Ya se nota que Daniel se está haciendo un bebé mayor. Sobre todo porque sus perretas se han vuelto más estudiadas. El enano te va tomando el pulso a ver donde está el límite y cuando lo encuientra se sienta con la cara muy pegada al suelo y los bracitos disparados hacia los lados berreando como un loco. Todo un espectáculo. Y no es fácil levantarlo porque se retuerce como un anguila.
Primero intenta hacer una maldad y cuando me doy cuenta lñe suelto un enérgico "no". Entonces me sonríe y vuelve a intentarlo. Mi "no" sube el tono. Daniel sonría de nuevo y vuelve a intentarlo. Vuelt al "no". El pequeño deja de sonreir,pero no ceja en su empeño. Ya empiezo a acercarme a él con malas intenciones. Comienzan los pucheritos. Seguidos de los "bueeee, bueeeee" ocasionales. Finalmente acaba en el suelo llorando como un loco y yo intentando cogerle para calmarle.
A veces me desespero con su actitud, pero otras, en realidad, tengo que resitir con todas mis fuerzas las ganas de reirme para no herir sus sentimientos ni restar fuerza a mi autoridad. pero es que está tán mono. Cómo sabes que es sólo una perreta y que no le pasa nada al niño puedes dedicarte a pensar lo gracioso que está tu hijo cuando se pone rabioso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Me encanta saber lo que piensas.