martes, 2 de julio de 2019

Taller de robótica y exposición teamlab en la Fundación Espacio telefónica

Ellos estaban dentro y yo fuera sniiif
Casi de chiripa conseguí una plaza en uno de los talleres de robótica que ofertaba gratuitamente la Fundación Espacio Telefónica para niños y jóvenes del que me enteré por la agenda steam de Ingekids. Que alegrón me llevé.

Liándola mientras esperaban
Se lo comuniqué a los peques y se ilusionaron enseguida. Les encantó el taller de robótica de las FAM y estaban deseando apuntarse a otro. El día D nos plantamos puntuales en la puerta con muchas ganas de aprender. Unas chicas muy majas nos recibieron y se llevaron a los niños. Iván y yo nos miramos un poco desconcertados porque pensaba que podía estar con ellos, snif snif. El peque sopesó un segundo la situación y luego se piró con el grupo sin mirar atrás, dejándome más cola que la una. Daniel no había tenido ni que pensárselo un segundo.

Mmmm...
Madre mía, cuatro horas para mí y sin saber en qué invertirlas. Porque, vamos a ver, primero estaba a 45 minutos de casa y me daba pereza ir y volver. Segundo, la cosa había sido tan de improviso que no lograba recordar nada que me llamara mucho la atención por la zona... Opté por la posibilidad más lógica: ¡desayunar tranquilamente!

Moooola
Me quedé en la cafetería del sitio por si acaso me necesitaban las del taller, que ilusa, ya lo sé. El caso es que me senté delante de un café con leche y un cruasan a navegar tan a gusto por las redes sociales. Por más de media hora después ya me había aburrido, así que busqué un rincón (cerca del taller...) para sentarme a leer.

Que bonitooooo
Encontré un lugar lleno de asientos blanditos con reposapies, lleno de gente despatarrada. ¡Uy! pues yo también, pensé. Me tumbé cómodamente, abrí la aplicación de amazon y me puse a leer tan a gusto.

Despatarrada leyendo
En esas estaba cuando se acercó un guardia de seguridad a pedirme amablemente que quitara los pies del reposapiés, que en realidad era un puf. Sorprendida miré a mi alrededor y comprobé que toda la gente despatarrada había desaparecido y sólo quedaba yo en postura de "como si estuviera en mi propia casa". Muy avergonzaba pedí disculpas y adopté una postura más académica para seguir leyendo.

¡Que no corráis!!
A la hora ya me hacían los ojos chiribitas y decidí dar una vuelta por el edificio para ver las exposiciones. La de William Klein. Manifiesto me pareció muy interesante, pero poco apta para los niños, que se ibana a aburrir o iban a empezar a hacerme preguntas incómodas, que los conozco. Pero la de la cuarta planta Teamlab era perfecta para ir con ellos, sobre todo el panel interactivo de las mariposas. Cuando las tocabas caían. Un poco lúgubre la cosa, pero el efecto quedaba bonito. El resto de las paredes estaban adornadas por olas en movimiento y se adentraban por oscuros pasillos en los que había que tener cuidado para no meterte el tortazo contra uno de los espejo. En una sala final había otra imagen en movimiento, pero esta no supe identificar que era.

¿Cuántos niños hay aquí?
Tras mi incursión en las exposiciones todavía me quedaba una hora de espera hasta que salieran los niños, así que volví al rincón de los asientos. Volvía a haber gente despatarrada, pero yo por si acaso, me senté bien recta. deberían poner un cartel que diga que esas bolitas almohadilladas no son reposapies porque es que están estratégicamente colocadas para que uno se confunda. En fin, que allí estuve, leyendo tranquilamente hasta que las fieras salieron por fin.

Esto es un laberinto
Iván salí muy contento, pero Daniel traía cara de desesperación. "Cuatro horas son demasiadas", me soltó nada más verme, "si lo llego a saber no vengo". ¡Que morro! Si le había dicho la duración mil veces. El tema es que las dos primeras horas le gustaron mucho, pero las dos últimas, tras el descanso se le hicieron eternas.

Bañados por las olas
Por lo que me contaron los dos,  tenían que construir un coche y luego hacer que se encendieran las luces, tocara la pita, se moviera... Que al principio todos los asistentes estaban atentos y siguiendo las indicaciones, pero que en las dos últimas horas se dispersaron y empezaron a ir a su bola. Como había chicos hasta 17 años, los que tenían móvil se pusieron a jugar y el resto a liarla.

¡Pillado!
Al oír esto se me encendieron las orejas y les advertí que cómo se hubieran comportado como unos maleducados iban a correr los castigos. "No te preocupes mamá", intentó tranquilizarme el mayor, "No hemos sido unos santos, pero los profes estaban encantados con nosotros comparado con el resto". Madre mía, los profes tienen el cielo ganado. "Y encima tienen otro taller esta tarde, pobres...", les compadeció Iván. No quiero ni saber lo que pasó ahí dentro.

Machacando mariposas
Preferí llevarles a la exposición de la cuarta planta y no hacer más preguntas. Fliparon con ella. Nada más entrar se adentraron en los oscuros pasillos a gran velocidad, mientras yo les instaba a no correr y a tener cuidado con los espejos mientras rezaba para que no hubieran accidentes. En cuanto se dieron cuenta de que el panel de las mariposas era interactivo ya no se movieron de su lado, recorriéndolo con las manos y haciendo escabechinas mariposiles. Me costó muchísimo sacarlos de allí. Y eso que tenían que tener un hambre de lobo.

Menos mal que había llevado galletas en el bolso y se las fueron comiendo de camino a casa, porque ese día comimos a las cuatro de la tarde.

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