A pesar de lo pesado que se pone el chiquitín con su problema de mamitis suele caer bien a la gente que le conoce. Debe ser por la amplia sonrisa con la recibe a todo el mundo.
Eso sí si moverse de mi entorno. Si ve que tenemos intención de pasarle a otras manos o que me alejo demasiado se le borra la sonrisa ipso facto y empiezan los pucheritos.
Como insista en alejarme se pone a berrear. Los más valientes no se desaniman y se lo llevan lejos de mí para que se le pase la perreta y poder empezar a disfrutar de sus monerías. Por lo visto al poco de irme deja de echarme de menos y se concentra en sacarle el mayor partido a su nueva situación para pasárselo bien. Eso es estupendo, porque así yo no sufro pensando en mi pequeñín cuando no me queda más remedio que dejarlo en otras manos.
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