Qué cariño le ha cogido Daniel a su triciclo empujable. A veces hasta pone cara de velocidad. Se lo compramos este verano en Elda y le encanta.
Lo malo es que la música la han puesto un poco demasiado alta para mi gusto y cuando suena ese estruendo mucha gente se mira para intentar adivinar de donde viene la ambulancia (es peor aún, porque en realidad se trata de una de esas canciones infantiles chillones e inaguantables). Daniel se pone a bailar en su asiento feliz y ya vale la pena pasar un poco de verguenza por la calle.
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