A la vuelta del pueblo encontramos en casa un reluciente paquete esperándonos. Lo abrimos y dentro descubrimos Ratville, un juego de mesa que había ganado en un sorteo de Ediciones Primigenio.
Le tenía muchas ganas con lo que me llevé un alegrón, que fue doble cuando descubrimos la firma de uno de sus autores, Pau Carles, en el interior de la tapa.
Para mis chicos fue una sorpresa total porque no les había dicho nada, así que me gané que me persiguieran hasta la saciedad para que nos sentáramos a jugar, pero, sintiéndolo mucho, después de tanto tiempo en el pueblo tocaba resolver muchos frentes abiertos (y lavadoras) antes de entregarnos al vicio lúdico.
Mientras tanto les di permiso para ir destroquelando y sacando las cartas para admirar las ilustraciones, que, por cierto, son chulísimas.
En cuanto pudimos nos sentamos los cuatro alrededor de la mesa con previa lectura de las reglas del padre, que es el director de casi todos los juegos. Atención que en cada jugada hay que pensarse muy bien la estrategia a seguir y gestionar las cartas, dados y recursos con coherencia. ¡No es nada fácil! El objetivo es que tu comunidad sea la que más crezca y para ellos tienes que recoger materiales, luchar contra monstruos y buscar comida para la supervivencia de tu comunidad. Cuidadito que tus contrincantes no te lo van a poner fácil, más bien te pondrán la zancadilla en cuanto puedan.
Cada turno era más emocionante que el anterior y los avances y retrocesos en el tablero de crecimiento de población podían llegar a ser de lo más inesperados. El que parecía que iba a perder esa primera partida, casi sin miembros en su comunidad acabó segundo, con eso os digo todo. Y no ganó porque tuvo un par de errores en su estrategia, que si no...
Quiero incidir en este párrafo en que yo ostento el récord de la peor tirada de dados de la historia hasta ahora y me temo que es bastante difícil de batir. También quiero dejar claro que no me siento orgullosa de este hecho y que hubiera preferido proliferación de seises, pero que conste que hice maravillas con mis unos y doses. La suerte en las tiradas es muy importante, pero las decisiones de cada jugador son las que marcan la diferencia.
El juego nos plantea retos de lo más interesantes, según lo que te salga en tus dados, en los de tus compañeros, lo que hayamos construido unos y otros, los artefactos que tengamos... Hay que tener en cuenta todo para hacer jugadas maestras y que no te hundan en la miseria en la jugada de ese turno.
En las instrucciones aconsejan que los jugadores tengan de doce años en adelante, pero mis peques de casi 9 y casi 11 no tienen ningún problema en seguir las mecánicas, incluso alzarse con la victoria.
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