Cuando leí el post de El blog de Bombones en el que hablaba del Teatro de sombras que se habían montado para Halloween, me encantó la idea y me la apunté en mi flamante agenda blogger (totalmente customizada y aún en proceso de construcción). Era un acierto seguro con mis churumbeles. Tenía todos los ingredientes: monstruos, cuento, teatro y participación.
Así que saqué las cartulinas y puse al mayor un lápiz en la mano, pero el chiquillo me lo devolvió con un desganado "Ufff, mamá. No me apetece nada. ¿Me lo puedes hacer tú?". En ese momento, a lo mejor debería haber abandonado el plan, ¡pero es que no podía dejar en el cajón una idea tan buena! Así que, una mañana en la que estaban en el cole, hice yo los recortes: una calabaza, un fantasma enfadado, un fantasma contento, un castillo y dos murciélagos. Les añadí las pajitas... ¡y listo! Todo preparado para la sesión de cuentos de esa noche.
Lamentablemente, justo esa tarde tenía curso de fotografía digital y mi marido se encargó de recoger a los niños para que yo pudiera formarme a gusto. Cuando volví a casa, me encontré con un panorama desolador: enfados, rabietas, malas caras... Lo cierto, es que mis hijos están muy retadores últimamente y acaban con la paciencia de cualquiera.
Muy satisfecha de mi misma, decidí echar mano del teatro de sombras para calmar los ánimos, pero cuando fui a cogerlas ¡no estaban dónde las había dejado! Dudé de mi misma y me puse a buscarlas como una loca, pero mi marido enseguida me paró los pies con un jarro de agua fría. "Si buscas los recortes de fantasmas con palo, pregúntale a Daniel. Los tenía él". Le pregunté por qué los tenía él y resulta que el mayor los había encontrado casi por casualidad y se los había llevado a Raúl para que les contara un cuento. Habían estado jugando con ellos... ¡sin mí! Y encima no aparecían por ningún lado.
Que nadie dude que me sentía muy desgraciada. Tanto que Daniel se dejó la piel buscando y el padre me juró y perjuró que repetirían el momento especial conmigo todas las veces que yo quisiera. Pero yo no podía evitar estar enfadadísima. Me daba cuenta de que era un comportamiento extremadamente infantil, pero es que me había hecho muchas ilusiones con la hora del cuento y me sentí muy traicionada. Al final aparecieron y pudimos jugar con ellas y las linternas otro día.
A los niños les encantan. Les conté un cuento en el que ellos eran los protagonistas. Se perdían en un bosque y llegaban a un castillo. La puerta la abría la calabaza y les presentaba a los moradores. Entonces, le preguntaban al fantasma malencarado por qué estaba enfadado y el fantasma contento les contestaba que era porque no tenía tarta y quería una (y esto se lo inventó el mayor que manipulaba tal personaje). La calabaza dijo que no fuera tarta de calabaza y los murciélagos pidieron que tampoco fuera de carne de murciélago, así que los niños decidieron que sería de chocolate. Buscamos el chocolate por el castillo y le hicimos la tarta al fantasma.
Tras el desenlace, me pidieron hacer un cuento ellos mismos y empezaron a contar cada uno el suyo a la vez, con lo que no me enteré de nada. Pero como eran felices les dejé hacer... Hasta que Daniel se cayó de la cama de la emoción y se dio un buen golpe.
Al final acabaron los dos protestando porque di por terminada la hora del cuento y ya tocaba meterse en la cama. Tanto les gustaron las marionetas "chinas" que se empeñaron en que se quedaran en la mesita de noche. Estoy segura de que nos van a dar mucho juego...
Pues tiene pinta de ser una actividad divertidísima!!! Seguro que repetís. Un besote!!!
ResponderEliminarSí que hemos repetido jajaja
EliminarCon esto de Halloween casi todos los días :D
Entiendo tu enfado, es normal, pero seguro que volvisteís a jugar otro dia y lo pasasteis genial!!
ResponderEliminarPues sí. Le hemos dado mucho uso y lo hemos pasado genial. Pero es que me hubiera gustado tanto ver sus caritas al descubrir las figuras...
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