Este fin de semana nos coincidió que se celebraba la VII Feria de la Trufa de Burgos en Covarrubias. En realidad, es la primera vez que se celebra en el pueblo porque en ediciones anteriores se había montado en otros pueblos de Burgos. Nosotros encantados de tenerla más a mano y esperamos que la siguiente también se haga aquí porque nos ha gustado mucho.
Comenzamos la experiencia con el mercadillo de delicattesens y cultivo de trufa. En realidad, también había productos de otros tipos de alimento. Todo con una pinta extremadamente deliciosa y un tentación muy horrible para mi bolsillo. Al final salí de allí cargada de cositas ricas: paté de boletus, mermelada de trompetilla, harina de boletus, licor de trufa, queso de cabra... Y hubiera comprado más, pero me corté un poco.
Del mercadillo nos acercamos a uno de los bares del pueblo para ver si ya tenía preparada alguna tapa con trufa. Y tuvimos suerte, porque tenían ya unas croquetitas deliciosas y antes de irnos sacaron unas hamburguesitas riquísimas.
De ahí, pasamos por casa para dejar a los niños y nos dirigimos a la cata a la que nos habíamos apuntado y que no era para público menor de edad porque la cosa iba de vinos y trufas. Menudo festín nos metimos para el cuerpo mientras un sumiller y un chef magníficos nos explicaban curiosidades y detalles sobre los vinos, las recetas de lo que nos servían y las trufas.
Nuestro sumiller nos dirigía en la cata para que los sabores se potenciaran entre ellos y haciéndonos ver los cambios que podíamos notar al mezclar sabores en nuestro paladar.
Nos contaron sobre la historia de la trufa desde lo romanos; sobre el primer restaurante abierto con la intención de servir comida de calidad y buen servicio en Francia, tras la revolución francesa y el ascenso de la burguesía al poder; las diferencias entre las trufas negras y blancas; detalles sobre el adiestramiento de perros truferos y curiosidades sobre los cazadores de trufas, entre muchas más cosas interesantes.
Las dos horas que duró la cata dieron para mucho. Mientras nos explicaban cositas nos iban sirviendo los vinos: un rosado, dos tintos y un blanco, éste último no estaba comercializado aún y estaba realmente delicioso.
Asimismo nos iban sirviendo los platos: pechugas de pollo en escabeche, crema de verduras y boletus con huevo, lechazo y bizcocho de zanahoria con crema de chocolate blanco. Todos con trufa como ingrediente principal y todo realmente delicioso.
Lo pasamos genial y al finalizar me fui a hablar con el organizador para ver si había alguna posibilidad de que estas catas, en las que la gastronomía de la zona tiene un peso tan importante, pudieran ser accesibles para menores de edad sustituyendo los vinos por mostos tintos y blancos.
Mis hijos las disfrutarían muchísimo y, a la vez, aprenderían mucha cultura general. El organizador me aseguró que llevaría mi propuesta a los responsables a ver qué les parecía. ¡Ojalá prospere!
Llegamos a casa ya comidos y sólo quedó dar de comer a los que no habían asistidos. Yo estaba tocadísima porque no suelo beber de forma habitual y estaba claro que me había pasado. No sólo, no tiraba parte del vino que me servían a la escupidera, sino que les pedía a Raúl lo que tenía intención de tirar. De hecho, una compañera de mesa me dio uno de sus vinos entero porque ya no podía más. Y además repetí de uno de los vinos cuando el sumiller se pasó por nuestra mesa ofreciendo. Pongamos que salí de ahí con seis copas de vino no muy llenas.
Así acabé que me metí en la cama hasta el día siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Me encanta saber lo que piensas.