Cuando me invitaron al pase de prensa familiar pensé en ir sola para recordar viejos tiempos, porque mis hijos ya están dentro del rango adolescente y estaba segura que me mirarían como sólo ellos saben hacerlo cuando les propones un plan que piensan que les infantiliza. Así fue con el mayor, él se lo pierde, pero al pequeño, de doce años, se le iluminaron los ojillos. Lo noté enseguida. Las películas sobre animales siempre han sido su debilidad. "¿Y dices que esta perrita lleva desde que eras pequeña corriendo aventuras? Pues estaría bien verla, que yo no la conozco".
Así que nos fuimos al cine, yo a reencontrarme con un icono perruno e Iván a presentar sus respetos formalmente. La película es una producción alemana que cumple con todos los cánones de película familiar divertida, estereotipada, con grandes dosis de ternura y conflictos internos que giran alrededor del lucimiento de la perrita en la que derrochan planos a diestro y siniestro para que el público se derrita con su belleza y estilo.
Para mí fue simplemente entretenida y a Iván le encantó, porque aún es un niño que no busca dobles lecturas, ni argumentos profundos, ni dramas universales en las películas que va a ver. Él disfruta con los tropiezos de los personajes, las situaciones ridículas a las que se enfrentan los malos malísimos y, sobre todo, el despliegue de perritos de todas clases y tamaños que desfilaron en la pantalla grande mostrando toda su adorabilidad.Es evidente, que la nostalgia es una carta ganadora porque los padres estamos deseando mostrar a nuestros hijos los grandes hitos de nuestra infancia y ellos se dejan llevar por nuestro entusiasmos.
Salimos de la sala con una gran sonrisa y la promesa de ver alguna de las pelis antiguas, aunque sé que es probable que esas le aburran porque siguen el lenguaje cinematográfico de otra época y otra generación, la nuestra.
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