lunes, 31 de octubre de 2011

Caímos en la teleadicción

Siempre digo que no quiero que mis hijos se peguen a la tele como zombis y que no entiendo a los padres que consienten esto. Pero ahora yo soy una más. El niño llega del cole con la cantinela de "Dora, Dora, Doraaaaa" o Nody o Caillú, que son las tres series que más le gustan en este momento. Si le digo que no lloriquea angustiado. Me parte el alma.

El caso es que yo ya no tengo tanto tiempo para jugar con él como antes y lo tengo más controlado delante de la tele, así que acabo cediendo a sus ruegos y poniendo los dibujos animados.

A veces le digo "Tele no, Daniel. Vamos a jugar" y le convenzo. Jugamos con los camiones, los cacharritos, leemos cuentos... Htas que oímos llorar a Iván. Entonces el muy pillo grita entusiasmado "Caillú". ¿Y qué puedo hacer yo?. Pues enchufarle de nuevo a la caja tonta. Y vaya cara se le queda. Parece que lo han abducido. La conciencia me recrimina, pero es que no sé cómo salir de este círculo vicioso. Sobre todo teniendo en cuenta que tenemos unos días de lluvia encima que no me dejan llevarlo al parque. Todo se junta.

domingo, 30 de octubre de 2011

No es fácil ser una mamá canguro

Las mochilas normales que hay en el mercado me parecen muy incómodas para llevar a recién nacidos y los foulares son demasiado complicados para mis dedos torpes, así que me decidí a comprarme un híbrido. Una especie de mochila hamaquita para llevar al niño tumbado sobre tu pecho. Pensé que sería la mejor postura para el cuelo y espalda de Iván.
Cuando se lo dije a Raúl le gustó la idea y decidió regalármelo por haberle dado otro querido hijo. El primer día que lo usé me pareció ideal. Estaba muy cómoda e Iván también parecía cómodo. A mi madre no le gustó ni un pelo.

La segunda vez que lo usé, creo que coloqué algo mal porque me daba la impresión que el peque no iba en la postura correcta. El bebé ni se inmutó, ni lloró ni se quejó, pero como madre angustiada lo acabé sacando de allí y se lo dí a la abuela matilde que se prestó voluntaria para llevarlo en brazos todo el camino.

No he vuelto a probarlo, pero salió lo bastante caro como para no dejarlo en el olvido. Por ahora me las arreglo muy bien con el carrito y el patín para Daniel, pero es que recuerdo que el día que iba tan a gusto me sentí muy bien con el invento y con mucha libertad de movimiento. Cómo no para de llover me temo que tardaré un poco en retomar el camino de la mamá canguro, pero no me olvido.

Las noches con Iván y Daniel

Mientras estuvo mi madre aquí pude olvidarme de atender a Daniel por las noches porque dormía con él, pero ahora que se ha vuelto a Las Palmas esto es un no parar.

El bebé abre los ojos como platos sobre las diez - once de la noche y no los cierra, con suerte, hasta por lo menos las dos de la madrugada. Me temo que son los famosos cólicos, porque sólo está tranquilo cuando lo coges boca abajo. A veces lo logro dormir en brazos y luego lo tumbo en la cuna para poder coger algo de sueño yo.

Daniel se despierta en el momento más inoportuno, aunque con Iván hay pocos momentos oportunos. Así que dejo al chiquitín  protestando en su cunita y voy a ver que quiere el hermano mayor. Intento darme prisa en atender a Daniel, pero tampoco quiero que el pobre note que estoy deseando ir a consolar a Iván que cada vez berrea más llamándome. En cuanto dejo al chiquilllo tumbado y bien tapadito, corro al lado del otro. Asombrosamente Raúl no se despierta con la fiesta que tenemos montada. A veces lo despierto yo porque veo que me faltan manos y el agobio llega a su límite más alto. Anoche pude dormir una horita y media a partir de las cinco de la madrugada, pero el resto de la noche me la pasé acunando a Iván y, ocasionalmente, atendiendo a Daniel.

¿Cuanto tiempo más podré seguir este ritmo sin volverme loca? Es cierto que el ser humano tiene un aguante considerable. ¡Qué me lo digan ami que siempre he sido una marmotilla!

Por el día tampoco toca dormir. Hay que recoger, limpiar, trabajar en el periódico chino, cuidar de Daniel, cuidar de Iván, comer, asearte... Puf, no hay horas suficientes.

sábado, 29 de octubre de 2011

Misión : ¡Fuera pañal!

Las "seños" de la guardería me informaron el otro día de que mi peque se empeña en sentarse en el orinal como el resto de sus compañeros, así que no ven posible esperar a que acabe el periodo de adaptación al hermano antes de comenzar con tan difícil tarea. Me han mirado con pena y me han dicho que con los dos me va a resultar casi una misión imposible. "Anda, anda que exageradas" pensé. Pues nó. No exageraban ni un poco.

Se supone que tengo que sentar al pequeñajo cada hora u hora y media en el orinal. ¿Cómo voy a hacer eso si tardo entre una hora y hora y media en dar de comer y cambiar el pañal a Iván? Sin contar con las veces que no le saco bien los gases al pobre y llora desconsolado. Entonces no hay manera de desgasarlo por muchas vueltas que le dé al chiquillo, ni por muchas palmaditas en los riñones que le propine al pobre.

Pero eso no es lo peor. Daniel estará encantado de sentarse en el orinal en clase, pero en casa no quiere ni verlo. Eso se junta a que tampoco quiere que le cambie el pañal. Ya le he explicado que es orinal o pañal, pero es demasiado epqueño para entenderlo. Las profes me recomendaron que le comprara el orinal porque nosotros habíamos optado por el adaptador, pero como es mejor imitar el método de clase me fui al Alacampo y compré el más barato.

El caso es que a su padre le da alguna oportunidad. A veces lo veo sentado tan contento. Cantando a dúo con su progenitor la canción del pis (mi marido se la inventa y cada vez es diferente). Incluso a veces tiene éxito y le hacemos una fiesta. Pero cuando me toca a mí. Todo cambia. "Pis nooooooo" lloriquea Daniel, "Venga, que te canto la  canción del pis" le animo, "pis nooooo", empieza a subir los decibelios, "Anda cariño, si quieres te cuento un cuento...", "noooooooooooo", berrea. Yo empiezo a cantar la canción del pis (también me la invento), pero lo único que consigo es que se ponga más histérico. Al final lo doy por imposible porque no quiero que le coja rabia.

Ayer tuve al chiquillo todo el día en casa porque le vi un poco pachucho y estando yo de baja decidí que podía permitirme el lujo de que se quedara en casa. No logré llevarle al baño ni una vez. Por la tarde llegó mi marido a casa y le dijo alegremente "¿Vamo a hacer pis?", "nooooooo" Contestó categoricamente Daniel. "Lleva todo el día así. No creo que lo consigas" añadí yo, pero subestimaba la paciencia de Raúl. Al rato los oí a los dos "Pis, pis, pis, vamos a hacer pis". El niño estaba sentadito en el orinal siguiendo el ritmo con las manos. ¡¡¡Pero!!! ¡¡¡Pero!!! ¡¡¿Cómo lo hace?!!

La abuelita Matilde dice adiós... de momento

El tiempo se pasa volando y la abuela Matilde tiene que irse a Las Palmas a arreglar papeles y poner en orden su vida.
La voy a echar muchísimo de menos, porque me ha ayudado enormemente con los dos bichejos. Sobre todo por como han salido las cosas. No sé que hubiera hecho con Daniel en casa e Iván en el hospital si ella no hubiera estado aquí.

Gracias a mi madre he podido dormir todas estas noches. Aunque con Iván ya en casa lo de descansar ha sido relativo.

Se agradece en el alma una mano carñosa cuando te ves desbordada de biberones, pañales y llantos. Hemos tenido nuestros más y nuestros menos. Normal. Por algo somos madre e hija. Ya me pasará a mí lo mismo con mis vastagos cuando sean dueños de su propio destino y se me escapen de entre los dedos para vivir su propia vida. Debe ser muy duro que tus hijos se vuelvan independientes cuando antes te necesitaban para todo y eras su guía.

Daniel también la va a echar muchísimo de menos. No sé como reaccionará cuando diga por las noches "Abuela, mano" y no esté allí mi madre para dársela. El primer día de ausencia estuvo llamándola todo el rato. La verdad es que se lo pasaban muy bien juntos.

Yo le expliqué que la abuelita se había subido a un avión y había surcado los aires para irse a una islita chiquitita que es donde vive. Al crío le encantó el relato y repetía todo el rato "Buela tilde, vión bruuuuuum".

Hasta Raúl la echa de menos. Vaya conversaciones sobre política que tenían, cómo le gusta a mi madre pincharle y que poco al trapo entra mi marido. Verlos discutir, Raúl sin perder la calma y mi madre a voz en grito, resulta muy gracioso.

De todas formas no pasará mucho tiempo antes de tenerla de nuevo con nosotros. Nos ha prometido volver pronto y esperamos que cumpla su promesa.

viernes, 28 de octubre de 2011

Regalitos para Iván, regalitos para Daniel

Mucha gente me ha recomendado que compre detallitos que le pueda dar a Daniel cuando vea que la atención y los regalos de los amigos para con Iván empieza a ser demasiada.

Así que me he surtido de cositas que le puedan gustar. El primer paquete lo recibió un día que se nos juntó mucha gente en casa. Era un poco tarde y el niño ya estaba un poco inquieto. Raúl me susurró "Traele la caja de herramientas a Daniel". Ni corta ni perezosa le hice entrega del regalito al peque.

La caja la había hecho yo juntando varias cosas que encontré de oferta en el Alcampo. Me había quedado muy apañada y barata.

Ni que decir que a Daniel le encantó. Tanto que no hubo manera de meterle en la cama una vez se hubieron ido las visitas. Quería jugar con su juguete nuevo. Iba por toda la casa asegurando que esto y lo otro estaba roto. Entonces sacaba alguna herramienta y hacía como que lo arreglaba. Le dejamos un ratito extra esa noche, pero aún así hubo muchos lloros antes de que se durmiera por fin.


La próxima vez miraré la hora antes de darle ningún regalo al chiquitín. De todas formas, el resto de los detalles siguen bien guardado en un armario, porque al final Daniel se apropia de todos los peluches que le están regalando a Iván. Así que no le viene mal haber tenido el hermanito. Su reserva de juguetes están aumentando coonsiderablemente.

Mi madre y mi suegra: dos ángeles bienintencionados


No importa lo que hagas. Estoy segura que de tu madre o tu suegra tienen una opinión personal y diametralmente contraria a la tuya. Las pobres sufren por el ogro de madre que les ha tocado a sus pobres nietecitos.

Un ejemplo: el chupete maldito. No sé cómo hacer entender a mi madre que se lo estamos quitando a Daniel, que ahora sólo lo tiene para dormir. Ella sigue erre que erre con que mi hermana los llevó hasta lo seis años y que no tiene más caries que cualquier otro adulto, ni se la he deformado el paladar, ni tienes problemas de pronunciación. No se lo discuto. Es obvio que mi hermana no tiene ninguno de esos problemas, pero es que Daniel es ya muy mayor para andar rechupeteando un cacho de plástico.

Si el niño llora por cualquier tontería su madre intenta calmarlo con caricias, besos y contándole milongas con voz cariñosa, pero, cuando se ha querido dar cuenta, la dulce abuelita ya le ha endosado el deseado objeto infame. "¡Nooooo, mamá, que no le dés el chupete!" mi cara de vinagre me devuelve una expresión de sorpresa y pena. Ya empieza el sentimiento de culpa "A ver mamá, que no te estoy riñendo, pero es que hay que quitarle el chupete. Entiéndeme". "Vale hija, vale. Perdona. No lo volveré a hacer". Bueno, no pasa nada, un error lo tiene cualquiera.

Ahora  a bañar al peque. "Baño nooooooooo, baño noooooo, pitu, pitu (chupete)" se debate el pequeño energúmeno. "Pitu nn..." No me ha dado tiempo de negarle el chupete cuando una mano conocida y un poquito traidora se lo ha enchufado. "¡Mamá, que el pitu noooooooo!". "Vale, vale, no me he dado cuenta. Ha sido sin querer" ¿Sin querer? Cómo que sin querer. Bueno, en fin, que lo hace con buena intención. No me voy a enfadar, no me voy a enfadar... Con todo mi esfuerzo le arranco el chupete a mi hijo "Es sólo para dormir". Le distraigo con otra cosa y asunto solucionado. Ahora ha secarle. "Daniel, ¡quieto! No te muevas, que no te puedo poner el pañal ¡Dannnnielll! ¡¡¡Para!!!" Nada ni caso, el lagartijilla se está recorriendo toda mi cama como diós le trajo al mundo. "¿Te trae la abuela un pitu?" aporta tan pancha mi madre ."Síiiiii, pituuuuu" exclama emocionado el peque. "¡Mamaaaaaaaaaaaaaaaaaa!" bramo yo como una energúmena. "Sólo intentaba ayudarte" exclama ella de mala gana. Ya está. Mi madre amulada, yo enfadada y el niño berreando.

Otro ejemplo: Mi suegra me da un consejo casual sobre un biberón que usa su hija y que parece ser milagroso contra los cólicos. Me apunto el dato para informarme. Me meto en internet y enseguida me doy cuenta de que no es lo que yo necesito. Es un biberón que no es pro lactancia. Me quedo con los míos, que sí que lo son.

En nuestro siguiente encuentro, Chari me pregunta por el biberón. Le explico que no son buenos para las que queremos dar pecho a nuestros hijos. Asiente y no dice nada más. Unos días después me vuelve a comentar lo del dichosos biberón. Con toda mi paciencia le vuelvo a explicar lo mismo. Insiste un poco, que más vale sacrificar un poco que no sea modelo pro lactancia a favor de sus beneficios contra los cólicos. Niego esa evidencia vehementemente y ahí se acaba el tema. Menos mal.

Poco después me comenta mi madre "Me ha dicho Chari que hay unos biberones..." "Aaarrrg, que no, que nooooo" "Vale hija, vale. Cómo te pones" Toca pedir perdón a mi madre y ponerla en antecedentes. "Además", añado "los biberones que uso yo son los mismo que usan en el hospital". Para mi madre resulta ser un argumento de peso. Si lo usan profesionales es bueno para mi nieto.

Esa misma tarde me suelta la abuela de Raúl. "Y ¿por qué no usas los biberones de Ana. A ella le van muy bien con su hija..." "¡Que no son pro lactancia, que no son pro lactanciaaaaaaa!" me desgañito. "¿Y qué? A Ana le van estupendamente" Insiste. "Porque Ana no le da pecho a su hija. Por eso". Hay algo en el tono de mi voz que hace que la abuela no siga por ese camino. Y algo en su mirada que me dice que en ese momento su estima hacia mí ha bajado unos cuantos puestos.

Lo dicho, las abuelas sufren a mas no poder por sus nietecitos porque no entienden mis métodos. Y estoy segurísima que piensan "¡Vaya genio tiene esta hija/nuera mía!"

jueves, 27 de octubre de 2011

La experiencia del segundo parto

No hay dos embarazos iguales, ni dos partos, ni dos niños. Eso me ha quedado muy claro con Iván.

Este pequeño se ha hecho de rogar y ha venido con calma. Todo lo contrario que su hermano, que tuvo tanta prisa por venir al mundo que se manifestó con  una larga e interminable contracción (y muy dolorosa).

Con Iván estuve toda la noche notando pequeñas contracciones. Cómo eran muy seguidas le pedí
a Raúl que me llevara al hospital por si acaso. Cómo todo era zona azul, mi marido aparcó lejísimos, casi no había valido la pena coger el coche. Llegamos dando un paseito agradable a través del parque.

Estaba convencida de que era una falsa alarma porque no podía creerme que estuviera de parto con tan poco dolor cuando con Daniel casi me da algo. Pero sí que estaba de parto. Me ingresaron inmediatamente y me pusieron la oxitoxina, otra novedad. Todo fue una novedad porque con mi primogénito no dió tiempo de nada. Hasta el enema. Buf, me lo podía haber ahorrado esta vez también, que desagradable.

El caso es que me tumbé tan comodamente a esperar a que naciera mi segundo hijo. Me las prometía muy felices y presumía con mi marido de lo poco que me dolía esta vez. Cada vez que me preguntaban las enfermeras respondía "Estoy estupenda". Las muy pillas sonreían sin hacer comentarios. Sabían lo que vendría después.

Al poco tiempo la sonrisa se me borró de la cara. ¡Uau! Eso ya empezaba a doler más de la cuenta. Raúl seguía de charleta, pero algo en mi tono de voz le dió la pista para que se callara. Ahora, cada vez que me preguntaban las enfermeras yo contestaba "¿¿Donde está mi epiduraaal??".

Por fin llegó la anestesista. Raúl creyó conveniente leerme el papelillo que había que firmar, pero un bramido mío bastó para que me lo extendiera diligentemente. Puse un garabato ilegible y le supliqué a la anestesista que procediera. La muy cachonda me sugirió que debía pedir un propinilla por su trabajo y así se haría de oro. ¡De diamante se haría la muy condenada! En ese momento le hubiera vendido el alma.

La verdad es que se lo tomó con mucha calma. En venganza llené su inamaculadao unifome de sangre. No fue queriendo claro, pero cuando pegó el gritito me reí un  poco por lo bajini. Eso por lenta. Por fin la droga bendita hizo su efecto y me pude relajar un poco, pero poco, porque enseguida vinieron a sacarme a Iván.

Esta vez la sala de dilatación era también sala de partos, así que ni me tuvieron que mover. Allí mismo vino el pequeñajo al mundo tras un par de empujones. En esta ocasión una enfermera me ayudó a empujar presionando mi barriga. En nada de tiempo tenía a un sanguinolento Iván sobre mí.

Enseguida se lo llevaron a pesar, medir, dedicarle las primeras atenciones médicas y limpiarlo un poquito.Mientras me cosían la episiotomia mi pareja y yo estuvimos comentando lo guapísimo y gordito que era el bebé. Había pesado 3 kilos 430 gramos y medido 50 centímetros.

Ya en la habitación nos acomodamos los tres lo mejor que pudimos para recibir a las primeras visitas. La más importante la de su hermano Daniel. Todo había sido tan rápido que yo aún no me creía que ya fuera madre de dos niños. "Ahora empieza lo bueno" pensé.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Cambios

Parece mentira, pero ya tenemos aquí al hermanito y la vida vuelve a dar un giro de 180 grados. Por ahora el trabajo no se ha duplicado, pero es que Iván no tiene nada que ver con el demoniejo de Daniel cuando tenía su edad. El nuevo bebé es muy tranquilón, así que por el día casi sólo me tengo que preocupar de darle de comer y cambiarle el pañal muy a menudo. El resto del tiempo se lo puedo dedicar casi exclusivamente al hermano mayor, a la casa y al trabajo.
Por las noches es otro cantar porque el chiquitín tiene los típicos cólicos, así que el trabajo es mayor. Además, hay que tener en cuenta que Daniel se sigue despertando en mitad de la noche para exigir con lloros y lamentaciones el agua, el bibe o la manita de mamá o papá.

Ahora tengo a mi madre encargada del mayor por las noches, pero dentro de poco se tiene que ir a Las Palmas y me las veré y me las desearé para atender a los dos. Raúl me ha prometido ayudar, pero sé que caerá en el sueño de los justos y lo único que le sacará de ahí es un empellón mío. Como soy como soy no le despertaré hasta que me vea realmente desbordada, así que la que va a estar con los ojos como los de los buhos voy a ser yo: la mami.

El caso es que todo cambia. Otra vez tenemos a un bebé chiquitín entre manos y eso significa dos tallas de pañales, dos tallas de ropa, el triple de lavadoras y adecuar la casa para la comodidadd e ambos. La habitación de los juegos se ha transformado en un híbrido de cambiador, juguetes a "tutti plen" y sala de lactancia. Menos mal que a Daniel no le ha parecido mal que invadamos su santuario.
Mi habitación es un batiburrillo de pañales chiquititos, mantitas, toallitas, chupetes, etc. Por las noches cambio al peque en mi misma habitación, sobre la cama, porque se me hace un mundo peregrinar hasta el cambiador. La cuna nos ha cogido mucho espacio, pero es que no tenemos cuco y me parece tirar el dinero comprar uno, así que nos las hemos apañado haciendo rulitos con las mantas y acotando el espacio del bebé para que no se sienta perdido en una cuna tan grande. Afortunadamente ha funcionado y el peque duerme de maravilla allí. Para sacarlo de la habitación usamos el carrito de paseo.

Supongo que a medida que los niños crecen el trabajo será cada vez máyor. Lo veremos.

martes, 25 de octubre de 2011

La matrona apuesta por la leche materna

Por fin he ido a la revisión con la matrona. Con Iván en el hospital no me animaba a pedir cita. Bastante tenía con ir y venir del hospital y sacar tiempo para el sacaleches. Ahora con el bebé en casa las cosas se han normalizado un poco.

Yo me encuentro bien con lo que no he tenido prisa por ver a esta profesional. La buena señora me preguntó todo lo referente al parto y al niño. Y lo que le pareció más importante: "¿Le das pecho?". Su mirada inquisitoria se clavó en mí expectante. "Eeeh, alimentación mixta" logré balbucir. "Mixta ¿por qué?" su tono era de pocos amigos. Le expliqué lo del hospital y que el enano era un tragón y sólo con mi leche se quedaba con hambre. Me examinó lo pechos y dictaminó que ahí había suficiente para cualquier tragón. "Fuera el bibe" dictaminó. Por lo demás me dijo que estaba estupenda, pero que cómo los puntos no se me habían caído por sí solos me los tenía que quitar ella ¡Qué repelús! No dolía, pero... ¡Vamos! Que no me hizo ninguna gracia.

Me fui a casa decidida a quitarle el bibe, pero el chiquitín me vació un pecho, luego el otro y siguió buscando leche con su boquita. ¿Qué podía hacer yo? Pues endosarle un biberón bien cargadito. Si el niño ha salido tragón no le voy a matar de hambre ¿no? Así que así seguimos. Con la alimentación mixta. Alguna vez se queda harto con el pecho sólo, pero son situaciones excepcionales. Mientras mame algo y le pueda pasar mis defensas igualmente... El caso es que el sacaleches lo he dejado por imposible por falta de tiempo, aunque me estoy tomando la levadura de cerveza famosa para que me suba más leche. Espero que no se me retire. El caso es que le pongo a mamar en todas las tomas, excepto en las que no puedo estar por cualquier circunstancia. Normalmente la circunstancia es Daniel.

lunes, 24 de octubre de 2011

La tronita nueva

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Daniel se ha cargado su antigua trona de tantos saltos que ha dado y tantos meneos que le ha metido. De repente un día notamos que el nene estaba muy recostado y al ir a ponerle el respaldo bien vimos que la pieza se había roto. No se puede decir que todo el mérito haya sido suyo. Esta trona perteneció a una madre de tres hijos amiga mía, así que ya llevaría su trote.
El caso es que estábamos sin trona y con un niño pequeño y revoltoso. El primer día le sentamos a base de cojines, pero resultó ser una guerra tremenda para que el peque no se fugara de su silla. El segundo día subimos la trona de viaje del maletero del coche y lo sentamos en ella. La verdad es que nos apañó mucho, pero si queríamos tenerlo de nuevo cenando frente a la tele (la mejor manera de que coma asi sin darse cuenta) necesitábamos una trona nueva, porque la de viaje no tenía bandeja y había que arrimarle a una mesa.

Así que dejamos a mi madre al cuidado de Daniel y nos fuimos a buscar una al centro comercial. En un principio buscábamos algo barato y apañado, pero nos enamoró una de Chicco que se plegaba estupendamente y ocupaba poco sitio. Era un poco carilla, pero nos hacían un descuento del 10% por ser la semana de la puericultura o algo así. Sin pensárnoslo más fuimos a por Daniel para que eligiera diseño. En un principio nuestro querido hijo dijo que no al marcianito, a los buhos, a las ranas, a los animalitos... Pero finalmente le convencimos de que los animalitos era la mejor opción. Si él no elige tengo que tomar yo las decisiones. Nos dijeron que en ocho o diez días estaría en casa. Fue un bajón porque la necesitábamos ya, pero pensamos que valía la pena esperar.

Cuando por fin tuvimos la trona en nuestras manos a Daniel le encantó porque se podía bajar a su tamaño y subirse solito, pero a nosotros no decepcionó porque venía sin los ganchitos para colgar la bandeja. Por supuesto fui a quejarme a la tienda. Allí me explicaron que los nuevos modelos ya no traían ganchito. "¿Qué? ¿Cómo? Yo la compré por el ganchito ¡Quiero mis ganchitos! Si no tendré la bandeja pululando incómodamente por todo mi salón".  Las dependientas entendieron mi problema y me prometieron que buscarían unas patas con ganchito para cambiarlas por las mías. Al poco me llamaron para decirme que ya las habían encontrado en otra tienda y que en cuanto las recibieran me llamarían para hacer el intercambio. Y en esas estamos. Estoy deseando que lleguen mi ganchitos para tener un poco de orden en mi salón. No mucho, porque con Daniel es imposible, pero estoy harta de tropezarme con la bandeja para comer en cualquier lado menos en su sitio.

domingo, 23 de octubre de 2011

¡El alta!


¡Por fiiiin! Ya tenemos al gordito en casa. Ha costado un poco por la desorganización, pero lo importante es que está en nuestras manos.

Entre semana nos dijeron que el viernes le harían una ecografía del corazón y si todo iba bien nos lo podríamos llevar a casa. El correr del tiempo se relentizó al máximo, pero por fin llegó el viernes. Se supone que las pruebas de los médicos las hacían de diez a doce de la mañana, a las doce íbamos a darle la toma y a la una y media el médico hablaba con nosotros, pero ya erán casi las dos y no aparecía nadie por allí.

Por fin vimos a una chica que dijo ser el médico de guardia que trataba al chiquillo, porque el nuestro libraba ese día. Nos confesó que aún no le habían hecho la dichosa pruebita y que estaba buscando a los cardiólogos porque por su parte el niño estaba sanísimo. Le pregunté si nos podíamos bajar a comer algo mientras aparecían y nos contestó que era una idea buenísima, porque la prueba podía tardar. Pues nuestro querido Murphy entró en escena y  cuando volvimos de comer ya habían ido los cardiólogos y habían vuelto a desaparecer. Una enfermera muy maja nos dijo que la prueba había salido bien, pero que, según su experiencia, veía difícil que nos dieran ese día al pequeño porque aún tenían que escribir los informes del alta. Efectivamente, por allí no apareció ni el médico ni los cardiólogos, así que nos fuimos contentos a casa, pero desilusionados y con las manos vacías.


Al día siguiente volvimos con la intención de no irnos de allí sin Iván. Acosamos a las enfermeras, que hicieron todo lo que pudieron por ayudarnos. No sólo localizaron a la médico, que le dió el alta en cuanto pudo, sino que también consiguieron que el cardiólogo se pasara por allí y nos explicara lo que vió el viernes en la prueba. "El niño no ha empeorado, está estable". Nos explicó que teníamos que hacerle una revisión en tres semanas y que su informe nos llegaría por correo postal. Así que muy contentos y locos por salir de allí de una vez, vestimos al peque, lo subimos en el carrito y nos fuimos a casa a la velocidad del rayo. Allí nos esperaban mi madre y Daniel, los dos emocionados ante la perspectiva de ver por fin a Iván.

Daniel intentó achucharlo un poco a lo bruto, pero no le dejamos. Le dió muchos besitos y le acarició la carita con cuidado bajo nuestra supervisión. Ahora tenemos que tener cuidado con él porque está refriado y le puede pegar los virus a su hermano. Cómo tiene la afección al corazón, todas las enfermedades le afectan más. Mi madre no paraba de decir que era el niño más armónico que había visto en su vida. "Fíjate" comentaba "Tiene la misma distancia de los ojos a la nariz y de la nariz a la boca". Yo me limitaba a sonreir a unos y a otros y a intentar no pensar en la que se me avecina. ¡Ahora tengo que cuidar de dos peques!

jueves, 20 de octubre de 2011

El cordón umbilical

El otro día, estaba yo cambiándole el pañal tranquilamente a Iván, cuando me di cuenta de que le sangraba el ombligo. Le pregunté a la enfermera si eso era normal y si debía limpiarle el cordón umbilical, a lo que me contestó que lo que había que hacer es cortárselo que ahora lo único que le hacía era daño.
Ni corta ni perezosa cogió unas tijeras y "zas" fuera cordón. Yo me puse blanca y me tapé los ojos instintivamente. ¡Qué dentera! Se estuvieron riendo un poco de mi y luego me  preguntaron que si lo quería. "¿El que´?" les pregunté espantada. "Pues la pinza con el cordón" . "¡Iuugh! ¡Qué asco!" la exclamación me salio del alma y llamó la atención del resto del personal.

"¡Pues serás la única que no lo quiere ultimemente!" Me espetó otra enfermera. "Y si se traspapela una la que te montan. Que si tienen todos los cordones del resto de la prole, que si es algo importantísimo para ellos, que si te van a denunciar..." Yo estaba ojoplática. Respeto que la gente se quiera guardar un recuerdo de su bebé, aunque sea algo tan asqueroso (para mi es como si te cortaras las uñas o el pelo y lo guardaras), pero lo que no entiendo es que teniendo al chiquillo ingresado le des tanta importancia a un cacho de tripa. Y mucho menos que te pongas a gritarle a la enfermera que sabes que está cuidando a tu bebé.

Para mí lo más importante en ese momento era que Iván se pudiera venir conmigo a casa y que las enfermeras le cuidaran con cariño y no mecánicamente. Nunca se me ocurriría increparle a una sabiendo que la comodidad de Iván está en sus manos. Afortunadamente no vi que ninguna pagara la bordería de los padres con sus retoños. Se nota que son unas profesionales.

martes, 18 de octubre de 2011

Clase de lactancia

Este chico se coge al pecho mucho peor que Daniel. Al mayor el ansia le podía y se agarraba como si el fuera la vida en ello, pero Iván sabe que luego le llega el bibe y no pone mucho empeño. Con el nuevo bebé estaba dispuesta a sacrificar lo que fuera necesario para que se alimentara solo del pecho, pero las cosas nunca vienen como uno se las espera y con el problemilla de corazón y el ingreso del peque hubo que recurrir al biberón. Otra vez alimentación mixta. Pero ahora nada más nacer. Realmente para mi era lo menos importante. Yo lo que quería era tener a mi niño en casa lo antes posible y oir cosas halagueñas acerca de su salud.

De hecho la leche empezó a retirarse porque yo no veía el momento de sacarme leche con el sacaleches. Las enfermeras me aconsejaron que no tirara la toalla y Raúl apeló a mi conciencia para darle el mejor alimento al chiquitín así que me apliqué y ahora me vacío después de cada toma en el hospital (es automático y mejor) y en casa en las tomas que no voy cuando Daniel me lo permite.

El hermano mayor se queda alucinado cuando me ve dale que te pego con el aparatito. A veces hasta colabora dándole a la palanca. Ya me está ayudando con el bebé y aún no lo tenemos en casa.

Con toda esta historia a cuestas me hizo mucha gracia el día que entró en el box de neonatos en el que está Iván un grupo de estudiantes de Nutrición acompañados por una enfermera. Yo había estado luchando un buen rato con el peque para que se enganchara bien y por fin lo había conseguido. Enseguida se fijaron en mí y la guía me pidió permiso para usarme ocmo ejemplo. ¡A mí! Por supuesto les dije que sí rezando para que Iván no me la liara. Sorprendentemente se portó maravillosamente bien. La enfermera ensalzó nuestra postura, lo bien que se había enganchado el chiquitín, su forma de succionar... Si supiera la realidad... En cuanto el grupito se dió la vuelta Iván se soltó y me giró la cara burcando el biberón con avidez.

lunes, 17 de octubre de 2011

Ivan ya tiene cuna

Me entra una angustia tremenda cuando pienso en las horas que dejo sólo a Iván en el hospital, a pesar de que sé que no está solo, que está estupendamente atendido por unas enfermeras majísimas, que le tratan con todo el mimo del mundo.
el peque, además de los del corazón, tenía la bilirrubina alta, porque él ha nacido con el grupo sanguíneo B+ y yo soy 0+, así que tuvieron que ponerle una lampara y unas gafitas para que la luz no le hiciera daño en los ojos. Afortunadamente a día de hoy ya no necesita de la fototerapia, así que las enfermeras han cambiado la deprimente incubadora por una cunita muy apañada. Lo mejor de todo es que ya no tengo que esperar a que una enfermera me lo ponga en los brazos. Lo cojo yo misma nada más llegar.

Otra mejora se refiere al cambio de pañal. Quitárselo dentro de la incubadora era un rollo, ahora la cosa es más manejable, pero hay que tener mucho cuidado porque con lo chiquitín que es y ya te da unas sorpresas morrocotudas.

Al enanito se le ve estupendamente. Cuesta creer que tenga una dolencia. Está rosa, gordito y guapísimo. Que voy a decir yo que soy su madre. La verdad es que es precioso. Babas, babas. Las enfermeras afirman que es un cielo. "Come, duerme y no da nada de lata... No lo malacostumbres en casa" me aconsejan, aunque cómo ellas mismas reconocven es muy difícil. Ya no por mi, que tengo uns ganas de apretarlo contra mí a todas horas, sino porque, cuando venga a casa, hay mucha gente que tiene ganas de darle un achuchón sea la hora que sea, así que sus horas de sueño se van a ver un poco interrumpidas.

Lo importante es que se venga casa y lo demás ya se verá. Por ahora se está creando fama de bebé ideal. Más babas, muchas más babas de su mami.

domingo, 16 de octubre de 2011

Daniel se lo toma mejor de lo que me esperaba

Daniel es un campeón y un estupendo hermano mayor. Se está tomando la situación con mucha entereza. Cuando nos despedimos de él nos da besos y nos dice adiós. Sabe que papá y mamá van a ver a Iván, que está malito en el hospital. Solamente una vez me cogió la mano y me soltó "mamá, aquí". Yo me tragué las lágrimas como pude y le expliqué cariñosamente que no podía quedarme, pero que esa tarde se la dedicaría sólo a él y le llevaría al parque a jugar con sus amiguitos. "¡Parque sí!" gritó emocionado. "Adiós mamá". Y se quedó muy tranquilo con su abuela.

Le he dicho que Iván quiere que cuide de su osito y ha aceptado encantado la tarea. "Osito Iván" grita entusiasmado.

A mí me da una pena terrible despedirme de él cada vez que voy a ver a Iván, pero también me dan ganas de llorar al pensar en lo poco que voy a ver al bebé. Entre semana voy a darle el pecho a las nueve, doce, tres y nueve de la noche. Me salto la toma de las seis para estar con Daniel. El fin de semana fuimos a las nueve, tres y nueve solamente, pero es que Iván casi no se entera (o eso creo) y mi niño mayor sí, así que estaba con él toda la mañana, me iba cuando el peque estaba plácidamente dormido en la siesta y luego volvía cuando ya se había despertado.
El caso es que por las mañanas le doy yo el bibe, pero enseguida le tengo que decir adiós. Y por las noches los mismo, le baño con ayuda de mi madre o Raúl, le damos la cena y al poco tiempo ya estoy corriendo para el hospital. Lo cierto es que no me puedo quejar porque mi pequeño de dos años se está portando muy bien y no pierde la sonrisa. Y el chiquitín recién nacido casi siempre está en su cuna tranquilito o profundamente dormido, así que el sufrimiento es mucho menor. La grandísima suerte es que tengo el hospital a quince minutos largos de casa andando. Otro aspecto positivo es que as enfermeras que le cuidan son muy cariñosas. Alguna vez he llegado y lo están acunando en brazos. A él o a otro de los bebés ingresados. Que cuiden a tu hijo con tanto mimo se agradece.

jueves, 13 de octubre de 2011

Complicaciones

Me hubiera encantado que esta entrada hubiera versado sobre mi experiencia con el segundo parto, pero eso tendrá que esperar a momentos más felices. Mi pequeño Iván tiene una malformación congénita en la válvula aórtica, con lo cual no se libra de tener que sufrir una operación. Y probablemente en un futuro haya más. Cuando nos lo dijeron Raúl y yo nos vinimos un poco abajo, pero luego pensándolo en frío decidimos agarrarnos sólo a las buenas noticias: "...tiene solución... hay muchas posibilidades de que el niño haga una vida normal..." Cómo todo depende de cómo evolucione en su primer mes de vida sólo nos queda esperar, aunque hay muchas probabilidades de que le hagan una intervención antes porque, a medida que crece el bebé la patología se agrava.

Iván está estupendo a primera vista. Sonrosadito, come como si le fuera la vida en ello, está muy gordito y precioso. Lo tienen ingresado en neonatos porque está en constante observación, como es lógico. Raúl y yo intentamos sacar tiempo para estar con los dos, porque Daniel también nos necesita. Pregunta siempre por Iván, se vuelve loco de alegría cuando su padre le enseña fotos del hermanito y ahora está cuidando del osito de Iván mientras no pueda venir a casa.

Menos mal que mi madre se está ocupando de él y de la casa en este momento. Si no fuera así sería todo mucho más complicado. Sólo queda esperar y estar al pié del cañón. Seguro que pronto estemos los cuatro juntitos en familia. Con miles de visitas a médicos y millones de preocupaciones, pero juntos.

martes, 11 de octubre de 2011

Iván


Ya está aquí. Por fin tengo a Iván en mis brazos. Se ha hecho de rogar, pero luego ha salido muy rapidito. Parece un santito. Daniel también fue muy tranquilo los primeros días. Cómo nos engañó el muy sinvergüenza. Ahora no pongo la mano en el fuego por el nuevo bebé.

Daniel vino emocionado a ver a su hermano. "Iván, Iván" chillaba. Intentaba tocarlo y besarlo todo el tiempo, bajo la atenta supervisión de Raúl y de mi madre. A su madre le hizo poco caso. Sólo un escueto "Hola mamá". A ver si la que me voy a poner celosa soy yo.

lunes, 10 de octubre de 2011

La Feria

Nada más llegar la abuelita Matilde decidimos dar una vuelta por la feria que habían montado en el barrio con motivo de sus fiestas. A mi madre le mareó un poco el ruido y las luces, pero Daniel se quedó hipnotizado y no podía apartar la mirada de las atracciones más luminosas. Además, su abuelita le había comprado un chupa chups, una chaqueta preciosa y un trenecito con su nombre. Que más podía pedir.

Los cuatro nos hallábamos inmersos en una multitud agobiante, luchando por permanecer juntos. Una tarea un tanto ardua con toda esa gente empujando y espachurrando. Daniel iba muy contento subido en el patín del carrito. Se lo habíamos enganchado para que se fuera acostumbrando. Y porque, desde el día que "ayudó" a su padre a montarlo, no había parado de pedirlo él mismo. De vez en cuando Raúl lo cogía en brazos para que viera mejor una atracción u otra y yo llevaba el carrito. La verdad es que era un poco incómodo porque chocaba con los piés todo el tiempo, pero era la mejor solución que se me ocurría para cargar con Daniel e Iván a la vez.

Llegado un momento el padre se giró hacia mí y me soltó "Quiere montar" señalándome la típica atracción de vehículos que marchan uno detrás de otro. A mí me daba un poco de miedo porque la última vez que lo monté en una se deshizo en llanto, pero al peque se le veía muy animado. Sin tenerlas todas conmigo le compré el ticket.

Raúl lo sentó en un flamante coche de carreras. El niño estaba exultante. No paraba de sonreir y saludarnos con la mano con mucha energía. Por lo menos las primeras vueltas. Llegó un momento en que empezó a marearse y las últimas vueltas las dió bien agarrado al volante y sin mirar a un lado ni a otro.

Salió de la atracción muy tranquilito y sin ninguna lucha, así que parece que no se lo pasó del todo mal, pero que no tenía ganas de más.

Después del paseito llegó a casa agotado y emocionado. No paraba de hablar, aunque no se le entendía nada. Él y su abuela cenaron y no tardaron en irse a la cama casi a la vez.

Esa noche Daniel se despertó sólo una vez, aunque se puso a berrear como un loco porque le estaba atendiendo su abuela en vez de su mamá. Yo hice de tripas corazón y no acudí, aunque me moría de ganas. Mi madre se ganó al niño poco a poco, con voz dulce, mimos y un generoso biberón. Al poquito el chiquitín empezó a roncar apaciblemente de nuevo. Menos mal.

domingo, 9 de octubre de 2011

La abuelita Matilde ha llegado a tiempo

Ha habido suerte. La abuela Matilde ha llegado a tiempo esta vez. Esperemos que ahora no se retrase mucho el momento porque todo puede pasar. Aunque las contracciones me estén fastidiando ya un poco. Estoy pensando en hacer un triatlon o algo así para que Iván salga ya a ver mundo. ¡Estoy impaciente!

Mientras tanto Raúl, mi madre y mi suegra me miman. A veces demasiado. No me dejan hacer nada de nada. "Tú sentadita", me dicen. Y yo obedezco. Aunque me temo que tanta inactividad está retrasándome el parto.

La abuela Matilde está encantada con Daniel. Le maravilla que sea tan cariñoso. A veces le hace rabiar y otras hace sus delicias. Sobre todo cuando le canta canciones infantiles gesticulando exageradamente. Entonces el peque imita los gestos y le pide más y más. Son tal para cual.

sábado, 8 de octubre de 2011

¡¡Contracciones!!

Llevo ya casi un mes con contracciones dispersas, pero que cuando llegan vienen pisando fuerte. Normalmente me dan en la calle y cuando más prisa tengo. Sí señores, la ley de Murphy se cumple siempre en mi vida.

Ayer tenía que ir a hacerme un registro. Es decir, a que le hagan un electrocardiograma al corazón del niño. Así que me presenté en el hospital con unas contracciones subiditas y casi renqueando.

Me llamaron enseguida y me hicieron acostarme en una cama para conectarme a los monitores. Una vez sentada o tumbada me suele bajar el ritmo de los dolorcillos, así que me relajé tanto que casi me duermo. Me sacó de la ensoñación la enfermera preguntándome si me dolía. "Puueeesss no, no mucho" "Ajá" me contestó con tono monocorde y cara de póker. Ummm, que rayos significa eso. Nada, nada yo a lo mío.

Después de un rato veo que se van las dos chicas que habían entrado después de mí. Buf, que aburrimiento ¿por qué no me dejan que me vaya yo también? Ni idea, porque la enfermera se pasa a ver los monitores con su cara de poker, me agita la barriga, me recoloca los cachivaches y se vuelve a ir sin decir esta boca es mía.

Cuando ya pasaba demasiado tiempo para mí (mis riñones se quejaban a gritos de estar tanto tiempo en la misma postura) por fin se digna a dirigirme la palabra. Me manda a la sala de espera y me indica que me llamarán para que me vea la doctora porque tengo contraciones. "¡¡Pero no estaré de parto!! ¿Verdad?" "Si estuvieras de parto no estarías tan tranquila". Buena, respuesta. ¡Ale! A levantarme por fin de la cama y a esperar. Humpf, humpf. No va a ser tan fácil. "¡Vengaaaa! ¡Ánimo! Que ya casi lo consigues" canturreaba la enfermera. Menos ánimos y dame un empujoncito maldita. Pero nada no se la veía dispuesta a ayudarme, así que con un esfuerzo sobrehumano logré ponerme de pié. Llego a caerme y le muerdo un ojo.

Con toda la paciencia del mundo me senté de nuevo en la sala de espera. Esta vez tampoco tardaron nada en llamarme. Tocaba despatarrarse. Con lo poco que me gusta. Tras un momento tenso por mi parte la tocóloga llegó a la conclusión de que no estaba de parto, pero que tenía contracciones y estaba dilatando, así qué me iba a hacer una desagradable prueba y a casa. "¿Entonces me puedo poner de parto hoy mismo?" le pregunté ansiosa ."Puede" me contestó cautelosa. "Pero puede que no" insistí,  "Puede que no". Estupendo. la mejor manera de no decirte nada. "¿Y puede que no para al niño en tres días?" "Pues por poder..." Vale, me queda claro, que Iván va a venir cuando le dé la gana.

Salí del hospital con más contracciones todavía. Uy que no llego a mi casita, que no llegoooo. Con estas perspectivas hay que actuar rápido. Mañana viene mi madre por fin, pero esta noche estamos sólos Raúl y yo ante el peligro. ¿Y si me pongo de parto? Habría que despertar a Daniel a la hora que sea para llevarlo con nosotros al hospital. Más vale prevenir que curar, así que marqué el número de la abuela Chari, que se prestó encantada, no sólo a tenerlo con ella esa noche, sino también a recogerlo en la guardería y cuidarlo esa tarde para que yo no hiciera esfuerzos. Se agradece en el alma. Ya me quedo mas tranquila. Aunque las contracciones siguen. Uf, que dolor.
Ya en casita me siento, me tumbo, me pongo de un lado, me pongo de otro. No hay manera, sigo igual. Empieza a ser preocupante, así que... a la ducha de cabeza para estar bien limpita por si acaso. Bueno, parece que el agua caliente sí que hace efecto. Los dolores bajan y el niño se ha debido dormir. Menos mal. De todas formas, me quedo más tranquila si Daniel duerme hoy con Chari. No vaya a ser...

Cómo son las cosas. Daniel fue chimpum pim pum "¡Aquí estoy!" E Iván parece que va avisando "Cuidado que voooy, que voooy". Sólo queda seguir esperando.

viernes, 7 de octubre de 2011

La hora del baño


¡Con lo que le gustaba al niño meterse en la bañera rodeado de sus juguetes! Pues ahora no hay manera. Llora porque no quiere entrar y llora porque no quiere salir. Cómo se nota que ha entrado en los terribles dos años. Está de un rebelde...

El caso es que su padre y yo tenemos que inventarnos mil juegos para que no nos la arme. Un día Raúl se inventa un juego para hacer hacer rodar los engranajes de uno de sus juguetes del parque a base de agua, otro día hacemos pompas de jabón (con una pajita y una mezcla de Fairy y agua) y, lo último, el baño de burbujas, que le encanta.

Lo malo es que para conseguir tanta espuma gasto medio bote de gel y eso es un pastizal, así esto sólo lo voy hacer en contadas ocasiones.

Lo de las pompitas está muy bien, barato y divertido. Al niño le encanta que le haga pompitas en las manos o en la barriguita. También se emociona cuando hago muchas pompas y el se lía a estallarlas. Eso sí, mucho cuidado, porque el enano se empeñó en hacer las pompas él y se terminó bebiendo un poquito del brebaje, así que las pompas sólo las hacen los adultos y los peques se dedican a jugar con ellas. 

La teoría de Raúl

Harta de pelearme con Daniel para que se vaya a la cama he accedido a poner en práctica la teoría de Raúl, aunque no me convence del todo. Según mi marido, el niño tiene que aburrirse para querer irse a la cama, así que a las 20.30 se acabó el horario infantil y empieza el de mayores. Entre comillas, porque no ponemos nada en la tele que no sea apto para peques. Las imágenes tienen que ser suaves y los diálogos preferiblemente en inglés. Así no los entiende. Normalmente ponemos "Modern Family". Daniel se remueve en la trona, a veces ni siquiera ha terminado de cenar a esa hora, y clama por "Dora", "Caillú" o "Pocoyo". A mi me da una pena horrorosa, pero Raúl no se deja enternecer y explica a su hijo una y otra vez que ya se ha terminado el horario infantil que le avise cuando quiera que le llevemos a la cama.

Finalmente el niño grita " mir sí, mir sí, cama, cama", pero suele ser un estratagema para que le saquemos de la trona. En cuanto nos damos la vuelta ya está fuera de la habitación y jugando con sus juguetes. Entonces Raúl se pone duro de verdad y lo mete en la cama quinientas veces hasta que el peque claudica. Normalmente nos regala los oídos con amargos lloros que me llegan al alma. Alguna vez intervengo y me tumbo al lado de Daniel o le cojo la manita hasta que se queda dormido. Y eso al padre le sabe a demonios, porque piensa que lo malacostumbro. Pero es que me amargo de oirle llorar, aunque sea verdad que es puro teatro, tal y como afirma su padre. Hay que valer para seguir a rajatabla estos sistemas y yo no valgo.

jueves, 6 de octubre de 2011

Parque no, casa sí

Cual no sería mi sopresa cuando Daniel me suelta nada más sentarse en el carrito: "Paque no, casa sí". Le volví a preguntar si quería ir al parque una par de veces más para que me quedara claro que le había entendido y volvió a negar de nuevo. "Entonces...¿No vamos a por la moto?" "Moto no" "¿Ni a por el cubo y las palas" "Pala no" "¿¿Ni siquiera quieres los coches??" "¡¡¡Coches no, casa sí!!!" A estas alturas mi peque debía pensar que tenía una madre tonta. "¿Qué no entiendes mamá? ¡Que me quiero ir a casa a pasar una tarde entretenidísima con mis juguetes!" Parecía dar a entender su cara de pocos amigos. Bueno, pues si mi hijo no quiere ir al parque... ¿quien soy yo para contradecirlo?
Más contenta que unas pascuas me dirigí a casa. De todas formas, sólo para asegurarme, le volví a preguntar en el portal. "Paque nooooooooooooooooo" Vale, vale. Pues a casa. Ya en la puerta me soltó "Tina, tina". No creo que se refiera a la piscina porque ya hace mucho que se acabó la temporada veraniega, así que me eché a temblar. Sólo puede siginificar Cocina. Efectivamente, en cuanto lo solté fue directo a la cocina a sacarme las cosas de su sitio. Menos mal que le tenemos pedida una cocinita a los Reyes Magos. Estoy desenado que se la traigan. Probablemente no deje de hacer incursiones a la mía, pero tendrá la suya propia para entretenerse. Y de su tamaño.

Mi lumbago me pedía relax a gritos. La verdad es que me había venido genial que el peque no quisiera ir al parque. Se le veía cansado al pobre. Se notan las malas noches (a él y a mí). Jugándomela bastante me senté en el salón a leer un libro. Por los ruidos que hacía mi chiquitín podía adivinar si estaba jugando con los tuppers o había abierto un cajón prohibido. Así que gozaba de relativa tranquilidad. Al poco le oí salir de la cocina y dirigirse a su habitación o al cuarto de juegos. No me lo podía creer. Estaba jugando sólo... y con cosas no peligrosas. ¡Yujuuu!

Me dejó bastant tiempo para mí y mi lectura (un libro sobre actividades para hacer con tu hijo que me ha dado algunas ideas. Ahora sólo hace falta tener tiempo y ganas. Soy monotemática. Lo sé). Pero los milagros no duran para siempre y al rato se traía los juguetes al salón para jugar conmigo. Confieso que no me disgustó su iniciativa. Ya llevaba mucho tiempo a su bola y pasando de su mamá.

Al día siguiente lo mismo. "Paque no, casa sí" ¡Aaaaay! Cómo se notan las malas noches. Ni qué decir que tampoco me hice de rogar y ¡Ale! a casita. Otra vez lo mismo. Se entretuvo un ratito solo y otro ratito con mamá. Leímos cuentos y finalmente accedí a su ruego de ver Caillú . Otra tarde tranquila. A ver si esta noche duerme bien y mañana accede a volver al parque porque nos quedan pocos días buenos antes de que llegue el invierno.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Daniel empieza a hacer fichas

¡Qué mayor! Qué ilusión más grande me hizo llegar a su clase y ver colgados en línea los trabajos de los peques de ese día. Habían coloreado un pollito. Estilo libre claro. Los había de todos los colores. El de Daniel llamaba la atención porque había elegido una cera gris oscura y había rayado encima del dibujo hasta casi borrarlo. ¡Qué ansia!

Mi chico salió corriendo del aula y me señaló orgulloso su trabajo. "¡Qué bonito, cariño! Te ha quedado un pollito espectacular". Le conté a mi marido lo de la primera ficha del chiquitín como si fuera lo más emocionante del mundo, pero el tipo duro no cambió su cara de indiferencia en ningún momento. "¿Quieres que le haga una foto al pollito para que lo veas?", "Ehhh, bueno, si quieres..." Pero ¿qué tiene este hombre en las venas? ¡¿Horchata?!

Aunque no se lo merecía me disponía a fotografiar al pollo ese mismo día cuando me di cuenta de que las habían cambiado. ¡¡Su segunda ficha!! Habían coloreado el baby de la mascota de la clase, Max. ¡Y Daniel no se había salido ni un poco! Bueno, a lo mejor un poquito, pero casi nada. La verdad es que esta vez le había puesto muy poca energía, pero yo creo que quedaba muy bien, estilo minimalista. Le hice la foto al nuevo trabajo y se la enseñé a Raúl en cuanto llegó del trabajo. Éste miró la foto con indiferencia y me soltó "De todas formas, esto te lo darán al final del curso ¿no?" Desde luego, que poco orgullo paterno. En fin, Danielín, que te vas a tener que conformar con el excesivo entusiasmo de tu madre por ahora.

martes, 4 de octubre de 2011

Juguetes, juguetes, ¡juguetes!


Juguete por todas partes. Por el salón, por la cocina, en mi habitación, en la suya, en la sala de juegos... Nos salen por las orejas. Retira algo, me dice Raúl, pero ¿qué? Daniel juega con todo. Hasta con los juguetes de bebé y ahora nos viene otro chiquitín. Además, ¡son todos taaaan bonitos!

Al peque le da por temporadas. Hoy no se puede despegar de los Legos y Megablocks, ayer no hacía más que pedirte que le leyeras cuentos y mañana no soltará la moto. A veces confunde mis cosas y las de Raúl con sus juguetes. Le encanta trastear en la cocina y sacarme sus platitos de plástico, los tuppers, moldes, cucharones, espátulas, embudos y demás utensilios... También me saquea los cajones del mueble del baño. Luego no hay quien encuentre los peines, los cepillos, la maquinilla de afeitar de papá.. Hoy sin ir más lejos me he encontrado la plancha entre las sábanas de su cama. ¿Cómo puede llegar a todos los rincones de la casa de esa manera?

Ahora está muy entretenido con un juguete que le regaló María, una amiga de Raúl. Se trata de una hélice que se pone en una base, se le da rosca, se da al botón y... ¡vuela! Está emocionado con el invento. Otra cosa que le está llamando mucho la atención ultimamente es su guitarra del disfraz de rockero de los carnavales del año pasado. Cuando aprietas por un lado suena la canción Country "¡Oh! Susana" y se pone a bailar y dar vueltas como un descosido. Quie lo iba a decir después de tantos meses sin hacerle ni caso.

Y qué decir de los regalos que le dieron en su cumple. Pues que también les está dando caña. O nos vamos a pescar ranas o jugamos a un juego de tablero para peques de su edad hasta que acaba desparramando las piezas y mamá tiene que buscarlas, o jugamos con las piezas inmantadas de la nevera o somos piratas que vamos en un barco con tiburón y todo... A veces juega solo y otras te busca para que le ayudes a poner una pieza o a recoger algo que se le ha caído debajo del mueble o simplemente para que juegues con él.

Habrá que empezar a buscar actividades que podamos hacer en familia.

lunes, 3 de octubre de 2011

Iván me está machacando

Uf, cómo pesa Iván y siempre está en medio a la hora de moverse y hacer cosas. Lo que cuesta recoger lo juguetes que Daniel va dejando por el suelo de toda la casa.

El caso es que el hermanito se tiene que quedar aquí dentro hasta que venga mi madre porque no creo que me perdone esta vez que para antes de tiempo. Menos mal que llega ya este sábado. Paciencia Iván. Te queda al menos una semanita de barriga y luegoa   explorar el mundo. No va a ser fácil, pero tú tienes a tu hermano mayor para guiarte y una madre con un poco de experiencia. Es más de lo que se encontró Daniel cuando finalmente vio la luz.

Espero que mis riñones agradezcan que por fín estés en tu cunita o en los brazos de papi de vez en cuando. Aunque me conozco y sé que estarás en los míos la mayor parte del tiempo. Esta vez estoy preparada y me he comprado un híbrido entre mochila portabebés y foulard, así te podré tener muy cerquita de mi pecho aunque tenga las manos ocupadas atendiendo a Daniel.

Dicen que  me arrepentiré de decir que tengo ganas de que Iván nazca ya cuando vea todo el trabajo que me espera. No creo. Daniel me trajo muchísimo trabajo y nunca me he arrepentido de desear que naciera lo antes posible. Al final te parece que nunca has tenido una vida diferente antes.

domingo, 2 de octubre de 2011

Daniel se niega a irse a dormir temprano

Este niño va a acabar conmigo. Ultimamente está muy rebelde. A la hora de dormir seguimos la rutina de siempre: baño, cena delante de la tele y.. ¡a la cama! Mami o papi se quedan en la habitación lo suficiente para que el peque engulla tranquilamente su biberón y listo. Antes teníamos a un angelito roncando. Ahora tenemos a un listillo que espera a que cierres la puerta para levantarse, encender la luz y ponerse a jugar. Cómo en su habitación no suele haber juguetes, enseguida abre la puerta y le tenemos en su salita de jugar tan a gusto. Otras veces viene a buscarnos al salón, aunque sabe que se la juega porque normalmente lo volvemos a meter en la cama en menos que canta un gallo.

Pero aquí no termina la historia, porque vuelve a salir de su habitación dos o tres veces más. Hasta que nos ponemos duros y uno de los progenitores se queda con él un buen rato para no dejarle salir de la cama hasta que se aburre y se acaba durmiendo. Con lo cual nos ponemos en las diez u once de la noche, cuando antes se iba a dormir como muy tarde a las nueve.

¿Que está pasando? ¿Mi niño se está haciendo mayor y hay que cambiarle los horarios o, simplemente, quiere llamar nuestra atención? Porque el caso es que tiene carita de sueño, pero no le da la gana de dormirse. ¿Hay que obligarle a descansar o es que no necesita dormir tanto? ¡Qué difícil es criar a un hijo!

sábado, 1 de octubre de 2011

Cada vez que Daniel va a ver al abuelo la arma

El abuelo de Raúl está en nuna residencia, porque necesita atención médica constante. Es autónomo, pero a la mínima se asfixia. La tía de Raúl tenía que salir corriendo al hospital cada dos por tres. Así que el propio abuelo decidió mudarse a una residencia muy cercana a la casa de su hija y así vivir con menos sobresaltos.
Daniel le va a visitar de vez en cuando para alegrarle el día. Aunque me parece que en realidad lo que hace es marearle porque es imposible que se quede quieto dos segundos. Lo quiere tocar todo, se apropia de su bastón, le da a la manivela de la cama, se le pone entre ceja y ceja que la máquina de oxígeno es un juguete de los más curioso, que los pasillo son pistas de carreras.. En fin, lo normal en un niño de su edad, pero que en una residencia de ancianos retumba como el trueno.

Menos mal que los vecinos del abuelo miran a mi chiqui con ternura y no le regañan. A las enfermeras también les gusta verlo por ahí. Supongo que rompe su rutina, pero a mi me deja baldada de tanto perseguirlo. Lo bueno es que el abuelo se ríe de sus travesuras. Dice mucho que hay que meterlo en cintura y que ¡vaya demonio de chico!, pero luego Daniel se echa en sus brazos le da unos besitos babosos y tan amigos. Si es que se hace querer este trastito.