miércoles, 15 de septiembre de 2010

La almohada

Desde hace unos días le hemos añadido una almohada en la cuna a Daniel. Veníamos observando que cuando lo soltábamos en nuestra cama y tenía sueño se acercaba raudo y veloz a la almohada y apoyaba su cabecita. Cómo no duerme bien últimamente pensé que, a lo mejor, esa podría ser la solución (en momentos de desesperación te agarras a un clavo ardiendo). Por supuesto, no lo era. pero sí que mejoró un poco la cosa. Y se nota que le ha gistado el cambio porque cuando se cansa de recorrerse la cuna y de tirar el chupete al suelo, busca la almohadita, se acomoda y se suele quedar dormido.

Anoche, estaba en plena carrera dentro de la cuna cuando se fijó que yo, que estaba sentada a su lado intentando conservar la paciencia, tenía un bonito cojín amarillo. Enseguida sacó sus bracitos entre los barrotes para alcanzarlo. Como ví que le gustaba se lo puse dentro. No tardó ni un segundo en apoyar su cabecita. Estuvo un ratito en esa postura mientras yo me regocijaba pensando que se iba a quedar frito en ese momento, cuando se volvió a incorporar para acomodarse en la almohada. Al poco volvió al cojín y así durante un buen rato. Mientras probaba uno u otro lanzaba grititos pensativos: "¡hum! ¡oh!". Mi gozo en un pozo.

Así siguió durante una eternidad. Hasta que se cansó y se dedicó de nuevo a tirar el chupete al suelo y a lloriquear para que yo se lo recogiera. Una noche de lo más entretenida. cuando la que se cansó fui yo, lo tumbé y lo agarré suavemente para que permaneciera en postura horizontal hasta que por fin se durmió. ¡Qué cruz!

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