida le aclaré que el señor me hubiera preguntado a mí primero y que yo me hubiera negado en redondo. Con lo que le dejé un poco tristón. 

Como soy una blandujita busqué una solución tirando por la carretera de enmedio. Fuimos a un todo a 100 a por un bote de pintura de carnaval para el pelo roja. Menos mal que estábamos en fechas carnavaleras, de otro modo, hubiera sido mucho más difícil de conseguir. El caso es que el peque estaba dando saltos de alegría y ya se imaginaba como un personaje de anime pelirrojo y molón.

En cuanto llegamos a casa me hizo rociarle a conciencia y quedó mejor de lo que esperaba. Estaba encantado con su cambio de look. Lo único malo es que desteñía de mala manera, así que se lo hicimos quitar en la ducha esa noche para que no hubieran almohadas damnificadas. Lo hizo a regañadientes, pero feliz con la promesa de que el lunes repetiríamos la operación para que fuera pelirrojo al cole. 

Así lo hicimos y la fiera se lo pasó en grande siendo el centro de atención por un día.

Por su parte, Iván me dijo pocos minutos antes de que tuviera que irme a mi clase de inglés que al día siguiente podían ir a clase disfrazados y que él quería ir de explorador de Ataque a los Titanes. Que si le podía apañar algo. Normalmente no tengo problemas con improvisar, pero es que ¡sólo tenía unos 15 minutos para hacer aparecer el disfraz que quería el peque!

Que no cunda el pánico. Afortunadamente, este año triunfó la ropa basadas en animes como regalo de Reyes. de hecho, había por ahí una sudadera que simulaba el uniforme de los exploradores que iba a ser precisamente para él, pero que resultó ser demasiado grande incluso para mí. 

Al final me la quedé yo. pero en se momento nos pareció una buena opción aunque le quedara tipo camisón. También teníamos las capas, pero era un poco incordio de llevar en el cole, así que la descartamos. Le presté unas botas mías marrones y terminamos el disfraz con las espadas del equipo tridimensional, unas enormes de cosplay que costaron bastante y que no son un juguete, pero que le hacía muchísima ilusión llevar. Creo que, en realidad, quería disfrazarse de eso por las espadas. Como vi que las llevaba con cuidado accedí.

Se fue contentísimo con sus pedazo de espadas que eran más grandes que él. La verdad es que llamaba la atención y mucha gente se nos quedó mirando camino del cole, seguramente pensado en la inconsciencia de la madre. 

Al final no hubo ningún incidente que lamentar y el chiquillo volvió emocionado ese mediodía contando que habían tenido muchísimo éxito y que se las había tenido que prestar a todos los niños de su clase (a la porra el coronavirus). El caso es que regresaron conmigo y no se extraviaron. Ahora las tengo en cuarentena, por si acaso. Evidentemente, nadie sabía de qué iba el disfraz.

Y hasta aquí nuestros carnavales en tiempos de pandemia.

viernes, 26 de febrero de 2021

El Pardo verde y destrozado por las inclemencias de Filomena

El domingo pasado Raúl se cruzó de brazos y nos metió a todos en el coche rumbo a algún lugar de El Pardo. 

Estaba harto de pasar los fines de semana metido en casa. Y es que con esta pandemia, Iván y yo nos hemos vuelto muy hogareños y nos cuesta bastante arrancar. 

Siempre decíamos lo de "podríamos hacer una excursión a un lugar poco visitado y eso", pero al final todo se quedaba en el aire e Iván y yo arropaditos en el sofá (bueno, yo seguramente limpiando, recogiendo, escribiendo, currando, estudiando con algún peque, cocinando...).

Pero el buen tiempo que hizo el sábado hizo que algo en la cabeza de Raúl explotara y, de repente, todos en el pardo, casi sin comerlo ni beberlo. Bueno, comiendo sí, porque arramblé con unas empanadillas rellenas de morcilla que estaban de muerte. No hay nada como comer mientras se pasea por la naturaleza. 

Eso sí, cada uno tiene que responsabilizarse de su basura porque vimos algunas cosas que claman al cielo. Afortunadamente, pocas, pero es que la gente puede llegar a ser muy guarra. En fin. En general, estaba todo muy limpio y precioso.

Como se nota que ha llovido mucho porque el campo está rebosante, verde y precioso. Aunque también bastante destrozado, porque como se nota el paso de la Filomena. 

Nosotros por si acaso no pasábamos bajo los árboles no vaya a ser que se nos cayera en la cabeza una rama tardía. El espectáculo plantas, arbustos y ramas y troncos tronchados era impresionante.

Ya habíamos visto huellas parecidas en el parque de al lado de casa, pero esto iba a otro nivel. Hasta encontramos un árbol partido hasta su base.

Eso sí, bichos no encontramos ninguno. Supongo que es algo de ley de Murphy, o suerte para la madre, porque no tengo muchas ganas de tener un bichario en casa. ¡Lo que hacemos por amor a nuestros hijos! En fin, que no había ninguno, o nosotros no lo vimos.

Lo que sí encontramos fue un montón de agujeros misteriosos en el suelo, setas y hongos por doquier, hormigueros, huellas de animales... A los peques les llamaba todo la atención. Iván hasta sacó su cuaderno de campo para ir apuntando todo con de sus hallazgos, dibujo incluido.

Lo pasamos genial en nuestro recorrido campero. Y llegamos a casa con tiempo de sobra para hacer la comida tranquilamente. Nos hemos prometido salir más de excursión, a ver si lo cumplimos.










miércoles, 24 de febrero de 2021

Flora y Ulises. Las aventuras iluminadas

El viernes pasado estrenaron en Disney + Flora y Ulises, una película que nos llamó la atención porque prometía ser una apuesta segura para las cenas cine familiares, pero resultó un fiasco. Podéis leer mi opinión en el post que escribí para Facesonthebox, pero aquí no vengo a hablaros de la película, sino del lugar del que salió: el libro de Flora y Ulises. Las aventuras iluminadas.

Entre tanto despropósitos de escenas ridículas que desfilaban en nuestra pequeña pantalla, detecté ciertos momentos... iluminados. Y eso despertó en mí la curiosidad por el libro. Por supuesto, hay tentaciones contra las que no hay que luchar. Y ésta era una de ellas. Seguro que a las fieras les iba a gustar... Y a mí.

Bueno, me encantó. No me extraña que haya ganado importantes premios y se haya convertido en un fenómeno de ventas en EE.UU. Kate DiCamillo construye unos personajes únicos y encantadores, con sus blancos, sus negros... y también sus grises. Hasta nuestra protagonista tiene sus defectos y un carácter muy humano. al contrario de lo que suele suceder en las historias infantiles, plagadas de figuras simbólicas que representan valores claramente distinguibles como el valor, la bondad, el egoísmo, etc. 

En esta historia nos encontramos con una niña con miedo al sufrimiento y la decepción, atrapada en el proceso de divorcio de sus padres y rodeada de personajes con sus propias inquietudes y miedos. Cada uno tiene un motivo diferente para construir unos sólidos muros a su alrededor que les protegen de salir heridos, pero también les priva del calor humano y les sume en una cómoda pero desapacible soledad.

Flora se autodenomina a sí misma cínica porque no alberga ilusiones por nada, sólo espera y observa lo que pasa en su entorno con escepticismo y mirada analítica. A ella le gustaría que el mundo fuera más como en el cómic de sus superhéroe favorito, Incandescento, que su padre le leía en tiempos mejores de su vida. Pero no es tan ilusa como para no saber que la magia y los sucesos extraordinarios sólo pasan en la fantasía de la gente... Hasta que te pasan a ti.

Un accidente doméstico puede llegar a cambiarlo todo. Y una ardilla poeta con superpoderes puede hacer que se tambaleen los cimientos del cinismo y que surjan rayos de esperanza a fuerza de ver la vida de la forma más simple y bonita.

En estas páginas se habla de angustia, miedo al cambio, soledad, caminos equivocados... pero también del valor de reconocer los errores y rectificar, de que la vida puede ser algo precioso si no nos la complicamos nosotros mismos, de que el amor muchas veces está en los actos más sencillos y humildes, de que no hay destinos rígidos y de que un superhéroe puede serlo por muchas cosas y no sólo por luchar contra los villanos, que a veces, no son tan malos. 

Además, las ilustraciones y viñetas de K. G. Campbell enriquecen la lectura de esta historia maravillosa con un estilo emocionante, dinámico, oscuro y luminoso, como la historia que se expresa a través de ellas.

En definitiva, nos hemos encontrado un libro maravilloso con unos personajes muy trabajados y profundos que forman parte de un deslavazado puzle que sólo una ardilla superhéroe podrá unir con los fuertes lazos del cariño.



jueves, 18 de febrero de 2021

Los Carnavales con Marco Topo

El Club Marco Topo nos regala otro divertido juego en el que tendremos que investigar sobre el Carnaval su historia y tradiciones en España para poder liberar a todos los pobres flopis atrapado por el malvado Doctor Topo Loco.

Viajaremos por los siglos y por España para aprender sobre la gastronomía, fiestas y cultura carnavalesca, basada en la música, el color y la alegría desenfrenada.

A mis peques les ha encantado reencontrarse con este intrépido aventurero una vez más y contestar a las preguntas, algunas más fáciles otras más difíciles, que les permitirán ir encontrando a esos bichillos tan graciosos que siempre acaban en manos del villano y ganar los trofeos de bronces, plata y oro.

No han tenido fiesta de Carnaval en el cole, pero hay muchas otras opciones, como este juego educativo, para disfrutar de estas fiestas en casa :)

Los peques se lo pasan genial liberando flopis. Yo oía a Iván gritar de júbilo con cada uno que liberaba y me partía: "Otro flopicito p'al saco, otro flopin monísisisisimo ¡para mí!". 




Joyitas tuiteras

 

 

martes, 16 de febrero de 2021

Experimentos y curiosidades para celebrar el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia

A mis hijos les encanta la ciencia porque tienen una curiosidad muy agudizada y no hay mejor actividad para despertar su interés y sorprenderlos que con experimentos y retos. Les encanta. Así que no hemos perdido la oportunidad de celebrar desde el jueves (día D) hasta el domingo el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

Durante todos estos días hemos comentado grandes aportaciones de mujeres a la ciencia y curiosidades interesantes. Como por ejemplo, hablamos de Hagnódica, una griega que se hizo pasar por hombre para poder estudiar medicina y convertirse en ginecóloga. Casi la ejecutan por ello cuando la descubrieron, pero afortunadamente para ella, sus pacientes hicieron piña para defenderla y seguir teniéndola de médico.

También de la inventora de las cookies, Ruth Graves, que las creó de casualidad porque se le había acabado el cacao y decidió meter trozos de chocolate en un momento de inspiración. Mirad lo lejos que ha llegado su idea.

O que la forma de calcular la distancia de una estrella según su luminosidad se descubrió gracias a la investigación de Henrietta Leavitt.

Asimismo, debatimos sobre cómo se ha ninguneado a la mujer en las crónicas históricas y por qué pasaba esto. Vimos que hace muy poco que se está trabajando por dar visibilidad a estas figuras y que se están lanzando campañas para fomentar el estudio de las ciencias entre las niñas para acabar con estereotipos arcaicos que lastran a las peques en ciertas áreas del conocimiento.

Es muy interesante escuchar lo que los peques tienen que decir y sus puntos de vista sobre estos temas.

En cuanto a los experimentos, intentamos tres muy sencillitos: uno nos salió regular, otro regular tirando a mal y el último muy bien. Fue el que más disfrutaron.

El primero fue el de la famosa tinta invisible de zumo de limón. Es muy fácil de hacer. Primero exprimimos el limón, luego usamos el zumo para pintar los mensajes secretos en folios y por último cogemos un mechero, una cerilla o una vela y con mucho cuidado aplicamos calor en la zona pintada. 

Con el calor el ácido cítrico del zumo se oxida y se vuelve marrón dejando al descubierto el mensaje secreto. Mis hijos nunca se cansan de ver este efecto. 

Lo malo es que pintaron folio enteros y yo me quemaba con el mechero. Y encima, no sé qué pasaba que a veces había que estar un buen rato para que apareciera el mensaje y ¡acabe quemando algunos folios! Para despiporre de la audiencia infantil que se partían con mis vicisitudes. Al final sólo conseguí resaltar pequeñas partes entre agujeros de quemado. Un poco desastre, pero se lo pasaron bien.

El siguiente experimento pintaba ser muy fácil, pero algo tuve que hacer mal porque conseguimos unos resultados muy endebles. La historia era que teníamos que poner un espejo inclinado dentro del agua en un envase transparente y apuntarle con una linterna. Entonces saldría un precioso arco iris. O así nos lo imaginábamos nosotros. 

Yo creo que no le pillamos el ángulo porque  lo que salía era una luz irisada preciosa, pero más blanca que la piel de un zombie. De repente, nos salieron unos colores muy muy suaves y volvieron a desaparecer. Por supuesto, lo niños decidieron que había sido un éxito total y para qué seguir perdiendo el tiempo, pero yo me empeñé y me empeñé, pero por mucho que movíamos el espejo sólo conseguimos que se repitiera de vez en cuando el efecto de ligero color. Lo bueno es que los niños se emocionaban cada vez que lo veía. Lo malo: que yo quería un arco iris de verdad grumpf.

El último experimento que hicimos, que fue el que yo pensaba que no saldría ni de broma fue el que mejor resultó. Les encantó.

Os cuento cómo hacerlo. Necesitamos hielo, un vaso de agua fría, sal y una cuerda o hilo de lana. Ponemos el hielo en el vaso, luego le ponemos encima la lana, rociamos generosamente con la sal y ¡tachan! el hilo se queda pegado al hielo y podemos pescarlo. ¡Ualaaaaaaa! Incluso podemos hacer el molinete un rato antes de que se despegue o intentar encestar en los vasos balanceando los hilos. O a eso se dedicaron los peques mientras yo explicaba el experimento con escasa atención por parte de la audiencia que gritaban regocijados cada vez que un hielo se estampada en algún lugar de la cocina o acertaba en el vaso salpicándolo todo. 

Cuando recogí todo, ya me escucharon con más tranquilidad. Resulta que cuando metes un hielo en agua fría se produce un equilibrio entre el agua que se congela y el hielo que se derrite. Pero cuando añadimos la sal rompemos este equilibrio y el punto de congelación se concentra en el lugar en el que ha comenzado a derretirse el hielo más deprisa. Es decir, donde echamos la sal, que es encima de la lana, con lo que ésta queda atrapada en el cubito. ¡Tachan! ¿A que es alucinante?

Yo es que soy la primera en asombrarme con estas cosas. 

Si queréis montar la fiesta de la ciencia (que para eso no hace falta ningún día Internacional, sólo ganas y curiosidad) también podéis coger ideas del post que hice para Ociofrik.