De casualidad encontramos por Netflix un reality show que mezclaba ingeniería con repostería, Dulce ingeniería, y nos pareció curioso. Nos gustaba ver cómo se las ingeniaban los participantes para crear bombas de azúcar mecanizadas. Pero cuando tocaba el turno de que los jueces probaran las tartas lo pasábamos muy mal de pura envidia. Salivábamos más que el perro de Pavlov.
Tanto es así que en uno de los programas se me ocurrió ponerles delante a los chiquillos un bizcocho untado con nocilla y espolvoreado con coco rallado. Un éxito, a pesar de la cutrez. una cosa llevó a la otra y al siguiente capítulos teníamos delante minitrozos de tarta comprados en pastelería, entre ellos uno de zanahoria diferente y delicioso. Eran los cuartos de final.
En las semifinales no podíamos ir a menos y nos hicimos con pastelitos varios. Pero el padre nos llamó al orden. Qué es eso de asaltar pastelerías sólo para ver un programa de televisión más a gusto.
Tenía razón, por supuesto. Así que a la final tenía todo listo para no caer en la tentación de asaltar pastelerías, sólo el lineal de repostería del super mercado. Me vine a casa con volovanes, chocolates para fundir, crema pastelera en tetrabrick, nocilla y un descubrimiento que me ha encantado que se llama crema fraché o algo así. Que conste que no olvidé la parte sana y las fresas, el plátano y las manzanas estuvieron presentes. Eso, sí, las últimas hervidas con azúcar y canela que les da mejor sabor.
Encima, en casa tenía dulce de leche de otra cosa que hicimos y que añadí gustosa al buffet libre de hazte tu propia tartaleta.
En los volavanes vertí chocolate blanco o negro para hacer una base dulce (por si me había parecido poco) y puse todo el material desplegado en la mesa. Como ya sospechábamos todos los niños ni se acercaron a la fruta y eso que la crema fraché con la fruta y la base de chocolate estaba de miedo.
Además, por si acaso, había recubierto unos bizcochos de chocolate blanco o negro y le había puesto un adorno muy cuqui (que también compré en el supermercado), por si acaso no les gustaba la idea de las tartaletas.
Resultado: Un empacho a dulces de los épicos.
Y encima estuvimos más atentos a los que mezclábamos y dejábamos de mezclar que a la final, pero que nos quiten los bailado. Lo disfrutamos a tope. Aunque esta semana habrá que cortarse mucho con el azúcar.
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