Los mecánicos del tren del parque

Uno de los escasos días de parque que hemos tenido últimamente se me ocurrió bajar las herramientas junto con los cubos y palas de rigor. Nos habíamos propuesto ir al parque de la locomotora y me pareció una buena idea.

¡Y vaya si lo fue! Los peques enseguida se metieron en su papel de mecánicos y se pusieron a arreglar que si el motor, que si las ruedas, que si el techo. Y lo mejor de todo. Lo hacían en equipo y sin riñas. Me tenían alucinada. "Ivaaaan. Arregla el motor que yo me encargo del techo", "Danieeeel, pásame el martillo"... Y así estuvieron un buen rato.

Cuando se cansaron de arreglar el tren les mandé a que arreglaran el castillo asegurándoles que era mi casa y que me interesaba sobre todo que la cocina quedara perfecta. Allí los tuve subiendo y bajando con llaves inglesas, reglas, destornilladores... Desde luego, se lo tomaban muy en serio.

Pero, de repente... ¡vaya por diós! Llegaron los zombies. Y mis mecánicos se organizaron para luchar contra la amenaza que les rodeaba sin piedad. Utilizaron certeramente los escombros contra los imaginarios monstruos. Les dejé hacer porque estábamos solos y tiraban al aire, pero les advertí que desde que llegara una persona tenían que dejar ese juego por su alta peligrosidad. Menos mal que estaban en el mismo bando y no se apedrearon entre ellos.

También se cansaron de ese juego y comenzaron a usar los palos que hacía unos minutos eran estupendas espadas como largos lápices para dibujar y escribir en la arena. después se convirtiern en dulces gatitos y perritos con muchas ganas de mimos.

Y aún hubo tiempo para jugar en los columpios a la manera tradicional. Pero poco porque a mí me urgía volver a casa para hacer la comida. Cómo se lo estaban pasando tan bien alargué el momento todo lo que pude y así pasó lo que pasó, que luego comimos tardísimo.