No importa lo que hagas. Estoy segura que de tu madre o tu suegra tienen una opinión personal y diametralmente contraria a la tuya. Las pobres sufren por el ogro de madre que les ha tocado a sus pobres nietecitos.
Un ejemplo: el chupete maldito. No sé cómo hacer entender a mi madre que se lo estamos quitando a Daniel, que ahora sólo lo tiene para dormir. Ella sigue erre que erre con que mi hermana los llevó hasta lo seis años y que no tiene más caries que cualquier otro adulto, ni se la he deformado el paladar, ni tienes problemas de pronunciación. No se lo discuto. Es obvio que mi hermana no tiene ninguno de esos problemas, pero es que Daniel es ya muy mayor para andar rechupeteando un cacho de plástico.
Si el niño llora por cualquier tontería su madre intenta calmarlo con caricias, besos y contándole milongas con voz cariñosa, pero, cuando se ha querido dar cuenta, la dulce abuelita ya le ha endosado el deseado objeto infame. "¡Nooooo, mamá, que no le dés el chupete!" mi cara de vinagre me devuelve una expresión de sorpresa y pena. Ya empieza el sentimiento de culpa "A ver mamá, que no te estoy riñendo, pero es que hay que quitarle el chupete. Entiéndeme". "Vale hija, vale. Perdona. No lo volveré a hacer". Bueno, no pasa nada, un error lo tiene cualquiera.
Ahora a bañar al peque. "Baño nooooooooo, baño noooooo, pitu, pitu (chupete)" se debate el pequeño energúmeno. "Pitu nn..." No me ha dado tiempo de negarle el chupete cuando una mano conocida y un poquito traidora se lo ha enchufado. "¡Mamá, que el pitu noooooooo!". "Vale, vale, no me he dado cuenta. Ha sido sin querer" ¿Sin querer? Cómo que sin querer. Bueno, en fin, que lo hace con buena intención. No me voy a enfadar, no me voy a enfadar... Con todo mi esfuerzo le arranco el chupete a mi hijo "Es sólo para dormir". Le distraigo con otra cosa y asunto solucionado. Ahora ha secarle. "Daniel, ¡quieto! No te muevas, que no te puedo poner el pañal ¡Dannnnielll! ¡¡¡Para!!!" Nada ni caso, el lagartijilla se está recorriendo toda mi cama como diós le trajo al mundo. "¿Te trae la abuela un pitu?" aporta tan pancha mi madre ."Síiiiii, pituuuuu" exclama emocionado el peque. "¡Mamaaaaaaaaaaaaaaaaaa!" bramo yo como una energúmena. "Sólo intentaba ayudarte" exclama ella de mala gana. Ya está. Mi madre amulada, yo enfadada y el niño berreando.
Otro ejemplo: Mi suegra me da un consejo casual sobre un biberón que usa su hija y que parece ser milagroso contra los cólicos. Me apunto el dato para informarme. Me meto en internet y enseguida me doy cuenta de que no es lo que yo necesito. Es un biberón que no es pro lactancia. Me quedo con los míos, que sí que lo son.
En nuestro siguiente encuentro, Chari me pregunta por el biberón. Le explico que no son buenos para las que queremos dar pecho a nuestros hijos. Asiente y no dice nada más. Unos días después me vuelve a comentar lo del dichosos biberón. Con toda mi paciencia le vuelvo a explicar lo mismo. Insiste un poco, que más vale sacrificar un poco que no sea modelo pro lactancia a favor de sus beneficios contra los cólicos. Niego esa evidencia vehementemente y ahí se acaba el tema. Menos mal.
Poco después me comenta mi madre "Me ha dicho Chari que hay unos biberones..." "Aaarrrg, que no, que nooooo" "Vale hija, vale. Cómo te pones" Toca pedir perdón a mi madre y ponerla en antecedentes. "Además", añado "los biberones que uso yo son los mismo que usan en el hospital". Para mi madre resulta ser un argumento de peso. Si lo usan profesionales es bueno para mi nieto.
Esa misma tarde me suelta la abuela de Raúl. "Y ¿por qué no usas los biberones de Ana. A ella le van muy bien con su hija..." "¡Que no son pro lactancia, que no son pro lactanciaaaaaaa!" me desgañito. "¿Y qué? A Ana le van estupendamente" Insiste. "Porque Ana no le da pecho a su hija. Por eso". Hay algo en el tono de mi voz que hace que la abuela no siga por ese camino. Y algo en su mirada que me dice que en ese momento su estima hacia mí ha bajado unos cuantos puestos.
Lo dicho, las abuelas sufren a mas no poder por sus nietecitos porque no entienden mis métodos. Y estoy segurísima que piensan "¡Vaya genio tiene esta hija/nuera mía!"