sábado, 18 de septiembre de 2010

De Rodríguez

Mi marido y mi hijo se han ido a pasar el fin de semana al pueblo y me han dejado sola en casa. ¡Qué paz! Cuando se han subido al coche y se han marchado me he quedado muy tranquila y muy triste. La casa no parece la misma sin el pequeñajo armando follón. Ves los juguetes tirados por el suelo y la cunita vacía y te entra una desazón...

Pero es sólo al principio, porque enseguida me puse las pilas y me puse a hacer todo lo que tenía pendiente: limpiar, recoger, las páginas del periódico chino que hay que entregarlas el lunes... ¡Vamos que no tuve tiempo ni para tomarmne un café relajadamente.

Me cundió muchísimo. No me extraña, aunque eché de menos los gritos de Daniel para reclamar mi atención o su manita en mi pantalón dando tirones. ¡Que ganas de que vuelvan!

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