Arte y ciencia

Con este tiempo tan impresionante que nos está haciendo casi es impensable no acabar en un parque, pero el otro día mis dos chicos se pusieron de acuerdo para decidir que esa tarde querían ir a casa.No les llevé la contraria, aunque la conocía sus motivos ocultos. El peque: "tete, almohada y ¡Dora!; el mayor: su "nuevo ordenador". El padre la ha preparado un antiguo ordenador al que le fallaba el sistema Windows para que juegue sin peligro de armarme una buena entre mis archivos y programa. Le ha instalado Linux y andando. El peque está emocionado porque se le ha quedado la idea de que es "suuuyo".

"Bueno", pensé, "así me dará tiempo a hacer cosas pendientes en casa". Ingenua de mí. Cada dos minutos requerían mi presencia porque querían agua, o no sabía donde pulsar para empezar el juego, o Missi se había tumbado en la almohadita... El caso es que no me cundía nada. "¡De perdidos al río!" pensé. Encendí mi ordenador y me metí directamente en Experciencia buscando una actividad que les arrancara de las pantallas. Nada más entrar en la web.. ¡Bingo!: Cómo combinar ciencia y arte en un estudio de absorción. ¡A por ello!

Tras unos cuantos incidentes (escape de pis de Iván y derramamiento de la sal de Daniel) logré reunir todos los materiales y a mis dos hijos alrededor de la mesa de operaciones. Cada uno con un cartón delante y enarbolando su pincel.

"Primero extendemos la cola como queramos con el pincel" Nada más oir la primera instrucción el más peque dejó su pincel, se bajó de la silla y volvió junto con su almohadita y con Dora (no había apagado la tele porque entonces sí que la liamos con el bebé hitler). Una baja, no había conseguido captar el interés de Iván. Pero Daniel seguía pendiente de mis palabras. Le expliqué que teníamos que echar sal sobre al cola y, cuando secara (menos mal que era de las ultrarápidas) echar gotas de pintura de acuarela mezclada con agua. Le encantó el experimento. Se lo pasó bomba. Sobre todo echando al pintura. Como su hermano no se mostró interesado en retomar la actividad, me puse yo a rellenar su cartón. A Daniel le gustó lo que yo hacía y me pidió que los intercambiáramos. Así lo hicimos.

Pero mi cerebro seguía dando vueltas a la idea de apartar al pequeño de la tele. Lo exprimí y lo exprimí... Y pensando estaba cuando se acercó el solo y me expresó su deseo de que quería una campana muy "gaaaande". Corrí a por la gomaeva y le hice su campana entusiasmada. "Quero tijeras naranjas" me dijo muy serio. Le di las tijeras especiales para niños y se puso a recortar tan feliz la campana que le acababa de hacer. Me dio un poco de rabia que rompiera así mi trabajo, pero al menos habíamos logrado nuestro objetivo ¡fuera pantallas!

A estas alturas el reloj me avisó de que se estaba haciendo tarde para los baños. Jugándome a que Daniel me redecorara la casa e Iván me la recortara un poco, les dejé solos para hacer las tareas pendientes.

Cuando volví, el peque seguía recortando al campana tan feliz y Daniel había plasmado su mano en un folio a fuerza de apretarla contra las acuarelas. Antes de que le diera por tocar algo se las limpié con toallitas muy contenta porque mi ausencia no había acabado en desastre.

Como tocaba meterse en la cocina a hacer cenas, recogí la actividad, metí a Iván en el baño (lugar en que lo tengo muy controlado) y... le volví a encender el ordenado al mayor. ¡Qué le vamos a hacer!