Nunca imaginé que un niño necesitara taaantas cosas. Con lo pequeñitos que son. Y no son últiles pequeños. ¡Que va! Raúl y yo amontonamos todas las cosas que pensamos que le podrían hacer falta Daniel durante las vacacionesy acumulamos una buena montaña. Entonces miramos nuestro coche con detenimiento y decidimos ir quitando todo lo que no nos pareciera imprescindible. La bañerita fuera porque se le puede bañar en la de adultos en un momento de urgencia, pero lo más seguro es que esté todo el verano a remojo entre piscinitas y piscinotas. Hay que dejar sólo los juguetes que mas le gusten. El peluche para dormir es imprescindible. No nos pasemos con la ropa. Se va lavando cada poco y solucionado.
A ver que nos queda: el carrito (hay que llevar al niño de alguna manera cuando lo sacas a pasear y me niego a cargarlo en mis brazos con lo que pesa ya), la cuna de viaje (con lo que se remueve no puedo dejarlo ni en un colchón en el suelo. Seguro que se sale y lo encontramos atascado con algún mueble), la trona (imprescindible para poder comer los adultos. Se le arrima a la mesa y se le entretiene con trocitos muy pequeñitos de comida. Es un tragón. El carrito no sirve porque no tiene la altura necesaria), los juguetes (ya solo la mantita de actividades ocupa un montón), la ropita (lo mínimo, lo mínimo), los pañales, cremas,toallitas, la comida del bebé (al menos para el camino y lo que necesitemos hasta que compremos más en nuestro destino), los biberones... Buf... ¡Ah! Que no se nos olvide la pequeña maletita con las escasas cositas que necesitan los papis. Estoy por no llevar nada para nosotros y comprar lo nuestro enel mercadillo más barato. Pero no, no estamos para tirar el dinero.
La montaña ha disminuido un poco tras la limpia, pero aun así es impresionante. Raúl no se amilana y se pone manos a la obra. En su cabeza ya tiene un esquema aproximado de la posición que debe tener cada bulto. Lo veo trajinar y me viene a la mente el famoso juego de ordenador,el Tetris. Quien no se ha echado unas partiditas. Hay que ver como engancha.
Ahora una maleta cuadrada, que vamos a encajar entre el palito que forma la cuna de viaje y la "ele" de asiento de la trona. Encima una bolsa, en este hueco cabe el colchón... Confieso que estaba impresionada. Raúl debe haberse pasado las horas muertas jugando al tetris en su adolescencia.
Al final, mal que bien, las piezas fueron encajando. Incluso yo misma, que iba metida entre dos bolsas, la mochila de nuestra ropa y la maletita con las cosas imprescindibles para que Daniel viaje cómodo. Sin olvidar unos pocos juguetes para entretenerlo por el camino.
Ya estábamos listos para emprender el viaje. No contábamos con que en nuestro destino le íbamos a comprar algunas "cositas" al pequeño, además de los regalos que le hicieron algunos familiares. Raúl se tuvo que emplear a fondo a la vuelta para que todo volviera a encajar. Pero, como ya he dicho, mi marido es una as en el manejo del Tetris.
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