miércoles, 25 de enero de 2012

A la piscina con sus amiguitos

Esta tarde tocaba ir a la piscina. Aprovechando que mi madre sigue aquí acepté la invitación de unas amigas para pasar la tarde en la piscina pública. Quedé con una de ellas en la puerta de la guardería. De ahí fuimos a su casa a buscar la bolsa de las toallas porque venía directa del trabajo. Casi no salimos de allí. Entre arrancar a los chiquillos de la habitación de los juguetes, que se empeñaron los dos en beber zumo, que Daniel lo tiró tres veces, que si no la liaba uno la liaba el otro... Parecía imposible que fuéramos a llegar antes de la hora de cierre. Por fin nos plantamos en la puerta. Yo llegué sin aliento porque había cargado con el peque casi todo el camino para ir más deprisa.

La tercera amiga se estaba retrasando y los chiquitines amenzaban con tirar la puerta abajo, asó que la llamamos y le dijimos que  la esperábamos dentro. En los vestuarios fue un poco locura, pero al final nos vimos las dos en la piscina con nuestros pequeñines de la mano. Eso sí, ella con un collar en cuello y yo sin toallas. Volví sobre mis pasos para arreglar el desaguisado y regresé corriendo porque mi pobre compañera se había quedado con los dos energúmenos.

Nos lo pasamos muy bien en la piscina, los dos pequeñajos jugaron juntos y separados muy emocionados. Al poco llegó la tercera amiga con su hijo. Una fiesta para Daniel y Hugo porque había llegado Luis por fin. Chapoteamos, subimos y bajamos la escalera, corrimos por el borde de la piscina y..., como no, Daniel se cayó dentro seguido por su sufrida madre.

Cuando mi niño empezó a temblar de frío decidí que se había acabado la maravillosa experiencia y me despedí de la jauría para arrancar a mi retoño del agua a la fuerza.

Otra vez en el vestuario, otro lío tremendo. Mi chico no paraba quieto. Tenía que vestirle deprisa porque estaba muerto de frío, luego tenía que secarme y vestirme yo sin que se me escapara. Se metió en una taquilla y pensé que así estaría entretenido, pero se pegó un golpazo terrible en la nariz y empezó a sangrar. Aquello parecía un capítulo de "Dexter": sangre en mi camiseta, sangre en toda su ropa, sangre en el clinex y los lloros de Daniel a todo volumen. Cuando se cansó de llorar terminé de vestirme a toda velocidad y, sin ganas ni siquiera de secarme el pelo en los secadores del pasillo, salí el frío invernal con la seguridad de que se me habían quedado la mitad de las cosas en el vestuario. Afortunadamente, luego comprobé que me lo había llevado todo. Llevé a mi niño casi a volandas con unas ganas terribles de llegar a casa. Estaba exahusta.

En mi hogar me esperaban mi marido y las abuelas, que me ayudaron mucho para que yo ya me olvidara un poco de los niños. ¡Menos mal! A las nueve y media estaba soñando con los angelitos. Antes incluso que mis dos hijos.

4 comentarios:

  1. Kai esta deseando ir tambien..cualquier miercoles me animo y lo llevo a los 3..

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  2. ¡Pero que aventuras las tuyas! ¡Ánimo, que esto apenas empieza!

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  3. Eres una super mami!!! Abril va los viernes con Jose a la piscina y me cuenta todas sus historietas en los vestuarios jajajaj Un besazo

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  4. No sé por qué las piscinas les gusta tanto a los chiquillos, pero una vez dentro ya no hay manera de sacarles. Me imagino al pobre marido de María lidiando con Abril en los vestuarios como hago yo con Daniel. Uf, necesitamos cuatro manos.

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