El tema es que Esperanza comentó que iba a ver #malditos16 y nos invitó a acompañarla, a lo que Marisa y yo pensamos "¿Por qué no?". Yo en particular puedo asegurar que pensé que no me vendría nada mal romper con mi rutina y alimentar un poco mi espacio personal, que últimamente el familiar parece un monstruo voraz que se lo come todo... a la par que da maravillosas satisfacciones, oiga (y momentos tensos dónde los haya, que demasiada paz aburre, o eso nos cuentan).
El caso es que nos fuimos tan felices a disfrutar de la obra y de alguna caña o refresco, ya que estamos. A mí #malditos16 me inspiró un profundo interés en cuanto leí la sinopsis. Un grupo de supervivientes de la sombra del suicidio se reúnen para recordar cómo lo superaron (o no) y para intentar, con el respaldo de un par de profesionales de la sanidad, dar esperanza a adolescentes que viven sin vivir en ellos e inmersos en un dolor constante.
Esperanza no tenía la butaca cerca de las nuestras snif... |
Según las palabras del autor, esta historia no va de muerte y sufrimiento, aunque alguno tintes tiene, sino que trata de ser un grito a la vida, asumiendo que el dolor forma parte de ella, y una mano que se tiende para que los adolescentes que viven situaciones de riesgo psicológico o físico conecten y se sientan comprendidos y escuchados. Es más, el mensaje pretende llegar también al resto de los adolescentes y adultos que forman parte de ese entorno de los chicos a los que intentan encarnar los actores protagonistas y de la realidad que indica que el suicidio es la segunda causa de muerte en esta franja de edad.
La trama tiene una puesta en escena maravillosa en la que los flashback se integran perfectamente con el presente en una rápida sucesión en la que se entremezclan las escenas sin llegar a confundir nunca al espectador. El espacio en el escenario y la espectacular actuación de lo actores son la clave para que esto suceda. El público es capaz de seguir en qué momento se hallan los personajes simplemente siguiendo el lenguaje corporal de cada uno. Estrés, angustia, soledad, frustración, rabia, impotencia... todas estas emociones nos golpean sin piedad en una historia que evoluciona a la vez que la aceptación de cada uno de los jóvenes hacia su pasado, presente y... probable futuro. Porque si un adolescente no piensa en su futuro es señal de que ha tomado una decisión demasiado radical y, muchas veces, definitiva.
También nos llega la crítica hacia un sistema que no sabe enfrentar el problema. Terapias, hospitalizaciones y psicoanálisis no cambia que esos chicos volverán al entorno del que intentan huir a través de la muerte.
Tantos afectados, como tantas razones y tantos sentimientos desatados o escondidos en un mal que afecta a una sociedad presa del culto a las imágenes perfectas de Instagram, a las exigencias de un mundo que cada vez va más deprisa y en el que se pierde muy fácilmente la dirección, la necesidad de aceptación a cualquier precio, de la sobrecualificación que necesita multi preparación para que los niños sean pequeños einsteins, la despersonalización, el odio irracional, los radicalismos... Un caldo de cultivo que aboca a muchos jóvenes a dejarnos demasiado pronto porque sienten que no pueden más.
La obra acabó demasiado pronto, demasiado inconclusa, con demasiados finales abiertos... porque te quedas con las ganas de saber más de todos lo que en ella participan y sus circunstancias. te planeta muchas preguntas, dudas e incertidumbres. Sí que cierra el argumento principal, pero ¿cuál será el siguiente paso? Te crea la necesidad de seguirles la pista y quieres que continúen en el escenario y sigan contándote cómo sobreviven un día más con lo que les ha tocado vivir. Y no creo que fuera algo que sólo percibiera yo, porque el autor nos confirmó en el debate posterior que ya le habían preguntado varias veces si iba a haber segunda parte.
Tuvimos la suerte de ir a verla justo el día del encuentro con el director y los actores que estuvieron encantados de hablar largo y tendido sobre la obra, lo que les había aportado, como había surgido, cómo había ido tomando forma... El autor nos contó que en las líneas del libreto estaban presentes todas sus experiencias en su trato con supervivientes y adolescentes con depresión. De hecho, en un momento muy emocionante de #malditos16 se citan frases que pertenecen a niños de entre 12 y 16 años reales, aunque los nombres que se usan son ficticios, evidentemente.
Los diálogos se nutrieron de toda esta experiencia del autor y también fueron tomando forma gracias a las improvisaciones de los autores y a profesionales que se prestaron a psicoanalizar los personajes simulando sesiones con los actores. Todo ello dio lugara una obra que espera ayudar y verter algo de luz en un problema social que se nos está yendo de las manos.
Nando López, asegura que hay que hablar del suicidio, hay que verbalizar el dolor sin caer en el victimismo. Los adolescentes viven en una época con mucha tiranía de la imagen por muchos motivos, entre ellas las redes sociales. Para #malditos16 se recibió muchísimo asesoramiento para ayudar y no hacer daño. Es un tema muy difícil de tratar y que levanta muchas ampollas.
Vuelve a ponerse de manifiesto que la cultura es una vía muy efectiva para transmitir mensajes y dar visibilidad a ciertos temas que se camuflan entre prisas y cortinas de humo. Espero que haya un #malditos16 segunda parte. Es más, espero que alguien tome el relevo a esta historia y construya otra orientada a otro sector que forma parte de este problema: el de los padres y tutores. El miedo a no saber qué le pasa a tu hijo, la impotencia de no poder ayudarle, la ceguera a ver más allá del día a día, la paranoia que te hace ver señales de peligro donde no las hay, el sentimiento de culpabilidad cuando ya no hay solución, la búsqueda desesperada de ayuda profesional para afrontar situaciones que te superan...
Es un tema muy duro. Un beso
ResponderEliminarLa verdad es que sí. A mí no me entra en la cabeza, pero cada uno vive sus circunstancias.
EliminarBuff, no sé...eso de ir al teatro a pasar un mal rato no me va mucho...
ResponderEliminarDepende del género que te guste. A mí me gusta mucho reirme, pero que una actuación te ponga la piel de gallina también me gusta
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