Navegando por internet encontré un video muy interesante que me abrió los ojos. Una niña de la edad de mi niño se comía la verdura troceada y directamente de la bandeja de su trona. Ultimamante Daniel me decía que el biberón para mí y luego berreaba de madrugada porque, evidentemente, tenía hambre. Así que vi el cielo abierto.
Cualquier novedad es un descubrimiento inmenso para el pequeñajo. Se lo pasa genial haciendo cosas nuevas. Así que no me lo pensé dos veces y, cómo no tenía tiempo de hervir verduras, usé lo que tenía en ese momento en la nevera: arroz que sobró del día anterior y jamón de york. ¡Madre mía! Cómo me puso todo. Y ¡cómo se puso él! Pero lo importante es que se lo comió. Después se bebió el biberón y no se despertó con hambre en toda la noche.
Se despertó sólo para no dejarme dormir, que ya es una tradición para él. Le encanta verme aparecer por su habitación con la legaña pegada y dando tumbos. Arrastrarme hasta su biberón de agua para buscar a tientas su boquita y enchufárselo. Ponerle el chupete y... ¡Ale! a la cama otra vez... con un poco de suerte.
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