sábado, 31 de enero de 2015

La oruguita glotona

Vaya sorpresa que me he llevado con uno de los clásicos de la literatura infantil. Mis hijos no suelen pirrarse por ellos. "Donde viven los monstruos" les gustó, pero sin más. "El pollito Pepe" tuvo su gran momento hace mucho, pero ahora está solito y triste en la estantería, "De donde vienen los besos" no es de sus preferidos... Y, de repente, se me ocurre elegir "La oruguita glotona" entre otros títulos mucho menos consagrados como "supermosca" o "El gran dinosaurio" y... hay que ver como ha triunfado.

Les ha encantado y quieren leerlo todas las noches. Les fascina ver comer a la oruguita página tras página hasta convertirse en mariposa. Sobre todo, el día que se mete entre pecho y espalda chocolate, tarta, helado, pepinillo, salchichas y no sé cuantas cosas más... ¡ole! Así, casi sin respirar. Y siempre tiene "¡¡¡Más hambreeee!!", muletilla que corean encantados.

Nunca se sabe jajaja

viernes, 30 de enero de 2015

Pequeños grandes científicos

Cuando la profesora de Daniel invitó a los padres a dar algún taller en la clase me pareció una idea genial. Quería hacer algo, pero no estaba segura de qué es lo que podría ser más adecuado para casi treinta niños. Me parecían demasiados para todo lo que se me ocurría. Así que pedí ayuda a la experta: la profesora.

Le presenté varias ideas y ella me aconsejó que hiciera un taller de experimentos. "Pocos y que no sean peligroso. Tampoco traigas alimentos por las alergias". ¿Y yo le hice caso?. Pues no, porque estaba entusiasmada y me pudo el fervor. Y así fue la cosa de caótica. Nos lo pasamos genial, pero la parte educativa no quedó muy clara. También me asesoró Seoane del blog Pensamiento Divergente. Que ella de esto sabe muchísimo.

Llegué a la clase cargada hasta arriba de material y con los nervios a flor de piel. Me recibieron unos niños muy sonrientes y cariñosos. Lo primero que hicieron fue darme un gran abrazo colectivo que me encantó. Mi hijo mayor estaba emocionado por tenerme allí. Enseguida se puso a mi lado y se autoproclamó mi ayudante. Otro amiguito suyo le imitó y se puso a mi otro lado.

Les pedí a todos que se sentaran en sus mesas para empezar los experimentos y sin dar tiempo a nada comencé a explicar los distintos estados de la materia. Les enseñé el vinagre, metí bicarbonato en un globo, enganché el último a la boca de la botella, mezclé los dos elementos y ¡voilá! El globo se inflaba solo. La reacción entre ambos elementos habían dado como resultado un gas. La maestra y yo nos pasamos por las cinco mesas de la clase para volver a realizar el experimento por grupos. Los peques estaban entusiasmados y les faltaba tiempo para volcar el contenido del globo en la botella. En una de estas una de las botellas se volcó y ¡zas! todos perfumados. Pero no perdieron la sonrisa en ningún momento. Al contrario. Repartí servilletas y limpiaron todo al instante. El problema es que yo no había llevado de sobra así que esa mesa no pudo ver el experimento de cerca. En compensación, les dejé las cinco botellas con globos inflados para que las manipularan a su gusto.

No tardé en retirarlas para cambiarlas por confeti y globos. Algunos niños sabían inflarlos, pero ninguno atarlos, así que nos pegamos un buen rato haciendo nuditos hasta que todos tuvieron su globos inflados, y algún que otro listo más de uno. El problema de explicarles la electricidad estática es que nadie, nadie, nadie, llevaba un jersey de lana. Afortunadamente, lo tenía previsto y había llevado dos jerseys de lana para que frotaran los globos y producir la electricidad. A todas luces fue insuficiente y no todos lograron atraer los confeti a sus globos. La maestra les tranquilizó diciéndoles que, como llevaban todos los experimento explicados en las hojas que les repartí, los podían hacer en casa con más tranquilidad.

Sin dar tiempo a más, volví a repartir una botella, esta vez de agua, en cada mesa. Rápidamente vertí unas gotitas de colorante alimentario rojo o azul para regocijo infantil. Ayudada por mis pequeños y eficiente ayudantes repartimos todos los claveles y cada niño metió el suyo en la botella de su mesa. Les expliqué cómo se alimentaban las plantas y les aseguré que al día siguiente encontrarían los claveles azules o rojos en vez de blancos.

Les pedí que limpiaran sus mesas y pasamos al último experimento. éste era el más participativo de todos y versaba sobre la resistencia de los materiales. Con espaguetis y nubes los peques tenían que intentar hacer la torre más alta. Les expliqué que cuanto más partieran el espagueti, más resistente sería, pero muchos no me hicieron caso y se lamentaban porque se les rompían con facilidad. Al final, más que torres construían obras de arte y venían corriendo a enseñármelas. Se lo pasaron pipa y se hincharon a comer. La maestra empezaba a pensar que mañana no le iba a venir ninguno por indigestión. Los más educados me pedían permiso para comerse los materiales de construcción, pero la mayoría atacaban sin pedir permiso. Hubo que aclarar que los espaguetis no se podían comer sin pasar antes por la olla.

Dimos por terminada la experiencia constructora y llegó el momento de recoger y limpiar. Menos mal que la profe tenía bolsas de basura, porque a mí se me habían olvidado. Entre todos hicimos lo que pudimos, pero creo que la señora de la limpieza se va a acordar de todos mis antepasados, porque aquello era un revoltijo de confeti, nubes, espaguetis...

Los niños estaban encantados. Habían preguntado mucho, manipulado mucho y jugado mucho. Lo que no me queda muy claro es si aprendieron algo con esta experiencia. Daniel dice que él aprendió cómo se alimentan las plantas y que los espaguetis hay que partirlos para que no se rompan, pero no sabe por qué. Bueno, algo es algo.

Para mí ha sido una experiencia increíble con la que he aprendido muchísimo: Que el que mucho abarca poco aprieta y que es mejor un experimento bien explicado que cuatro a matacaballo, que a los niños tenía que haberles explicado primero todo lo que íbamos a hacer y no sobre la marcha, que por mucho cuidado que pongas siempre hay accidentes y es mejor no llevar cosas que huelan mal (una de las botellas se derramó cerca del ordenador y casi me mato por limpiarlo antes de que llegara el vinagre a los cables), que hay que cuidar más el orden y no dejar que se desmanden tanto...

Por cierto, si a alguien le interesa conocer los experimentos que hicimos los puede descargar aquí.

miércoles, 28 de enero de 2015

La escultura de Daniel

Hace tiempo vi este post tan colorido en el blog Pensamiento Divergente y me encantó. Pensé que era algo que tenía que hacer con mis chicos, pero no volví a acordarme de él hasta hace poco. Los niños estaban aburridos, no sabían que hacer... Y me vino la idea de Seoane a la mente. No recordaba con exactitud cómo lo había hecho ella y si lo consultaba en cualquier dispositivo móvil mis hijos los iban a interpretar como una invitación a jugar con pantallas, así que lo hice a mi manera. Cogí un buen trozo de cartón y empecé a medir y a dibujar líneas con una regla.

Como ya sabía, mis hijos se acercaron al segundo para curiosear. "¿Es para mí? ¿Es para mí?" preguntaban los dos con avidez. "Es para el que quiera y le apetezca" le contestaba yo muy misteriosa. Por estar conmigo me pidieron papel y lápices de colores para dibujar. Como novedad, les saqué unas reglas de esas que viene con formas diferentes. Les encantó y les tuvo entretenidos un buen rato. Lo curioso es que cuando les pedí que me ayudaran a colorear los cartones ninguno se animó. Lo vieron demasiado aburrido. Así que yo dibujé las piezas, yo las coloreé y yo las recorté. ¡Vamos! que me lo pasé bomba yo sola mientras ellos dibujaban tanques, zombis y remolinos alegremente. Aunque me quedó todo un poco regulín porque entre línea y línea no paraban de preguntar si había terminado ya, si me faltaba poco, si podían usarlo ya...

Cuando lo tuve terminado por fin, Iván se había cansado de estar con nosotros y me pidió un capítulo de Dora muy mimoso. Le invité a jugar con nosotros, pero no hubo manera de convencerle. No me gusta obligarlos a hacer actividades de ocio, así que le di el gusto.

Mientras el más peque le hacía los coros a la niña exploradora y su mono. Yo ayudaba a Daniel a hacer una torre muy alta. El cartón que había elegido era muy duro y las ranuras muy finas. Tenía que sujetar la estructura porque con al fuerza que hacía el chiquillo para encajar las piezas se venía todo abajo. Al final le quedó una estructura muy vistosa. Y muy colorida, porque tuvo mucho cuidado de que las partes coloreadas dieran hacia afuera. Cuando acabó exclamó feliz: "Esta escultura se la voy a regalar a papá". Y eso hizo en cuanto su progenitor cruzó el umbra de la puerta. Firmada y todo.

martes, 27 de enero de 2015

Criando de forma positiva

Criar a los niños es algo muy difícil. Eso lo saben todas las madres... Y algunos padres (es bromaaaa). Pero si encima te empeñas en luchar contra la naturaleza y ser un mar en calma la cosa se pone peliaguda.

Me explico, yo soy de naturaleza histérica y un tanto irascible. Suelo tener bastante paciencia, pero el vaso se va llenando, llenando, llenando... Me empieza a dar el tic en el ojo, lo veo todo rojo y cuando me doy cuenta se ha montado el apocalipsis en mi casa y veo correr a niños y gatos en un sálvese quien pueda. No es de extrañar que mis hijos a veces me tachen de "estar un poquito loca". Luego me arrepiento e intento compensar mi explosión de genio con besos, abrazos y una atención desmedida... De la que mis peques se aprovechan porque ya saben cómo funciono y no son tontos. Hay que aprovechar que mamá está en modo remordimientos para pedirle el oro y el moro, que no le dura mucho y luego volvemos al estado normal de "Ni se te ocurra".

El caso es que me he volcado en Internet para intentar corregir poco a poco este carácter tan extremo que me ha tocado en suerte y que tienen que sufrir los que me rodean. Aunque se lo buscan ¿eh? Que no paran hasta que exploto. ¡Ya me estoy desviando!

Primero me empapé con la maravillosa teoría del refuerzo positivo, que me encanta y explica muy bien Sonia del blog Putum Putum, pero me parece un trabajo de titanes. Todo lo que aconseja es de sentido común, pero teniendo en cuenta que cuando estallo mi sentido común se va al garete la cosa se complica. Lo normal es que les refuerce positivamente hasta que el vaso se colma y pierda los papeles. Luego salen sapos y culebras de mi boca. Cuando me calmo intento volver al refuerzo positivo. Les explico que mamá ha tenido un ataque de nervios y que cuando eso pasa la gente dice cosas que no piensa como "fuera de mi vista". Les aseguro que yo les quiero siempre: enfadada, contenta, triste. echando espuma por la boca... Ellos asienten a todo lo que les digo y cuando acabo empiezan con sus peticiones muy sonrientes. Conclusión: El refuerzo positivo mejora nuestra relación del día a día, pero se esfuma en situaciones de conflicto extremas.

Después conocí el concepto de la pedagogía blanca: Educar a los niños desde el respeto. Y también me sonó muy bien. Pero al final me di cuenta que para conseguirlo, primero tenía que enseñarles lo que era el respeto, perdí el norte y caí en la pedagogía negra, la que aporta el concepto de que todos los niños son unos manipuladores y no hay que pasarles ni una. Con la cabeza como un bombo de tantos blancos y negros y teniendo en cuenta que una no es perfecta, he acabado cayendo en la pedagogía gris de la que habla María del Mar en su blog Siénteme. Conclusión: niños hechos un lío que no saben si su madre les va a castigar, a soltar el rollo padre, a predicar con el ejemplo o a estallar como una bomba de relojería. Después de pasar una época infernal en la que estaba convencida de que todo lo hacía mal, he decidido guiarme por mi sentido común y aceptar que tanto mis hijos como yo somos seres humanos con nuestras virtudes y nuestros defectos, y que, afortunadamente nos aceptamos como somos y nos gusta pasar tiempo juntos.

Gracias al blog de Laura de Mis trucos para educar, conocí al simpático Rinoceronte Naranja. Me ha ayudado bastante este animalillo. A veces, antes de explotar le veo trotar ante mis ojos y me calmo un poco. Lo suficiente para pensar en la situación. No ha logrado erradicar los gritos de mi casa, pero es que me temo que cambiar un rasgo de la personalidad lleva años. ¡Roma no se hizo en un día!

Y finalmente, Ana de Mamá de verdad, e Ilda de El rincón de mami me han descubierto la disciplina positiva y su sistema de citas, que yo he amoldado a mis circunstancias. Mi vida está llena de imprevistos, las agendas sociales de mis hijos crecen por días... Y es muy arriesgado poner fecha y hora para una cita con uno de mis dos churumbeles. Pueden pasar varias cosas: que todo salga bien, que me surja algo familiar o de trabajo y tenga a un niño decepcionado, o que le surja a él un plan con sus amigos y le ponga en la tesitura de tener que elegir entre sus amigos o su madre (tengo muy claro a quienes iba a elegir). Así que lo que hago es preparar citas sorpresas. Por ejemplo, si Iván está embebido con su adorada Dora, que Daniel odia hasta el infinito, le propongo a éste último que hagamos una actividad que le guste. O si Daniel está dibujando con su padre y al peque no le apetece, entonces me centro en el segundo. Tiempo a solas y de calidad, aunque no sea de forma programada. Aunque, confieso, que la mayoría de las veces intento hacer actividades todos juntos, porque mi madre siempre lo hacía así cuando yo era pequeña y a mí, personalmente me encantaba. A día de hoy puedo asegurar que somos una familia muy unida.

Seguro que aún encuentro mucho métodos más para intentar que en mi loco hogar reine la paz y la calma. Seguiré investigando...


lunes, 26 de enero de 2015

Un emocionante concurso de Hero Kids RPG

El otro día mi marido tuvo toda la tarde muy entretenidos a los niños con un concurso que han puesto en marcha los creadores del juego de rol para niños Hero Kids. Es un juego que les encanta. Adoptan el rol de un niño guerrero, o mago, o arquero, etc... Y viven mil aventuras con fantasmas, ladrones, hombres lobo, hombres lagarto... Lo viven.

Y resulta que ahora dan la oportunidad a los propios niños de aportar su granito de arena para crear nuevos personajes y nuevas aventuras. El que quiera puede enviar un email explicando el avatar que se ha inventado. No se puede olvidar de adjuntar un dibujo del mismo. Daniel se invento un capitán pirata amigo de los niños que se llama Haw Haw Fan, su pirata médico grande, bestia y con cara de pocos amigos y a Don Pepito, el tendero de una tienda de armas muy simpático, con plumas de gallina por todo el cuerpo y que tiene una especia de hipo por el que suelta "clo, clos" indiscriminadamente. Iván se inventó un niño que se llamaba Iván y que tenía una casa llena de juguetes. Me temo que el peque nos ha salido más realista que su hermano. Desde luego ha reflejado muy bien sus deseos de tener una casa... aún más llena de juguetes.

Entre los dos se pusieron a dibujar a los personajes, el barco pirata y la tienda. Les quedó muy chulo. Su padre envió el correo y le contestaron que el personaje que más les gustaba era Don Pepito. ¡Genial! Porque ese se lo inventó Daniel y lo dibujó Iván. Se puede decir que fue el más colaborativo.

No creo que ganen el concurso, pero sí que han ganado una tarde extremadamente divertida.


viernes, 23 de enero de 2015

Más dibujos normales

Casi todos los días, mi hijo mayor llega a casa con un dibujo suyo metido en la mochila. Cuando lo saco le busco porque sé que le encanta explicármelo. Siempre hay luchas, zombis o robots o monstruos y mucha sangre. La mayoría de las veces se basan en su videojuego favorito con diferencia: plantas contra zombis. Pero a veces, algunas veces, (muy pocas para que no me acostumbre mal), me encuentro con dibujos maravillosamente normales. Hasta me emociono cuando eso pasa. Ya hablé aquí del dibujo de la casa. Una casa perfectamente normal, sin desperfectos, ni robots asesinos... ¡hasta coche había en la escena!

Pues otro día, salió enarbolando un dibujo muy chulo en el que los bomberos paraban a la acción para extinguir un incendio enorme en una casa: había dibujado un coche, un camión, un helicóptero ¡y hasta un avión dejando caer agua sobre la casa! me encantó. Resulta que ese día habían ido los bomberos a visitar el cole, les habían dado una charla (que el mayor se sabía de memoria), habían llenado el patio de espuma y les habían repartido carnets de bomberos a todos. Los chiquillos estaban entusiasmado. Estas iniciativas deberían hacerlas todos los años porque los niños aprenden muchísimo y ¡de primera mano!

Hace poco llegó a casa con su última creación no violenta: ¡Una feria! Que bonita. Estaba llena de atracciones y hasta tenía un puesto de algodón de azúcar. Lo más curioso es que el nombre que le puso al parque era el suyo. Me parece genial que el peque tenga otros intereses a parte de los zombis y que los plasme en el papel.

Y hasta aquí sus obras de arte normales. Tres en lo que va de curso. ¡No está mal! Espero que me siga sorprendiendo gratamente de aquí a final de curso. A lo mejor un día me dibuja un animalito. ¿Quién sabe?

jueves, 22 de enero de 2015

"Patinando" sobre hielo

Al final el domingo no nevó y tuvimos una familia muy desilusionada en casa. Ya nos veíamos tirándonos bolas de nieve en el parque de al lado de casa, pero no encontramos ni escarcha. Tampoco nos animábamos a coger el coche e ir a buscarla en lugares más altos porque los peques salían agotados de la semana su primera semana de cole tras las vacaciones, así que, al final, disfrutamos de un tranquilo día en casa y ellos jugaron con los juguetes nuevos muy a gusto.

El lunes sí que encontramos escarcha sobre los coches. Los niños me pedían que les cogiera y la llevaban en sus manitas hasta que no aguantaban más y la tiraban al suelo riendo. Había muy poca, pero para ellos ya era suficiente para jugar. Cuando fui a buscarles por la tarde se empeñaron en "patinar" sobre una gran plancha de escarcha que encontramos en su patio. Se lo pasaron pipa saltando, corriendo y, sobre todo, cayendo patas para arriba. Menos mal que no parecía que se hicieran daño en ningún momento. Aunque a mí me tenían en vilo con cada trastalazo.

No les quitaba el ojo mientras hablaba con las otras madres. De repente, Daniel se acercó a nuestro grupo cogió a la hermana de uno de sus compañeros de clase, que tiene cuatro años, y anunció a la madre de la niña que se la llevaba para enseñarle a patinar. Con toda la delicadeza del mundo la condujo de la mano por todo el sendero de escarcha.

Nos quedamos todas con la boca abierta y ojipláticas. ¿Ese que trataba con todo el cuidado del mundo a una peque era mi cromagñon? Mas bien me tiene acostumbrada a ser todo un borde desagradable con las otras niñas y apartarlas a empujones cuando se meten en su camino. Yo alucinaba. Todas las madres, con nuestra imaginación forjada en las pelis de princesas Disney, ya veíamos la historia de amor. Pero estos chiquillos van a lo suyo y tras una bonita y tierna clase de "patinaje sobre escarcha" cada uno se fue por su lado tan panchos y sin mirar atrás.

A día de hoy ni se han vuelto a mirar.

miércoles, 21 de enero de 2015

Un cuento para la clase de Iván

A las profesoras de primero de infantil del cole de mis hijos se les ha ocurrido una actividad muy bonita. Una viernes al mes, un padre, madre o familiar que le apetezca, se acerca a la clase y les cuenta un cuento a los niños de las dos clases.

Me recuerda mucho a lo de la semana del protagonista que vivió Daniel con mucha emoción en el último curso de guardería, pero que no repitieron con Iván.

Con mucha ilusión elegí el cuento y me lo preparé. Tenía claro el que iba a contar: "El niño que quería ser pirata". Me lo inventé cuando Daniel era pequeño y les gusta tanto a los dos que no se cansan de oírlo. Lo he repetido tantas veces que podría contarlo hasta dormida. Por si tenéis curiosidad lo podéis leer en este post.

Me puse manos a la obra y enseguida compuse una portada, que nos piden para ir colgando en una de las paredes del aula, unas figuras de cartón, el imprescindible mapa del tesoro, un gorro pirata, un cofre lleno de moneditas de chocolate (también lleve aspitos por si acaso teníamos algún alérgico a la leche), un paraguas y un dragón de peluche.

Dos noches antes reuní a la familia en el salón cómo público de honor para el ensayo. Empecé la historia y vi como mis hijos me miraban hipnotizados. Me las prometía muy felices cuando Daniel empezó a liarla: "¿Y por qué monos y no zombis?", "Mami, en el mapa hay más cosas, ¿por qué no van allí?" "¿Me das eso?" "¿Y eso?" "¿Puedo jugar con esos dibujos? ¿Cómo los has hecho?"... Con tantas interrupciones yo ya no sabía si el niño quería se pirata, bailarín del Bolshoi o churrero como mi hijo mayor el revientacuentos. Acabé la historia con un "¡¡¡Aaaarg!!! Fin, fin fin ¡Se acabó el cuento!"

"¿Pero, entonces, que le pasa al niño?" Preguntó inocentemente mi marido. "¡¡¡Que se convierte en pirata!! ¡Vale! ¿Qué esperabas? ¡¡¡Que se uniera a los monos furiosos a tirar cocos!!!" Inteligentemente no añadió nada más. Daniel no se dio por aludido y los dos peques se fueron a la cama tan tranquilos dejando a su madre al borde de un ataque de nervios y pensando con horror si sobreviviría a la prueba del viernes.

Menos mal que ambos me dijeron que les había encantado. Iván, por su parte, me dijo que el dragón le daba miedo y que no quería que se lo acercara cuando fuera a contar el cuento en el cole. Le prometí que no lo haría. Al mayor le tuve que prometer que le regalaría todo el atrezzo nada más terminar con mi labor de cuentacuentos por un día.

Llegó el día y, tras pasar toda la mañana mordiéndome las uñas, me presenté en la clase del más pequeño de la familia con un carro de la compra cargado hasta los topes. Saludé a los chiquillos que me recibieron con sonrisas y ojitos brillantes. Todos guapísimos. Se portaron de maravilla. No podía esperar un público mejor. Iván estaba encantado y era el primero en responder y hacer todos los efectos especiales. Normal. Se sabe la historia de memoria. pero los demás no se quedaban atrás y enseguida se prestaban al juego.

Cuando terminé de repartir las moneditas de chocolate del tesoro me dieron un gran aplauso y corrieron todos a sentarse conmigo para hacerse una foto. Creo que ahí fue cuando empezó a torcerse el asunto. Los chiquillos se acercaban a contarme cosas, a pedirme que les ayudara con algo, a enseñarme su nombre colgado en la pared... Y yo notaba como crecían los celos en mi benjamín. Con el ceño fruncido se acercó a mí y me pidió que le acompañara a recoger el baby. "¡Pero Iván! Ve tú solo para que mamá vea lo mayor que eres" le animó su profesora muy cariñosa. Y fue la gota que colmó su vaso. A partir de ahí ya no quería ni verme.

La profesora intentó calmarlo y le preguntó "¿No quieres que invitemos a tu madre otro día para que nos cuente otro cuento?". La respuesta fue muy clara: "¡No!". Supongo que eso de compartir a su mami lo lleva fatal. Aún así me ha dicho su maestra que me van a volver a invitar porque piensa que así Iván va a superar su exacerbada mamitis. Yo encantada, aunque ahora tengo que buscarme otro cuento que me sepa muy bien. Puede que me prepare uno de Pablo y Nino.

El caso es que al final me lo tuve que llevar a rastras y con una perreta de órdago. Menos mal que la maestra me ha asegurado que un día vamos a quedar para hablar del tema y ayudarme.

Con toda la paciencia de la que fui capaz, le senté en una de mis piernas, lo abracé y le pregunté por qué estaba enfadado. Sabía que no me lo iba a decir, porque no lo sabía ni él. Los celos son irracionales. Al final le busqué un motivo para que se sintiera mejor ¡y funcionó! Se calmó al segundo. "Ya sé por qué estás enfadado" le aseguré, "Es porque le dijiste a mamá que no te acercara el dragón. Se me olvidó y te lo acerque. ¿Es eso?" El chiquillo paró de llorar, se quedó un poco pensativo y contestó muy bajito: "Sí".

A partir de ahí todo fue mejor, pero no me atreví a hacer mucho caso a otros niños por si me la volvía montar parda.


martes, 20 de enero de 2015

Chantaje monetario

¡Ha vuelto a pasar! De nuevo Daniel y un amigo suyo han sacado los dientes para defender su primer puesto en la fila. La historia ha sido la misma. Mi niño mayor ha llegado y al ver que no había nadie en la fila se ha puesto el primero. En ese momento, el otro niño bajó las escaleras como el rayo y aseguró que él había llegado el primero aunque no estuviera colocado en la fila.

Esta vez venía acompañado de un familiar, así que no me sentí como una abusona. Su abuela le explicó al pequeño que cuando ella se va de la fila pierde la vez y eso es lo que le había pasado a él. Sabias palabras que desgraciadamente le estaban entrando por un oído y saliendo por el otro al interesado. En los ojos de los críos vi crecer las ganas de meter unos cuantos empujones y mamporros al contrincante para ganar ese primero puesto. A todo esto, yo tenía que llevar a Iván a su clase y se me estaba haciendo tarde.

De repente se me encendió un bombillita. Busqué desesperadamente un caramelo en el bolsillo. Siempre suelo llevar, pero... ¡oh casualidad! Ese día no. Agobiada saqué una moneda de un euro y propuse dársela al que accediera ser segundo. Veloz como el rayo, Daniel se hizo con la moneda y se colocó el segundo con una gran sonrisa. Pero el otro chico se quedó muy desconsolado mirando la reluciente monedita. Decidí dar una de menor importe al peque para no dejarlo así. Pues la mala suerte me siguió persiguiendo. Sólo tenía otra moneda de un euro, una de cinco céntimos, dos de dos céntimos y una de un céntimo. Me parecía una cutrez darle una de cobre así que le hice una nueva propuesta a Daniel. "¿Qué te parece si os doy un euro a cada uno y a ti por ponerte el segundo también te doy todas estas monedas de cobre?" Le pareció un plan excelente. Cuantas más monedas mejor.

Los niños contentos, yo con dos euros y ocho céntimos menos en el bolsillo y la abuela escandalizada con toda la razón. En mi defensa le expliqué que mi intención era dar un caramelo al que accediera ser segundo, pero al no encontrar ninguno todo se precipitó hacia el lado oscuro. Le entró hasta la risa y se ofreció a devolverme el euro, pero no quería que la pobre pagara por mis errores.

A partir de este episodio de mi vida voy al colegio de mis hijos segura de llevar caramelos en los bolsillos. ¡Nunca se sabe!

lunes, 19 de enero de 2015

Mami, ya no te quiero

Iván siempre ha sido celoso sobre todo en todo lo que se refiere a su mami. En cuanto ve que me paro a hablar con alguien me la lía parda. Y si eso no funciona, se enfada, me culpa a mí y se ofende profundamente.

A veces, me suelta un sentido: "Mami, ya no te quiero", con voz ahogada y con la mirada fija en el suelo. Recuerdo que la primera vez que me hizo eso su hermano fue un drama para mi, pero se ve que con el segundo veo todo de otra manera, así que yo me limito a contestarle "Yo sí que te quiero a ti".

Después, dependiendo de la situación, lo siento en mi regazo y empiezo el interrogatorio. "¿Estás triste o enfadado?", "¿Con quien? ¿Con mami?", "¿Por qué?"... Y así hasta que logro sacarle algo. Desde luego, no se puede quejar de falta de atención.

Otras veces lo que me suelta es: "No te quiero ver"
En esas ocasiones le contesto "Pues cierra los ojos, pero no te sueltes de mi mano porque te pueden dar un buen tortazo caminando así". A veces me hace caso. Y hacemos el camino despacio y con cuidado, no se vaya a caer con la tontería.

Y lo último son las terribles perretas. Esas son más difíciles de solucionar. Suelo abrazarle y hacerle mismo interrogatorio que cuando dice que no me quiere, con la gran diferencia de que en vez de escuetos síes o noes recibo berridos, patadas y puñetazos. Ya tengo mucha práctica en esquivar sus ciegos golpes. No me hacen daño, primero porque son fáciles de parar y segundo porque sé que es la única manera que tiene de echar fuera su frustración. Poco a poco le voy enseñando que es mejor hablar que perder los nervios, pero es más fácil la teoría que la práctica. ¡Y si no que me lo digan a mí!

domingo, 18 de enero de 2015

Pintando animales de plástico

Poco antes de venirnos, una amiga de mi madre vino a ver a los niños. Es encantadora y siempre les trae una detalle sorpresa que les encanta. Esta vez trajo un regalazo: unas figuras de plástico en blanco que venían con un pincel y pinturas. ¡Con lo que nos gustan a nosotros estas cosas! Daniel enseguida se quiso poner manos a la obra, pero la voz de la razón me aconsejó que esperara hasta que volviéramos a Madrid.

No tardó mucho el chiquillo en recordarme que le había prometido que pintaríamos los animales y dinosaurios del regalo de Geli. Tan ilusionados los vi que, a pesar de que habíamos llegado un poco tarde del parque, lo preparé todo para ponernos a pintar.

Se repartieron las figuras como buenos hermanos, pero a mí no me dejaron ninguna. Y eso que me moría de ganas por echarles el guante. Como soy adulta me resigné al puesto de simple observadora... ¡y de malabaristas para evitar que mis paredes pasaran de blanco a multicolor intenso!

Se lo pasaron en grande dándole al pincel. Tanto fue así que cuando acabaron, Daniel cogió un dinosaurio que, según él no le había quedado del todo bien, y me pidió que lo lavara para poder pintarlo otro día. Como la pintura estaba fresca fue fácil darle un lavado y dejarlo casi tan blanco como al principio.

Cuando se sequen, los animales naif pasarán a la habitación de los juguetes para que siga la diversión.

sábado, 17 de enero de 2015

Probando juguetes nuevos

A la mañana siguiente se levantaron demasiado pronto para la hora a la que se habían acostado. Y con muchas de ganas de abrir cajas y montar juguetes. El pobre papá tuvo que invertir mucho tiempo con el destornillador. Yo le ayudé un poco.

Lo primero que tuvieron entre sus manos fueron el piano y la batería de Doraemon. Me regalaron un concierto genial. Creo que es uno de los regalos que más les ha gustado.

Tras invertir toda una mañana de esfuerzos, los chiquillos también pudieron echar unas carreritas con el scalextric. Por el volumen de las risas y las exclamaciones de júbilo, también fue un acierto. Aunque lo tuvimos que desmontar porque nos daba miedo que tanto entusiasmo acabara con él. Así que el frente paterno ha decidido montarlo sólo los fines de semana y que jueguen bajo supervisión adulta.

Con tanto montar y jugar se nos hizo un poco tarde y tuvimos que salir pitando. Habíamos quedado con las abuelas para que les dieran sus Reyes. Los chiquillos se hicieron lo remolones al principio porque no querían dejar tanta maravilla atrás, pero la palabra mágica "regalos" acabó con todo amago de discusión.

Pasamos una tarde muy entretenida. Habíamos llevado el juego de mesa que le habían traído en nuestra casa a Iván y se lo pasaron genial con las trampas, los sustos y tirando la calavera por la puerta del ataud. La verdad que es un juego muy divertido.

La abuela Chari les regaló un Rummi de números y un juego de apilar sillas que también triunfaron. Además de unos chandal preciosos que me vienen muy bien. ¡Hay que ver lo que destrozan estos niños! Y a qué velocidad. La abuela Paca nos regaló dinero que siempre es bienvenido.

Y después de tantas emociones a casita a cenar y a la cama. La verdad es que, entre el viaje desde Las Palmas de Gran Canaria, los Reyes, la comida en casa de las abuelas... Estos pobres empezaron el cole agotados.


viernes, 16 de enero de 2015

Vuelo de vuelta y... ¡mas Reyes!

Como decía, hicimos las maletas con mucha pena y pusimos rumbo al hogar, que, para ser sinceros, no echábamos mucho de menos. Sobre todo, teniendo en cuenta que íbamos a cambiar nuestra media de 20 grados por otra de cinco.

El caso es que fue un viaje casi idéntica al anterior. Todo fue muy bien hasta que el avión se dispuso a aterrizar. Momento en el que Iván entró en modo rabieta agresiva y hubo que hacer esfuerzos titánicos para calmarle y controlarlo por el bien de los tímpanos de todos los pasajeros y especialmente por los riñones del sufrido pasajeros que se sentaba justo delante. Acabé mandando todo a la porra y sentándomelo en las rodillas exponiéndome a una merecida regañina por parte del personal de abordo, pero en vista del demonio emplumado que se retorcía en mi regazo debieron hacer la vista gorda. Poco a poco el peque fue aflojando, hasta quedarse muy quietito entre mis brazos.

Nada más entrar al avión, una azafata muy amable había identificado perfectamente a mis chicos: les preguntó sus nombres y cuando el pequeño se lo dijo exclamó divertida "¡Iván el terrible!". Cuando se lo dijo el mayor afirmó entre risas "¡Y Daniel el travieso!". Cuando bajaron del avión les aseguró que habían hecho honor a sus nombres y les regaló a cada uno una bolsita de frutos secos. Menos mal que la gente del avión se tomó todo con humor.

Los niños estaban agotados y se quedaron fritos en el coche, pero bastó nombrar a los sacrosantos Reyes para saltar de los asientos y correr hacia casa con renovadas energías. Empujaron la puerta que mal abrió su padre e iniciaron una carrera hacia la habitación de los juguetes. No se sintieron nada defraudados porque allí los esperaban los paquetes como tesoros. Enseguida se pusieron a abrir el papel de regalo muy ilusionado. A cada juguete que habría, Daniel susurraba "No es lo que he pedido... ¡Pero me gusta! Esta bien, está bien". Y así invariablemente hasta que por fin llegó su adorado muñeco de Minecraft. Se quedó mudo. Parecía no creerse que se lo hubieran traído. "¡Miraaaad! ¡¡¡¡Es justo lo que pedí!!!" gritó emocionado. Menos mal que lo cogimos in extremis.

Iván, por su parte, abría sus paquetes entre grititos de alegría. Todo le gustaba, todo quería abrirlos, con todo quería jugar... Hasta que llegó el turno de los guantes de manos de monstruo que rugían (de la Zully de Monstruos S.A.). Dada su inclinación a los bichos feos y los disfraces era de suponer que sería un gran éxito, pero los peques siempre te sorprenden. Iván se agarró a mí, las tiró lejos y aseguró que le daban miedo. Menos mal que a Daniel sí que le han gustado, porque el peque no las puede ni ver. En realidad, las encontré por cuatro euros en las rebajas del años pasado de la tienda Disney, así que el riesgo no era muy costoso, pero cuando fallas en un juguete te da una pena... En cambio la capa de vampiro no había manera de quitársela de encima, ni siquiera para dormir, pero yo no le consentí el capricho por miedo a un accidente.

Menos mal que los chiquillos me la quitaron enseguida con su entusiasmo. No consintieron en irse a la cama sin probar algo. Así que se acostaron tardísimo, pero con sendas sonrisas en sus caritas.




jueves, 15 de enero de 2015

De paseo por Las Palmas de Gran Canaria

Tras el día más mágico del año a Raúl y a mí nos entró prisa por ir a los lugares que siempre visitamos cuando venimos a la isla. ¡¡Los días se habían pasado volando!!

Así que los útimos coletazos de nuestras vacaciones nos sirvieron para pasear por Las Calles de Las Palmas y disfrutar de su ambiente relajado.

No perdonamos llevar a los niños al muelle Deportivo a ver los barcos, con el consiguiente paseo por la avenida Marítima, que yo, personalmente, no disfruté como otras veces a causa del fuerte viento, pero que el papá y los niños aprovecharon para avistar cangrejos y reír cada vez que rompía una ola con fuerza y se mojaban.

Seguro que algo tiene que ver que ellos tengan el pelo corto y yo tuviera que pelearme rabiosamente con mi melena para poder ver por dónde iba.

El parque Doramas, es otro enclave, que no podemos perdernos. Da gusto pasear por sus senderos, asombrarse con los enormes peces del lago y ver a los chiquillos hacer el loco en los columpios.

En esta ocasión, llegamos en plena operación limpieza. Daniel no se lo pensó dos veces y aseteó a preguntas a todo operario que pilló. Sobre todo, al encargado de limpiar el lago, que contestaba a sus preguntas entre risas.

Mis chicos me sorprendieron con un espectáculo impresionante en el enorme escenario del parque, con baile del zombi incluído. Yo me desternillaba con tanto arte como había sobre la plataforma.

Tampoco podemos perdernos la visita a la biblioteca. Es un lugar increíble que puede que no volvamos a ver. Por lo visto alguno de los permisos no estaba bien hecho y sobre ella pesa una orden de derrumbe. Sería una verdadera pena porque tiene unas instalaciones increíbles.

Y ni que decir tiene que nos recorrimos de cabo a rabo la calle comercial más famosa de la isla: Triana, en la que aún se exhibían los adornos navideños, y en la que está Guirlache, una pastelería heladería de gran calidad en la que siempre que vamos compramos unas tartaletas impresionantes.

De Triana a Vegueta a visitar a los perros de la Plaza de Santa Ana. Allí siguen tan verdes como siempre, aunque con algún desconchón más que la última vez que se montaron en sus lomos. Iván se lo pasó pipa persiguiendo a las palomas, Daniel saltando de estatua en estatua y papá y mamá con los coches teledirigidos, que casi parece que nos los han traído a nosotros jajaja

Pero como todo lo bueno se acaba... Muy pronto nos tocó hacer las maletas de nuevo.