Raúl nos propuso una ruta para ir a ver Buitres y nos sumamos entusiasmados a su plan. Decidimos ir a última hora para que no nos pillara todo el calor. Y para que yo pudiera dormir un poco esa tarde, que estoy teletrabajando, y me levanto a horas prohibitivas para disfrutar de paz, tranquilidad y silencio. Así me cunde muchísimo.
El caso es que a eso de las siete de la tarde tiramos para la zona con amenaza de lluvias, pero con el cielo despejado y una temperatura maravillosa. Menos mal que la información meteorológica no nos disuadió de irnos de excursión, porque se nos dio de lujo.
Para empezar, a esa hora no había casi nadie. Sólo encontramos una familia y un grupo de amigos dándose un bañito en el Arlanza al principio de la ruta. Así que pudimos hacer el camino sin las mascarillas y disfrutarlo todo para nosotros.
Recorrimos una de las riberas del río, a través de un túnel formado por larguísimas ramas de árboles. ¡Una maravilla! Hicimos muchísimos altos en el camino para contemplar nuevos descubrimientos que nos llamaron la atención.
Uno de esos descubrimientos fue bastante truculento, unos huesos mondos y lirondos rodeados de un montón de enormes plumas.
El sendero no revierte mucha dificultad, pero es muy irregular (imposible para ir con carrito o bicicleta) y lleno de vegetación. Acabamos con las piernas llenas de pupas y raspones por llevar pantalones cortos. No se tarda mucho en recorrer.
Al final encontramos el hogar de los buitres que nos sobrevolaban curiosos a una distancia considerable. ¿Pensarían en nosotros como su posible cena? ¡Glups! Los niños estuvieron un buen rato jugando con el eco, que era de una calidad excelente, y correteando de un lugar a otro.
Nosotros invertimos más de una hora en hacer la ruta porque nos paramos muchas veces y estuvimos un buen rato en el punto final observando a los buitres. Fue espectacular.
Cuando se cansaron, retomamos el camino de vuelta entre juegos y aventuras. Iván me convirtió en un explorador de la edad media que debía prepararse para iniciar un gran viaje en barco y, para ello, tuve que tener en cuenta hasta la forma en la que pensaba convertir el agua del mar en potable. Se me quedó grabado porque costó bastante dar con la solución, que pasa por hervir el agua y condensarla con una tapa, recogiendo el goteo en otro recipiente. Lo que más nos costó fue construir una zona ignífuga en el barco para poder hacer el fuego. Recordad que estoy en la edad media y no existen las pastillas potabilizadoras.
En fin, que entre construir el barco, cazar animales para preparar carne seca y hacerme con material de pesca... llegamos en un plis al punto de partida y les di los bañadores a los niños para que se pegaran su ansiado chapuzón.
Estaban como locos por meterse en el agua desde que habíamos pisado la zona de baño. Era bastante tarde ya, pero como todavía había mucha luz y la temperatura era buena les dimos permiso.
Nosotros, los adultos, nos contentamos con meternos hasta media pierna, porque nos daba una pereza tremenda zambullirnos en el agua helada. Pero los críos se lo pasaron genial metiendo hasta la cabeza. A esas alturas ya éramos los únicos en la zona y se estaba de lujo.
Pero no les dejamos disfrutar del momento mucho tiempo porque no queríamos que se nos hiciera de noche. Era ya más de las nueve y media cuando, con los peques cambiados y secos, pusimos rumbo a Covarrubias para cenar. ¡Íbamos con mucha hambre tras la caminata!
Qué bonita excursión. Un beso
ResponderEliminarNos encantó. Hacía mucho que no llegábamos a Covarrubias y nos daba por explorar lugares nuevo. Y anda que no hay!
EliminarBuen paseo. Extraño salir a áreas verdes y de campamento. Es algo que de niño hice mucho.
ResponderEliminarA nosotros nos encanta hacer excursiones en familia. Encontramos muchas cosas curiosas a nuestro paso y pasamos unos momentos preciosos :)
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