Hemos decidido que Daniel cambiara hoy de parque. Le hemos llevado a uno precioso que hay por el norte de Madrid. Se llama El capricho porque está hecho según los antojos de los antiguos dueños, unos duques o condes, o algo así. Gente de la nobleza.La verdad es que no me enteré muy bien de la historia porque estaba atendiendo al chiquitín. Lo importante es que el parque es impresionante.
El niño iba tranquilito en su carrito con los ojos bien abiertos. Eso, en si, ya es milagroso. De vez en cuando soltada un "oh" o un "ah", sobre todo cuando llegamos al estanque de los patos. Con que alegría los señalaba y cómo se removía en la sillita.
La verdad es que sólo le sacamos de la silla al final del paseo. Cuando ya nos íbamos. Quiero que también se acostumbre a estar sentado un rato, porque en los viajes largos en coche siempre me la arma. A pesar de que hacemos paradas frecuentes para que estire sus piernecitas. Qué mejor manera de lograrlo que teniéndole entretenido admirando las peculiaridades de este parque.
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