Cuando ya no puedo más y me harto de correr detrás de Daniel por toda la casa para evitar que se haga daño con sus diabluras, lo meto en el carrito y me voy disparada a un parque juegos.
Una vez allí, localizo el columpio especial para bebés y rápida como el rayo lo coloco dentro. "Una piernecita por aquí, otra por allá. Agárrate bien chiquitín"... y empieza el balanceo acompañado por los grititos gozosos de daniel y mis comentarios tontos para atraer su atención.
Es la única manera de descansar de sus travesuras. Eso, o dejárlo al cuidado de otra persona.
A veces el niño está sonriente y expresivo todo el rato. Otras se va cansando de sonreir y se dedica a mirar todo lo que mueve a su alrededor con indolencia. A veces me parece que se está aburriendo, pero cuando intento sacarle del columpio protesta. Otras veces se deja sacar docilmente y empieza a correr hacia otra zona del parque en cuanto sus pies tocan el suelo. Entonces empieza de nuevo la lucha. "¡Cuidado!", "Si mamá no cabe tu tampoco puedes pasar por ahí", "¡Deja de morderme!". Un caos.
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