Criar un niño entre dos es algo que aparentemente resulta de los más normal. Incluso puede parecer que es la opción más deseable en la que la pareja se ayuda una a la otra y todo es felicidad y armonía.
Nada más alejado de la realidad. En mi caso Raúl y yo tenemos conceptos muy diferentes de la vida en general, así con respecto a la forma de educar y cuidar al niño la cosa empeora.
La mayoría de las veces intento que participe conmigo en el cuidado de Daniel, pero acabo perdiendo la paciencia. Y supongo que a él le pasa lo mismo conmigo. Al final prefiero ocuparme yo sola del niño en la medida de lo posible. Tengo amigas que dicen que no me fío del padre. Incorrecto. Sí que me fío, pero no comparto sus métodos. Ni que decir tiene que él tampoco comparte los míos. Así que... ¡Para qué discutir!
Cuando le toca cuidarlo a él yo no estoy allí para presenciar lo que hace (Ojos que no ven, corazón que no siente) y viceversa. El problema surge cuando estamos los dos presentes. Por ejemplo, un día preparó Raúl el baño y vino muy contento a decirme que ya podía desnudar al niño. Cuando meto su cuerpecito en el agua, ésta estaba demasiado fría, pero a él no le entraba en la cabeza que esa temperatura fuera fría para el bebé. El niño estaba tan feliz cogiendo su resfriado tranquilamente y yo estaba bufando por dentro. Seguro que él piensa que escaldo a su niñito.
Otra vez que el niño nos dio mala noche, trajo al pequeñajo a nuestra cama y justo cuando estaba quedándose dormidito abrazado a mi, Raúl decidió darse la vuelta en la vama dando brincos y haciendo que temblase el colchón. Lógicamente, Daniel se despertó procedió a no dejarme dormir a mi a base de manotazos y pataditas.
Hasta que comprendió que no había que espachurrar las botellas de plástico durante la siesta del bebé si no quería que yo muriera de un ataque al corazón pasaron al menos seis meses. Su teoría era que el niño tenía que acostumbrarse a dormir con ruido y la mía que había que aprovechar al máximo los momentos de tranquilidad.
La verdad es que es todo un reto ponerse deacuerdo a la hora de proceder con el enano, pero a veces lo logramos y todo. Supongo que es ley de vida darte de tortas con tu marido (en sentido figurado) para lograr que entienda tu postura.
Si estuvierais de acuerdo en todo no sería tan divertido :-D
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