La tarde se presentaba tranquila en mi despacho. Nada hacía presagiar que un cliente cruzaría el umbral de la cochambrosa puerta, pero ahí estaba ella. Llorosa, intranquila... con una inquietante frase en sus temblorosos labios que no hacía más que repetir. "Lo que podía haber pasado. Juro que nunca más lo dejaré solo".
La señora de mediana edad que se removía con los nervios de punta en mi incómoda silla de despacho me expuso los hechos a trancas y barrancas. Tenía una figura descuidada a raíz de dos embarazos y una dejadez posterior que la había llevado a perder irremediablemente su figura. Sus ojos azules, otrora bellos, se mostraban ahora hinchados y enrojecidos a fuerza de pasar las noches en blanco al cuidado de sus dos retoños.
De su deslabazado relato pude deducir que ella había dejado a su bebé tumbado en la cabecera de la cama del hermano mayor, de unos dos años y medio, que se hallaba en ese momento jugando con una excavadora muy próximo a dicho mueble. La cama cuenta con una barrera de seguridad infantil que protege casi todo el perímetro que no se halla pegado a la pared, aunque a los pies deja un gran hueco que alberga su peligrosidad. El sujeto a investigar, el bebé, un tal Iván, ha comenzado a impulsarse hacia delante gracias a la gran fuerza motora de sus piernas y brazos. En alguna ocasión, sorprende a sus progenitores con un salto estilo ranita.
La madre tomó la decisión equivocada en ese momento. Le pidió a su hijo mayor, Daniel, que cuidara de su hermano y que le avisara si veía que se acercaba al punto peligroso de la cama. El pequeño asintió a todo lo que le pidió la mujer, pero, por experiencia propia, muchas veces los niños de estas edades asienten sin entender las palabras que le dedicamos. Ya son muchos años en este oficio.
Los sucesos transcurrieron de este modo. La madre procedió a solucionar la tarea que la mantenía ocupada fuera de la habitación a la velocidad de la luz cuando, de repente, oyó la frase que hizo que le temblara la fibra sensible.
La voz de su marido llegó a sus oídos alta y clara: "¿Te has caído Iván?". Corrió como alma que lleva el diablo a la habitación y se encontró con un bebé sonriente en brazos de su padre y un niño tranquilo que seguía jugando con la susodicha excavadora. ¿Cómo llegó el bebé al suelo sin golpe, sin dolor ni trauma? Eso me tocaba investigarlo a mí.
Procedí a interrogar a la madre aprovechando que la tenía delante en ese mismo instante.
- ¿No oyó ningún golpe seco?
- Definitivamente no.
- ¿No había señales de que el bebé hubiera llorado con anterioridad? ¿Ojos rojos, surcos húmedos en los mofletes?
- Nada. Estaba sonriendo como si nada hubiera pasado.
- ¿Usted lo vio en el suelo?
- En ningún momento.
Le tocaba el turno al padre.
- Usted llegó el primero a la escena de los hechos. ¿Podría describir brévemente lo que vio?
- Eeeeeh sí. Iván estaba en el suelo agarrado a la madera del borde de la cama.
-¿Lloraba?
- No.
- ¿Presentaba algún golpe reciente?
- No.
- ¿Donde estaba Daniel?
- En el suelo jugando con un juguete.
Era la hora de enfrentarse a los hechos cara a cara. Procedí a interrogar al único testigo: Daniel.
- ¿Se cayó Iván de la cama?
- Sí
- ¿Cómo?
- No seeeeeee.
- ¿Le ayudaste a bajar?
- No sabo
-¿Se bajó el solito?
- No sabo
- ¿Por qué dices "no sabo" si la primera vez lo has dicho bien?
- No saboooooooooooooo
Y me dejó con al palabra en la boca atraído por otra cosa más interesante que mi sarta de preguntas.
Tras recabar toda la información posible y haber puesto en orden todos los datos y las ideas cabe suponer que:
a) El bebé tiene muy engañados a sus padres y, no sólo sabe gatear, sino que, además, trepa y se descuelga perfectamente.
b) Daniel vio que Iván estaba a punto de caerse y le ayudó a bajar mal que bien. Luego fingió que no había pasado nada para evitar broncas innecesarias por parte de sus padres por haber cogido el solito al bebé. Nunca se sabe por qué te van a reñir estos dos.
c) La opción más plausible y por la que me decanto. El bebé desplegó sus orejas tal que Dumbo, aleteó con fuerza, voló por toda la habitación para acabar aterrizando suavemente en el suelo y le hizo jurar a su hermano que no diría nada de todo lo que había visto.
¡Caso cerrado!
ayyyyy qué tensión.......durante todo el relato...que por cierto has descrito fenomenal...he estado con el corazón en un puño......me esperaba un desenlace fatal......menos mal que no!!!!! uffffff!!!! y por cierto, a qué te dedicas???????????? por qué has investigado este caso ?????? mmmmmmm
ResponderEliminarYo soy la señora de mediana edad con figura descuidada y ojos rojos de no dormir jaja. El detective me lo he inventado. Me alegro de que te haya gustado.
ResponderEliminarY menos mal que no fue nada!!
ResponderEliminarOye tu eres escritora lo menos no?
Ains pobre Ivan, bueno mejor pobre mujer de mediana edad con figura para nada descuidada y bonitos ojos azules como los del temerario!!! Yo me inclino por opción B a pesar de que la C es las mas graciosa, la B me parece una monería :). Menos mal que Ivan está perfecto y sonriente. Estas cosas pasan! Ya sabes. Un besito guapa.
ResponderEliminarJa ja, es uno de esos misterios sin resolver pero con final feliz.
ResponderEliminarmira a ver si no le ha salido n par de alas antes que más dientes!! jaja, mejor que se quedara en un susto,
ResponderEliminarun abrazo
Bueno se ve que el detective lo a echo lo mejor posible jejeje,pobre Ivan que rojo se le ve
ResponderEliminarPues llévale a un concurso de talentos. Éste te hace rica!!! Jajaja. Un besote.
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