Los granitos de Iván

Cuando llegué a la clase de Iván me informaron de que el bebé había estado muy llorón, tenía pequeños granitos por la espalda, la barriguita y la cara. Le habían tenido que poner el body, pese al calor, porque se estaba haciendo heridas de tanto rascarse. Sin perder tiempo me fui directa a pedir hora para pediatra al centro de salud, pero no había hasta las 19.30 de la tarde porque la mía estaba de vacaciones, que también tiene derecho la pobre mujer, y sólo atendía su compañero que viene a partir de las 18.30 (por reducción de maternidad creo).

Así que compuesta y sin consulta, pero con cita en plena vorágine de baños y cenas me fui al parque con los peques y la moto. Poco duramos allí porque Daniel y otro niño se ensarzaron en un pelea terrible por una de las motos (habían cinco tiradas en el camino, pero los dos querían justo esa). Mi chiquitín se cogió la perreta del siglo, que se saldó con un chupete tapa bocas y su deseo de irnos a casa. Creo que ya estaba cansado el pobre. A final de la semana se va notando las palizas que se da. Y es que ir al cole es un trabajo más. Allí le hacen pensar, correr, jugar a juegos predeterminados, hacer fichas...

Accedí a su deseo y me encaminé a casa. Allí lo único que quería era ver la tele. Le dejé tranquilo con su amada "Dora, la exploradora" y me puse a jugar un poco con el bebé. A la hora del baño vino Raúl. Con Iván recién sacado del agua y empijamado me dirigí a la consulta. Daniel se empeñó en acompañarme, pero le convencí de que era mejor bañarse y cenar que acompañar a su hermanito al médico.

Una vez en el centro de salud, me recibió una facultativa muy joven que no había visto en la vida. Sorprendida leí el letrero y confirmé mis sospecha: El pediatra había desaparecido del mapa y ahora le sustituía esta chica sonriente que parecía que acababa de aprobar su último examen de la facultad la semana pasada. Ahora entendía la sala de espera vacía mientras que con el chico siempre estaba de bote en bote.

De todas formas, le di un voto de confianza. Era majísima y muy agradable. Examinó atentamente a mi peque y concluyó que le salían los granito por un resfriado mal curado. Mas o menos como cuando te hace reacción algo y la infección de sale por la piel, o eso le entendí. Quiso recetarme antibiótico, pero al entrar en el ordenador y ver la edad real de Iván se negó en redondo. "¡Pensaba que tenía doce meses!" exclamó. Me sorprendió bastante. Iván está grande, pero su desarrollo motor es el normal para sus ocho meses. Ay, ay, ay que sí que le falta un poco de experiencia a esta chica.

Me recomendó una crema para pieles atópicas, la del Mercadona, que es la que mejor calidad precio ofrece, pero yo me tuve que conformar con una de farmacia, porque ya eran las ocho, quería llegar pronto a casa y Mercadona no me queda muy cerca de casa.

Cuando regresé al hogar Iván estaba plácidamente dormido en el carrito y Daniel estaba terminando de cenar. Hoy todos prontito a domir.