Por fin llegó el día señalado, la fiesta de cumpleaños de Daniel e Iván con sus amigos. Sí, lo sé. Esto de los neverending cumpleaños es una locura, pero así es más manejable la cosa. El caso es que todos los años hago una fiesta temática para mis churumbeles. Como me cuesta un gran esfuerzo juntamos las dos celebraciones en una. Luego ya tienen cada uno su día especial con la familia para sentirse aún más protagonistas.
El caso es que les dije que invitaran a cuatro niños máximo por cabeza porque ya habíamos tenido cumpleaños multitudinarios en casa y son un agobio. Aceptaron más o menos de buen grado mis restricciones y cada uno me dijo su lista de invitados: Daniel sus cuatro e Iván me nombró sólo a dos. Perfecto.
Me interesaba una cifra pequeña porque en esta ocasión quería hacer algo especial: un juego. Si eran muchos se me iría de las manos. El miércoles di los últimos toques y me preparé emocionada a que fueran llegando los invitados. Lo primero que hacían al llegar era investigar la curiosa decoración con mi hijo mayor de cicerone y luego se lanzaban de cabeza a la mesa de las chuches. Una tentación irresistible.
Su tercera acción era buscar los juguetes y, claro, ponerse a jugar. Les dejé un buen rato disfrutando de tiempo libre. Se lo estaban pasando tan bien que daba pena cortarles el rollo, pero al final les llamé para empezar el juego porque tampoco quería que se hiciera muy tarde. Al día siguiente había cole y tenían que madrugar. Sorprendentemente vinieron enseguida. Estaban deseando empezar la aventura científica.
"Estamos en un laboratorio y tenemos una misión muy importante", les expliqué, "Debemos hacer llegar un cohete a la luna antes que nuestros competidores: el grupo científico de Los Merluzos. Para conseguirlo vamos a tener que trabajar muy duro y pasar muchas pruebas. ¡Empecemos por el principio! Necesitamos combustible para nuestros cohetes. ¿Alguien sabe qué usan los cohetes para funcionar?" alcé la voz
"¡¡Gasolina!!", gritó uno de ellos.
"Muy bien", le felicité. En realidad no tengo ni idea de lo que usan los cohetes normales, "Pero el nuestro es ecológico y usa nieve, pero como ahora no hay nieve en las montañas...", "Sí, que hay", me aseguró otro niño emocionado. "Estoooo, errr... Pero como no vamos a ir a por ella porque está muy lejos, la haremos nosotros mismos. Si seguís mis instrucciones tendremos nieve artificial para nuestro cohete", aseguré con una gran sonrisa.
Saqué todos los materiales del primer experimento: agua en probetas, botes y un pañal. Las probetas tenía el agua justa para que le cupieran en los botes sin derramarla. Lo tenía todo calculado para evitar posibles accidentes, aunque, aún así hubo alguno y hubo que echar mano al dispositivo de emergencia: un rollo de servilletas.
Los peques se mondaron cuando puse los pañales sobre la mesa. Los recorté rápidamente para recoger el polvillo absorbente que se convierte en polímeros, pero, oh oh, no lograba encontrarlo. Eran unos pañales que tenía por ahí desde hacía mucho tiempo, así que a lo mejor estaban algo defectuosos. Sin perder la sonrisa les dije: "Bueeeno. Poned el algodón que algo de polvillo habrá", los chiquillos me hicieron caso emocionados. "Yo sé lo que pasa. He hecho este experimento", aseguró uno de ellos muy ilusionado, "Se vuelve gelatina". Le di la razón, tapé los botes y los puse de lado con muy pocas esperanzas de que saliera algo de ahí.
Entonces me di cuenta que ni les había repartido las hojas de personajes, ni sus batas de protección, ni nada. Que desastre. Pero como nunca es tarde, me giré hacia ellos con las fichas, los lápices y las gomas pidiéndoles que se buscaran un nombre y se crearan sus personajes. Les encantó la actividad y dieron rienda suelta a su creatividad, aunque algunos se limitaron a poner su nombre. Daniel lo flipó y se hizo un supercientífico cazador de zombies con habilidades superchulas y objetos exterminadores (demasiados juegos de rol en su vida). Les dije que esa era su ficha de identificación y que sin ella no podían moverse por el laboratorio, así que era muy importante que la conservaran. También les invité a que se pusieran sus batas de protección (unos chubasqueros de un solo uso) para seguir con la misión. Se lo pasaron en grande caracterizándose de científicos, pero como les quedaba muy grande, algunos acabaron por quitársela.
Subsanado el error continuamos el juego. No encontrábamos los planos del cohete, así que tuvieron que tirar los dados para ver si encontraban una pista de su paradero. Las tiradas fueron fatales y estuve a punto de decir algo así como "Alguien ha metido el plano en el desintegrador de protones y se ha perdido para siempre", pero fui bondadosa y les dejé encontrar la nota en la que Los Merluzos nos indicaban que nos los habían escondido. Pedí un voluntario para leerla y Daniel casi me la arranca de las manos. Me sorprendió bastante porque no le gusta nada leer, pero si es un juegos se ve que sí se anima. Con la nota venía un papel en blanco bastante sospechoso. Acerqué un mechero encendido al papel y poco a poco fueron apareciendo unas letras misteriosas (jugo de limón) que juntas formaban la palabra: Sofá. Se tiraron en banda sobre el sofá a buscar el plano. Siete chiquillos buscando y les estaba costando, así que les hice el juego de frío y caliente hasta que dieron con él.
Pasamos al siguiente experimento. Para poner en marcha el motor necesitábamos una reacción química muy potente. Muchos exclamaron que eso parecía algo muy peligroso, pero les tranquilicé diciendo que en ese laboratorio todo era muy seguro. Les repartí botes con leche que algunos aprovecharon para beberse... hasta tres veces... colorante alimentario, pipetas, bastones para los oídos y dos boles de plásticos con fairy. Les pedí que pusieran una gota de colorante en la leche y la tocaran con el fairy ayudándose de los bastones. Con la emoción la mayoría llenó de colorante su leche y no le salió el experimento. Sólo tres lograron la reacción química. Suficiente para poner en marcha el motor.
Pero el motor estaba sin montar, así que teníamos que llenar el tubo de fricción termonuclear con las piezas (pelotas en un cesto principalmente). Ahí se animaron muchísimo. Mi idea era hacer una fila, pero fue mas divertido hacerlo todos juntos al pelotón y a la distancia que cada uno consideró oportuna. Con el objetivo cumplido les invité a volver al laboratorio, pero, oh sorpresa, Los Merluzos nos habían llenado el suelo de huevos y teníamos que pasar pisando sobre ellos. Justo ahí me di cuenta que los cartones que había comprado tenían salientes muy pronunciados entre huevo y huevo. Nada que no pudieran solucionar unas tijeras.
Les pedí a los científicos que se quitaran los calcetines (los zapatos ya se los habían quitado hace tiempo) y que pasaran sobre los huevos uno por uno. Gracias a los padres asistentes los calcetines se dejaron ordenadamente en el sofá mientras desfilaban sobre el material sensible. Un padre aventuró que serían huevo duros, pero quedó demostrado que no cuando se rompió uno que tenía pegada tierrecita. Se ve que para que funcione el invento tienen que estar limpitos. Nos vino bien para dar más énfasis al fenómeno. Los peques fliparon con esta prueba.
Ahora venía una prueba de habilidad para probar que sabrían usas correctamente los mandos. Les di un palo de brocheta, soplamos unos globos sin hincharlos demasiado y les expliqué que íbamos a pinchar los globos sin explotarlos. Todos me miraron con incredulidad y se taparon los oídos. Pero tras un rato de darle vueltas a la brocheta sobre el globo lo conseguí y me miraron alucinados. "El truco está en pinchar en el nudo o en la parte de atrás del globo justo enfrente del nudo que es donde menos se estira la goma". Y en no inflarlos mucho porque algunos estallaron por ese motivo. Creo que fue el experimento que más les gustó con diferencia.
Finalmente, ya estábamos preparados para la misión, así que les repartí pompones y les pedí que los tiraran a una luna que había pegado con celo de dos caras a cinta de embalar transparente, dejando la parte pegajosa por fuera para que se pegaran los pompones que los niños tiraban encantados. Tanto les gustó que me pidieron que los despegara para volver a empezar.
Como lo habían hecho muy bien les di diplomas, insignias para pegar en sus fichas o diplomas, bolsitas de chuches y un juguete muy cachondo que consistía en un globo y una hélice. Al soltar el globo el aire subía por los aires moviendo la hélice.
Si queréis el juego sólo tenéis que pinchar aquí
Los diplomas aquí, las fichas aquí, aquí, aquí y aquí. Y las insignias aquí
Tras la entrega de premios les pedí que se fueran a jugar un rato para limpiar la mesa y prepararla para la tarta. Enseguida estuvo todo listo y llamamos a los niños para soplar las velas. Había comprado unas velas estilo bengala, pero mi marido me riñó profusamente cuando se leyó las instrucciones. Le parecieron muy peligrosas para tantos chiquillos inquietos cerca y les hizo alejarse bastante para evitar quemaduras. Yo me sentí un poco insensata, pero las caritas flipadas de los peques me quitaron todos los males. Cuando se apagaron encendimos las velas normales y les cantamos el cumpleaños feliz... unas cuantas veces.
La entrega de regalos comenzó antes de lo previsto porque nos dimos cuenta de que Iván había empezado a abrir los suyos por su cuenta y riesgo. Así que nos juntamos todos en una operación de emergencia antes de que empezara con los de su hermano. Los invitados acertaron de lleno y mis hijos lucían unas tremendas sonrisas de oreja a oreja. El coche teledirigido que le regalaron al más peque lo estrenaron al momento, pero los Legos decidió el padre que era mejor dejarlos para más tarde para evitar pérdidas de pieza. La desilusión fue grande, pero la decisión del progenitor fue inamovible, así que se conformaron con seguir jugando con sus juguetes de siempre hasta que se fue el último invitado.
Entonces cenamos (un cola cao y listo) y montamos los Legos con los peques. Se fueron a dormir un poco tarde, pero, al fin y al cabo, fue un día especial.
Madre mía que pedazo celebración.
ResponderEliminarYo si tuviese un hijo quisiera que lo hubiesen elegido jajaja el cumpleaños más chulo que he visto.
Por cierto, se tomaron bien lo de la cifra tan pequeña?
Besos
A mí me hubiera gustado invitar a todos los amigos de los peques, pero es que es imposible meterlos a todos en la casa :_(
EliminarSi estuviera con la típica comunidad con sala para celebraciones, sería otra cosa.
Lo de la cifra pequeña le sonó fatal al mayor, pero el más pequeño no pareció muy afectado ;)
vaya cumple!!!! q bien!!! q organizado! ¡cómo te lo montas! Felicidades a los dos! un beso
ResponderEliminarMuchas gracias!!! Es un currazo, pero vale la pena. luego los ves tan felices... :D
EliminarJoer nena, me quito el sombrero, pedaaaazo cumple!!!! Les has puesto el listón muy alto a los papis de los otros niños, jajajajajaja! Brutal!
ResponderEliminarFelicidades a los peques!
Muas!
Que va!! Al contrario. Son los otros cumples los que me ponen el listón alto a mí porque se celebran en lugares específicos para ellos: McDonalds, parque de bolas, castillos hinchables... Es muy difícil superar eso ;)
EliminarGENIAL Dácil. Te quedó perfecto!!! Me alegro un montón . Felicidades!!!!
ResponderEliminarAaaay muchas gracias!!! Me acordé mucho de ti. Incluso estuve tentada de mandarte el guion para que me los corrigieras como experta pero me pareció que tenía mucho morro. Y encima las últimas veces que "hablé" contigo me decías que estabas muy liada... Al final no me atreví. Como siempre fallé en las explicaciones científicas y la cosa quedó más bien en magia científica jajaja
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