La que despuntaba sobre el horizonte, negra y claramente deteriorada, había dado señales de actividades sospechosas que preocupaban a los capitostes militares. Por eso habían mandado a un elfo explorador, Legolás; un druida mediano, Silver; un paladín humano, Dark; y un guerrero enano, Oveja, a descubrir los misterios que encerraba.
El valeroso grupo se acercaba a buen paso a su objetivo cuando, de repente, el elfo decidió rezagarse un poco por si tenía que cubrir las espaldas de sus compañeros.
Mientras observaba sus avances, escuchó unos gruñidos que le helaron la sangre. Muy despacio se dió la vuelta para darse de narices con tres perros salvajes que le miraban con aviesas intenciones. No se atrevió a alertar a sus compañeros por si los ponía nerviosos y precipitaba su ataque. Muy lentamente dió unos pasos hacia atrás mientras le ordenaba a su halcón que se prestara a atacar a uno de los cánidos y se preparaba, él mismo, a defenderse con su lanza, si hubiera que hacerlo.
Con el rabillo del ojo, vio como el enano se daba cuenta de su situación y se situaba socarronamente a un lado haciéndole un gesto de "Si hay que ir se va, pero ir por ir..."
En esa milésima de segundo, uno de los perros saltó ferozmente sobre él, quedando ensartado en su lanza. Los aullidos agónicos y el olor a sangre volvieron locos a sus compañeros cánidos y alertaron al resto del grupo que, tras hacerse un poco los locos, se dieron cuenta que, si no hacían algo, el explorador del grupo pasaría a convertirse en comida para perros. Del halcón no había ni rastro. Se habría despistado con una palomita. Vete tú a saber.
El druida entendía claramente el mensaje de muerte de los aullidos, aunque no había que entender el lenguaje de los animales, como él, para captarlo. La espumilla de sus comisuras y sus ojos inyectados en sangre ya lo decían todo. Otro de los perros se abalanzó sobre el elfo caído causándole unos terribles arañazos y llevándose, a su vez, una puñalada profunda en las costillas que lo llevó a la muerte. El tercero se tiró a su yugular, pero no logró su objetivo porque el Paladín reaccionó por fin y lo partió en dos sin contemplaciones. Le gustaban mucho los perros y no le hizo ninguna gracia ensuciar su yelmo con la sangre de una de esas bestias, pero a veces había que hacer lo que había que hacer.Legolás agradeció a Dark su providencial aparición y miró al enano, que seguía esperando, apoyado en su hacha, con resquemor mal disimulado.
Por fin alcanzaron la torre y avistaron dos puertas. Ambas daban a habitáculos sumidos en la oscuridad, pero una de ellas tenía los dinteles cubiertos de telarañas. El Druida, que no tenía miedo a nada y era de carácter más bien temerario, se adentró sin pensarselo dos veces en la habitación de las telarañas. A pesar de sus brillantes ojos de leopardo, no pudo ver nada, pero sí notó que algo le pasaba a gran velocidad por un costado, empujándolo y tirándolo violentamente al suelo. Legolás, escuchó el ruido y entró corriendo para socorrer a su amigo, con tan mala suerte que tropezó con su cuerpo y cayó cuan largo era sobre Silver, que, en ese momento, intentaba incorporarse. Una pata peluda terminada en un potente pincho le atravesó la pierna produciéndole un dolor lacerante. El tercero en traspasar el umbral fue Dark, que fue sorprendido por un chorretón de tela de araña lanzado a propulsión que lo dejó pegado al suelo.
Ante este panorama, Oveja, de naturaleza malvada, se planteó abandonar a sus compañeros y comenzar su vida en otra ciudad y con otro grupo. Pero, por miedo a las iras del máster, acabó adentrándose en la habitación y enfrentándose a una terrible araña gigante. A la que cortó la cabeza sin muchos miramientos. Tras el épico combate, ayudó a sus compañeros a incorporarse para seguir con la misión. Cuando alzó al elfo del suelo, quedó patente que Legolás aún le guardaba rencor por el episodio de los perros salvajes y que, el hecho de que hubiera evitado su aniquilación a manos de las ocho mortales patas de una araña gigante, no cambiaba nada.
Entre todos exploraron la planta baja de la torre, que constaba de tres habitaciones, una de ellas reducida a escombros. Encontraron armas, armaduras y útiles viejos y oxidados. ¡Ah! Y un estandarte enorme que Legolás se empeñó en portar durante toda la aventura, "De algo tiene que servir" explicó a sus compañeros. El Paladín descubrió unas pisadas extrañas que se dirigían hacia un tramo de escaleras que parecían descender hacia un sótano, pero estaba lleno de rocas que impedían el paso.
El acceso a la planta superior también estaba cerrado por rocas desprendidas, así que el elfo tomó la iniciativa para encontrar otro camino trepando por las pulidas paredes con ayuda de su gancho. Tras muchas dificultades y tropezones lograron llegar a la primera planta. Dark dio un paso en falso y activó un trampa que se resolvió con una flecha clavada en su espinilla derecha. El paladín frunció el entrecejo y una iluminada idea se fue haciendo paso en su cerebro. Se hizo con todas las piedras que pudo y se dedicó a tirarlas por toda la habitación activando todas las trampas y haciendo un ruido de mil demonios. Muy satisfecho de su acción se giró hacia sus compañeros para ver sus caras agradecidas y lo que vio fue sus caras de horror al ver que habían atraído atención no deseada. Tres enormes figuras humanoides que podrían describirse como primitivos cavernícolas cuadrados como armarios descendían la escalera a toda velocidad con toda la intención de romper cráneos a mansalva con sus garrotes.
Oveja puso pies en polvorosa en una ataque repentino de pánico, huyendo a la habitación de al lado, pero luego se arrepintió al escuchar los gritos de dolor que dejaban en clara evidencia quien era el bando perdedor. Entonces tomó una decisión y gritó alto y claro que los tres corrieran hacia esa habitación y así él podría sorprender al menos a uno atacándole por la espalda y a traición. Los pobres apaleados sólo oyeron "corred hacia aquí" y eso hicieron esquivando a los torpes, pero extremadamente fuertes, cavernícolas. Dark fue el primero en llegar donde estaba el enano y, al verlo, agazapado arteramente a un lado de la puerta, pilló la idea e hizo lo mismo. No era el plan más honorable, pero ahora primaba más la supervivencia. Legolás atravesó el umbral a toda la velocidad que le permitieron sus piernas perseguido por dos de las moles. Que fueron certeramente abatidas y masacradas por los dos aventureros emboscados. En ese momento, el elfo se giró y vio que Silver tropezaba y caía al suelo despatarrado... otra vez. El troglodita que quedaba sonrió socarronamente y se aprestó a darle el golpe de gracia alzando su cachiporra con gesto victorioso, pero Legolas fue más rápido, afortunadamente, y le insertó una certera flecha en todo el ojo izquierdo dejándolo para pasto de los buitres.Agotados tras el combate, decidieron separarse, probablemente porque, cuando Oveja empezó a presumir ostensiblemente de su hazaña y de que todos le debían la vida, saltaron más que chispas con Legolas. El Elfo se llevó a Dark para que le acompañara a intentar escalar los muros hasta lo más alto de la torre. Y Oveja, por su parte, siguió a Silver escaleras arriba bastante malhumorado. La escalera les llevó ante una puerta cerrada que el druida no dudó en abrir, con despreocupación casi suicida, para toparse con lo que pudiera ser una especie de comedor en el que deglutían animadamente tres enormes cavernícolas muy muy parecidos a los que les acababan de dar p`al pelo hacía escasos minutos. Una de las moles alzó uno de sus brazos a modo de saludo y se le quedó congelado a medio camino cuando comprobó que la criatura que había entrado tran tranquilo en la estancia no era ninguno de sus compañeros. Los otros dos se giraron con evidentes muestras de asombro hacia nuestros protagonistas y a Oveja, que ya asomaba la cabeza detrás del druida, no se le ocurrió otra cosa que devolver el saludo al gigantón, sentarse en la mesa con ellos y sacar su propia comida. Los titanes no lograban salir de su asombro ante tanto descaro, pero se dieron cuenta de que Silver avanzaba hacia la puerta del otro extremo de la habitación con claras intenciones abrirla. Una socarrona sonrisa se dibujó en sus caras y se echaron miraditas cómplices a la par que se daban palmaditas y codazos y exclamaban "Turoq, Turoq".
Silver abrió la puerta y se encontró un cavernícola el doble de alto y ancho que los anteriores que se desperezaba aún con legañas en los ojos. El gigante se dió una fuerte palmada en el pecho y gritó "¡¡¡TUROOOOOQ!!!", a lo que el druida contestó con otra palmada, mucho más suave, en su pecho y el grito de "¡Silveeeeer!". Lo que hizo que se ganara un furioso guantazo de la mole que acababa de despertar de forma tan inoportuna. Con tal tortazo en el cuerpo, cruzó la habitación casi arrastrándose e intentó salir por la puerta que estaba al otro lado, pero... estaba cerrada con llave. Llave que Turoq llevaba colgada del cuello, así que se llevó otro guantazo épico.
A todo esto, los tres cavernícolas del comedor comenzaban a mirar mal a Oveja que seguía masticando su carne tranquilamente ignorando el apestoso olor del agua con gusanos que estaban comiendo sus vecinos de mesa.
Legolas y Dark, mientras tantos habían desistido de subir por el muro, algo que ahora se les antojaba extremadamente difícil, lento y cansado. Así que acabaron por subir por las escaleras para encontrarse a Silver corriendo hacia ellos, ya que tras el segundo tortazo había logrado esquivar al gigante, escapar por la misma puerta por la que entró, cruzar el comedor y alcanzar las escaleras en un tiempo récord. A todo esto, los cavernícolas se habían cansado de compartir la mesa con el indeseable invitado sorpresa y lo habían mandado volar a golpe de garrotazo limpio, por lo que ahora rodaba por las escaleras a muy poca distancia del druida.
Los cuatro se vieron de vuelta al primer piso, en una habitación con una de las paredes derruida, justo a tiempo de ver cómo el gigante accedía a ella haciendo pasar su cuerpazo por la puerta con evidente dificultad. Oveja impulsado por el miedo decidió intentar escapar bajando a la planta baja por la pared exterior y así se lo hizo saber a sus amigos: "¡Chicos! Podemos escapara por aquíiiii... Plom", en su afán por huir se le había olvidado que un enano, pertrechado con una armadura completa y con una pesada hacha a la espalda, no suele ser muy ágil, con lo que se precipitó cinco metros hacia el suelo quedando bastante maltrecho. El resto, como les paralizada el terror (y la risa al ver el tortazo que se había metido el enano) no se les ocurrió otra cosa que observar con evidente terror como les alcanzaba el gigante y les daba una buena tunda. Primero agarró a Legolás por el cuello con intenciones estrujadoras. Silver trató de salvarlo a bastonazos pero acabó atrapado en su otra mano. Menos mal que Dark logró hacerle una profunda herida en uno de los brazos, aunque no se libró de un buen tortazo cuando su enemigo le lanzó a sus compañeros a modo de armas arrojadizas. A pesar de los fuertes ataques que acababan de recibir, lograron ponerse de acuerdo y actuar en equipo para golpear en algunos de sus puntos vitales y acabar, con mucho esfuerzo, con la vida de tan imponente enemigo.Pero no tuvieron mucho tiempo para relajarse, porque ya oían los pasos de los tres cavernícolas, que bajaban corriendo dispuestos a no darles tregua. A saber lo que habían estado haciendo hasta ese momento. A lo mejor les había entrado una ataque de risa y no se habían recuperado hasta ese momento. El caso es que nada más entrar el primer cavernícola, Silver le hizo una zancadilla con su bastón que le hizo perder el equilibrio y acabó cayéndose por el lado que no había pared y rompiéndose el cuello... muy cerquita de dónde languidecía Oveja. Por su parte, Legolas tensó con tanta fuerza el arco, a causa del torrente de adrenalina que corría por sus venas, que la flecha salió disparada con una fuerza increíble y atravesó la cabeza de ambas moles, que estaban perfectamente alineadas por pura casualidad (y gracias al pedazo de crítico que lanzó el jugador).
Envalentonados con su hazaña, abandonaron la idea que todos barajaban en sus mentes de huir como alma que lleva el diablo, y que le den viento al misterio de la torre, y decidieron seguir adelante fuera cual fuera el precio a pagar, que podía ser muuuy alto, porque todos estaban ya temblando con los puntos de vida.
Silver convenció, con bastante esfuerzo, al elfo para que le tirara el gancho a Oveja y que pudiera volver a reunirse con el grupo. Con lo que los cuatro se pusieron manos a la obra para explorar la segunda planta. No encontraron nada que les sirviera y no se atrevieron a intentar abrir la puerta cerrada, cuya llave colgada del cuello de Turoq, por si sellaban su destino por una tontería. El halcón echó un vistacito al interior por un ventanuco bastante alto y volvió con las plumas de punta, así que mejor no tentar la suerte.
Silver, que parecía no haber aprendido nada con la experiencia, avanzó el primero en el tramo de escalera que le llevaría a la tercera planta. Nada más acceder fue atrapado por la lengua de una rana gigante que se dispuso a disfrutar de su banquete improvisado. Afortunadamente, Dark iba detrás y llegó a tiempo para cortar la lengua de la rana antes de que se lo zampara. Desde el suelo y lleno de babas, el druida escuchó acongojado los lamentos de la pobre rana quejándose porque ella sólo quería comer y le habían hecho mucho daño. Se lo contó a sus compañero que, muy arrepentidos y empatizando con la pobre ranita gigante come druidas, se prestaron a cargar los cadáveres de los cavernícolas, caídos en la batalla, hasta la tercera planta para alimentarla y hacerla feliz. Cuando la bestia vio el cuerpo de Turoq casi se arranca por soleares de la alegría glotona que le dió y se lo zampó con visible deleite. En agradecimiento por el festín les juró lealtad eterna al grupo y les perdonó lo de la lengua, un detalle sin importancia.
Entonces les contó que, en el cuarto y último piso estaba el amo, pero no pudo darles más detalles, así que los aventureros caminaron los últimos pasos que les separaban del éxito de su misión y que pasara lo que tuviera que pasar. Y lo que pasó fue que se encontraron un pedazo de cavernícola druida que les echó encima un cocodrilo gigante al que el elfo le clavó la lanza hasta el exófago, mientras el resto lo golpeaba sin piedad, mandándolo al otro barrio, no sin dejar a Oveja y a Legolás con un pie en la tumba.
En vista de que se había quedado sin su mascotita sanguinaria, el druida cavernícola posó sus manos sobre el suelo y comenzó a convocar a terribles criaturas del subsuelo. El druida mediano vió la oportunidad de enfrentarse a su némesis y comenzó a transformarse en leopardo, pero estaba tan debilitado que sólo pareció estar estreñido. Ni una manchita leoparniana logró que le saliera en la piel. Así que decidió liarse a bastonazos, que parecía que le salía más a cuenta. Siguiendo su valiente ejemplo, el resto del grupo se lanzó al ataque. Y, a pesar, de que sufrieron algún daño más, lograron acabar con su enemigo, cuando Dark lo partió por la mitad con su espadón, sin ninguna baja, aunque con todos muy mal heridos y debilitados.
En una esquina de la habitación repararon en un cofre que, por fuerza, tenía que tener cosas muy chulas dentro. Así que se tiraron a por él. Con tan mala suerte que, con su peso, hicieron que el inestable suelo comenzara a ceder. El primero en reaccionar fue Legolas que, con gran agilidad, saltó a un lugar seguro y lanzó su gancho para afianzar el cofre y que no cayera con el suelo. Oveja y Silver también lograron llegar a suelo firme, pero el paladín tropezó con sus propios pies y cayó al suelo que no tardó en desplomarse bajo su peso. El cofre cayó con él y arrastró a Legolas que vió su vida desfilar ante sus ojos. Menos mal que en el último momento Silver y Oveja pudieron agarrarle y Dark logró aferrarse a la cuerda del gancho, de la que colgaba el cofre, y trepar hasta donde le esperaban sus compañeros. Entre todos tiraron de la cuerda y se hicieron con el cofre para abrirlo y repartirse el botín.
"¿Hay alguna poción de vida?", "Hay una espada de plata corta, ¿quién la quiere?", "Yo quiero una poción de vida", "Yo también", "Y yo", "¿Hay alguna? Si hay una para mí que estoy a dos puntos de morir eeeeeeh", "Hay quince surikens y una varita invoca monstruos...", "Pero ¡¿Y no hay una poción de vida?!", "Hay una poción para potenciar la agilidad animal...", "Joooooo", "Y cuatro pociones de vida", "WHUOOOOOOOO", "¡¡¡POCIONES DE VIDA!!!", "Y CUATRO, ¡¡¡CUATRO!!!", "UALAAAAAAA". Nuestros héroes saltaban y festejaban por las pociones de vid... digoooo, por el maravilloso tesoro encontrado, eso, y por haber logrado resolver el misterio de la torre misteriosa, eso también.
"¡Ahora vamos a por nuestra segunda misión!", exclamó entusiasmado el elfo. "No, hombre. Hoy no, que no me la he preparado" le desilusionó el máster. "¡Pues mañana!", contraatacó el druida. "Chicos, que no es tan fácil", se excusó el máster. "¡¡Pero queremos seguir jugandoooooo!!", chillaron los cuatro héroes. "Oye", interrumpió Legolás, "Y el estandarte para qué servía, ¡No ha servido para nada!". "Bueno", le consoló el máster, "puedes venderlo y seguro que te dan unas buenas monedas por él". "¡¡¡Dineroooooo!!!", exclamaron todos con los ojos brillantes.
Luego, se pasaron todo el camino de vuelta hasta sus casas comentando los mejores, y más sangrientos, momentos a voz en grito y atrayendo miradas curiosas ante las barbaridades que soltaban. Y Raúl y yo poniendo cara de circunstancias, pero en el interior encantados con su entusiasmo. Si es que con chicos tan entregados como ellos da gusto rolear. Eran capaces de reírse a carcajadas cuando pifiaban y de idear estupendos planes. Ahora seguro que persiguen a Raúl a muerte hasta que les prepare la siguiente partida...
Por ciertos, los dibujos ilustrativos de la partida los hizo Iván muy entusiasmado :)
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