sábado, 11 de junio de 2011

Heridas de guerra

Mi pobre niño está lleno de golpes, magulladuras, arañazos y mordiscos. No sé si es cosa de la edad o que este niño es demasiado activo.

Hoy me he encontrado un largo y profundo arañazo en su frente cuando le he recogido de la guardería. "Una disputa por un juguete... No hemos podido llegar a tiempo..." farfulló una de sus cuidadoras. Otra herida de guerra. A veces las causa él y otras le toca sufrirlas. Cuando no se las hace el solito con sus imprudencias. Por ejemplo, el otro día me contaron que rebotó contra una de las columnas del patio interior porque iba corriendo hacia ella a toda velocidad mirando hacia atrás.

En el parque también tenemos luchas y conflicto de vez en cuando. Una vez, Daniel se agarró fuertemente de los mofletes de un compañerito, a la vez que el otro hacía lo propio. Nos chocó tanto verlos enganchados de aquella manera que la madre del otro niño y yo tardamos en reaccionar. Cuando los separamos, ambos tenían sendos mofletes rojos y abultados. Y todo por un jugute. Por supuesto. Suele ser el motivo principal de sus disputas.

De todas formas, este bebé no necesita a nadie para surcarse el cuerpo a marcas, le basta con empezar a correr a lo loco y aterrizar en lugares más o menos blandos y llenos de aristas. A ver si se tranquiliza u poco con la edad.

viernes, 10 de junio de 2011

Mamá pierde los nervios

Qué difícil es criar a los niños. Te sabes todas las torías, pero, a veces, es imposible llevarlas a la práctica. En muchas ocasiones son preceptos poco realistas.

Se supone que nunca puedes perder la paciencia con tu bebé. Que todo debe hacerse y decirse calmadamente, con suavidad y cariño. Pero cuando llevas toda la tarde soportando las rebeldías de tu hijo la más mínima cosa puede sacrate de tus casillas. Daniel se había portado mal en el parque y en casa tampoco se estaba luciendo. Encima la cena no le gustó y tuve que exprimirme el cerebro para sacarme otro plato de la manga. Si fuera mal comedor hubiéramos estamos allí hasta que hubiera engullido algo, pero como no es el caso levanté la mano. Me fui corriendo a la cocina para prepararle otra cosa sin darme cuenta de que le dejaba el agua demasiado cerca. Cuando volví el desastre ya se había consumados. la trona, el niño y el suelo estaban empapados. Empecçe a reñirle con seriedad, pero Daniel o dejaba de reirse. Supongo que eso fue la gota que colmó el baso. Dí un tremendo golpe en la bandeja de la trona con la palma de la mano y empecé a gritarle como una posesa. La reacción no se hizo esperar y el chiquillo torció la boca para, ecto seguido empezar a berrear. Eso fue suficiente para calmarme. Con delicadeza saqué a Daniel de la trona y me lo llevé al cambiador para ponerle otro pijama. Al principio quería irse con su padre, pero al ver que le hablaba otra vez dulcemente se me agarró como una lapa. Mientras le cambiaba le daba besos y caricias, así que empezó a reirse como un loco. Supongo que fue de alivio. Con voz calmada le fui explicando por qué mamá había perdido los nervios. No creo que se enterara de mucho, pero el menos nos íbamos tranquilizando los dos.

Le volvi a sentar en la trona para que cenara y Daniel se comió el nuevo plato como si no hubiera pasado nada. Estuve jugando con él un ratito y a la hora de irse a la cama todavía no quería despegarse de mi ni un segundo. Así que le dí el biberón y le acosté yo. Me sentía muy culpable por lo que acababa de pasar.

Dicen que si tu bebé te empieza a poer histérico te alejes de él unos segundos y luego vuelvas cuando hayas recargado tus niveles de paciencia. Intentaré contar hasta cien la próxima vez que Daniel se me suba tanto a la chepa como para que me dé un ataque de rabia.

miércoles, 8 de junio de 2011

La tarde parlanchina de Daniel

Daniel por fin ha hecho sus pinitos hablando. Lo malo es que no lo ha vuelto a repetir. Ocurrió una tarde de lluvia que opté por subir a casa de una amiga a tomar un café. Cómo también tiene hijos mi pequeñajo se lo iba a pasar mejor que en casa, con sus conocidos juguetes.

El pequeñín voló más que corrió hacia el rincón de los juguetes, cogió un coche con cada mano y sentenció "mío". Nunca se lo había oído decir, así que me chocó un poco. Mas tarde encontró una escalera de mano a la que se agarró con todas sus fuerzas y exclamóa animoso: "A subí". Mi amiga y yo alucinamos. Entre las dos conseguimos arancarle de la escalera con bastantes gritos y lloros de por medio.

Cuando ya me iba, mi amiga se despidió de él y Daniel emitió un clarísimo "Adió". "Para que vayas diciendo que tu hijo no habla" me espetó mi acompañante, "¿A que sí que hablas, Daniel?" A lo que mi hijo contestó con un rotundo "¡No!" Y ya no volvió a repetir la experiencia. Sigue con sus onomatopeyas ininteligibles. Aunque a veces suelta un perfecto "¡Bibe!" o "¡Caca!", pero lo normal es que siga llamando a las cosas por una sílaba nada más. Por ejemplo "Perrito" es "Pe", "Calcetín" es "Tin" y "Mano" es "Ma". Es muy vago este chiquitín.

Aunque a veces, a nosotros ya nos llama "Papa" y "Mamá". No "Pa" y "Ma" como antes. Es un gran avance.

martes, 7 de junio de 2011

Qué difícil es aguantar la risa


A veces resulta muy complicado explicarle al niño cuando hace una cosa mal, porque lo hace con tanta gracia que cuesta aguantar la risa mientras le riñes. Otras veces no te hace nada de gracia la broma, pero mientras intentas mantener la seriedad el chiquillo ha desplegado todas sus dotes de humoristas.

Hay ocasiones en las que parece que te contesta. A lo mejor me he encontrado el agua y la comida de los gatos tirada y mezclada en mi suelo. ¡Y él encima bailando un zapateado! Cuanto más le riño más me grita él en su media lengua. Cómo le he fastidiado la diversión...

Una vez, Raúl se hizo el dormido mientras yo animaba al pequeñín a que le hiciera cosquillas para despertarle. No me debió entender muy bien porque lo que hizo fue soltarle un cachiporrazo en toda la cara. Raúl se levantó como un resorte y fingió ponerse a llorar mientras yo reñía a nuestro pequeño agresor. Cuanto más gemía mi marido más se reía el sinverguenza. "¡Daniel! ¡Que le has hecho pupa!" bramaba yo, pero las carcajadas del chiquitín cada vez eran más altas e intensas. Al final me tuve que dar la vuelta porque a mi también se me escapaba la risa. Y eso que me solidarizaba al cien por cien con Raúl. A mí también me da unos golpes saladitos.

Las dos primeras fotos son de Carlos Martinez (http://www.cmtz.es/).

Adios chupete, adios

Ha llegado el momento de ponernos duros. Daniel se ha aferrado a su chupete con demasiada ansia y eso me preocupa. Cómo estuvo malito hace poco le permití demasiados excesos. pero ahora que está en plena forma hay que empezar a quitarle el vicio aunque nos dé penita. Sobre todo a mi.

La otra noche Raúl y yo decidimos de improviso meter al chiquillo en la cama sin el chupete. El pequeñín gimió un poquito por su tesoro, pero enseguida se le cayeron lo párpados y se durmió. Estaba agotado de correr y saltar todo el día. La noche siguiente también lo pidió, aunque tampoco con mucho exigencia. Y a la tercera noche ya no lo pisió en absoluto.

Parece que no lo echa mucho de menos. Sólo cuando termina con mi paciencia y le riño a gritos. Entonces, a veces, dice "peteeee, peteeeeeee", pero cómo le abrazo y le doy besitos se le olvida enseguida.

Esperemos que siga así y ya no lo piad más. a lo mejor entonces empieza a hablar de una vez. Porque dicen que el chupete produce problemas en e habla, además de caries.

sábado, 4 de junio de 2011

Daniel se quema con la vitrocerámica

Ya le estaba viendo venir. Mi pequeño trepador arrastra la silla de la cocina hasta el microondas en cuanto tiene la menor oportunidad y al ladito tenemos la vitrocerámica. Le encanta jugar a meter y sacar los imanes de la nevera, con lo que tenemos que tener mucho cuidado. Algún día nos vamos a querer calentar algo y si nos dejamos olvidado uno de esos imanes, con hierros entre sus componentes, nos quedamos sin microondas.

El caso es que un día estuve cocinando mientras el jugaba tranquilamente con sus cosas. Cuando terminé de cocinar me fuí a tender la ropa de la lavadora que había puesto con anterioridad. Cómo eran cosas del niño no se podían meter en la secadora, porque corremos el riesgo de que bajen una o dos tallas cuando las saquemos.

El caso es que me dirigía con la palangana al tendedero cuando una idea me cruzó como el rayo por la mente. No tengo a Daniel a la vista, será mejor que tome medidas por si acaso. Puse un paño de cocina mojado sobre el fuego aún caliente y me fui.

De repente oí, "rrrrrrrrrrrrrrsh", pin, pin, ¡buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!". Corrí a la cocina como una loca y ví a Daniel todavía sobre la vitrocerámica. Sin pensar en nada le metí los dos bracitos debajo del agua fría. Corrí a su habitación y le apliqué la crema del culito por las manos y parte de los bracitos. El chiquillo había dejado de llorar y se miraba con curiosidad sus extremidades blancas por la crema. Movía las manos cómo si estuviéramos cantando los cinco lobitos.

Se levantó como si tal cosa y corrió hacia la cocina con la intención de volver a subirse a la silla. Por supuesto no le dejé. Lo llevé a su cuarto de juegos y me quedé con él entreteniéndole con el garage, la granja y los cuentos. La colada tenía que esperar.

Cuando su piel absorbió bien la crema me fijé para ver donde se había quemado. Tenía una pequeña mancha en una muñeca, pero no parecía dolerle. Le he estado poniendo más cremita de culo en la marca porque parece que le hace bien. ¡Menos mal que no ha sido peor la cosa!

jueves, 2 de junio de 2011

Mi niño es un sol

Danielito es un niño muy bueno, aunque a veces sea travieso e inquieto. Cierto es que hace algunas maldades, pero todas son propias de su edad y, la mayoría de las veces, lo hace sin mala idea.

Cuando le pega a un niño suele darle un besito para pedirle perdón depués de que le eche la charla de que a los amiguitos hay que tratarlos bien. A mi me muerde y al segundo ya me está dando un besito para pedirme perdón. Empiezo a sospechar que se ha aprendido el truco. "¡Vaya! Si hago pupa y doy un besito después me libro de la bronca. ¡Que bien! ¡Ñam! ¡Muacs! ¡Ñam! ¡Muacs!

El caso es que es muy cariñoso. ¡Vaya abrazos que da! Y suele obedecer cuando le dices que ceda el paso en el castillitos de los columpios. Si le pides que comparta un juguete también suele consentir, aunque a veces se agarre al juguete como si le fuera la vida en ello.

Lo mejor es que le dan pocas perretas. Y cuando le dan se suele calmar rápido. Basta con que le meta en el  carrito y le enchufe una galleta o la chupa. O que le distraiga con otra cosa igual o más interesante que a lo que tiene que renunciar en ese momento.

Ultimamente se mete en la camita sin protestar y come estupedamente. ¿Qué más puedo pedir?

La primera foto es de Carlos Martínez (http://www.cmtz.es/).