De nuevo hemos tenido el placer de pasar cuatro intensos días disfrutan de las TdN en el Ceulaj de Mollina inmersos en todo tipo de ocio alternativo y no alternativo porque la piscina fue imprescindible para la supervivencia cuando el calor apretaba y ahogaba.
En esta ocasión los designios de las inscripciones nos fueron propicios y nos apuntamos en lo que queríamos así que no tuvimos mucho tiempo libre para pasarnos por la sala Europa como ocurría otros años. Encima, el último día a medio día, cuando ya había reservado para jugar fulltime a juego de mesa (tras una visita muy necesaria a la piscina), me torcí el tobillo y cambié los planes de juegos de mesa por niños en los videojuegos y yo con el pie en alto en la habitación. No me vino mal para descansar un poco de tanta diversión, aunque fuera de manera dolorosa. ¡Vamos!, que me quedé frita mientras los peques lidiaban con Nintendos DS y PS4s.
Pero al lío, que me desvió. Aunque no jugamos tanto como otros años el papel de los juegos de mesa sigue siendo muy importante en la vida de esta familia, así que todas las noches (menos una que me fui al taller de scrapbooking y jugaron sin mí) nos íbamos a la sala Europa a disfrutar de la enorme ludoteca.
El primer día nos recomendaron Valeria, reino de cartas, una especie de Machi Koro, pero con monstruos y luchas (palabras casi textuales). ¡Nos encantó! Aunque el pequeño sigue fiel a Ciudad Machi Koro, al que también jugó estas jornadas (Sin mí). El tema es que tirando dos dados se coge el resultado de ambos por separado y su resultado sumado y vas recibiendo recursos de las cartas que tienes delante y que tengan esos números, lo que te permitirá comprar más cartas que te den más recursos y hacerte un pedazo de señor de la guerra que acaba con los enemigos más terribles. Según el número de recursos con los que acabes la partida, las cartas especiales que compres, tu misión secreta y los enemigos que hayas derrotados sumas un determinado número de puntos de victoria. Gana el que más tenga. El diseño me ha encantado. Ahora no sabemos si pillar éste o el de Machi Koro. No hay consenso entre las filas.
También aprovechamos para jugar a Cats que nos hace mucha gracia. En este caso nos convertimos en gatitos y nos movemos por una casa haciendo de las nuestras y esquivando al dueño que puede regañarnos y hacer que nos estresemos si nos pilla haciendo algo malo como comernos sus zapatillas. Cada objetivo cumplido que podamos pagar nos suma puntos de victoria. También puede haber luchas felinas cuando dos gatitos se tiran sobre el mismo objetivo. Muy simpático y con unos dibujos encantadores (los gatos son tremendamente monos).
Imprescindible fue echar unas cuantas partidas a Ratland, porque si no el pequeño se muere. Le encanta. Nos convertimos en los jefes de un clan de ratas que tienen que luchar por la supervivencia. Para ello debemos dar órdenes a nuestras ratas. Por un lado tendrán que salir de expedición por tres tubos diferentes para buscar comida, por otro deberán defender la despensa del ataque de nuestros contrincantes, y por último, deberemos mandar a algunas a reproducirse para tener más ratas y poder hacer más cosas. Pero, cuidado, cuantas más ratas más comida necesitarás al final de los turnos. Si no tienes para todos se te irán muriendo de hambre. La comida que puedes encontrar al final de cada tubo viene indicada con unas cartas, se meten los quesos que se indican en dicha carta y cada jugador sacará de un saco opaco tantos quesos como ratas haya mandado a ese lugar. Según el color del quesito que saque conseguirá 1 ración de comida, 2 raciones, veneno, comida en mal estado, nada... Y se aplicarán las consecuencias. Hay que pensarse mucho las órdenes que vas a dar a tus ratas si quieres ganar.
Jugamos a Fold It porque Daniel andaba obsesionado con este juego, no sabemos por qué. Habíamos jugado con anterioridad en otras jornadas hace ya un montón de tiempo y nos había gustado, pero no había vuelto a nombrarlo hasta hoy. Se trata de resolver unos retos que te plantean en unas tarjetas doblando una servilleta de tela. Muy entretenido.
Entre actividad y actividad pude probar un poco Animals on board. Se trata de intentar hacer puntos haciendo al menos tríos de animales, si haces parejas se te van. De cada especie hay cinco fichas en total. Al comienzo de la partida, cada uno cogemos tres fichas nos quedamos con una que sólo podemos ver nosotros y devolvemos las otras dos a la mesa descubiertas. En tu turno puedes, o dividir o agrupar colectivos de animales y ganar una caja de comida o coger piezas agrupadas de animales si tienes la comida que necesitan. Gana el que más puntos tenga al final. Como tenía que irme a llevar a Daniel a una actividad. Le dejé mi sitio a Iván para que siguiera jugando con la clara indicación de conseguir zorritos, pero luego me vino muy apenado a decirme que no había conseguido ninguno. ¡Ay pobre! Demasiado hizo que se hizo cargo de mi partida.
Un juego que me pareció muy divertido si tienes la suficiente habilidad motora y puntería (que no es mi caso para nada), es Dungeon Fighter. Nos introducimos en una mazmorra llena de peligrosos monstruos que buscan nuestra muerte. Tendrás que elegir un dado (sirven para una cosa u otra dependiendo del color) y afinar tu puntería para que caiga en la mejor puntuación de la Diana botando primero en la mesa (en mi caso, me conformaba con que cayera dentro de la diana en el sitio que fuera). Dependiendo del personaje que elijas tienes una serie de poderes, según los colores, que se activan si el dado cae en símbolo y no en blanco. Con los puntos de daños y los poderes tienes que ir venciendo a los monstruos hasta llegar al superpoderoso malo final. Que también hay que vencer, por supuesto. Te ayudarán cartas de poderes que puedes ir comprando con el dinero que vas encontrando en la mazmorra, pero las de bonificadores por dificultad en el tiro de dados a mi no me servían para nada porque no era capaz de acertar ni tirando en el modo básico. ¡Mucho menos con los ojos cerrados o tirando el dado desde la nariz!
Camarero, fue otro de los que probamos, pero no nos emocionó mucho. Hay que tener mucha memoria para hacer con los puntos de victoria y con la falta de sueño nuestros cerebros no daban para más. Consiste en elegir una comanda de una serie de cartas que tienes frente a ti (me parece que eran unas siete del mazo), la memorizas, esperas que pase todo el turno del resto, coger otra, la memorizas y tienes que decir la que tenías guardada del turno anterior. Si la aciertas te la guardas, si no la pierdes. También hay cartas especiales como una en la que no te hace falta memorizarla porque te la quedas igualmente, u otra en la que se dobla la comanda y tienes que decir doble de todo lo que pone en tu carta. Un desastre total. Nos costaba quedarnos hasta con las más fáciles.
En esta ocasión, mis hijos quedaron totalmente fascinados por King of New York, no sé porqué, porque han jugado millones de veces, pero yo hace tiempo que no intento entender este tipo de conductas y me dejo llevar. Así que nada. A tirar dados verdes y a conseguir energía para comprar cartas, garritas para atacar al que esté en Manhatan (o si estaba yo, al resto), corazones para defenderme, estrellas para ganar la fama... A éste una de las veces jugamos con Paloma, de Refuerzo Divertido, y caímos de las primeras. Yo arriesgué mucho, pero caí con un montonazo de puntos de victoria (12/20). Fue mala suerte. Snif.
Otro juego que jugamos con Paloma fue Alhambra, que nunca decepciona. ¡Hacía siglos que no echaba una partida a éste! Y fue de los primero que se vino a nuestras estanterías. Cada uno tiene que construir la Alhambra. En cada turno puedes, o coger un billete de dinero que haya sobre la mesa (de diferentes colores), o más de un billete que sume hasta 5, o comprar un edificio. Si pagas justo puedes hacer una segunda acción. Los edificios se descubren aleatoriamente y se ponen en uno de los cuatro huecos de los diferentes colores del dinero. El que pueda lo comprará y según el color de los edificios al final de cada una de las tres rondas puntuará más o menos.
El último que jugué fue Crazy Food, un juego para niños a partir de tres o cuatro años que a Raúl y a mí se nos da fatal y los niños lo tiene más que controlado. Se trata de tirar un dado con dos opciones: estrella o círculo. Dependiendo del que salga tendrás que resolver la serie de frutas o de colores cogiendo antes la pieza de fruta correcta. Nos palizearon.
Nos faltó por jugar Magic Mandala, que estaba rulando por ahí en su versión gigante. Menos mal que lo tenemos en casa y podemos disfrutarlo siempre que queramos, aunque sea en pequeñito jajaja
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