Un día su padre le preguntó si quería melocotón y le hizo tanta gracia la palabra, que no dejaba de repetir "coton, sí, cotón, sí"... Hasta que lo probó. Entonces gritaba "cotón, no, cotón, no". Nada que no hay manera. Lo último ha sido unas estupendas fresitas, dulces y pequeñitas, que le compró su padre. Podemos decir que ha sido un medio éxito porque el niño se ha pasado un buen rato chupándolas, que ya es un paso, pero eso de ingerirlas... como que no.
Las profes siguen jurándome y perjurándome que en clase, mal que bien, se come la fruta. ¡Que frustración! Con lo buena que está y la variedad que hay. Será por sabores. Que tiene este hijo mío en contra de la fruta. No lo entiendo.
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